Argentina: Abejas y mariposas,
víctimas de sicarios sistémicos
4 de mayo de 2018
El sistema de concentración del capital, ése
que domina el mundo, envenena a las abejas y termina con el refugio de las
mariposas. Es el mismo sistema que hambrea niños, que les dispara por la
espalda y que los separa del territorio de los privilegios por su escasa
rentabilidad. La muerte de 72 millones de abejas en Traslasierra, el crepúsculo
de la miel, el peligro de extinción de las mariposas monarca y la consecuente
retirada de los espíritus de los muertos que viajan con ellas es la declinación
de la vida. En
el país hay un millón y medio de colmenas menos que en 2010.
Por Silvana Melo
(APe).- Y el
glifosato está arrasando con el algodoncillo donde las monarcas se alimentan y
ponen sus huevos.Fue el SENASA el que finalmente confirmó que la muerte, hace
poco más de un mes, de 72 millones de abejas fue por envenenamiento con
agroquímicos. Y es el mismísimo INTA el que admite que el 80 por ciento de los
cultivos depende de la
polinización. Bello proceso, trabajo de las abejas y las
mariposas. Sin embargo el modelo de producción basado en la super-rentabilidad,
el monocultivo y los agrotóxicos es una calavera y dos tibias en el camino de la vida. La muerte de las
abejas derrumba la polinización, el consumo interno y las exportaciones por 168
millones de dólares. Además de ese país de leche y miel, la tierra prometida a
los niños.“¿Y qué van a hacer con esto?
Porque el modelo productivo no va a
cambiar”, les dijo Luis
Miguel Etchevere a
los apicultores de SADA (*), todavía en vigilia por las muertes masivas. Y le
respondieron que “las abejas están desapareciendo. Porque están desapareciendo
sus montes, sus bosques, sus flores” porque “el campo se volvió marrón y se
sumergió en venenos, que hoy la hipocresía de muchos llama productos
fitosanitarios”. Porque el INTA, el año pasado, prohibió el uso del sustantivo
agrotóxicos en la
Argentina. Como si las palabras envenenaran. “Con las abejas
desaparecen además el resto de los polinizadores silvestres, y con ello buena
parte de las frutas y verduras que comemos, así como las que alimentan a
nuestros animales”.
Un mes después
de la masacre de abejas mielíferas, Naturaleza de Derechos –sobre datos
oficiales del Ministerio de Agroindustria- desnudó la desaparición del 44 % de
las colmenas en ocho años: en 2010 eran 3.264.649. En 2018, 1.828.203. El mapa
apicultor coincide con el mapa sojero.
Son víctimas
silenciosas de un modelo de producción de alimentos que tiene como herramienta
principal el veneno, aunque sea una sombría paradoja. Millones de litros de
insecticidas, herbicidas y fungicidas allanan el camino de la riqueza de un
ramillete de empresas sin bandera, sostenidas por la transgénesis de semillas y
la devastación de todo aquello que sea innecesario. Vano. Excedente. Aunque en
el patio del fondo del sistema sean el sostén final de la vida.
Reinas sin
tierra
La cultura
náhuatl que florecía en el valle de México las veía llegar y saludaba el
regreso de los espíritus de sus muertos caídos en defensa de la tierra. Para ellos la
monarca se llamaba quetzalpapalotl o mariposa sagrada.
Cada año
emprenden su prodigioso proceso de migración que les consume cuatro etapas de
su vida y cuatro generaciones. Las mariposas adultas viajan desde el sur de
Canadá hasta los bosques del centro – sur de México para invernar. Como las
abejas, las monarca son protagonistas del ecosistema: son profesionales
polinizadoras y su vínculo estrecho y amoroso con el algodoncillo los hace
imprescindibles la una del otro y viceversa: es la única planta que les da hospedaje
a los huevos que después serán larvas y luego orugas que se encerrarán en las
crisálidas para cambiarse y salir a la vida con el brillante atuendo de
mariposas.
