Asalto al
cuartel Moncada: 26 de Julio de 1953, mucho más que una fecha
26 de julio de 2016
26 de julio de 2016
El asalto al cuartel
Moncada supuso la respuesta necesaria al golpe de Estado, y, además, la
heroicidad de los combatientes repercutió de manera decisiva en la situación
política y social de toda Cuba. Los asaltantes no obtuvieron la victoria
militar, pero sí, sin duda, una victoria política muy importante, ya que con la
gesta había surgido un movimiento cuya trascendencia ética y política era
incuestionable. Sin embargo, la victoria política no llegó exenta de grandes sacrificios.
Por Cubadebate
A principios de los cincuenta, el panorama político de la sociedad
cubana vivía un vacío ético alarmante. El 10 de marzo de 1952 y mediante un
golpe de Estado apoyado por la CIA, Fulgencio Batista se hizo con el poder
derrocando a Carlos Prío Socarrás. Para justificar su golpista intervención,
Batista alegó que Prío tenía sumido al país en la bancarrota, donde las drogas
y el juego eran elementos habituales en el diario acontecer de la Isla –en
realidad, Prío fue eliminado de la escena política cubana porque se estaba
distanciando de los intereses del gobierno yanqui, no a favor del pueblo sino
de su propio bolsillo-. Aunque aquella afirmación era cierta, el nuevo lacayo
del imperio norteamericano –nuevo relativamente, porque entre 1940 y 1944
presidió por primera vez la República- no hizo otra cosa que agravar la ya
caótica situación de la población cubana que, de manera ilegal, gobernó hasta
el primero de enero de 1959, día en que, junto a sus más estrechos
colaboradores, huyó del país cargado de dinero público. Cabe recordar que
Batista derogó la Constitución de 1940 e intentó, en vano, legalizar la
situación política creando unos “Estatutos Constitucionales”.
Con estos antecedentes, el año del centenario del natalicio de
José Martí -1953- se presentaba nada halagüeño. Parecía que el Apóstol iba a
morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre,
¡tanta era la afrenta! –expresó Fidel en su alegato “La historia me absolverá-.
Pero ese mismo año sucedió algo de suma importancia en Cuba que frenó la caída
en picado, produciéndose, a partir de entonces, un ascenso moral y cultural de
amplio alcance social; me estoy refiriendo al asalto a los cuarteles Moncada de
Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo. El asalto al Moncada
–segunda fortaleza militar del país por aquel entonces- supuso la respuesta
necesaria al golpe de Estado, y, además, la heroicidad de los combatientes
repercutió de manera decisiva en la situación política y social de toda la Isla. Los asaltantes no
obtuvieron la victoria militar, pero sí, sin duda, una victoria política muy
importante, ya que con la gesta había surgido un movimiento cuya trascendencia
ética y política era incuestionable. Sin embargo, la victoria política no llegó
exenta de grandes sacrificios.
Era domingo de carnaval aquel 26 de Julio de 1953 en Santiago de
Cuba cuando, de madrugada – a las 5 y 15 a .m.-, un grupo de ciento setenta y cinco
jóvenes de la
llamada Generación del Centenario, a las órdenes de Fidel
Castro, inició el asalto. El objetivo del mismo era requisar el armamento para,
posteriormente, convocar a la huelga general en todo el país y leer el último
discurso de Eduardo Chibás. Raúl Castro y su grupo llegaron a tomar el Palacio
de Justicia, como estaba previsto, y Abel Santamaría, con el suyo, hizo lo
propio con el Hospital Civil, sitos los dos edificios junto al cuartel. Pero un
accidente imprevisible hizo que el grupo de Fidel no pudiera tomar la fortaleza. Aquella
calurosa mañana, la fatalidad quiso que la mejor arma que poseían los
revolucionarios –el factor sorpresa- quedara neutralizada al toparse con una
pareja de la llamada “guardia cosaca”. A pesar de ello, la supremacía
correspondió a los asaltantes, quienes causaron al ejército treinta bajas, de
ellas once muertos y diecisiete heridos. Pero el Moncada acogía en su interior
a más de mil soldados de la tiranía, contra los que, eliminado el mencionado
factor sorpresa, poco o nada se podía hacer. De modo que los revolucionarios
optaron por retirarse, luego de combatir durante dos horas y cuarenta y cinco
minutos, aproximadamente.
