sábado, 30 de julio de 2016

Advirtamos: "Estas fronteras se constituyeron históricamente, como indicadores de la memoria europea en África, y no hay razón alguna para que no se puedan reconstituir históricamente para satisfacer las necesidades africanas y volver a conectar con la memoria africana".

En contra de las fronteras coloniales: 
la necesidad ahora de una ciudadanía africana
30 de julio de 2016

Por Hashi Kenneth Tafira (Pambazuka News)

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
La división de África y la delimitación de las fronteras fueron actos arbitrarios impuestos por los europeos sin tener en cuenta las condiciones locales. Por consiguiente, desmantelar las fronteras coloniales es un verdadero proyecto panafricano. El panafricanismo se debería entender como una relación pueblo a pueblo en vez de una relación entre jefes de Estado, intelectuales o elites occidentalizadas.
Estamos asistiendo a unos movimientos a gran escala de personas a través de las fronteras. Existe una gran inestabilidad política, económica y social dentro de los Estados nación. Son comunes la preocupación por un cierre de fronteras, una mayor seguridad, un mayor miedo al “otro” africano. Este artículo hace algunas propuestas y afirma que las fronteras coloniales y la preocupación por el territorio, la seguridad y las medidas de seguridad, y la “soberanía” son el flagelo de la unidad africana. Afirma que esta impulsión revela la naturaleza colonial del llamado postcolonialismo. En segundo lugar, es hora de que se conceda la ciudadanía africana a las personas africanas, lo que significaría que habría libertad de movimientos para las personas a través de las fronteras y que una persona africana se sentiría en casa en cualquier lugar del continente. En tercer lugar, desmantelar las fronteras coloniales tiene más ventajas que mantenerlas.

Las razones a favor de la ciudadanía africana
La criminalización de las personas africanas, el odio a las personas africana negras y el aumento de la afrofobia son cuestiones fundamentales. La movilidad y el movimiento, en cambio, son características históricas de la ciudadanía africana. Tidiane Kasse lo resume bien:
“En algunas culturas africanas el viaje es un acto iniciático. Uno se convierte en un hombre cuando deja su familia y se va lejos a descubrir otros pueblos y otras culturas, a enfrentarse con las realidades del mundo real. Esto significar alejarse de la comodidad y los cuidados de una madre y alejarse de la protección de un padre. Marcharse significa adquirir más experiencia, volver es enriquecer al grupo al que se pertenece con lo aprendido en el otro mundo. Esto es característico del pueblo soninké, una comunidad transfronteriza entre Senegal, Mali y Mauritania”. [1]

Lo mismo se puede decir del pueblo Kikongo repartido entre tres países. Cuando llegaron los alemanes los hutus y los tutsis estaban unidos en un grupo cultural gracias a los matrimonios mixtos y a un contacto cada vez mayor. El genocidio ruandés de 1994 y otros conflictos fruto de la etnicidad son manifestaciones de las insidiosas tácticas coloniales del “divide y vencerás” basadas en la adscripción de identidades étnicas. Además de crear fronteras artificiales y aislar a los grupos étnicos, el colonialismo obligó a enemigos ancestrales a vivir juntos. Aunque el Estado nación colonial une a grupos diferentes, también mantiene a otros separados, divididos y sin integrar, al tiempo que rompe grupos étnicos. [2]

Históricamente las personas africanas siempre han establecido relaciones comerciales a corta y larga distancia, además de matrimonios mixtos con lo que han creado una auténtica ciudadanía al tiempo que se relacionan social, política y comercialmente. Es cierto que todas las comunidades africanas han compartido afinidades culturales, lingüísticas y religiosas en todas las fronteras. Los pueblos que habitan en las llamadas comunidades fronterizas son los mismos y no suelen reconocer las fronteras. Desmantelar las fronteras coloniales es un verdadero proyecto panafricano. Según Ngugi wa Thiong’o, el panafricanismo se debería entender como un relación pueblo a pueblo en vez de una relación entre jefes de Estado, intelectuales o elites occidentalizadas. [4] Se basa en el ethos humanista africano.

