La
construcción de las noticias en torno a personas migrantes, desplazadas y
refugiadas
5 de julio de 2016
Por Arturo Borra (Rebelión)
La centralidad de los medios de comunicación
en las sociedades del presente es manifiesta. En particular, los discursos
informativos modelizan a nivel simbólico las realidades a las que refieren
mediante ciertos reenvíos semánticos. Contrariamente a la representación común
de la práctica periodística como simple reflejo especular –más o menos
“distorsionado”- de una realidad predeterminada (lo que suele llamarse de forma
ingenua «objetividad»), el trabajo periodístico es, ante todo, una actividad
interpretativa que se apoya en informaciones que de forma regular no está en
condiciones de contrastar de forma directa. Abogar por una reflexión crítica
sobre los resultados de estas prácticas permite interrogar la calidad
informativa de cierta producción periodística; en particular, de algunos medios
de prensa nacionales. Antes que un simple llamado a la responsabilidad
ético-profesional, es esa reflexión crítica lo que permite promover prácticas
acordes a valores y derechos democráticos que, como servicio público, es
legítimo reclamar a dichos medios, comenzando por el derecho a una información
veraz y plural, contrastada con diversas fuentes informativas.
En ese contexto, mi propósito no es dar cuenta
de la «realidad» de las migraciones y los desplazamientos forzados en España,
sino reconstruir de forma exploratoria, no sistemática, el modo en que los
discursos informativos dominantes significan dicha realidad efectiva,
reafirmando un imaginario europeo en torno a los “otros” que incurre de forma
regular en imágenes estereotipadas que dificultan la percepción de esos otros
como semejantes. Para avanzar en dicha reconstrucción, es plausible partir de
la siguiente hipótesis crítica: las
construcciones mediáticas dominantes significan los fenómenos migratorios y de
desplazamiento forzado como una realidad homogénea, simple y unidimensional,
desconociendo diferencias fundamentales no sólo entre personas refugiadas,
solicitantes de asilo y migrantes sino también entre sujetos migrantes
distintos. Semejante indistinción no sólo dificulta el conocimiento de las
realidades específicas que marcan estos procesos, sino que obstruye
intervenciones diferenciales que permitan gestionar sus problemáticas
concretas.
La reflexión sobre el modo en que los medios significan estos
términos, en contextos discursivos específicos, permite identificar dos
variantes predominantes:
1) la que significa estos fenómenos como una “amenaza” para
Europa, no sólo en un plano laboral sino también en el plano de las identidades
y de la seguridad, y
2) la que los asocia a “situaciones de extrema vulnerabilidad”,
especialmente con respecto a aquellos colectivos que categoriza como “sin papeles”,
“desplazados” o “refugiados” –a menudo confundidos entre sí-.
En lo subsiguiente, me referiré a la primera variante como
«discurso de la hostilidad» y a la segunda variante como «discurso de la
caridad» (1).
Siguiendo esta hipótesis, ambos discursos
constituyen variantes de un mismo patrón
hegemónico, no obstante los énfasis contrarios que sugieren: mientras que
en el primer caso la asimetría incita a un rechazo hacia los colectivos en
cuestión, en el segundo caso alienta cierta indulgencia hacia ellos. No
obstante, «hostilidad» y «caridad» son posiciones que fijan a los otros en una
relación esencialmente asimétrica. La desigualdad persiste como punto en común
incuestionable. Se trata, así, de una oposición que comparte un mismo
presupuesto: el Otro está en una posición de inferioridad insalvable con
respecto al propio grupo. Aunque es previsible que en sus versiones más
polarizadas estas variantes discursivas se excluyan mutuamente, de forma
regular aparecen como momentos internos de un mismo discurso informativo: un
sujeto puede ser representado como “ilegal” a la vez que como “víctima”.
Para ilustrar lo dicho es pertinente utilizar algunos ejemplos
recientes de los dos periódicos de mayor tirada en España, en particular, “El
País” y “El Mundo”. Si bien no se trata de un estudio exhaustivo y constituye
una primera aproximación a la problemática (prescindiendo incluso de elementos
paratextuales, cotextuales y contextuales que sería preciso incluir en un
análisis sistemático), permite reconocer algunas tendencias significativas que
pueden corroborarse de forma retrospectiva.
1-La primera –y más obvia- es la confusión habitual entre
“refugiados” y “migrantes”. Así,
en el ejemplo 1, podemos observar cómo en “El País” el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía
es presentado como un pacto de “deportación de migrantes”. Informes como
“Lesbos, zona cero del derecho de asilo” de CEAR (2) permiten cuestionar
semejante interpretación. Los deportados no son “migrantes” sino personas
desplazadas que no han accedido al derecho de asilo, implicando la devolución a
Turquía una “vulneración del principio de no discriminación” (pág. 35). Leer más
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