Ninguna
investigación científica ha podido saber cómo las monarca, varias generaciones
después, siguen encontrando la ruta de migración que han seguido sus ancestros
para soportar el invierno. Sin gps ni googlemaps, encuentran siempre el camino
de regreso, coincidente en el tiempo con el nacimiento del algodoncillo de
primavera.
Sin embargo,
desde los 90 son menos. Cerca de un 60% menos. Los cambios de uso del suelo, la
tala indiscriminada, el modelo agricultor rehén de los agroquímicos, el uso
feroz de glifosato en determinadas zonas de Estados Unidos se han ido devorando
el algodoncillo. Y las mariposas monarca (**).
Ellas llegan a
México el día de los muertos. Por eso es una fiesta. Porque los espíritus se
aparecen de a millones, coloridos y hermosos, para celebrar la vida. Para los aztecas
son las almas que tienen su casa en el cielo. Y los guerreros sacrificados en
las piras. Y las mujeres que murieron en el parto.
En medio de la
sangre y la muerte de la conquista, la esperanza náhuatl se posaba en la
mariposa de noviembre. Papalotl en mano, la contemplaban y le susurraban su
deseo. Papalotl escuchaba, inmóvil. Después, salía en vuelo. Hasta la flor
donde vivía la
diosa Xochiquetzal , que tenía la última decisión sobre ese
deseo. Los náhuatl se quedaban tranquilos cuando les murmuraban sus secretos:
ellas tienen una lengua tan larga y enrollada que pueden guardar millones de
secretos y deseos que jamás compartirán con nadie. Salvo con Xochiquetzal.
Ultimas
“Cuando se
muera la última abeja, cuatro años después, desaparecerá la especie humana”, dijo
Einstein, tan lejos del glifosato y el 2-4D.
Los apicultores
de Traslasierra, con los cadáveres de sus mielíferas en las manos, le dicen a
Etchevere que “el actual modelo agroindustrial es antiético, porque destruye
los entramados sociales, productivos y económicos de nuestras comunidades,
condenando a la miseria a sus ciudadanos y es ecocida, porque daña
irremediablemente la tierra, el agua y el aire, envenena nuestros alimentos y
mata nuestras abejas”.
El único camino
posible es una agricultura sin pesticidas. Un regreso a la tierra y a su
productividad sana. Un proceso que no afecta la rentabilidad de los productores
sino la de las empresas y los laboratorios que producen los venenos. Los que
hoy andan timoneando las palancas de cambio en el planeta. Y siempre con rumbo
hacia sus intereses.
Habrá entonces que
pegar un volantazo a la vida que declina. Traerla para estas orillas, donde los
chicos viajan en mariposa en la búsqueda de otros mundos que puedan construirse
con todos. Donde se derogue el hambre con espadas de zanahoria y pan flauta. Y
se deporte al veneno con un golpe de colmena y algodoncillo. Con abejas y
monarcas en pie.
2 de mayo, 2018
Notas
(*) Sociedad Argentina
de Apicultores
(**) “La disminución en
las poblaciones de mariposas monarca en las décadas recientes coincide con la
aparición de los cultivos modificados genéticamente para tolerar herbicidas
como el glifosato, o para resistir a insectos que podrían ser considerados
plaga (…) El uso masivo de glifosato en el medio oeste de los Estados Unidos
está arrasando la presencia de las plantas de algodoncillo y de otras plantas
que son una fuente de néctar para la alimentación de las mariposas; el
algodoncillo es particularmente sensible al glifosato y hasta ahora no se ha
reportado la existencia de algodoncillo resistente a este herbicida (Emmanuel
González-Ortega, Biodiversidad en América Latina y en el Caribe).
Edición: 3605
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Argentina_Abejas_y_mariposas_victimas_de_sicarios_sistemicos
No hay comentarios:
Publicar un comentario