PRT-ERP: Apuntes de un sueño armado
22 de julio de 2007
Artículo de
Antonio del Carmen
Fernández, el Negrito, fue uno de cientos de hombres y mujeres del Partido
Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo
(PRT-ERP). Su historia es símbolo, reflejo y enseñanza de una época. Su
historia es una entre miles. Su vida es crónica de una organización política
que utilizó la lucha armada como herramienta en busca de un sueño.
1. El viento
calcinante agitaba apenas el cañaveral. Fue un segundo. Dos siluetas
invisibles, un rumor. Después, nada. Para cuando los matones de los Frías Silva
volvieron a buscar con la vista movimientos sospechosos, sólo el sonido de los
grillos se distinguía en la
plantación. Por las dudas, se mantuvieron alertas, al menos
hasta que el rumor de la movilización de cañeros avanzando del lado opuesto del
ingenio, los obligó a abandonar su posición. Ya venían... Panza abajo,
protegidos por la espesura, las dos siluetas invisibles murmuraban. Ya llegan,
es ahora, dijo uno. El otro no dudó, prendió la molotov y, en dos movimientos,
se paró y la lanzó con precisión contra el puesto de la guardia. El fuego, en
la maloja reseca, explotó. Y comenzó a ganar el cañaveral. Ahora sin cuidados,
Robi y el Negrito abandonaron su refugio para salir corriendo hacia la tranquera. Atrás ,
las lenguas de fuego invadían el ingenio San José. Atrás, los matones de los
Frías Silva se dispersaban confusamente ante el ataque por la retaguardia. La
multitud de cañeros aprovechó el estallido del fuego para avanzar y ocupar con
fiereza el ingenio. En un rato, las siluetas invisibles se sumaban al grupo que
tomaba el imperio de los Frías Silva.
Antonio Enrique del Carmen Fernández se
llamaba una de las dos siluetas sigilosas que esa tarde incendiaron el
cañaveral. El Negrito, le decían, y desde los ocho años se había incorporado a
la zafra, dejando el colegio en segundo grado. Hijo único de doña Lucía,
sirvienta de los patrones, el Negrito había sido también limpiabotas y, cuando
podía, entrenaba para boxeador. Para sus compañeros del ingenio San José, fue
con los años erigiéndose en una referencia de lucha durante la oleada de
huelgas en la industria azucarera, a principios de los sesenta, en Tucumán.
Escuchaba, en silencio y con respeto, el relato de los viejos cañeros que en
los cuarenta habían protagonizado una huelga grande que duró 45 días por el
cierre de unos seis ingenios, con policía, ejército y muertos incluidos. Muchos
años después, cuando ya había aprendido a leer y escribir, el Negrito se
encargaría de poner sobre papel los detalles del régimen de explotación extrema
al que eran sometidos: "Esto es lo que recordaba la gente vieja: decían
que se los trataba como animales, y que no los amparaba ninguna ley de trabajo;
decían que en la fábrica se trabajaba 16 horas por día; recordaban que en un
tiempo les daban de comer en bationes que tenían en la fábrica. Esto lo
hacían para ganar más tiempo en la producción, decían que había que andar más
rápido, también llegaron a usar el látigo. (...) En el cerco el trabajo es más
duro y sacrificado. ¿Por qué? Porque los obreros tenían que levantarse más
temprano para ir al surco a las dos o tres de la mañana".
"También decían que cuando un compañero
quería que sus hijos aprendan a leer, los patrones trataban de desmoralizarlos,
que no pierdan el tiempo, cómo lo iban a estar manteniendo, que lo lleven a
trabajar con ellos al cerco; le decían los patrones: ¿acaso vos no te has
criado trabajando? El día de mañana se cría y se te manda a mudar a Buenos
Aires. ¿Qué remedias? Algunos les contestaban que ya que ellos no habían tenido
esa suerte de aprender a leer que la tengan sus hijos para que el día de mañana
sepan defenderse. Esto no le gustaba a los patrones", contaba el Negrito.
