Karl Marx, 5 de mayo de 1818, 200 años después
El Marx poliédrico,
crítico y documentado de Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey
5 de mayo de 2018
Por
Salvador López Arnal (Rebelión)
Para May Sánchez Sesena, una joven marxista
que estudia y lee a los maestros y pensadores de la tradición, y no olvida
nunca que la mejor forma de decir es hacer (… y reflexionar).
Para Elmar Altvater (1938-2018), que nos
enseñó. In memoriam et ad honorem
Bacon dice que los hombres realmente
significativos tienen tantas relaciones con la naturaleza y el mundo, tantos
objetos de interés, que se consuelan fácilmente de toda pérdida. No pertenezco
yo a estos hombres significativos. La muerte de mi niño me ha estremecido
profundamente corazón y cerebro, y sigo sintiendo la pérdida tan fresca como el
primer día. Mi pobre mujer está también completamente downbroken.
Marx a Ferdinand Lassalle, 28 de julio de
1855
Lo que ha hecho del marxismo/ algo tan
desconocido es sobre todo/ la gran cantidad de obras escritas/ en vano sobre el
asunto./ Por eso es tan importante/ poner al descubierto sus/ eminentes valores
críticos.
Bertolt Brecht, 1939
En cuanto a la crisis del marxismo: todo
pensamiento decente tiene que estar siempre en crisis; de modo que, por mí, que
dure.
Manuel Sacristán, 1983
Algunos que acaban de enterrar definitivamente
a Marx van a tener que desenterrarlo todavía más deprisa. Porque el
capitalismo, y en especial en sus últimos pujos anarco-ultraliberales, es un
callejón sin salida que a mí personalmente me aterra cada vez más. El
capitalismo se encierra en vías a las que se condena. La mal llamada economía
de consumo se distingue por producir no sólo el producto, sino también el
consumidor, que es la función de la publicidad.
Rafael Sánchez Ferlosio, 199
Conviene
celebrar los cumpleaños. De amigos, de conocidos, de familiares... y también de
los clásicos, sobre todo si son clásicos de tradiciones de emancipación en las
que rige aquel lema tan querido por el compañero de Jenny Marx: "Nada
humano me es ajeno"¿Qué es un clásico? Las respuestas son numerosas y diversas. La aproximación del autor -de un texto que es todo un clásico del marxismo hispánico, su presentación del Anti-Dühring- de Las ideas gnoseológicas de Heidegger:
Por regla general, un clásico -por ejemplo, Euclides- no es, para
los hombres que cultivan su misma
ciencia, más que una fuente de inspiración que define, con mayor o menor
claridad, las motivaciones básicas de su pensamiento. Pero los clásicos del
movimiento obrero han definido, además de unas motivaciones intelectuales
básicas, los fundamentos de la práctica de aquel movimiento, sus objetivos
generales.
Los clásicos
del marxismo eran, por ello, clásicos de una "concepción del mundo",
de una cosmovisión, de una "ideología general" (si se permite el uso
de un término que Sacristán nunca consideró positivamente desde una perspectiva
gnoseológica), no son clásicos de una teoría científica determinada.
Esto tiene como consecuencia una relación de adhesión militante
entre el movimiento obrero y sus clásicos. Dada esta relación necesaria, es
bastante natural que la perezosa tendencia a no ser crítico, a no preocuparse
más que de la propia seguridad moral, práctica, se imponga frecuentemente en la
lectura de estos clásicos, consagrando injustamente cualquier estado histórico
de su teoría con la misma intangibilidad que tienen para un movimiento
político-social los objetivos programáticos que lo definen. Si a esto se suma
que la lucha contra el marxismo -desde afuera y desde dentro del movimiento
obrero, por lo que suele llamarse "revisionismo"- mezcla a su vez,
por razones muy fáciles de entender, la crítica de desarrollos teóricos más o
menos caducados con la traición a los objetivos del movimiento, se comprende
sin más por qué una lectura perezosa y dogmática de los clásicos del marxismo
ha tenido hasta ahora la partida fácil.
La partida
fácil se convirtió en partida ganada por la simultánea coincidencia de las
necesidades de divulgación, "siempre simplificadora", con el
"estrecho aparato montado por Jdhanov y Stalin para la organización de la
cultura marxista".Lo esencial de la aproximación a un clásico lo expresaría Sacristán 14 años después en una conferencia impartida en
Si de verdad se despoja uno de todo respeto reverencial por los
clásicos (sin dar en la mezquindad de dejar de admirarlos y de aprender de
ellos, y sin olvidar la advertencia de Eugenio D'Ors según la cual todo lo que
no es tradición es plagio), se puede apreciar que toda esta cuestión de lo
lógico y lo histórico, sin duda importante y de mucho interés, como todas las
cuestiones metafísicas auténticas, puede dar fácilmente en extravagancia
estéril cuando se entiende como asunto de metodología científica. En este campo
suele acarrear los vicios hegelianos de insuficiencia de la abstracción lógica
para que lo cuasi-lógico se pegue bien a lo histórico (mala lógica) y excesiva
logificación o racionalización de la experiencia para que ésta resulte
lógicamente necesaria (mala empiria).
II
Los primeros
artículos de Manuel Sacristán (1925-1985) sobre temáticas marxistas los publicó
y difundió poco después de su regreso del Instituto de Lógica Matemática y
Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster y de su matrimonio en
Nápoles con la hispanista comunista italiana Giulia Adinolfi, en revistas
entonces prohibidas en España como Nuestras
ideas ("Humanismo
marxista en Desde entonces, desde mediados de esos años cincuenta del siglo pasado, hasta su fallecimiento, agosto de 1985, treinta años casi ininterrumpidos de lectura, estudio, traducción, intervención política y lucha clandestina. Durante esas tres décadas, Sacristán fue un profesor universitario (en situación no estable salvo en su último curso) que fue expulsado de la universidad barcelonesa durante unos 11 años por motivos políticos. El rector Valdecasas fue el brazo ejecutor de la "limpieza de rojos y separatistas". El nunca formó parte, por supuesto, del segundo colectivo, si bien fueron las torturas y maltrato al que fueron sometidos estudiantes catalanistas en sus primeros años de Facultad los que le alejaron definitivamente de los instrumentos políticos del Régimen franquista.