Este autor afirma:
“La conveniencia es la única base racional para considerar sacrosantas las fronteras coloniales, lo que implica que las personas residentes a ambos lados de las fronteras coloniales son extranjeras. Estas fronteras se constituyeron históricamente, como indicadores de la memoria europea en África, y no hay razón alguna para que no se puedan reconstituir históricamente para satisfacer las necesidades africanas y volver a conectar con la memoria africana.” [5]
La creación de la Organización de la Unidad Africana (OUA) el 25 de mayo de 1963 en Addis Abeba para unir el continente africano fue un noble logro. No obstante, como observa Joseph Ki-Zerbo, la OUA solo logró una unidad parcial porque “cometió el pecado original de mantener las fronteras coloniales, supuestamente para evitar conflictos. Sin embargo, estas mismas fronteras están en llamas. Son estructuralmente propicias a los conflictos. Convierten a cada persona africana en extranjera para al menos el 80 % de los demás africanos. Las fronteras africanas son instrumentos de vivisección de pueblos y desde que se establecieron han provocado un sufrimiento humano incalculable en forma de holocaustos fratricidas solamente por haberse respetado unas fronteras que habían sido marcadas con sangre por la conquista colonial.”[6]
Las disputas coloniales entre Nigeria y Camerún, Etiopía y Eritrea en el Triángulo Badme/Yirga son algunos de los casos que exigen una condena de las fronteras trazadas por el colonialismo.
Joseph Ki-Zerbo indica además que la razón de ello es que la lucha por el nacionalismo africano estuvo desvinculada de la lucha por el panafricanismo y que la intelectualidad africana lo apoyó. Por supuesto, el nacionalismo no es el despertar de las naciones a la conciencia de sí mismas, sino que inventa naciones ahí donde no existen. [7] En el momento de la independencia, la invención de una nueva nación, incluido su nombre, y el hecho de imaginarla fue ajeno al ethos de la unidad panafricana. La elite africana que dirigió las luchas por la independencia surgió del tutelaje de las misiones y estaba imbuida de las nociones liberales occidentales de nación. De hecho, empezaron como asociaciones étnicas provincianas en las que quienes pertenecían a mismo grupo se unieron en torno a una figura prominente. Trasladaron sus puntos de vista étnicos chovinistas a los movimientos nacionalistas, lo que significa que la lucha de liberación nacional no abordó realmente la cuestión del tribalismo. La mayoría de los movimientos nacionales contienen el término “nacional” y se centran en la liberación de sus propias fronteras. En el momento de la independencia, los “grandes hombres” de la lucha consideraron el nuevo Estado nación como una posesión personal, como una propiedad, y fueron reticentes a disolver sus fronteras. Pero las afirmaciones de soberanía estatal africana son “ficción política”. [8]

La dominación capitalista imperialista y neoliberal, la violencia étnica y política fruto de la intervención extranjera y del comercio de armas, el empobrecimiento de poblaciones enteras, el enriquecimiento de una reducida elite y otros problemas de diferente índole echan abajo el mito de la soberanía territorial.

El sucesor de la OUA, la Unión Africana (UA), afirma inspirarse en la visión que tenía la OUA de la unidad, la solidaridad, la cohesión y la cooperación entre los pueblos africanos y los Estados africanos. El Artículo 3 (b) es westfaliano. Busca “defender la soberanía, la integridad territorial y la independencia de sus Estados miembros”. [9] El Artículo 4 (b) también se compromete a respetar las fronteras que existen gracias a las independencias y el Artículo 4 (g) rechaza las injerencias de cualquier Estado miembro en los asuntos internos de otro. De forma similar a la Carta de la OUA en su compromiso con la promoción de la unidad y solidaridad de los Estados africanos, el Artículo 11 (c) busca “defender la soberanía (de los Estados miembros), su integridad territorial y su independencia”. El Artículo 111(1) también promueve la igualdad de la soberanía de todos sus Estados miembros y el 111 (2) urge a no interferir en los asuntos internos de los Estados miembros. En la Conferencia de 1963 el presidente de Ghana Kwame Nkrumah fue el único que defendió la unión política del continente. Otros líderes juraron defender las fronteras. La Declaración de El Cairo de 1964 reafirmó la resolución de preservar los límites territoriales.