También escuchaba el Negrito el relato de los
zafreros cuando se referían al "Familiar". En ese momento, bajaban la
voz, cuchicheaban casi el acuerdo entre aquel monstruo que se aparecía por las
noches y los patrones, que lo contrataban para sacarse de encima laburantes
rebeldes: "Los patrones tenían un poder muy grande, un contrato con el
’Familiar’ que era hijo del Diablo, lo que pasaba era que cuando un obrero
quería organizar algo con el conjunto para protestar por las injusticias,
decían que la patronal lo hacía citar a una hora determinada de la noche y los
patrones agarraban, lo mataban y después la respuesta que le daban a la gente,
le decían que el ’Familiar’ lo había llevado porque había protestado y le faltó
el respeto al patrón. De esa manera conseguían que la gente no se organizara y
que tenga un pánico espantoso. Compañeros, les aclaro que la gente todavía es creyente
en estas cosas, en el asunto de brujos y de demonios, en la zona montañosa.
Todo esto les debe dar una idea que no era fácil organizar a los
compañeros".
No era nada fácil, pero el atraso en los pagos
y el cierre de ingenios en 1961 fue encendiendo los ánimos. En ese año, en el
ingenio San José, se produce la primera ocupación de fábrica con toma de rehén:
el administrador, "que era audaz y quiso hacerse el malo", cuenta el
Negrito. "Le explicaron los compañeros que se terminaron las épocas del
’Familiar’ y que estábamos dispuestos a todo si no pagaban. San José salió al
otro día en el diario con letras grandes". El conflicto fue un triunfo
para los obreros, la patronal reconoció los días de huelga, pagó sueldos
atrasados y se comprometió a no tomar represalias contra los huelguistas. Por
entonces, la presión de los trabajadores terminó por recuperar la Federación Obrera
Tucumana de la Industria del Azúcar (FOTIA), donde se impuso
una dirección combativa. Desde la FOTIA se fue radicalizando el plan de lucha,
con Leandro Fote como el dirigente más destacado de la nueva conducción. En una
de aquellas reuniones en el sindicato, el Negrito, ahora secretario adjunto del
ingenio San José, separó a Fote y lo enfrentó con sus dudas y los rumores que
la gente contaba sobre su militancia: "Nos apartamos con Leandro y yo le
pregunto si era verdad que era comunista; se sorprendió, titubeó un poco y me
dijo que no. ¿Y cómo la gente dice que vos sos comunista? Y entonces le agregué
si porque lo habían metido preso, y le dije, bueno, quedate tranquilo ya veo
que me tenés desconfianza; no tengas miedo, presentame esa gente y que me
explique la política y el sindicalismo porque yo no sé ni mierda, hermano.
Después me dice: Sí, te voy a presentar"
2. La tormenta se asoma, amenazante, y
potencia la infinita sensación de pequeñez del bote a medio camino, en mitad
del río. Las islas Lechiguanas, al norte del Delta del Paraná, todavía no dejan
ver sus bordes por la bruma espesa, y el bote se bambolea peligrosamente. A
bordo, un hombre consulta sus notas, mitad ansioso y mitad sereno por llegar a
destino. ¿Sabe Benjamín a quién transporta en su bote rumbo a las islas esa
madrugada? ¿Sabe algo de ese hombre que consulta sus notas con los primeros
rayos de luz, vestido humildemente, morocho, silencioso? ¿Sabe Benjamín que
será un revolucionario respetado y admirado, seguido y perseguido, desaparecido
y demonizado, y olvidado por la noche de los tiempos?
Sabe, eso sí, que su pasajero forma parte de
la dirección de un joven partido, que lo espera una importante reunión (el V
Congreso, sabe) a realizarse en el ranchito de un viejo anarquista, un
ermitaño, único habitante de las Lechiguanas.
No sabe que su pasajero, apenas unos meses
atrás en el tiempo, en la soledad de su celda, escribió: "Una tarde,/
rodeado de la verde claridad de tu paisaje,/ atravesada mi delgada corteza/ por
el estridente desafío de tu líder,/ fortalecido en mi entrega/ ante la abnegada
presencia de mis hermanos/ heroicos partícipes de tu sufrimiento,/ con mi roja
savia/ calentándose en el apretado brazo/ del informe coloso/ que te calcina y
te fecunda,/ descubrí mis entrañas,/ supe que tu rebeldía me pertenece,/
aprendí que mis fibras/ -como el estirado cuero de tu voz-/ sólo se satisfacen
y trascienden/ con el rítmico golpear/ que en el nombre del futuro/ reclama la
lucha por tu liberación".