Sin olvidar sus trabajos de lógica y filosofía de la lógica (Introducción a la lógica y al análisis formal, Lógica elemental, editada por su hija Vera Sacristán póstumamente en 1995) y de crítica literaria (Lecturas: Goethe, Heine), ni tampoco su tesis doctoral sobre el autor de Sein und Zeit (Las ideas gnoseológicas de Heidegger, un formidable estudio crítico que aúna mirada lógico-epistemológica, análisis filosófico y documentada perspectiva marxista), ¿qué tipo de aportaciones marxianas y marxistas realizó el traductor de Quine, Adorno y Platón siempre en circunstancias difíciles?
Una de las más esenciales y destacadas, su clandestina y arriesgada práctica militante: organización de la lucha antifascista en la Universidad, seminarios clandestinos, materiales de estudio, "gestiones" (reuniones, el término fue usado por él en sus papeles), textos fundacionales, informes partidistas, artículos no firmados, colaboraciones en Nous Horitzons y en Realidad… Aparte de esos trabajos clandestinos: traducciones (la primera traducción legal de Marx y Engels fue presentada, anotada y publicada por él: Revolución en España), prólogos, trabajos para enciclopedias, conferencias, notas de intervención, entrevistas, artículos breves, notas editoriales, artículos largos,… Destaco dos de estos últimos, sus mejores "trabajos filológicos" probablemente: "El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia" (1978) y "Karl Marx como sociólogo de la ciencia" (1983).
Gran parte de esta obra marxista y marxiana se encuentra recogida en los "Panfletos y materiales". Fundamentalmente en el volumen I: Sobre Marx y marxismo, y en Pacifismo, ecologismo y política alternativa (edición de su discípulo Juan-Ramón Capella). También algunas páginas y artículos del volumen II, Papeles de filosofía, y del III, Intervenciones políticas. Después de su fallecimiento, Albert Domingo Curto ha editado en Trotta El orden y el tiempo (sobre Gramsci) y Lecturas de filosofía moderna y contemporánea (con textos de temáticas filosóficas diversas que incluyen algunos trabajos marxistas). El Viejo Topo, por su parte (a veces en colaboración con la FIM), ha publicado Seis conferencias, Sobre dialéctica, Escritos sobre El Capital y textos afines, y M.A.R.X (Máximas, aforismos, reflexiones, con algunas variables libres).
III
Sacristán
escribió algunos textos recordando centenarios. De la edición de El Capital y del fallecimiento de Marx por
ejemplo. Doy algunos ejemplos. "Karl Marx" es un texto que preparó
para
Político, filósofo y economista alemán (Tréveris 1818 - Londres
1883). Hijo de un abogado hebreo de formación y tendencias moderadamente
ilustradas y liberales, su infancia transcurrió en Renania. Estudió en su
ciudad natal y a los diecisiete años empezó la carrera de derecho en la
universidad de Bonn. Pero desde su traslado a la universidad de Berlín (1836),
Marx se orientó cada vez más claramente hacia la filosofía y la historia. De esta
época data su noviazgo con Jenny von Westphalen, hija de un funcionario de la
nobleza reciente. A su llegada a Berlín el joven Marx vivió intelectualmente en
el mundo de ideas de la
Ilustración. La filosofía hegeliana, recién muerto Hegel,
dominaba el ambiente espiritual berlinés y estaba dando origen a una tendencia
progresista y democrática dentro de la cual se situaría pronto el joven Marx.
Pero el cambio de orientación intelectual de éste no se produjo sin crisis. En
una carta dirigida a su padre el 10 de noviembre de 1837, llega a poner entre
las causas de la enfermedad y la depresión que sufrió entonces la necesidad
intelectual en que se vio de adoptar los motivos básicos del pensamiento
hegeliano: "Enfermé, como ya te he escrito, (...) de la irritación que me
consumía por tener que convertir en ídolo mío una concepción que odiaba".
A pesar de esas tensiones intelectuales Marx era ya en 1837 un "joven
hegeliano" de izquierda bastante típico. De ello da testimonio la citada carta,
en la cual abundan reflexiones directamente inspiradas por el pensamiento de
Hegel e incluso temas de detalle muy característicos de la filosofía de éste,
como la crítica despectiva del "pensamiento matemático" o formal en
general.
Su amistad
con Engels, nos recuerda el traductor del Anti-Dühring,
acarreó para Marx la convicción de que tenía que estudiar profundamente los
problemas y asuntos económicos.
La conciencia de ello coincidió con esta fase de su evolución
intelectual y moral con la utilización del pensamiento de Feuerbach (un
humanismo abstracto que culmina en una crítica recusatoria de la religión y de
la filosofía especulativa) como correctivo del idealismo de Hegel. Esa
situación se refleja sobre todo en tres trabajos muy importantes para la
comprensión de su evolución intelectual: dos escritos (1843) para los Deutsch-französische Jahrbücher,
la Crítica de
la filosofía hegeliana del derecho y Sobre la cuestión judía; y otro
no publicado durante su vida que se conserva en estado de borrador: los Manuscritos económico-filosóficos
de 1844. Todos estos escritos -el último sobre todo- presentan
característicamente lo que después Marx consideraría una "mezcla" del
punto de vista ideológico, o de historia y crítica de las ideas, con el
factual, o de análisis e interpretación de los datos. Ese rasgo indica
suficientemente el lugar de transición que ocupan esos escritos en la biografía
intelectual de Marx. El aspecto más meramente filosófico de esa transición se
aprecia, en los manuscritos sobre todo, en su intento de precisar la síntesis
del pensamiento recibido a partir de la cual está organizándose el suyo.
