Trabajadores e indígenas en
la actualidad e historia reciente
6 de julio de 2016
Con el estado de la cuestión indígena en la
Argentina ¿se puede festejar el Bicentenario?
Por Tierra para Vivir - COB La Brecha Tucumán.
El debate sobre la
cuestión indígena es antiguo en nuestro continente, al punto que puede
remontarse hasta el momento de la irrupción de la civilización europea del SXV,
cuando el marino genovés Cristóbal Colón, buscando la ruta hacia las indias
orientales, marchó en sentido contrario a este punto, visto desde el continente
europeo. Muchos fueron los hitos que se tomaron para la reflexión, el rechazo o
la justificación del avance de Europa sobre el territorio luego denominado
América y en particular lo que hoy es nuestro país.
524 años pasaron de
ese hecho (mal llamado “descubrimiento”) y 200 desde aquel 9 de julio de 1816,
en el que se declaró la independencia de España en Tucumán. Sobre esto -sin
ahondar aquí en cuestiones históricas-, podemos remarcar que dado el particular
y específico lugar que nuestro continente ocupó -y todavía ocupa- en el proceso
de “mundialización” económica puesta en marcha durante el momento de la conquista
(verificado luego de la “declaración de la independencia” y en el proceso de
constitución de los estados nacionales), y que determinó que la mayoría de los
países latinoamericanos adquiriesen características consideradas dependientes a
aquellos países “centrales” que iniciaron el proceso en el sentido que señala
Rui Mauro Marini, “como una relación de subordinación entre naciones
formalmente independientes”.
Sobre esto, es
necesario remarcar que este proceso de “incorporación” se expresó mediante la
dominación por mecanismos económicos, junto con la acción violenta y genocida,
a raíz de la cual resulta necesario problematizar las especificidades de la
“independencia” para nuestros pueblos en la actualidad, ya que, tal como señala
Marini en “Dialéctica de la Dependencia”: “El fruto de la dependencia no puede
ser por ende sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la
supresión de las relaciones de producción que las involucra. En este marco, la
situación actual de las comunidades indígenas en Tucumán resulta de un proceso
de sostenimiento de instituciones que lleva siglos, un proceso en el que
nuestros abuelos resistieron la instalación paulatina del Estado en el
territorio Diaguita de los Valles Calchaquí, Tafí y Trancas mediante la invasión
de encomenderos devenidos luego en terratenientes. Por esos tiempos el Estado
se instituyó con la falacia de la civilización para expropiar la economía
comunitaria basada en la reciprocidad, reconvirtiéndola así como fuente del
enriquecimiento de las “familias tradicionales”. Toda una sociedad basada en
los ayllus fue destruida.
Así se consolidó la
ocupación del territorio para el desarrollo de una economía donde la función
asignada a las familias originarias era la servidumbre en las estancias, el
pago de pastajes y medierías a “los dueños” para su enriquecimiento. En otros
casos la ocupación territorial la realizó directamente cuando el Estado
nacional incorporó territorios indígenas.
Legislación
y derechos
Con el correr del
tiempo, con la conformación de la República y ya avanzado el SXX, vino la
promulgación de múltiples normas jurídicas nacidas al influjo de la lucha de
los pueblos originarios a nivel mundial. Estas obligaron a los estados
nacionales y provinciales a acatar mandatos para resarcimiento de nuestros
pueblos por toda la degradación vivida desde los inicios de la invasión
europea.
Mediante la lucha y la
resistencia, lxs originarixs obligaron a los gobiernos a impulsar políticas
públicas hacia los Pueblos Indígenas en el marco de la consulta y
participación. En algunos casos con mayor compromiso, en muchas otras, sólo
obteniéndose respuestas de emergencia desde lo políticamente correcto. La
incorporación de artículos específicos en la Constitución Nacional
y Provincial en Tucumán abrieron el cauce para exigir reconocimiento legal de
los derechos avasallados y se llevaran a cabo -aunque tímidamente aún- acciones
de reparación histórica, como la ley de relevamiento territorial de las
comunidades y la “teórica” prohibición de desalojos, la implementación de la
educación intercultural, el acceso a la salud y a la justicia en tanto culturas
diferentes.
Aunque estos avances
fueron importantes, es menester remarcar las ideas de José Carlos Mariategui
acercar que “la reivindicación indígena carece de concreción histórica mientras
se mantiene en un plano filosófico o cultural. Para adquirirla –esto es, para
adquirir realidad, corporeidad- necesita convertirse en reivindicación
económica y política. El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena
en nuevos términos”. El marxista peruano nos recuerda que no se puede
solucionar el problema del indio sin resolver el problema del territorio.