3. El clima seguía caldeado en Tucumán y
crecía la resistencia ante nuevos despidos en los ingenios. Al mismo tiempo, se
multiplicaba la influencia de la FOTIA entre los trabajadores. Cada toma de
fábrica, cada movilización, cada paro, integraba también el problema de la
autodefensa ante la represión que convocaba la patronal. "Les aclaro que
la gente llevaba piedras y palos, machetes y cuchillos de pelar caña. Tomamos
la fábrica, la patronal al principio nos apunta y al ver que toda la gente
avanzaba y que los soldados y la policía no querían tirar, también se cagaron
de miedo, subieron a los autos y se fueron", recuerda el Negrito.
Entre aquella multitud de cañeros, la figura
de un morocho santiagueño de voz tenue y nariz aguileña no llamaba la atención. Trabajaba ,
desde hacía algún tiempo, en la contaduría del sindicato del San José y conocía
a todos los dirigentes de la
FOTIA. Era uno más en las tomas y en las huelgas, pero se distinguía
del resto cuando había que enfrentar a los matones de la patronal. Decidido ,
iba al frente en las acciones de sabotaje. Aportaba propuestas, guardaba
silencio para escuchar a los obreros de la zafra, hablaba en voz baja, pero con
una firmeza poco habitual. Con los días de conflicto, acompañaba al Negrito
Fernández a todos lados, y la gente lo escuchaba. Traía siempre consigo el
periódico Norte Revolucionario, y en la intimidad reconocía su pertenencia al
Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), con cierta presencia en
Santiago del Estero, Chaco, Salta y Tucumán.
Se llamaba Mario Roberto Santucho, o Robi a secas
Por entonces, el FRIP había cerrado un acuerdo
con el grupo trotskista Palabra Obrera para conformar el Partido Revolucionario
de los Trabajadores (PRT). Robi y otros compañeros del PRT se ocuparon de
instalar una escuela en el sindicato para los hijos de los obreros, con lo cual
estrecharon relaciones con las familias y no había bautismo, casamiento o
cumpleaños al que no fueran invitados por la gente de la zona. También
aportaron sus conocimientos para alfabetizar a varios dirigentes de la FOTIA, y
el Negrito Fernández fue uno de los primeros en aprender a leer y escribir en
esos cursos que daba Santucho en el sindicato.
A bordo de una motoneta desgastada o en
colectivo, bajo el sol
calcinante, Robi y el Negrito recorrían diariamente los ingenios para intentar
unificar la lucha.
Aparecían por todos lados: "Con respecto a los que nos
dijeron que somos comunistas, les preguntamos si ellos querían alguna vez tener
todas las comodidades, trabajar, que se los respete como hombres, que se les
pague al día y que puedan mandar a sus hijos a las escuelas o a la Universidad
como mandan a sus hijos los patrones, y les preguntamos si ellos estaban de
acuerdo con lo que dijimos y nos contestaron que sí. Entonces aprovechamos y
les dijimos: si piensan así también es que son comunistas. Alguna gente nos
dice que si somos comunistas no les interesaba, que digan lo que quieran pero
peor es ser vende obrero y alcahuete o policía; nosotros dijimos que
preferíamos que nos digan comunistas pero menos capitalistas chupasangre",
anotaba después el Negrito, integrado ya a la vida partidaria del PRT por medio
de la influencia decisiva de Santucho.
En una carta dirigida a su hermano Julio, Robi
reconocería los avances de su joven partido y, también, el desarrollo de su
propia conciencia política a partir de la intervención en el conflicto
azucarero: "Nuestro trabajo entre los obreros en fábricas, barrios, obrajes,
aserraderos, y entre los agricultores, nos va obligando a consultar la teoría,
lo que dice la filosofía sobre el hombre, sobre la enajenación, sobre las
limitaciones del hombre y los caminos sobre su liberación, y así viendo la
realidad, conversando sobre ella, intercambiando experiencias entre todos los
compañeros, (...) vamos comprendiendo el camino por el que encontraremos la salida. Ese camino
sabemos que es la revolución".