La revolución de 1848 le movió a pasar a Alemania (abril) igual que
Engels, con objeto de colaborar personalmente en la revolución democrática
alemana. Marx publicó en Colonia la Neue Rheinische
Zeitung de vida efímera
(1848-1849). Tras el fracaso de la revolución, se encontraba en Londres
(expulsado de París) en 1849. Y en 1850 se disolvió la Liga de los comunistas.
Ya no se movería Marx de Londres más que muy transitoria y excepcionalmente, o
por motivos de salud en los últimos años de su vida. La fase de ésta que empezó
el año 50 es de mucho sufrimiento causado por la pobreza, el esfuerzo y la
resultante mala salud. En esta época había empezado la preparación de los
materiales y análisis para El
Capital, que sufriría numerosos cambios respecto de los proyectos iniciales
de Marx. Los textos conocidos con los títulos de Contribución a la crítica de la
economía política, Esbozo
a una critica de la economía política y Teorías sobre la plusvalía son todos de esa época y preparatorios
deEl Capital (esto puede
decirse objetivamente, no en el sentido de que tales fueran los planes
literarios de Marx).
.
Al poco tiempo de su fundación se le llamó a participar en ella y
se convirtió en su auténtico guía, al redactar la memoria inaugural y los
estatutos. La distinta concepción del camino que había que seguir en la lucha
revolucionaria le llevó a enfrentarse con Bakunin y sus partidarios, que en
1872 fueron expulsados de la Internacional. El primer volumen de El Capital, único publicado en
vida de Marx, ha sido durante el siglo siguiente a su publicación la obra más
influyente y famosa de su autor: sólo más recientemente empezó a solicitar una
análoga atención su obra anterior y juvenil. Contemplado desde ésta, El Capital aparece como el remate de un
movimiento intelectual de alejamiento progresivo y negación de la especulación
filosófica y de su pretensión de ser fundamento de la acción política
revolucionaria; en el mismo movimiento ese papel se atribuye a un conocimiento
positivo de la realidad histórica, social y económica. "Una vez hubo
reconocido que la estructura económica es la base sobre la cual se yergue la
sobreestructura política, Marx atendió ante todo al estudio de esta estructura
económica" (Lenin).
el de los "cortes", "rupturas" o
"censuras" que haya podido haber en esa evolución, especialmente
entre los años 1842-1847, y el de la naturaleza del trabajo teórico de Marx,
tan directamente ligado (a diferencia del trabajo intelectual típico moderno,
por ejemplo, el de un físico) con objetivos prácticos (políticos
revolucionarios). Respecto del primer problema, cabe decir al menos que un
examen de la evolución intelectual de Marx, por curioso que sea, permite
identificar no uno, sino varios puntos de inflexión (alguno incluso posterior a El Capital), ninguno de los
cuales, sin embargo, se revela como ruptura total: en 1851, por ejemplo,
seleccionaba para encabezar una publicación de sus escritos un artículo del año
1842, las "Observaciones acerca de la reciente instrucción prusiana sobre
la censura").
En cuanto al
segundo problema, parecía también claro que Marx había practicado con los temas
económicos un tipo de trabajo intelectual no idéntico con el que era
característico de la ciencia positiva, aunque sí compuesto, entre otros, por
éste.
Es incluso claro que Marx atribuye un peculiar estatuto
intelectual a toda ocupación científica generalcon
los problemas económicos. Así escribe, por ejemplo, en el citado prólogo a la
2ª edición del vol. I de El
Capital: "En la medida en que es burguesa -o sea, mientras conciba el
orden capitalista como forma absoluta y única de la producción social, en vez
de cómo estadio evolutivo transitorio-, la economía política no puede
mantenerse como ciencia, sino mientras la lucha de clases sea latente y se
manifieste sólo en fenómenos aislados". Marx no ha hecho nunca afirmación
parecida acerca de ninguna otra ciencia.
IV
"¿A qué
"género literario" pertenece El
Capital de Marx? (Propuesta
de una investigación)" es otro artículo que Sacristán publicó en el primer
centenario de la publicación de la primera edición, la alemana, del gran
clásico marxiano. Algunos compases de este trabajo."Leer El Capital", Lire Le Capital, señalaba el autor de El orden y el tiempo, el título que Althusser había escogido para presentar una colección de estudios, era una frase pensada provocativamente. Como protesta contra la entonces moda del "joven Marx", contra la creciente tendencia a leer a Marx por aquel entonces como puro filósofo.
Pero "Leer El
Capital" es también problema desde otro punto de vista, fuera de
apasionamientos por o contra una moda. Para evitar esos apasionamientos, y
también por brevedad, el problema de la lectura de Marx se va a plantear aquí
de forma no polémica. Una de las características más peculiares de la
literatura acerca del Capital es la extremosidad de los juicios
que suscita su lectura. Esto es muy sabido y no vale la pena insistir aquí
sobre ello. Recordarlo era, empero, oportuno, porque ese clima característico
de la lectura de Marx sugiere ya algo acerca de la naturaleza de la obra de
éste.
Más interesante es, probablemente, considerar un momento el tipo
de estimación del Capital -mucho más deseoso de decencia
objetiva académica- característico de los grandes autores que no pueden
permitirse, por su personalidad científica, una apología directa del
capitalismo a través de una refutación grosera del libro de Marx, ni, por otra
parte, pueden prescindir tampoco, dada su posición de clase, de una apología
indirecta de ese orden por medio de una sesuda justificación de la tesis de la
caducidad del Capital.