En caso de no poder tomar el cuartel, la consigna era retirarse a
Siboney para, desde allí, procurar llegar a las montañas de la Sierra Maestra y
proseguir la lucha. Pero
tampoco la retirada resultó de manera satisfactoria. Muchos fueron detenidos y
posteriormente asesinados, unos pocos lograron escapar y salir al extranjero,
otros, perseguidos por las fuerzas represivas, fueron detenidos días después,
sometidos a juicio y condenados a prisión.
Fidel fue capturado el primero de agosto en las estribaciones de la Gran Piedra por una
patrulla militar al mando del teniente Sarría que, siendo una excepción en
aquel ejército, se negó a entregarlo al comandante Pérez Chaumont,
conduciéndolo al Vivac santiaguero para presentarlo ante los tribunales. El
comportamiento del teniente Sarría salvó, sin duda, la vida del jefe del
asalto. Anteriormente, en el momento de la detención, Sarría tuvo que poner
freno a los guardias de su patrulla, ya que estos querían asesinar a todo el
grupo de detenidos, a Fidel entre ellos. ¡Las ideas no se matan!, hubo de
expresar repetidas veces el teniente para persuadir a sus agresivos
subordinados.
La represión desatada por los tiranos contra los asaltantes fue de
lo más salvaje que uno puede imaginar; para probar esta afirmación sobran los
ejemplos. Apresados tras el asalto, a Abel Santamaría le sacaron los ojos y a
Boris Luis Santa Coloma –hermano y novio de Haydée Santamaría respectivamente-
le arrancaron los testículos. Una veintena de combatientes –entre los que ellos
se encontraban- fueron sacados con vida del Hospital Saturnino Lora y
trasladados por los soldados de la tiranía al asaltado cuartel, donde por orden
de Batista –éste ordenó matar a diez prisioneros por cada soldado muerto-
fueron salvajemente torturados y asesinados. En ese mismo hospital cumplieron
su misión Haydée Santamaría y Melba Hernández, quienes igualmente fueron
detenidas y llevadas al Moncada. Estas dos mujeres fueron testigos de excepción
de la masacre allí cometida. Si no las ultimaron a ellas también fue porque un
fotógrafo, que acompañaba a la periodista Marta Rojas ,
simuló hacerles una fotografía -no tenía película en la cámara- y, regándose la
noticia de que en el cuartel había dos mujeres detenidas, los soldados ya no
podían presentarlas como muertas en combate. A otros compañeros los asesinaron
en el Hospital inyectándole en las venas aire y alcanfor. Pedro Miret
sobrevivió y, en el transcurso del juicio, denunció el hecho.
Después, los cadáveres de algunos combatientes fueron dispersos
por diferentes lugares del cuartel. A otros los arrojaron en las proximidades
de El Caney y Siboney… también de Songo y La Maya, para simular su muerte en
combate.
Los participantes en el asalto al cuartel de Bayamo no tuvieron
mejor suerte. Basta citar un solo ejemplo para mostrar la masacre allí
cometida: Tras ser detenidos, Hugo Camejo y Pedro Véliz fueron ahorcados atados
con una cuerda al cuello y arrastrados por un vehículo en el Callejón de Sofía,
cerca del cementerio de Veguitas. Al igual que a sus compañeros, a Andrés
García Díaz le aplicaron el mismo método asesino. Dado por muerto, éste sin
embargo, sobrevivió y pudo denunciar el hecho.
Nadie duda de los horrendos crímenes cometidos por los
subordinados de Chaviano y Pérez Chaumont –siendo estos, a su vez, ordenados
por Batista-. Existe, además, una prueba irrefutable que los certifica: De las
70 personas que murieron el 26 de julio y en días posteriores a manos de la
tiranía, sólo ocho cayeron en combate; el resto de los cadáveres, sin excepción
alguna, presentaban signos de evidentes mutilaciones y salvajes torturas.