La evolución del Estado nación desde Europa a África y al mundo no occidental
Después de treinta años devastadores de guerra entre 1618 y 1648 el emperador del Sacro Imperio Romano y el rey de Francia junto con sus aliados llegaron a un acuerdo y firmaron un tratado de paz en Westfalia. El Tratado de Westfalia estableció el concepto moderno de Estado nación y afirmó que todos los Estados son soberanos e iguales. Los principales logros del Tratado de Westfalia fueron la soberanía, la territorialidad, el derecho internacional y el sistema internacional que permitiría a un Estado establecer tratados y acuerdos con otras entidades políticas. En efecto, las características internas de la soberanía residen en la autoridad absoluta dentro de una demarcación territorial al tiempo que externamente el Estado nación es reconocido en un sistema legal y se respeta la no injerencia en los asuntos internos de ese Estado nación.
Pero tanto el periodo posterior a 1648 como el establecimiento de un Estado nación colonial llegaron tardíamente. Desde al menos 1488 y el inicio de la modernidad colonial, los aventureros coloniales siempre se preguntaron si los pueblos no occidentales estaban bien adaptados al concepto de Estado nación. Como ocurría con las demás asunciones de los europeos acerca de otros pueblos, si en Europa existían naciones, Estados, clanes e identidades étnicas, ¿existían también en otros lugares? Por supuesto, se consideraba que los pueblos no occidentales no eran civilizados, eran subhumanos y desconocían los conceptos judiciales y la idea de una forma de gobierno adecuada. Por ello debían subordinarse a una civilización “superior” e incorporarse a un Estado colonial y a su maquinaria legal, la cual se trasplantó de Europa y se aplicó a las colonias. La dicotomía civilizado/no civilizado avalada por procesos legales fomentó disciplinas como la antropología, que definió las características de los no civilizados. De este modo el colonialismo fue un encuentro entre los Estados europeos “civilizados” y los “salvajes no civilizados”.
A la colonización del mundo no occidental según una ley internacional denominada la Doctrina del Descubrimiento siguieron los viajes de descubrimiento, las conquistas, las confiscaciones de tierra y otras barbaridades. Dentro de este razonamiento, los europeos afirmaron tener derechos superiores sobre los pueblos indígenas y erigiendo banderas y monumentos de piedra, símbolos religiosos y cruces, y celebrando misas reclamaron legalmente la propiedad de las tierras que habían “descubierto”. [10] Por supuesto, la justificación era religiosa, racial y etnocéntrica. [11] A continuación, varios países europeos se sirvieron de la ley del colonialismo para reclamar tierras africanas. Los puntos que constituían la Doctrina del Descubrimiento eran los siguientes:
·         el primer país europeo que “descubriera” se convertía en propietario y tenía derechos soberanos sobre las tierras y sus pueblos, la ocupación y asentamiento permanentes,

·         se consideraba que los pueblos indígenas habían perdido todos los derechos de propiedad de sus tierras, la soberanía inherente y los derechos al comercio internacional y a las relaciones diplomáticas,
·         terra nullius, esto es, la tierra está vacía y carece de ocupación o, en el caso de estar ocupada, no se utiliza y según el razonamiento europeo, debía ser reclamada,
·         las personas no cristianas no tienen los mismos derechos a la tierra y a la soberanía ni la misma determinación que las cristianas, los europeos podían adquirir derechos de propiedad por medio de la conquista, esto es, la victoria militar y la guerra justa, y lo que se obtuviera era considerado botín de guerra.

En cualquier caso, el papa Eugenio IV había aprobado unas bulas papales en 1436 y el papa Nicolás V aprobó otras en 1455 por las que concedía a Portugal el derecho de propiedad de las tierras africanas, establecía la esclavitud perpetua de su población y la confiscación de sus propiedades. En 1493 el papa Alejandro VI emitió una bula papal que concedía el derecho de propiedad a España. Todo esto se consumó en el Tratado de Tordesillas de 1494 en el que el papa concedió a Portugal y España su bendición para que se repartieran ambos hemisferios.
Para cuando las potencias europeas celebraron al Conferencia de Berlín en 1884-1885 el proceso de colonización llevaba dos siglos en marcha. La Conferencia trató de resolver pacíficamente la cada vez mayor competencia entre las potencias coloniales por las colonias. Para racionalizar estos conflictos la Conferencia utilizó la diplomacia, el poder político y el derecho internacional, por medio de los cuales las potencias imperiales trataron de crear un marco legal que facilitara la expansión colonial sin recurrir a los conflictos. [12] No obstante, la Conferencia y las disputas entre las potencias europeas llevaron a diseñar el mapa de África tal como se había diseñado el mapa de Europa tras el Tratado de Westfalia y, en segundo lugar, a la creación de los Estados nación. La división de África y la delimitación de las fronteras fueron actos arbitrarios que impusieron los europeos sin tener en cuenta las condiciones locales. [13] Además de ello, se inventaron las divisiones étnicas y la codificación racial, lo que hace que los problemas que afligen actualmente a África sean problemas coloniales.
La época postcolonial muestra el legado de transferencia de instituciones legales y judiciales, del imperio de la ley, la justicia y la democracia. [14] La obsesión por el mantenimiento de la ley y el orden coherente con la política de tutelaje, la coerción y la penalización explica por qué después de la independencia las estructuras legales y del orden permanecieron intactas, incluidos el ejército, la policía y el sistema penitenciario. [15] Los regímenes postcoloniales movilizaron estos instrumentos para excluir a las personas inmigrantes africanas o detenerlas por ser ilegales. Al preservar los instrumentos opresivos coloniales y seguir utilizándolos, los regímenes postcoloniales mantienen un status quo creado por el capitalismo colonial que es contrario a los intereses de la mayoría africana. [16] En países como Sudáfrica se sigue empleando en los códigos legales una terminología degradante, como el término “extranjero”.
En el momento de la transferencia de la independencia, que se negoció constitucionalmente, los dirigentes africanos no solo accedieron a mantener las fronteras coloniales sino que lograron el poder político sin cambiar las características socioeconómicas y culturales establecidas por los colonizadores.