Schumpeter es, probablemente, la más alta autoridad de esta distinguida
categoría. Pero no es bueno invadir el campo de otros especialistas, y, por
otra parte, la mencionada y distinguida categoría de autores comprende también
a prestigiosos filósofos con los cuales el firmante de esta nota puede entendérselas
sin tanto riesgo de mala comprensión por insuficiencia técnica.
Benedetto
Croce, contemporáneo de Schumpeter (a quien también tradujo: Historia del análisis económico)
y titular, por algún tiempo, del alto trono ideológico luego detentado en Europa
por autores como Bergson y Heidegger, ofrecía un buen punto de partida.
Su comunidad histórico-cultural con Schumpeter es, por otra parte,
considerable: también Croce ha pasado por la experiencia de una dilatada
lectura de Marx, también él decide pasar cuentas con Marx, también explica -a
veces- el marxismo sobre la base de una (para él errada) sobreestimación de
Ricardo, etc. Pero, sobre todo, Croce ha expresado de una manera típica el
problema tomado en esta nota. Lo expresa, por supuesto, como antimarxista. En
varios de sus libros, y principalmente en laHistoria de la historiografía
italiana del siglo XIX, Croce, en el marco de una crítica general del
marxismo, señala como principal objeción a los escritos económicos de Marx,
especialmente El Capital, el
hecho de que esos textos no componen un tratado homogéneo de teoría económica
-o de "economía política", como tradicionalmente se decía- sino un
conjunto de "cánones" o métodos para la interpretación del pasado,
más unos cuantos análisis y proposiciones de forma propiamente teórica, más un
impulso "profético" o "elíptico" hacia otro tipo de
sociedad, al que lleva la acción política.
Este tipo de
crítica no podía reducirse directamente a la corriente propaganda según la cual El Capital había caducado hacía mucho tiempo como
análisis de la realidad capitalista.
Indirectamente sí que se mueve en el mismo sentido, pues esa
crítica viene a decir: la ciencia económica ha conseguido ya formas de teoría
pura -como la física o la biología- neutrales respecto de toda empresa o todo
programa político-social; la obra de Marx, como la de Ricardo , es anterior
a ese nivel teórico; luego es una obra caducada. Algo hay que aprender de esa
liquidación sutil del Capitaly,
en general, de los escritos de la madurez de Marx. Hay que aprender algo de
ella porque recoge un hecho, aunque sea sólo para convertirlo en eje de una
apología indirecta del capitalismo.
El hecho en
cuestión estaba al alcance de cualquier lector "sin prejuicios demasiado
inconscientes":
parece claro que la lectura de la mayoría de las páginas del Marx
más maduro -incluidas muchas de El
Capital- da inmediatamente la impresión de que uno está leyendo otro tipo de literatura que el que tiene delante cuando
lee un tratado de teoría económica o una monografía sobre algún problema
económico. Y la diferencia no se puede explicar sólo por factores ideológicos,
esto es, por el hecho de que la mayoría de textos económicos, didácticos o de
investigación, que uno lee aquí y ahora arraigan inequívocamente en la base y en
la cultura burguesas. Esa explicación no basta, porque también se aprecia una
gran diferencia de género de lectura entre gran parte del Capital y las exposiciones de Lange, Strumilin
o Dobb, por ejemplo, acerca del funcionamiento de economías socialistas. (Por
eso también resulta tan incorrecto y confusionario el uso por Althusser de la
palabra "teoría" para referirse a todos los escritos de la madurez de
Marx).
Los escritos
de la madurez de Marx no entraban bien, no encajaban en la sistemática
intelectual de la cultura académica contemporánea, y efectivamente se
equivocaba Althusser al llamarlos simplemente "teoría". ¿Cuál era
entonces el género literario marxiano?
El "género literario" del Marx maduro no es la teoría en
el sentido fuerte o formal que hoy tiene esa palabra. Pero tampoco es -como
querría Croce- el género literario de Ricardo. Y ello porque Ricardo no se ha
propuesto lo que esencialmente se propone Marx: fundamentar y formular
racionalmente un proyecto de transformación de la sociedad. Esta especial
ocupación -que acaso pudiera llamarse "praxeología revolucionaria",
de fundamentación científica de una práctica revolucionaria- es el "género
literario" bajo el cual caen todas las obras de madurez de Marx, y hasta
una gran parte de su epistolario. Por eso es inútil leer las obras de Marx como
teoría pura en el sentido formal de la sistemática universitaria, y es inútil
leerlas como si fueran puros programas de acción política. Ni tampoco son las
dos cosas "a la vez", sumadas, por así decirlo: sino que son un
discurso continuo, no cortado, que va constantemente del programa a la
fundamentación científica, y viceversa.
Era obvio,
"desconocerlo sería confundir la "praxeología revolucionaria"
marxiana con un pragmatismo", que esa ocupación intelectual obligaba a
Marx a dominar y esclarecer científicamente la mayor cantidad de material
posible
Por lo tanto, que siempre será una operación admisible y con
sentido la crítica meramente científica de los elementos meramente teóricos de
la obra de Marx. Como también lo es la operación que consiste en continuar,
completar y desarrollar los aspectos puramente teóricos de esa obra (como hizo
Hilferding), o el conjunto de su praxeología revolucionaria (como hizo Lenin).
Lo único realmente estéril es hacer de la obra de Marx algo que tenga por
fuerza que encasillarse en la sistemática intelectual académica: forzar su
discurso en el de la pura teoría, como hizo la interpretación socialdemócrata y
hacen hoy los althusserianos, o forzarlo en la pura filosofía, en la mera
postulación de ideales, como hacen hoy numerosos intelectuales y católicos tan
bien intencionados como unilaterales en su lectura de Marx.