"Desde que nosotros estábamos en el
Sindicato se tomó 16 veces la fábrica, en todo eso andaba Santucho, la gente lo apreciaba mucho,
y decía que no interesaba cómo pensaba él, si era comunista pero venía a luchar
por nosotros. Ya se deben imaginar cómo nos poníamos contentos. Fue así que lo
hicieron hablar en asamblea varias veces. Les aclaro que cuando había muchos
paros la gente decía que sería lindo dejar un jornal todos los meses para
comprar armas porque con hondas ya no hacíamos nada...", comentaría el
Negrito.
Desde entonces, para Santucho el papel del proletariado azucarero en
la lucha sería el de vanguardia de la clase obrera, cada vez mejor organizado y
con mayor conciencia. Sin embargo, los cañeros padecerían un golpe devastador
con la dictadura de Onganía: el cierre de once ingenios, que suponía la
destrucción de la economía provincial. La ola de protestas se hizo
incontenible. El 12 de enero de 1967 será una fecha clave para la historia de Santucho y del PRT, el día en que quedará más
clara que nunca la necesidad de superar la lucha reivindicativa por la política
y asumir, de una vez por todas, que la revolución no podía dejar de contar con
una respuesta armada ante las fuerzas de la represión. Ese día,
como parte del Plan de Lucha Azucarero Nacional, la FOTIA convocó a una
multitudinaria marcha en Bella Vista. El enfrentamiento fue inevitable. Los
obreros, con hondas y molotovs, chocaron con fuerzas policiales desbordadas por
la multitud. En
pleno retroceso, la policía disparó balas de plomo contra la manifestación y
asesinó a Hilda Guerrero de Molina. "Al día siguiente, en el Ingenio San
José, el ambiente entre los obreros es de satisfacción por la enérgica actitud
asumida y plantean reiteradamente a los militantes del partido que hay que
armarse, conseguir ametralladoras e ir a la lucha a muerte contra la dictadura. Esta
conclusión se estaba generalizando a esta altura entre los trabajadores
azucareros y amplios sectores de la vanguardia obrera de todo el país",
explicará Santucho más tarde.
Y el PRT no hará oídos sordos al reclamo de
los obreros tucumanos
4. "El planteo de la lucha armada irrumpe
en el PRT, no a través de estudiantes e intelectuales revolucionarios influidos
por la experiencia revolucionaria de otros países. Surge de la experiencia
directa de las masas obreras argentinas y es incorporado al partido por su
vanguardia, que ha recorrido previamente el camino de la lucha pacífica (...)
hasta que, cerradas todas las posibilidades con la asunción de Onganía, se
orienta correctamente hacia la guerra revolucionaria", dice aquel hombre
enigmático. El mismo que un día antes surcó la bruma del Paraná, revisando sus
notas, en silencio, en la
madrugada. Ahora lo escucha un auditorio de cuarenta jóvenes.
Ahora, su voz suave, casi un susurro, viene a traer la tormenta.
Los diarios dicen el Che, dicen Cordobazo,
dicen dictadura, dicen resistencia. En aquel rancho solitario en las
Lechiguanas, esa voz dice tempestad, dice rebeldía, dice socialismo. Dice,
también, revolución. La misma voz explica que un ejército revolucionario
"es el brazo armado del que se sirve el pueblo contra el ejército
burgués", y que "en la guerra revolucionaria, el partido manda al
fusil". Su voz conmueve en la tensa calma de una reunión que parece
destinada a quedar en la historia de los pueblos.
5. Callado, introvertido, frecuentemente
inhibido ante compañeros de una mayor formación, el Negrito Fernández se había
ganado su lugar en el Comité Central a partir de su experiencia de lucha
durante la crisis azucarera. Se convirtió también, de algún modo y a su pesar,
en el modelo del proletario para la propia organización. Se trataba del
compañero que sintetizaba todo lo opuesto al intelectual pequeño burgués,
charlatán y pedante, que el PRT rechazaba con todas sus fuerzas hasta el
extremo de alimentar un sostenido prejuicio contra cualquier actitud considerada
"intelectual". Prejuicio acompañado también por cierta idealización
del obrero como propietario de todas las virtudes revolucionarias casi por
naturaleza. Esos prejuicios que imponían el "hacer" como antítesis de
cualquier otra propuesta que no contara con la práctica como método, recorrían
la superficie del partido y también su dirección. Durante una jornada de
estudio de la teoría marxista a cargo de Santucho,
cuando cada militante dudaba antes de preguntar demasiado durante la lectura de
Hegel para no generar sospechas de pretensiones "intelectuales", el
Negrito Fernández era quien se manejaba con menor nivel de prejuicio en este
sentido: preguntaba siempre desde su curiosidad y desde sus ganas de aprender.
