A 50 años
de Mayo de 1968
30 de abril de 2018
Estamos a medio
siglo de la gran insubordinación de obreros, estudiantes, intelectuales y
pueblos oprimidos contra el conservadurismo y la dominación de los capitalistas
pero hemos retrocedido dos siglos, al nacimiento casi del movimiento obrero y
vivimos un mundo de pesadilla, no de sueño de liberación.
Por Guillermo Almeyra.
El mayo de 1968
sacudió Francia, Italia, Japón, la entonces Checoeslovaquia ,
México, Argentina, Brasil, Japón y tuvo fuertes repercusiones en Estados Unidos
y en el resto del mundo y en el campo cultural. Ese terremoto social fue el
resultado de más de 20 años de reconstrucción de la economía europea con pleno
empleo, fuertes sindicatos obreros, prosperidad económica creciente y
transformaciones sociales profundas como el vaciamiento de las zonas rurales
francesas e italianas o checas y la incorporación a la industria de una
multitud de jóvenes campesinos y artesanos combativos.
Resultó igualmente
de la crisis del estalinismo después de la muerte de Stalin en 1952, de la desestalinización
que debilitó la dictadura burocrática en la URSS, de la rebelión de los obreros
de la construcción de Berlín oriental en 1953 y de las manifestaciones obreras
en Poznan que iban al encuentro de los tanques con banderas rojas y cantando
“La Internacional”, de la insurrección obrera de 1956 en Hungría, donde se
volvieron a formar soviets y el Partido Comunista se diferenció de la Unión Soviética ,
de la derrota de los planes israelíes, franceses e ingleses durante su
fracasada ofensiva para tomar el Canal de Suez en ese mismo año, de la
revolución de independencia argelina y del apoyo que le dieron a esa lucha
heroica y a los inmigrantes árabes en Francia muchísimos militantes de
izquierda y destacados intelectuales.
Fue fruto, sobre
todo, de la derrota estadounidense en 1952 en la guerra de Corea, de la de las
tropas francesas en 1954 en Dien Bien Phu y del empantanamiento en la guerra de
Vietnam de los estadounidenses que fueron a Indochina a salvar el colonialismo
y lograron, en cambio, radicalizar y politizar la juventud de su propio país.
El socialismo era entonces una esperanza. Existía aún la Unión Soviética
que, aunque no atraía a los rebeldes de todo el mundo ya desde hacía tiempo, no
era todavía capitalista, autocrática y mafiosa como la Rusia de Putin y China
vivía desde 1966 la
Revolución Cultural que, para los desinformados comunistas
occidentales, aparecía como antiburocrática y libertaria aunque, en realidad,
fue una lucha cruenta por el poder que provocó cerca de dos millones de muertos
y un terrible desastre económico.
El mundo actual es
muy diferente. Las grandes mayorías comparten los valores capitalistas y
aceptan la regulación económica por el mercado y la meritocracia. La
economía se está recuperando apenas de una crisis de 30 años que comenzó a
fines de los setenta y provocó enorme desocupación, particularmente juvenil,
inestabilidad e inseguridad en los hogares de los trabajadores, desarrollo del
“sálvese quien pueda” y del “primero yo” a costa de la solidaridad y el
espíritu colectivo y el ejemplo soviético y chino vacunaron contra la idea de
socialismo a cientos de millones de trabajadores e intelectuales.
Otras centenas de
millones de personas se ven hoy obligadas a emigrar arriesgando sus vidas por
las sequías, inundaciones y desastres ecológicos producidos por el
recalentamiento climático y la contaminación ambiental provocados en su afán de
lucro por el capitalismo. En la juventud han cundido la desocupación, la
incultura, el consumismo, el individualismo, incluso las drogas y en los
sectores más atrasados se piensa sólo sobre el propio país ignorando el mundo y
crecen pestes inmundas como la xenofobia, el racismo, el neofascismo y
neonazismo.
Rusia presenta al
mundo un gobierno autocrático de capitalistas oligarcas que se apoya en la rancia Iglesia Ortodoxa
y mantiene el nacionalismo y gran cantidad de residuos del estalinismo mientras
añora al zarismo. China, por su parte, es una potencia capitalista nacionalista
y su partido “comunista” confuciano de 90 millones de miembros reúne a casi
todos los multimillonarios del país. Además, los grandes partidos
socialdemócratas de la posguerra -salvo el inglés, que va a la izquierda-
desaparecieron como el italiano, se desmoronaron como el francés o el español o
se están debilitando día a día, como el alemán. Por último, en los países
dependientes o hay gobiernos de derecha, antipopulares, o hay dictaduras
nacionalistas de facto.
La juventud, en su
inmensa mayoría, no ve hoy un futuro que pueda conquistar o construir. Ve en
cambio la posibilidad de una guerra atómica o de un inmenso desastre ecológico.
Las grandes luchas se hacen hoy para no seguir retrocediendo, como en Francia o
en Argentina, y no son ofensivas sino defensivas frente a la ofensiva mundial
capitalista y los socialistas consecuentes son poquísimos.
Es probable, por lo
tanto, que pase casi desapercibido el aniversario del mayo de 1968 que fue
escenario de la mayor huelga general en la historia de Francia con la ocupación
de todas las fábricas y universidades y la lucha común de obreros y estudiantes
y que en Italia llevó en 1969
a la creación de consejos obreros y a la ocupación de
las fábricas, en Argentina a la insurrección obrero-estudiantil en Córdoba y en
México a la huelga universitaria y la represión de 1968.
Pero las fechas son
sólo una invención social para regularse en el fluir ininterrumpido del tiempo
y de los acontecimientos y no reconocen ni conmemoraciones ni plazos. La
resistencia, la rebelión, la autoorganización, la toma de conciencia por parte
de las masas reciben el impulso que les dan la brutalidad del capitalismo, los
ejemplos de movilizaciones que, aunque no triunfen, elevan la confianza en sí
mismos de quienes luchan y, por último, del combate por las ideas de quienes no
temen nadar contra la corriente y ayudan a abrir las mentes y los corazones de
los oprimidos. Eso actúa aunque no se vea.
Fuente: http://www.anred.org/?p=94104
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