V
También
escribió Sacristán una nota con ocasión del primer centenario del fallecimiento
de Marx. Se publicó como "Carta de la Redacción" en el número 16-17
de mientras tanto, un
especial que la revista dedicó al revolucionario de Tréveris (el número
contiene también su "Karl Marx como sociólogo de la ciencia" y su
entrevista, una de las mejores en mi opinión, con la revista mexicana Dialéctica). Algunos momentos
de esta aproximación
La verdad es que no hay que negar que hay un Marx de todos, o de
casi todos: de los liberales y de los demócratas, de los socialdemócratas, de
los stalinistas, de los trotskistas y de los eurocomunistas… Y, desde luego, el
Marx de los académicos, el Marx tema-de-oposiciones. Ni siquiera el narcisismo
herido, autoherido, de todos los collettis o antiguos apologistas de Marx que
ahora le imputan los campos de concentración siberianos (aunque conservan
suficiente buen sentido para no imputar a Cristo el estadio de Santiago de
Chile, seguramente porque no sostuvieron antes que Cristo era un científico
puro sin relación con el antiguo testamento) renuncia a completar su ración
anual de publicaciones con algún paper sobre el santón derribado.
Cuando se
leía a Marx sin seguir creyendo en más de una "necesidad histórica"
de la que se desprendían previsiones de cumplimiento dudoso, cuando no
claramente contradichas por los hechos, qué valor se apreciaba principalmente
en sus escritos, se preguntaba Sacristán a continuación. Su respuesta:
Ante todo, el de ser lugares clásicos de la tradición
revolucionaria. La obra de Marx se coloca en la sucesión de los que, en nombre
de Dios o de la razón, han estado en contra de la aceptación
"realista" de la triste noria que es la historia de la especie
humana, vuelta tras vuelta de sufrimientos no puramente naturales y de
injusticias producidas socialmente.
Dentro de esa
tradición, Sacristán no se cansó de remarcarlo, Marx se caracterizaba por haber
realizado un trabajo científico fuera de lo común.
Pero, precisamente, no hay trabajo científico cuyos frutos estén
destinados a durar para siempre como no sea en las ciencias que no hablan
directamente del mundo. Cuando, a finales de los años setenta del siglo pasado
[XIX], Marx relativizaba los resultados de su investigación, admitía que eran
posibles desarrollos comunistas que no pasaran por "el modo de producción
capitalista" que fueran, por así decirlo, para-capitalistas; la
indeterminación en que estamos hoy respecto de un camino comunista es propia,
en cambio, de una situación que se podría llamar post-capitalista, si por
capitalismo se entiende lo que conoció Marx; no porque estemos más allá del
capitalismo, sino porque nos encontramos ya ante la urgente necesidad de
resolver problemas de los que Marx había pensado que no serían abordables sino
después del capitalismo. El más importante de esos problemas previstos por Marx
es el ecológico, desde sus aspectos relacionados con la agricultura hasta el
motivado por las megalópolis. A Marx la solución de esos problemas le parecía
cosa del futuro socialista.
Difícilmente
habría podido imaginar que el crecimiento de las fuerzas, que Sacristán llamó
desde entonces, productivo-destructivas iba a plantear esos problemas, y con
urgencia, antes de que vislumbrara un cambio revolucionario de la vida
cotidiana, ni siquiera de la mera política. En cualquier caso, aunque el
principal, ése nos era el único terreno de revisión necesaria de las
previsiones de Marx, de sus certezas o de sus confianzas.
Había muchos otros, empezando por la misma expresión verbal de las
ideas más elementales del pensamiento comunista. La única explicación del
mantenimiento de una jerga metafísica de finales del siglo XVIII y principios
del XIX para hablar de comunismo es la eficacia emocional de las fórmulas
rituales (por lo que hace al pueblo fiel) y la utilidad de su dominio para
escalar en la carrera académica o política (por lo que hace a los clérigos).
Cuando se
piensa, concluía la nota editorial de la revista, como pensaba el colectivo
editor de mientras tanto,
que el valor principal y más duradero de la obra de Marx era su condición de
eslabón de la tradición revolucionaria socialista, "revisar críticamente
esa obra quiere decir intentar mantener o recomponer su eficacia de programa
comunista". Trabajar la obra del clásico separándola de la intención
comunista del autor "no tiene sentido marxista aunque pueda tenerlo
político-conservador o académico". Separar de aquella intención motivos
que no se sostenían bien científicamente, o que eran inaplicables a una
realidad cambiada, era básico, "ciencia normal", "seguir la
tradición de Marx: eso mismo intentó él con autores como Owen o Fourier".Francisco Fernández Buey (1943-2012) fue, precisamente, uno de los estudiosos de los autores citados, de Fourier concretamente. El mismo tradujo y presentó "El extravío de la razón" para Hipótesis, la colección de Ediciones Grijalbo que él mismo codirigió con su amigo, compañero y maestro.
VI
El autor de Leyendo
a Gramsci se incorporó a la
tradición siendo muy joven, desde su decisiva participación en la formación y
constitución del "Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad
de Barcelona", recién llegado a la ciudad barcelonesa desde su Palencia
natal. Desde entonces y hasta el final de sus días, casi 50 años
ininterrumpidos de práctica y reflexión marxista y comunista. Como en el caso
de su amigo y maestro, dos aristas se unieron siempre en él: estudio-reflexión-teoría
y praxis. Pensando siempre con su muy propia y amueblada cabeza.
Sus dos primeros libros, como se recuerda, estuvieron dedicados a
Lenin y Gramsci. Poco después sobre Einstein, al que no abandonó nunca.
En lo que respecta a Marx y a su tradición sus libros más
importantes son: Contribución
de la crítica del marxismo cientificista (su
tesis doctoral), Discursos para insumisos discretos, Redes que dan libertad,
Marx sin ismos, Ni tribunos, y Guía para una globalización alternativa. Otro
mundo es posible.
Habría que sumar también, Sobre
Manuel Sacristán y Marx contra corriente. Ambos han sido publicados tras su
fallecimiento por la editorial de El Viejo Topo, en edición de Jordi Mir Garcia
y el autor de estas notas.