"El Negrito vivía siempre como en una tensión, muy serio, y tenía una
pasión por aprender. Sabía que la teoría tenía una importancia muy grande, y
escuchaba mucho a los compañeros que tenían mayor formación intelectual dentro
del partido. Siempre andaba con un libro abajo del brazo, y no andaba con
chiquitas: siempre con un clásico del marxismo. Lo estudiaba mucho tiempo. Me
acuerdo que le había interesado mucho un texto de Marx, Salario, precio y
ganancia, y lo conocía al dedillo. Se ve que lo había impresionado en sus
tiempos de obrero", nos comenta hoy Luis Mattini.
Santucho escribiría
tiempo después, en un editorial de El combatiente, que el Negrito Fernández
"pese a que tenía grandes dificultades para leer, se dedicó con fervor al
estudio de los clásicos, principalmente Marx y Lenin, costumbre que mantuvo con
constancia en toda su vida militante. Se puede afirmar que el Negrito aprendió
a leer por su propia cuenta con los textos marxistas, ayudándose pacientemente
con un diccionario".
Decidido para actuar, cálido y efusivo cuando
se encontraba con algún compañero, el Negrito a la vez era muy parco y se hacía
extremadamente difícil conversar con él sobre temas ajenos a la militancia:
"Algo lo marcaba mucho, era un tipo que sólo podía hablar de cosas serias.
Nunca lo ibas a escuchar hablando de bueyes perdidos", recuerda Mattini,
con quien durante un tiempo compartió la responsabilidad de la parte sindical
en la dirección del PRT-ERP.
El Negrito había formado parte del primer
grupo de militantes que intentó liberar a Robi de su detención en la comisaría
de Villa Quinteros en Tucumán, antes del V Congreso del PRT. El plan de rescate
fracasó porque, mientras los compañeros se disponían a saltar una tapia, de
madrugada, una jauría de perros comenzó a seguirlos y a denunciar su presencia.
El grupo se retiró para evitar sospechas, pero de todos modos a Santucho lo trasladaron a la cárcel de Villa
Urquiza. "Nos corrieron los perros, ni siquiera la policía",
reconocería muchos años después Enrique Gorriarán Merlo, también parte de la operación. El Negrito
Fernández intervino también directamente en el frustrado secuestro del ex jefe
del Ejército, Julio Alsogaray, a fines de 1969. Como el militar se manejaba sin
custodia, el Negrito lo abordó y, recurriendo a su pasado como boxeador, le
pegó una trompada en plena calle que lo dejó groggy. Otro compañero lo subió al
auto y, cuando le explicaban su condición de detenido por el PRT, el militar
zafó a los empujones y se escapó del coche de sus captores.
Sin embargo, su principal aporte al PRT-ERP
entonces fue su trabajo de masas, su extraordinaria capacidad para vincularse
con otros trabajadores en distintos lugares del país. "La adopción de
correctos criterios proletarios de construcción, la elaboración de una línea de
masas, fundamentales avances de nuestro Partido en ese período, se deben en
gran parte a sus constantes aportes", reconocería Santucho.
A principios de 1972, el Negrito y Jorge
Molina caen presos durante un allanamiento, donde además es herido en una
pierna En julio de ese mismo año, un cronista de La Opinión dejó registro de su
alegato en el juicio oral: "Yo rendiré cuentas a mis compañeros. Ante este
tribunal lo único que puedo decir es que fui torturado durante tres días. No me
arrepiento de nada, me siento orgulloso de ser un trabajador. El que sabe lo
que hay que hacer y no lo hace está más muerto que nuestros compañeros caídos.
