Es más grave que una
corrida cambiaria
8 de mayo de 2018
Por Rolando Astarita
En una nota anterior, publicada a fines de marzo, decíamos que
el sostenimiento de la demanda basada en alto déficit fiscal y de cuenta
corriente, financiados con entrada de capitales especulativos y deuda
creciente, era insostenible en el mediano plazo, y agregábamos: “se sabe cómo
suele terminar esta historia: llega un punto en que comienza la salida
precipitada de los fondos especulativos (en una situación de fragilidad
económica el disparador puede ser cualquier elemento que los inversores
consideren negativo), con las consecuencias de violentas devaluaciones
cambiarias y profundas crisis financieras” (aquí).
Pues bien, la salida
de capitales se desató mucho antes de lo que preveíamos en esa nota, a partir
de la suba de la tasa de interés en EEUU y la agudización de diferencias y
tensiones, no solo entre la oposición y el Gobierno, sino al interior de la
misma coalición de Cambiemos. Desde que se inició la corrida, el Banco Central
perdió el 8% de sus reservas, el peso se devaluó en un solo día (el 3/05) un
8%, y la sangría solo fue frenada, parcialmente, con una suba de la tasa de
interés de referencia de 1250 puntos básicos, desde el 27,5% al 40%. Sin
embargo, no se trata solo de la corrida cambiaria: también cayeron los bonos de
la deuda (el riesgo país aumentó desde 397 a 471 puntos básicos en menos de un mes) y
las acciones se derrumbaron. Al momento de escribir esta nota el dólar sube a
$23,5 y el Merval se hunde más del 4%. Hasta el presente, más que “volatilidad”
hubo caída libre. Y está abierto el escenario para una crisis financiera.
Subrayamos: es imposible sostener indefinidamente un elevado
déficit de cuenta corriente con entrada de capitales especulativos. Incluso la
historia de años recientes muestra que cuando el déficit de cuenta corriente se
acerca al 5% del PBI, las crisis llamadas sudden
stop (interrupción
brusca de la entrada de capitales de portfolio, y salida de los mismos) se
hacen casi inevitables. Ocurrió en México 1994, en Tailandia 1997 y en
Argentina 2001. El gobierno de Cambiemos apostó a la entrada de esos capitales
ofreciéndoles altas rentabilidades con la bicicleta financiera, pero por esta
vía no hay salida. Precisamente, en referencia al carry trade, en abril
del año pasado escribíamos:
“… la entrada de capitales financieros especulativos ahora
aprecia la moneda argentina. No es entonces una apreciación que sea expresión
de una mejora estructural de la economía, basada en el desarrollo de las
fuerzas productivas, en el aumento de la productividad. De
hecho, la inversión productiva sigue sin repuntar: en 2016 la inversión bruta
fija (medida a precios corrientes) fue de apenas el 14,8% del PBI, el nivel más
bajo de la serie del Indec desde 2004. Dada la baja productividad de la
industria, muchos empresarios dicen que con este dólar no pueden competir. De
ahí también el ataque del Gobierno y las cámaras empresarias al salario –perdió
por lo menos seis puntos porcentuales solo en 2016- y a las condiciones de
trabajo. Los acuerdos de productividad por sector, realizados con la
complicidad de la burocracia sindical, son una muestra. Una vez más se
comprueba que la política monetaria “dura” es un arma puesta al servicio del
aumento de la explotación del trabajo. La alternativa, de todas maneras, sería
una fuerte devaluación, acompañada de una política de contención de salarios” (aquí).
Y aunque en 2017 hubo
un cierto repunte de la inversión, estamos muy lejos de un crecimiento
sostenido de la acumulación de capital productivo. Por eso el
subdesarrollado capitalismo argentino solo puede insertarse en la economía
mundial a partir de bajos salarios, y solo en algunas y contadas ramas.
En consecuencia,
vuelve a plantearse –lo han expresado funcionarios del gobierno- la meta de
ganar competitividad con salarios permanentemente devaluados en términos de la
moneda mundial. Para esto, el gobierno de Cambiemos, los gobiernos provinciales
y las cámaras empresarias intentarán, con la colaboración de la burocracia
sindical, mantener los aumentos promedio del 15% frente a una inflación que
seguramente superará el 25%. Es lo que el marxismo llama un aumento de la tasa
de plusvalía, o sea, de la relación entre la plusvalía (ganancias, intereses,
rentas) y el valor de la fuerza de trabajo.
De manera que el
conflicto en torno al salario está en el centro de la agenda en las próximas
semanas. El gobierno y las cámaras patronales amenazarán con la desocupación. Con
una economía estancada, o en descenso, aumenta la presión del desempleo sobre
la clase trabajadora. En el mismo sentido juega el chantaje de la huelga de
inversiones –“si los trabajadores no aceptan tal o cual condición, no
invertimos”. A su vez, la suba de la tasa de interés y la salida de capitales
ponen presión para llevar adelante un “ajuste” del gasto público. Lo que
potenciará la desocupación y debilitará aún más la demanda. Agreguemos
que la devaluación aumentará el peso de la deuda externa, que ha crecido sin
parar en los dos últimos años.
Alternativamente, si
la lucha de clases obligase a conceder aumentos salariales, los empresarios
descargarán esos aumentos en los precios. Si a su vez la clase obrera recupera
salarios con nuevas luchas reivindicativas, se entraría en una espiral
inflacionaria, reflejo monetario de la agudización del conflicto entre el
capital y el trabajo. Y si la inflación sigue su curso, se desembocaría en una
crisis similar a la de finales de los 1980 (que legitimó ante la opinión
pública las políticas del menemismo). En esos escenarios, el discurso de la
clase dominante es que “los trabajadores y su egoísmo son los culpables de la
inflación”.
En cualquier caso, en
tanto subsiste el sistema capitalista, las crisis siempre la pagan los
trabajadores. No es posible superarlas con medidas parciales, o votando alguna
ley milagrosa que evite los padecimientos para los millones de personas
sometidas a la lógica de la ganancia y del capital. Los problemas de fondo exigen
soluciones de fondo, esto es, modificar las relaciones de producción
subyacentes, la propiedad privada del capital.
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Es más grave que una corrida cambiaria
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2018/05/08/es-mas-grave-que-una-corrida-cambiaria
Es más grave que una corrida cambiaria
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