Conclusión
Las fronteras físicas se traducen en fronteras mentales. Desmantelar metafísica y mentalmente las fronteras coloniales es un enorme avance hacia la liberación mental. Las personas africanas han estado condicionadas a odiar a otras personas africanas simplemente por tener un origen territorial, social y geográfico diferente. Estas exigencias están unidas al llamamiento a acabar con la explotación colonial, neocolonial e imperialista de los recursos y los pueblos africanos. Hacemos nuestra la afirmación de Amilcar Cabral de que la liberación nacional no es solamente el fin del colonialismo, sino la liberación de la dominación extranjera, y que “el aspecto principal de la lucha de liberación nacional es la lucha contra el neocolonialismo”. [17]
Según los términos de la globalización, de las condiciones neoliberales y de las leyes del mercado, resulta irónico que los gobiernos abran sus fronteras al capital internacional en unas condiciones extremadamente generosas al tiempo que mantienen fuera a las personas africanas a las que consideran “extranjeras” e “indeseables”. De este modo, según Jean y John Comaroff, el Estado nación se dedica al “negocio de atraer negocios” al tiempo que se convierte en “una empresa de megagestión”. [18]
La víspera de la fundación de la OUA Kwame Nkrumah declaró a la asamblea:

“Sin sacrificar necesariamente nuestra soberanía, grande o pequeña, podemos aquí y ahora forjar una unión política basada en la defensa, las relaciones exteriores y la diplomacia, y en una ciudadanía común, una moneda africana, una zona monetaria africana y un Banco Central Africano. Debemos unirnos para lograr la liberación total de nuestro continente. Necesitamos un sistema común de defensa con un Alto Mando Africano para garantizar la estabilidad de África. […] Uniendo nuestros recursos, energías y talentos podemos, en cuanto manifestemos la voluntad de hacerlo, transformar las estructuras económicas de nuestros Estados individuales desde la pobreza a la riqueza, desde la desigualdad a la satisfacción de las necesidades populares. Solo sobre una base continental podremos planificar una utilización adecuada de nuestros recursos para el pleno desarrollo de nuestro continente”. [19]

Los dirigentes africanos no apreciaron en aquel momento la sabiduría de Nkrumah, pero los dirigentes europeos sí lo hicieron. El concepto de Unión Europea se basa en las ideas de Nkrumah. En la época contemporánea los europeos se han dado cuenta de la inutilidad del Estado nación y han abierto sus fronteras a sus ciudadanos y ciudadanas. África todavía está cerrada a las personas africanas pero abierta a las occidentales con el razonamiento falaz de que estas son turistas o inversoras.
La ciudadanía africana es una reivindicación urgente y pertinente. La ciudadanía africana sería beneficiosa para el continente. En primer lugar promovería el afecto, la comprensión, la solidaridad y la unidad de los pueblos africanos y demostraría que son un único pueblo y que todos los demás particularismos son ficticios. En segundo lugar, el enorme potencial humano de África se utilizaría para el desarrollo de África. El tercer lugar, llevaría a su descolonización mental y psicológica.
Dr Hashi Kenneth Tafira trabaja en el Instituto de Investigación Archie Mafeje, Unversidad de Sufáfrica. Es autor de Black Nationalist Thought in South Africa: The Persistence of an Idea of Liberation, 2016, Palgrave MacMillan. Contacto: taffii@gmail.com
Notas:

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215017

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