Sus notas, artículos, conferencias, seminarios y presentaciones de
sabor y finalidades marxistas forman, conjuntamente, una serie casi inabarcable
(o sin el casi). De una riqueza, profundidad y rigor nada frecuentes.
Como en el caso de Sacristán, también en el caso de Fernández Buey
hay papeles y documentos clandestinos (que deberían investigarse) y los
informes que durante años envió a la dirección de Izquierda Unida.
Y sus cartas por supuesto.
VII
Tengo para mí, eso sí, que un artículo suyo, "Revisando a
Marx en ocasión del centenario", publicado en mientras tanto, 16-17, con el
gramsciano titulo "Nuestro Marx", recoge algunas de las claves
esenciales de "su Marx". Una breve (y parcial) aproximación.
Hacia 1983, FFB publicó sus primeros artículos como marxólogo, sus
primeros trabajos directamente relacionados con la obra de Marx: "Las
opiniones de Kart Marx sobre arte y literatura", mientras tanto, abril de 1983;
"La obra de Kart Marx y las ciencias sociales", El Norte de Castilla, abril
1983 y "Nuestro Marx". Me detengo, como decía, en este último trabajo
porque en él están muchas de las claves de su lectura –libre, documentada, nada
usual y en absoluto talmúdica- de la obra del revolucionario de Tréveris.
El artículo "Nuestro Marx" está dividido en seis
apartados. Me ubico en el primero de ellos. Aquí están algunas de las tesis
hermenéuticas (inspiradas en Labriola, Gramsci, Korsch, Sacristán y algún otro
autor) más destacadas de su marxismo.
La obra de Marx, sostiene, compone e interrelaciona tres
elementos: a) un filosofar aisistemático, polémico, de raíz humanista y
materialista, crítico no sólo con la especulación apriorista sino con las
ideologías (para el autor, generalmente entendida como la falsa consciencia);
b) un análisis económico-sociológico e histórico de los rasgos sustanciales de
las principales formas de vida en el capitalismo, y c) una teoría de la
revolución orientada por una elección de valores entre los cuales, los más
sobresalientes, "son la emancipación del género humano, la igualdad social
y el desarrollo omnilateral de las capacidades sentimentales y racionales del
ser humano".
Los tres elementos son inseparables y están ya presentes en los
escritos de Marx de 1843-1848, del llamado en ocasiones "joven Marx".
Reaparecen (desarrollados, modificados, corregidos en algún caso) en los
últimos años de su vida. No hay, pues, ninguna ruptura sustancial en la obra
del clásico, cuanto menos en lo que se refiere a la relación entre filosofía,
ciencia, teoría revolucionaria y práctica política.
Pero hay maduración desde luego: por estudio particularizado de
fenómenos socioeconómicos nuevos, específicos, y por experiencias políticas
propias. En esta inclinación a la síntesis, a la inseparabilidad de los
componentes anteriores, está, remarca FFB, la originalidad y autonomía del pensamiento
marxiano.
A ella suele hacerse referencia con la palabra método.
"Método" en Marx tiene un sentido general y menos preciso que el que
se ha hecho presente en la epistemología contemporánea. El uso de la palabra
"método" en Marx no es equivalente al uso del término en la expresión
"el método de resolución de las ecuaciones cuadráticas" o en
proposiciones afines. Su metódica, es decir, su concepción general del
"método" –la dialéctica crítica y revolucionaria- es un factor "que
hace de argamasa entre filosofar, análisis científico propiamente dicho y
teoría de la revolución".
La dialéctica en Marx no es, en ningún caso, una lógica
contrapuesta a la lógica formal con leyes y principios contrapuestos. Nunca
navegó FFB por esas aguas turbulentas y formalmente indocumentadas.
No es tampoco una ciencia sustantiva en sentido propio. El
marxismo no es "una ciencia alternativa y proletaria" aunque
incorpore y aspirar a generar buena ciencia.
No es, por otra parte, exposición reduplicativa de conocimientos
adquiridos por las ciencias positivas. No es divulgación científica al alcance
de las mayorías.
No es tampoco explicación de realidades mediante la fórmula mágica
tesis-antítesis-síntesis. La dialéctica no es eso.
No es el Gran método, felizmente hallado, que permite desvelar
cualquier secreto oculto de la realidad social o incluso de entornos naturales.
Tampoco es la consciencia que "los científicos de la naturaleza y de la
sociedad puedan llegar a tener del trabajo que realizan".
Marx adoptó el que creyó mejor instrumental metodológico en su
época, el que le permitía enfrentarse al chato positivismo (esta vez sí) de las
ciencias sociales de reciente aparición. Ese "método" (alejado del
uso actual del concepto en la epistemología contemporánea) es el "método
hegeliano" (que no es propiamente un método).
No hay base alguna en la obra de Marx, ni historiográfica ni
epistemológica, que permita trazar (contra la tesis esencial de Althusser y su
escuela) una línea de demarcación (una ruptura epistemológica) entre un Marx
hegeliano y un Marx científico. También hay Hegel en el "Marx
científico". Por ejemplo, en El
capital.
Marx, como no puedo ser de otro modo, usó metáforas no
rigurosamente científicas que permitían arrojar luz sobre temáticas, argumentos
o puntos de vista. Como Galileo Galilei, por ejemplo, u otros grandes
científicos naturales. En su caso, en el caso de la obra de Marx, las metáforas
(no todas afortunadas, no existen la omniscencia ni la omnipotencia marxiana)
las pone, las inspira o extrae de uno de sus maestros, Hegel.
Si uno piensa que entre análisis y poesía existe alguna diferencia
y, además, no se deja convencer por el todo vale de algunos epistemólogos (una
referencia a Feyerabend, un autor que FFB trató con mucha generosidad enLa
ilusión del método), queda otro camino. ¿Cuál? "El que nos enseñó
aquí, con su lectura de Marx, Manuel Sacristán ya en los años sesenta".
