Y el 18 de julio estalló la revolución en España
18 de julio de
2016
Si algo
consiguió el franquismo, junto a cunetas y fosas comunes repletas de
antifascistas, fue crear un manto de olvido sobre ese proceso revolucionario que estalló también en julio de 1936.
Por Julián Vadillo Muñoz para Periódico Diagonal
(…) la creencia de que
las causas que triunfan tendrían que ser las únicas de interés para los
historiadores conduce, como James Joll observó recientemente, al menosprecio de
muchos aspectos del pasado que son estimables y tienen interés, y reduce nuestra
visión del mundo".
Ésta
es una de las frases con la
que Paul Avrich nos deleita en la introducción de su clásico
libro Los anarquistas rusos publicado en EEUU en 1967 y editado en España por
Alianza en 1974. Y este ejemplo que Avrich ponía para la historia del
anarquismo ruso lo puede también hacer suyo para hablar de lo que sucedió en
España en julio de 1936.
En
estos días de aniversario, vemos y leemos multitud de artículos al respecto.
Algunos muy serios, trabajados, realizado por historiadores o investigadores
que ofrecen una visión aproximativa a lo que fue aquel golpe de Estado.
Otros
menos afortunados, tendenciosos o justificativos de lo que fue un golpe contra
la República que condujo a España a una guerra civil y a la larga noche de la
dictadura.
Pero
en pocos sitios se recuerda que junto a esa resistencia del pueblo español
contra un grupo de militares y las fuerzas conservadoras, se desarrolló en
muchos lugares de la retaguardia republicana una profunda transformación social
donde se pudo comprobar la capacidad de construcción que la clase obrera tenía.
Porque
en España aquel 18 de julio comenzó una Revolución social. Una Revolución
canalizada por los anarquistas pero de la que fue partícipe la clase obrera en
su conjunto.
La capacidad del
obrerismo
Si
hubo un protagonista en aquel proceso revolucionario, ése fue la clase obrera.
Desde que en 1868 la Internacional llegó a España y se comenzaron a desarrollar
las sociedades obreras, el movimiento obrero fue haciéndose con un papel
protagonista en la política española.
Un
movimiento obrero dividido en escuelas. Siendo sintéticos (a la par que
reduccionistas), se puede hablar de una escuela de pensamiento socialista, que
representó el Partido Socialista Obrero Español, fundado en 1879, y la Unión General de
Trabajadores fundada en 1888, y una escuela de pensamiento libertaria o
anarquista que tuvo diversos proyectos en el siglo XIX y que cristalizó con
fuerza en 1910 con la fundación de la Confederación Nacional
del Trabajo.
Luego
aparecerían otras opciones del marxismo más o menos ortodoxo, o distintas
visiones de los libertarios, pero cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la
República, ésas eran las grandes organizaciones donde se encuadraba la clase
obrera española.
Ese
obrerismo no sólo desarrolló sociedades obreras y sindicatos que sirvieron, ya
fuese desde el reformismo o desde la acción directa, para defender a la clase
obrera. Se preocupó de instruir y formar a la clase obrera. Se preocupó de
capacitarla, de mostrarle a través de la formación la importancia de lo que
significaba ser obrero. De cómo los medios de producción y consumo estaban en
sus manos pero que al mismo tiempo era enajenado por una economía opuesta a sus
intereses.
Ese
obrerismo formó una cultura obrera. Un modo de comportamiento, de hábitos, de
simbología, etc., para contrarrestar a la sociedad burguesa y capitalista. El
obrerismo revolucionario creía firmemente en la alternativa a la sociedad
económica capitalista.
El
obrero se instruyó en todos los sentidos: en las letras, las artes, las
ciencias, etc. Se crearon bibliotecas para combatir a la taberna. Se crearon
ateneos, centros culturales, escuelas para combatir el analfabetismo. La
instrucción y la educación.
El
movimiento obrero era consciente que tenía que acabar con el capitalismo y
tenía que tener capacidad de asumir los resortes sociales. Algunos creían que
eso se podía hacer conquistando las instituciones del Estado y de ahí
transformar. Otros destruyendo el Estado y creando una sociedad horizontal.
Aquel 18 de julio de 1936 el movimiento obrero pasó de agente de resistencia a
protagonista de dirección.
…y estalló la
Revolución
La
sublevación militar fue frenada en la mayoría de puntos de España. El anarquismo,
que era uno de los movimientos más dinámicos del país, se hizo con el control
de la situación en muchos lugares.