El
territorio, el Estado y la actualidad
Habitualmente se da
por sentado que el proceso de lucha emancipatoria de la corona Española se
dio en toda la extensión territorial del Estado nación sin advertir que ese
proceso se ejecutó en base al genocidio y exclusión de los pueblos indígenas.
Tal como lo expresa el Parlamento de Pueblos y Naciones Indígenas de Argentina:
“En el próximo mes de julio de 2016 se cumplirán 200 años de la formación del
Estado Argentino, que se construyó a sangre y fuego sobre nuestros pueblos”.
Desde la nueva
izquierda buscamos como propósito dar un paso más, incluyendo una cuestión
fundante en el proceso de liberación de América Latina o AbyaYala, es decir la
cuestión indígena. En tal sentido Osvaldo Bayer en Historia de la crueldad Argentina
nos recuerda que “los estados nacionales que se constituyeron en América tras
las guerras de la Independencia buscaron homogeneizar, es decir, forzar una
cierta uniformidad cultural, social y biológica que se creía necesaria para
garantizar la “unidad nacional””.
Bayer amplía el
carácter de esta homogeneización:“(…)para la constitución del Estado argentino
se apeló a la coerción tanto de los pueblos originarios en un principio como de
los trabajadores casi de manera inmediata”.
Cabe agregar aquí, que
quienes hoy integran las Comunidades Indígenas, si bien mantienen
características culturales, geográficas, de cosmovisión y económicas en común,
no son una clase social homogénea y por lo tanto tienen las mismas
contradicciones que cualquier sector social que resiste al capitalismo. Si bien
esto que parece una obviedad en práctica cotidiana, tiende a confundirse, sobre
todo cuando se considera a lxs comunerxs como una unidad política, ya que a su
interior se reconocen tanto como originarixs, trabajadores y trabajadoras de
distintos sectores, campesinxs, obrerxs rurales… pero también existe una
pequeña burguesía y terratenientxs medianxs, comerciantes, con intereses
opuestos entre sí.
Kirchnerismo,
macrismo y después
La presente crisis
económica y política en la que nos encontramos inmersos, se ve profundizada con
las medidas del gobierno de Macri y Cambiemos, que favorecen a sectores
concentrados de la economía, impactando negativamente sobre todo en los
sectores populares, incluyendo los indígenas.
En los 12 años de
gobierno previos al macrismo, se impulsaron políticas públicas hacia diversos
sectores excluidos, que muchas veces tuvieron como objetivo la cooptación a
manera de clientes políticos de las organizaciones sociales y dio sus frutos en
muchas comunidades originarias hermanas, no fue en todas. En algunas provincias
sólo hubo lugar para la resistencia, principalmente en respuesta a los
permanentes ataques de lxs caudillxs locales y al brutal saqueo territorial de
las multinacionales extractivas del petróleo y pooles sojeros, de fuertes
vinculaciones con los gobiernos hasta hoy.
Las organizaciones
indígenas atraviesan una profunda crisis en torno al posicionamiento frente al
actual gobierno, lo que impide una representación unificada a nivel nacional.
Algo que tampoco es nuevo ya que desde hace años algunos sectores indígenas se
alinean con el oficialismo a ultranza, lo que les permite manejar estructura y
caja desde el Estado para desarrollarse políticamente.
Respecto a ese punto,
existen dos alternativas de cómo pararse ante el gobierno macrista: la primera
es la corriente que impulsó la ya decretada Mesa de Trabajo y Dialogo Político
de los Pueblos Indígenas con el Estado Nacional. Reclaman su inclusión en las
políticas públicas de la agenda de este gobierno neoliberal antipopular y en
consecuencia anti-indígena. Esta postura sin duda abriga posiciones ingenuas y
carentes de visión histórica de la marcha del Estado y del movimiento indígena
en nuestro país.
Por otro lado, quienes
creemos que este estado mono-cultural y extractivista no puede tener una
genuina política hacia los pueblos indígenas, por la simple razón que sirve a
la clase que gobierna: los grupos económicos concentrados y sus representantes.
Y con ellos los pueblos originarios tienen una disputa histórica imposible de
resolver con este Estado: el territorio. Los pueblos lo quieren para vivir y el
empresariado para explotarla y sacar ganancia de él. Sólo es posible
transformar todo si cambiamos de raíz la matriz del mismo por una sociedad sin
explotadorxs, sin explotadxs y oprimidxs de cualquier tipo. Y ese es un camino
que debemos entender como hermanos y hermanas que recién comenzamos a
transitar, ya que muchas veces sólo se apoyaba a lxs indígenas en sus reclamos.
La unidad para resistir el ajuste deberá encontrarnos construyendo poder
popular con los sectores de desocupadxs, trabajadores y trabajadoras de
distintas ramas, organizaciones políticas, socio-ambientales y Pueblos
Originarios en lucha de forma independientes del Estado.
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