¡A vencer o morir por la Argentina! ¡Viva el Che Guevara!". Acto seguido,
el juez tuvo de desalojar la sala.
Ya en la cárcel, aislado de sus compañeros, el
Negrito se abocó a profundizar su estudio teórico y también a esbozar lo que
después se conocería como "Informe sobre el problema azucarero". De
extraordinario valor testimonial sobre la explotación de los cañeros y la
radicalización de la lucha en Tucumán, el manuscrito circuló por el penal,
hasta que un compañero lo acercó al PRT. El Negrito saldría en libertad el 25
de mayo de 1973 a
partir de la presión popular por la liberación de los presos políticos.
6. "Todo el Partido debe grabarse con
letras de fuego el principio revolucionario de que no se puede destruir el
capitalismo sin ’audacia y más audacia’, que una de las características más
esenciales de un revolucionario es su decisión, que un revolucionario es un
hombre de acción", escribe a mano, sin vacilaciones, apartado del resto en
un rincón. Y anota: "El Ejército Revolucionario debe desarrollarse de lo
pequeño a lo grande, de las acciones más simples a las más complejas,
procurando la ligazón permanente con las masas, templando seriamente nuestras
fuerzas y educando en mil acciones a nuestros destacamentos armados"...
De algún lado lo llaman. Esa mañana, en una deshabitada isla del río Paraná, está por comenzar el V Congreso del PRT. Robi camina rumbo al ranchito con sus apuntes en el bolsillo. Ve caras conocidas y también algunas nuevas. Antes de entrar, levanta la mirada al cielo. Miente el cielo despejado, lo sabe Robi. Miente. Se avecina la tormenta.
De algún lado lo llaman. Esa mañana, en una deshabitada isla del río Paraná, está por comenzar el V Congreso del PRT. Robi camina rumbo al ranchito con sus apuntes en el bolsillo. Ve caras conocidas y también algunas nuevas. Antes de entrar, levanta la mirada al cielo. Miente el cielo despejado, lo sabe Robi. Miente. Se avecina la tormenta.
7. De regreso de un breve viaje a Cuba, el
Negrito se suma al nuevo buró político, antes de partir a Tucumán.
A partir de entonces participa de la primera
formación de la Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez", con la tarea
de iniciar el reconocimiento del terreno para asentar la guerrilla rural del
ERP en la cadena montañosa a lo largo de la ruta 38, en los departamentos de
Famaillá y Monteros. La presencia del Negrito en este proyecto fue
determinante: conocido como dirigente por gran parte de los trabajadores
tucumanos, las puertas de los campesinos en el monte se abrían a su paso.
"El que más llegaba a la gente era el Negrito Fernández; yo siempre iba
junto con él, aprendiendo y entablando también vínculos con los
campesinos", recuerda Gorriarán Merlo, quien relata a continuación la
llegada de la expedición a uno de los ranchos, al oeste de El Cadillal: "Nos
presentamos, saludamos a los padres y nos sentamos en una especie de galería.
En la casa había cuatro o cinco niños que se pararon delante nuestro, con la
cabeza gacha y con las manitos como si estuvieran rezando. Yo me sorprendí, no
sabía qué hacer, hasta que vi al Negrito, que le tomaba la cabeza a uno de
ellos y le decía: ’Que Dios te bendiga’. Estaban pidiendo la bendición. Yo hice
lo mismo que el Negrito; siempre pienso que si no hubiese ido con él, no
hubiera sabido qué hacer". De hecho y a partir de su influencia con la
gente, el ERP interviene para exigir el cese de una mecánica que intermediarios
comerciales aprovechaban para estafar a los campesinos.
A principios de 1974, bajo el control directo
de Santucho, unos 40 combatientes
integran la formación que se ejercita en el monte tucumano, a la espera de
órdenes para entrar en combate. Se impone en la compañía una férrea disciplina
y un obligado estudio político mientras se acerca la hora de entrar en acción.