La dialéctica marxiana sería entonces una concepción del mundo (no
redondeada ni definitiva), de la historia y de la producción material y
simbólica de los seres humanos que son quienes hacen la historia. La historia
no es -también contra Althusser- un proceso sin sujeto ni fines. Su objeto, el
objeto de la dialéctica, es el propio de las concepciones del mundo:
"todos o totalidades, a las que Marx llama concretas para diferenciar su
pensamiento del filosofar especulativo."
Primer rasgo, pues, de la dialéctica marxiana: el ser pensamiento
globalizador, totalizador (generalista, análisis sistémico, intención
interdisciplinar). Esta dialéctica es materialista: en su comprensión de los
conflictos reales decide no acudir a instancias trascendentes. Es histórica:
aspira a captar las totalidades en su despliegue internamente conflictivo. Es
crítica: no se limita a la comprensión y explicación de lo que hay socialmente
sino que toma partido por una de las clases sociales en conflicto. Y es
revolucionaria en un doble sentido: capta, en sentido teórico, los puntos
débiles del sistema sociohistórico que analiza y critica y pretende, en sentido
práctico, que la comprensión crítica "arraigue en la mayoría de los
explotados y oprimidos llenando de razón su indignación moral". Mundanizar
la filosofía fue una metáfora usada por el joven Marx.
No hay contradicción propiamente entre la afirmación marxiana de
que existen conflictos reales, objetivos, internos al sistema que apuntan hacia
su superación, y la necesidad de que la clase obrera tome consciencia de su
situación, se organice y luche por una sociedad de iguales. Sin acción
organizada no hay transformación; la realidad impone los límites, el marco de
la intervención alternativa razonable.
La síntesis: inseparabilidad del filosofar, de la ciencia y de la
política; concepción general del método (la dialéctica) e intención explícita
de que creencias morales, hipótesis científicas y consciencia revolucionaria
arraiguen en las clases desfavorecidas, en la "intención de fundir ciencia
y proletariado, o también "humanidad sufriente que piensa" y
"humanidad pensante que sufre".
El análisis político-social de Marx y la neutralidad
político-social es el nudo del segundo apartado de ese artículo de
"nuestro Paco" sobre "nuestro Marx".
VIII
Este análisis
político-social de Marx y la neutralidad político-social podemos resumirlo así:1. Es cierto que el análisis social de Marx, su pensamiento dialéctico por decirlo en términos más o menos clásicos, no aspira a la neutralidad político-social.
1.1. Al contrario, Marx, según señala FFB, considera la supuesta neutralidad de las ciencias sociales una ideología: "Consciencia equivocada de los científicos de la sociedad sobre lo que hacen realmente".
1.2. En el inicio de la investigación de Marx hay una elección (poliética) de valores: "en la conclusión hay una reafirmación de los mismos valores".
1.3. En líneas generales, todo conocimiento científico (análisis económico, estimación histórica e historiográfica) tiene en Marx un sentido (no un valor) instrumental: se realiza en función del ideal emancipatorio, teniendo como horizonte "la idea que el proletariado industrial al emanciparse emancipa con él al resto de la humanidad".
2. El ideal marxiano de una sociedad de iguales no se deduce de postulados filosóficos ni de resultados científicos: aquéllos y éstos refuerzan la racionalidad del ideal, su plausibilidad.
2.1. Se trata de hacer de la pasión de la humanidad sufriente pasión razonada, "fundada en el conocimiento preciso y riguroso de la sociedad y de la naturaleza".
2.2. ¿En qué sentido es científico el pensamiento de Marx entonces? En el siguiente: el pensamiento de Marx es científico vocacionalmente (como lo era en los momentos en que él escribía, señala FFB, la teoría general de sistemas por ejemplo). Es en ese marco, nada cientificista, en el "que hay que entender la pretensión consistente en hacer pasar el socialismo de la utopía a la ciencia".
2.3. Para la comprensión de las totalidades concretas sociales y naturales Marx se inspira en los resultados de las ciencias positivas (él mismo contribuyó a su fundación como tal), no entra en contradicción con sus aportaciones, y en ningún caso aspira, como aspiraba la filosofía especulativa alemana anterior a Marx, a convertirse en una ciencia superior, en una superciencia, en una Ciencia Absoluta.
3. Por otra parte, el otro lado de la balanza, tampoco el pensamiento de Marx es vocacionalmente utópico. Marx rechaza la utopía en su sentido tradicional (desde el Manifiesto comunista) como limitación histórica de la pasión emancipatoria.
3.1. Aspira mas bien a enlazar esta última, en sus formas contemporáneas, con las puntas más avanzadas de la investigación científica en todos los ámbitos de la vida natural y social.
3.2. No es consistente con el proyecto marxiano ceder la vocación científica "al poder o a los poderes para quedarse en el ensueño eterno –por muy concreta que se diga la nueva utopía- de una sociedad mejor siempre considerada inalcanzable".
4. Marx no reduce la investigación económica, social o histórica a determinados intereses políticos. El carácter instrumental o funcional que tiene todo conocimiento científico en Marx no ha de malentenderse. ¿Cómo hay que entenderrlo entonces? Pues con las palabras del propio Marx: "Llamo "canalla" a todo aquel que intenta acomodar la ciencia a un punto de vista dependiente de un interés externo a ella, en vez de dedicarse a la ciencia por sí misma".
Y aunque sea errónea, añade el propio Marx.
4.1. Lectura de FFB: reafirmación, a la vez, de ese hecho que es la circulación de valores morales, la existencia de valoraciones en la producción científica y rechazo a toda manipulación científica de la ciencia.