Mientras
se organizaban milicias para combatir a los rebeldes en los frentes de batalla,
los libertarios españoles ocuparon puestos en los centros de trabajo y en los
campos.
Muchos
empresarios, complotados con los rebeldes contra la República, huyeron de la
España republicana.
Los
obreros se vieron con el control de la producción. Las
fábricas tenían que producir. Los campos tenían que ser cultivados. Y los
trabajadores y sus organizaciones, tras décadas de formación, tomaron el
control de la situación.
En
las fábricas se constituyeron comités obreros que gestionaron la producción. En el
campo se desarrollaron colectividades agrarias que puso la tierra al servicio
de quien la trabajaba.
Aunque
existieron individualistas que siguieron cultivan do
a su manera la tierra, estar en la colectividad se planteaba como beneficioso
para la marcha de la
sociedad. Producción al servicio de guerra pero también para
mostrar que las cosas se podían hacer de otra forma.
En
la mayoría de los casos los anarquistas fueron entusiastas seguidores de un
proceso revolucionario que habían reivindicado desde sus orígenes. En otros
muchos la UGT también participó de ese control obrero y de esas colectividades.
En sitios se llegó a la situación, incluso, de la desaparición del dinero. Una
sociedad horizontal, antiautoritaria y comunista plena.
Todo
en la vida de la retaguardia se colectivizó. La CNT desarrolló una intensa
propaganda a favor de la socialización de los medios de producción y consumo.
Se crearon Consejos Económicos con el objetivo de hacer eficiente de la producción. Se
crearon organismos como el CLUEA (Consejo Levantino Unificado de Exportación de
Agrios) para poder controlar la producción.
Todas
las fábricas tuvieron su comité de control o consejo obrero. Pero no sólo fue
en el ámbito económico. En Cataluña, por ejemplo, se desarrolló el CENU
(Consejo de la
Escuela Nueva Unificada ) para el desarrollo educativo. Algo
que también se hizo en otros puntos de España.
El
Sindicato Único de Industria de Espectáculos Públicos de la CNT se hizo con el
control de los principales centros audiovisuales y creo todo un sistema de
cine. Propaganda y cine ficción estuvo en manos de los trabajadores del
espectáculos. El celuloide se hizo colectivo. Las salas de cine, de teatro, de
ocio, estaban bajo el control obrero. También el transporte, la vivienda, etc.
Todo
un esfuerzo revolucionario que fue defendido con tesón por muchos trabajadores
porque veían así algo tangible por lo que luchar.
Sin
embargo, los anarquistas, que siempre fueron los grandes olvidados al haber
sido derrotados por varios frentes, también vieron que la realidad de la guerra
imponía sacrificios. Los anarquistas eran antiestatalistas y sin embargo dieron
cinco ministros, alcaldes, concejales, consejeros, etc,. Los anarquistas eran
antimilitaristas y sin embargo dieron cargos al Ejército Popular de la
República, a los carabineros, etc. Se imponía la victoria sobre el fascismo. Y
eso lo entendían a cualquier precio pero sin perder lo conquistado. Y esfuerzo
y un sacrificio que bien es cierto que no todos hicieron.
Ese
desarrollo revolucionario hay quien lo vio como lesivo e hizo todo lo que tuvo
a su alcance para frenarlo. Fuerzas que eran igual de antifascistas que los
libertarios pero que diferían en estrategias y tácticas. En ocasiones los
procedimientos fueron criminales.
Lo
cierto fue que esas colectividades, que ese control obrero, tuvieron exitosos
resultados en muchos lugares. En otros no lo fue tanto. No hay que olvidar que
se desarrollaron en un contexto de guerra. Y aunque a partir de 1937 la
efervescencia revolucionaria fue en declive, lo cierto es que hasta el final de
la guerra las experiencias comunistas libertarias tuvieron desarrollo en muchos
puntos de la España republicana.
Ese
sueño colectivo fue aniquilado cuando el 1 de abril de 1939 finalizaba la
contienda militar. Y ese movimiento obrero que había sido formado con
abnegación durante décadas fue cruelmente reprimido. Se buscó su aniquilamiento
físico e ideológico.
Y
si algo consiguió el franquismo, junto a cunetas y fosas comunes repletas de
antifascistas, fue crear un manto de olvido sobre ese proceso revolucionario
que estalló también en julio de 1936.
Desde
ese momento la historia la escribieron los vencedores. Pero, como dice Avrich,
a veces hay que aprovechar algunas fisuras para mostrar que hubo un momento en
el que todo fue posible.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12423
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