Detectado el grupo de combatientes en la zona serrana de Rodeo Viejo y
adelantando los plazos previstos, Santucho decide pasar a la ofensiva y ocupar la
localidad de Acheral. El 30 de mayo de 1974, comisaría, central telefónica,
estación ferroviaria y rutas de acceso son controladas por la guerrilla en su
primera operación de "propaganda armada". La noticia recorrió el
país. Para proteger su trabajo de masas, el Negrito Fernández no tomaría parte
de la acción, detalle que generaría, más adelante, una discusión con el propio Santucho sobre el lugar más adecuado para
desarrollar su trabajo político.
Para Robi, el Negrito Fernández debía
permanecer en la dirección del PRT-ERP como un garantía de "peso de
clase", desde donde desarrollar la formación de cuadros dirigentes en la
estructura regional, de manera independiente a la actividad de la guerrilla
rural. Luis Mattini explica en Hombres y Mujeres del PRT-ERP que el Negrito
"se opuso firmemente diciendo que su lugar estaba en la Compañía de Monte,
pues la misma ’carecía de compañeros de la zona’ y él se había preparado para
eso. Insistía en que en el secretariado regional o en el mismo buró político
podría ser reemplazado por muchos militantes; en cambio pocos podían ocupar su
lugar arriba". Finalmente, Fernández le ganó la pulseada a Santucho y fue designado como "responsable
político" de la Compañía.
En agosto de ese mismo año, ya muerto Perón,
la dirección del PRT-ERP había planificado una operación militar sobre el
Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada, en Catamarca, para obtener
armamento y sacudir el escenario político con una demostración de fuerza. El
Negrito iría a la cabeza, trasladando la Compañía desde el campamento de La
Horqueta, en Tucumán.
La guerrilla partió en un micro con 47
combatientes hasta detenerse en un camino poco transitado, nueve kilómetros al
norte de la capital catamarqueña. Pocas horas antes del inicio de la operación,
la guardia guerrillera comete un error decisivo: no detiene a un par de
lugareños que pasan en bicicleta, espectadores casuales de los preparativos.
Luego de unos minutos de marcha, los testigos se cruzan con un oficial de
policía, a quien alertan sobre la situación Hacia la zona del campamento se dirigen
cuatro patrulleros y, en segundos, la balacera rompe la madrugada. Los
policías son reducidos pero, descubierta ya la operación, el mando del ERP
ordena la retirada.
Desordenadamente, un grupo se repliega a bordo
de los patrulleros con rumbo a Tucumán. A mitad del recorrido, se cruzan con
otra pinza policial, pero siguen adelante hasta llegar a salvo a la base.
Pero otro grupo de 27 guerrilleros, queda aislado y enfila hacia los cerros. En este grupo va, herido, el Negrito Fernández. La falta de conocimiento de la geografía de la zona resulta determinante en la retirada: la escasa vegetación los obliga a escapar casi ala descubierta. Tres aviones, un helicóptero, y
todas las fuerzas militares y policiales salen a la caza de los guerrilleros.
Nueve de ellos son apresados el día siguiente, pero la búsqueda sigue. A 3 kilómetros de
Capilla del Rosario, el lunes 12 de agosto, el grupo de la Compañía de Monte es
cercado por las fuerzas represivas. El enfrentamiento continúa hasta que la
guerrilla agota sus municiones. El Negrito Fernández es, entonces, el encargado
de negociar la rendición de sus compañeros, 16 en total.
Pero otro grupo de 27 guerrilleros, queda aislado y enfila hacia los cerros. En este grupo va, herido, el Negrito Fernández. La falta de conocimiento de la geografía de la zona resulta determinante en la retirada: la escasa vegetación los obliga a escapar casi a
El Ejército los fusiló a todos.
La criminal respuesta marcó un punto de
inflexión en la política terrorista que se expandiría desde el Estado a partir
de entonces. Los fusilamientos en Trelew y Capilla del Rosario marcaron el
inicio de una cacería sin tregua por parte de las Fuerzas Armadas.
Entre los fusilados estaba el Negrito, Antonio
del Carmen Fernández.
8. Sentado en el cordón de la vereda, el
Polaco escuchaba el bombardeo determinista de su acompañante. El otro, con las
manos en el bolsillo, respondía furibundo las ironías del Polaco. A fines de
los cincuenta, Witold Gombrowicz escuchaba la voz suave de un pibe de 21 años
defendiendo la revolución cubana como símbolo del despertar de América Latina
en contrapunto con la decadencia burguesa de la vieja Europa , la
sangre de los pueblos oprimidos recorriendo las venas de un continente en
llamas...