Dante dividió su infierno en 9 círculos: puso en el séptimo a los
criminales, puso en el octavo a los ladrones y puso en el noveno a los
traidores. ¡Duro dilema el que tendrían los demonios para buscar un sitio
adecuado al alma de este hombre… si este hombre tuviera alma! Quien alentó los
hechos atroces de Santiago de Cuba, no tiene entrañas siquiera -la cursiva es
de Fidel refiriéndose a Fulgencio Batista y Zaldivar.
Fidel fue separado del resto de sus compañeros y juzgado en una
pequeña sala del Hospital Saturnino Lora, habilitada para la ocasión. Era 16 de
octubre de 1953 y, en su autodefensa, pronunció su alegato final ya mencionado
en estas líneas y conocido como “La historia me absolverá”. Igual que a todos
sus compañeros, un día después fue trasladado al reclusorio nacional de Isla de
Pinos –hoy Isla de la
Juventud-. Los meses de prisión no mermaron un ápice las
ansias libertadoras de los revolucionarios, todo lo contrario; entre sus rejas
fueron definiendo su condición ideológica –Martí fue el autor intelectual del
asalto al Moncada- y maduraron el reinicio de una guerra popular contra la
tiranía, trazando estrategias de futuro.
Los moncadistas nunca aceptaron la libertad a cambio de
condiciones previas y deshonrosas propuestas en algún momento por sus
adversarios. Fue la presión de la opinión pública la que, finalmente, consiguió
la amnistía de 1955 para todos los presos políticos, incluidos los participantes
del asalto al cuartel Moncada, materializándose ésta el 15 de mayo.
Ya en la calle –mientras estuvo preso nunca perdió contacto con el
exterior-, Fidel aceleró el proceso organizativo del Movimiento, y se creó una
dirección nacional. Fue el 12 de junio cuando se confeccionó la estructura de
su aparato dirigente y se adoptó el nombre de Movimiento Revolucionario 26 de
Julio.
La situación política estaba cada día más tensa. Fidel era
vigilado de cerca por las fuerzas represivas, de modo que, aun habiendo
anunciado al salir de prisión que seguiría en Cuba, decidió marcharse fuera de
la Isla para preparar la insurrección armada. El 7 de julio de 1955, antes de
partir hacia México redactó esta carta:
Me marcho de Cuba, porque me han cerrado todas las puertas para la
lucha cívica.
Después
de seis semanas en la calle estoy convencido más que nunca de que la dictadura
tiene la intención de permanecer veinte años en el poder disfrazada de
distintas formas, gobernando como hasta ahora sobre el terror y sobre el
crimen, ignorando que la paciencia del pueblo cubano tiene límites.
Como
martiano pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de
arrancarlos en vez de mendigarlos.
Residiré en un lugar del Caribe.
De viajes como este no se regresa o se regresa con la tiranía
descabezada a los pies.Como todo el mundo sabe, de México regresó el 2 de
diciembre de 1956 en el yate Granma, junto a otros ochenta y un
expedicionario. Cumplió con el contenido de su histórica frase: En el año 1956
seremos libres o seremos mártires. Tras un desembarco accidentado, parte de
ellos lograron llegar a la Sierra Maestra. Con el paso del tiempo el
Ejército Rebelde fue aumentando en efectivos y en aceptación por parte del
pueblo. Sus acciones fueron cada vez más osadas y eficaces, a pesar de estar en
clara desventaja con respecto al ejército del tirano, que era abastecido y
entrenado por los yanquis. Finalmente, cinco años, cinco meses y cinco días
después de los asaltos a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos
Manuel de Céspedes de Bayamo se proclamó el triunfo de la Revolución.
No es extraño que en Cuba, pues, el 26 de Julio de 1953 sea mucho
más que una fecha y que, coincidiendo con ésta, cada año se celebre el Día de la Rebeldía Nacional. En
Cuba saben muy bien a que se tradujo aquel heroico suceso del Moncada. Por eso
en la Isla irredenta, desde entonces, siempre es 26 de Julio.
Texto publicado en
Cubadebate el 26 de julio de 2009
Desinformémonos
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12473
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Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12473
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