4.2. Para el autor de Por una Universidad democrática, este tipo de aproximación a la realidad (a la social señaladamente), una aproximación que "junta el filosofar con la crítica de las ideologías y con el análisis reductivo propio de las ciencias positivas; que para la exposición de resultados de la propia investigación científica, elige un "método" o una forma que se acerca a la de las visiones artísticas", tenía por fuerza que chocar con muchas incomprensiones y malentendidos.
5. También en aquellos momentos en que la moda político-intelectual imponía que Marx fuera considerado un perro muerto, volvía a ponerse de actualidad el pensamiento dialéctico con vocación científica (análisis sistémico, la superación del excesivo miedo al filosofar, la visión globalizadora para entender las nuevas problemáticas ecológicas,…), aunque no siempre reconociera el peso de la obra de Marx como antecedente "y aunque todavía hoy no esté claro hasta qué punto esta orientación (que está desarrollando por efecto de la interacción de tantas crisis como vivimos) seguirá siendo, como quería Marx, crítica y revolucionaria", señalaba el autor de Leyendo a Gramsci.
IX
Subrayar, se
pregunta FFB a continuación, la inseparabilidad de los elementos integrantes de
la "teoría marxiana" cimentados por lo que él mismo llamó
"dialéctica materialista, critica y revolucionaria", ¿no supone que
estemos frente a un sistema de pensamiento cerrado? ¿No nos negamos con ello,
en contra del verdadero (y único) espíritu de la ciencia crítica, a toda
revisión?No, en absoluto. No nos negamos, y no supone que estemos ante un sistema de pensamiento cerrado. Marx, en su obra de madurez, especialmente en sus escritos de los años sesenta y setenta, recuerda con razón FFB, muestra y defiende matizaciones, correcciones, reconsideraciones, revisiones si se quiere, de nudos sustantivos de su obra.
FFB da cuenta de algunos de ellos:
En primer lugar, Marx niega explícitamente que el suyo fuera un método filosófico suprahistórico "del que pueda hacerse uso como si se tratara de un pasaporte o de una ganzúa válidos para abrir todas las puertas del pasado y del presente ahorrándose el trabajo de la investigación empírica, concreta y determinada".
Negación explícita, pues, de toda consideración de la obra de Marx como un método metahistórico en cuyo marco (eterno, no modificable, no criticable, no revisable) todo tiene que encajar. "Contra la absolutización del método" podría ser aquí el lema.
En segundo lugar, negación no menos explícita de que la historia progrese linealmente en dirección única y definida: situaciones históricas semejantes (estructuralmente semejantes si se quiere matizar más y no abusamos del concepto de estructura) pueden dar y han dado lugar a desarrollos y resultados muy distintos.
El lema en este caso sería este: contra los excesos histórico-deterministas presentes en algunas exposiciones del propio Marx (por ejemplo, en su sin duda magnífica pero algo sesgada o errada carta a Joseph Weydemeyer de 5 de marzo de 1852: "[...] Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...").
Las matizaciones y correcciones afectan, por lo demás, a los tres elementos centrales del pensamiento marxiano: su filosofar crítico, sus análisis económico-sociológicos y su teoría de la revolución, especialmente a este último punto. El mismo Marx tomaba buena nota de ello en su prólogo, de
Fue Karl Korsch, otro de los maestros reconocidos por el autor, el primero en darse cuenta de toda la importancia de este giro en la teoría marxiana de la revolución.
Korsch atribuía ese giro a una pasajera inclinación de Marx por los populistas rusos. No era esa la consideración de Fernández Buey:
se trata de algo más que una concesión a los populistas; se trata
de una revisión [la palabra elegida es de FFB] por el propio
Marx de su teoría de la revolución proletaria en Europa que debe ponerse en
relación, por una parte, con su estudio específico de la sociedad rusa iniciado
a principios de la década de los setenta y, por otra, con la corrección del
optimismo anterior acerca de la misión civilizatoria y progresista del
industrialismo capitalista en las colonias.
Hay una auténtica inversión de juicio en lo que se refiere al proceso mediante el cual los ingleses destruyeron las comunidades rurales de
En lo que se refiere a la India oriental, por ejemplo todos,
excepto sin Henry Maine y otras gentes por el estilo, saben muy bien que la
eliminación de la propiedad común de la tierra fue allí tan solo un acto de
vandalismo inglés, que no
deparó progreso sino atraso a los pueblos nativos.
1. Negativa a hacer entrar con calzador hechos o acontecimientos nuevos en esquemas
Justo es finalizar este sucinto recuerdo de Marx con ocasión de su bicentenario con una penetrante reflexión de otro marxista sin ismos, de otro gran filósofo de la práctica, Antonio Gramsci. El texto elegido dice mucho también de las motivaciones últimas de Sacristán y Fernández Buey (el segundo construyó en base a este texto uno de sus grandes trabajos, "Amor y revolución"), y del propio revolucionario sardo.
Luego conocí la clase obrera de una ciudad industrial, y comprendí
lo que realmente significaban las cosas de Marx que había leído antes por
curiosidad intelectual. Así me he apasionado por la vida a través de la lucha
de la clase obrera. ¡Pero cuántas veces me he preguntado si era posible ligarse
a una masa cuando nunca se había querido a nadie, ni siquiera a la familia, si
era posible amar a una colectividad cuando no se había amado profundamente a
criaturas humanas individuales! ¿No iba a tener eso un reflejo en mi vida de
militante, no iba a esterilizar y reducir a puro hecho intelectual, a puro
cálculo matemático, mi cualidad revolucionaria? He pensado mucho en todo eso, y
he vuelto a pensarlo estos días porque he pensado mucho en ti, que has entrado
en mi vida y me has abierto el amor, me has dado lo que me había faltado
siempre y me hacía a menudo malo y torvo.
¿No es este acaso un punto esencial del marxismo-comunismo democrático bien entendido?
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241182
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