Palabras, provocaba el Polaco, al que nadie le
creía en Santiago del Estero su condición de intelectual de renombre en el
exilio. "Andá... ¿qué vas a ser vos?", le decía el irreverente pibe,
en aquella noche santiagueña. Era el séptimo hijo varón de los Santucho, y el que más llamó la
atención del Polaco: "Es un muchacho color subido, cabellera negra ala de
cuervo, piel aceite ladrillo, boca color tomate, dentadura de astuto soñador,
dulce y terco... ¿qué porcentaje tendrá de indio?Y algo más todavía, algo
importante, es un soldado nato. Sirve para el fusil, las trincheras, el
caballo".
Esa noche, sentado en el cordón de la vereda,
el Polaco guardó en su memoria la imagen de esa áspera conversación, repleta de
ironías y de reproches, entre un escritor europeo que nadie conocía en esa
tierra, y un pibe que, por todos lados, andaba repleto de futuro: "Su
realidad está llena de quimeras, es digna, por tanto, de conmiseración. Sin
embargo, su mano posee el don de transformar las quimeras en realidad, es capaz
de crear los hechos. Irrealidad, entonces, por parte de la cabeza, y realidad,
por parte de la mano... y la seriedad por un solo lado..."
9. "Cuando él vivía ante el surgimiento
de un obrero de fábrica de grandes cualidades revolucionarias- acostumbrábamos
a decir para definirlo: ’Es como el Negrito’. Hoy, debemos decir que una de
nuestras mayores satisfacciones será encontrarnos con esa clase de compañeros,
porque veremos en ellos la garantía de que las tradiciones proletarias de
nuestro Partido nunca se perderán y que en consecuencia el PRT sabrá llevar al
triunfo en nuestra Patria la revolución socialista por la que el Negrito luchó
y murió", escribió un conmovido Santucho,
para finalizar su editorial del 21 de agosto de 1974.
Pocas personas influyeron más en la vida
política de Santucho que el Negrito Fernández. La confianza
y amistad entre dos compañeros, cimentada desde aquellos agitados días de la
huelga azucarera, será un elemento destacado también por Mattini: "Robi
escuchaba mucho al Negrito. Siempre decía que el Negrito tenía olfato, instinto
de clase, esto de semblantear con la experiencia que te dan los golpes de la vida. Se movía muy por la
piel, y tenía muy arraigada la idea que la revolución era un fenómeno de masas
y no de élite, y que había que hablar con la gente, y ese fue su mejor
aporte"
Más de una vez, Santucho mencionaba al Negrito para
ejemplificar una forma de hacer política con "el espíritu de ir hacia las
masas, de confiar en las masas, de aprender de las masas, de recurrir siempre a
las masas para solucionar los problemas de la construcción
revolucionaria". Y durante una reunión narraba una anécdota como ejemplo:
en los últimos días de entrenamiento de la guerrilla rural en el monte
tucumano, Robi, el Negrito y otro compañero realizaban un rodeo para eludir un
cerco policial que los perseguía. Pero extraviaron el rumbo y anduvieron más de
tres días desorientados. Cansados y hambrientos, llegaron a una bifurcación en
el sendero. De un lado, hacia el oeste, el monte, la protección de la naturaleza. Del
otro, a menos de medio kilómetro, la casa de un campesino. Santuchoduda en aquel momento. El
tercer compañero propone seguir la marcha hasta el refugio de la montaña. Pero el
Negrito, sin la más mínima vacilación, dice: "Vamos a la casa del
campesino". Fueron a hablar con el campesino, que los recibió, los
protegió de la policía y les indicó el camino.
A ese elemento intangible, Mario Roberto Santucho definía como "instinto de
clase".
(Fin de la primera parte)
Esta nota es la primera de una serie de tres
sobre el PRT-ERP, publicada en el nº55 de diciembre de 2006 en la revista Sudestada. Si
le interesa conseguir la triología con los testimonios de Daniel De Santis,
Luis Mattini, Humberto Pedregosa, entre otros, escribir a
sudestadarevista@yahoo.com.ar
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article2190
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