Feminismo contra el capitalismo:
acumulado de las mujeres
en lucha en
América Latina.
30 de mayo de 2018
La resistencia feminista a los procesos de mercantilización de los
cuerpos y la vida de las mujeres es uno de los hilos conductores entre las
luchas populares que llevaron a la derrota del Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) y el enfrentamiento a la actual contra-ofensiva neoliberal y
conservadora. Desde la auto-organización, la movilización en las calles, el
enfrentamiento a transnacionales poderosas en los territorios y las prácticas
políticas y económicas impulsadas por las mujeres, el feminismo se vuelve cada
vez más una exigencia en los procesos de lucha anti-capitalistas.
Por Tica Moreno
Como solemos decir en América Latina, ’lucha’
es un sustantivo femenino y un verbo que se conjuga en plural.
24 de mayo, 2018
Son muchos los acumulados teóricos y políticos
que la lucha feminista contra el libre comercio produjo en nuestro continente
desde principios del siglo XXI. En estas líneas se presentan algunos de ellos,
que constituyen aún hoy nuestra base de actuación. Todos se nutren de la
experiencia militante de la
Marcha Mundial de las Mujeres, que enmarca las alianzas y
construcciones colectivas con las mujeres de los movimientos sociales,
campesinos y sindicales.
Feminismo anticapitalista desde la
auto-organización
Una mirada en retrospectiva nos lleva a
considerar que decir no al ALCA tuvo dos consecuencias simultáneas. Una fue la
definición política de construir desde el feminismo un proceso más amplio de
articulación y lucha con los movimientos sociales mixtos. A nivel continental,
pero también en los países, ciudades y pueblos, las mujeres fueron sujetos
activos de la construcción cotidiana de la campaña contra el ALCA.
A su vez, en el ámbito del feminismo implicó
no aceptar que la agenda de género fuera instrumentalizada para legitimar los
acuerdos de libre comercio. Las mujeres no aceptamos la incorporación de
cláusulas de género en los tratados de libre comercio (TLC) propuestos porque
el neoliberalismo y sus instrumentos estaban reorganizando nuestras vidas.
Decir no al neoliberalismo significó denunciar que no basta con el
reconocimiento de que ese modelo impacta de manera diferenciada en las mujeres:
él mismo solo es posible porque se articula en sus prácticas de dominación y
explotación con el patriarcado y el racismo.
Ese posicionamiento se construyó desde una
práctica militante vinculada a la teoría, a los análisis y las acciones. La
estrategia de hacer un amplio proceso de debates, giras y talleres locales, de poner
en marcha, en definitiva, una campaña masiva y popular, tuvo como fruto una
posición muy fuerte, consolidada y victoriosa. En los espacios de discusión de
las mujeres resultaba evidente que el ALCA y los TLC no crearían nuevas formas
de explotación, sino que generalizarían las ya existentes: las condiciones de
precariedad de la vida, los trabajos a domicilio, las largas jornadas
laborales, la ausencia de derechos y la sobrecarga de trabajo doméstico y de
cuidados, así como del trabajo cotidiano de tejer lazos sociales y comunitarios
que garantizan el sostén de la vida en sociedades regidas por el dominio del
mercado.
Desde el enfrentamiento al libre comercio, la
economía feminista se volvió una herramienta clave para cuestionar el
neoliberalismo: por un lado, para plantear otras formas de organizar la
producción-reproducción y el consumo; por el otro, con el objetivo de avanzar
hacia agendas económicas que reconozcan que la economía no es reducible a lo
monetario. Se debe ir más allá del salario y avanzar hacia el reconocimiento y
reorganización del trabajo doméstico y de cuidados, lo que sigue siendo un
desafío que el feminismo plantea a las luchas anticapitalistas.
Los debates, las divergencias y, por fin, los
consensos producidos en torno al rechazo del libre comercio por amplios
sectores del movimiento feminista ya han sido sistematizados desde diversas
perspectivas. Hacer hincapié en el rechazo a propuestas tramposas de reducir o
minimizar los impactos negativos del sistema sobre la vida de las mujeres sigue
siendo una enseñanza y una orientación, porque en la actualidad diferentes
actores defensores del neoliberalismo (corporaciones transnacionales,
instituciones gubernamentales, ONGD y ONU) utilizan la misma estrategia del
maquillaje violeta para enmascarar los mecanismos de dominación y explotación
de ese modelo.
Una perspectiva de género que plantea que la
sociedad de mercado tiene impactos positivos y negativos sobre las mujeres y
que, por lo tanto, deberían hacerse estudios para identificar los negativos e
intentar reducirlos, es una trampa. Lo es no solo porque obvia las
desigualdades estructurales de clase y raza, sino porque opera acentuándolas,
ampliando la opresión sobre muchas en nombre del empoderamiento de algunas.
¡El mundo no es una mercancía, las mujeres
tampoco!
Una nueva generación política del feminismo se
formó en la lucha contra el neoliberalismo, rechazando vivir bajo las reglas
del mercado. Los talleres y las intervenciones urbanas cuestionaban la invasión
y control de los cuerpos y los comportamientos por las industrias
farmacéuticas, de cosméticos y la publicidad; así como la heteronormatividad,
la violencia y la prostitución, como instrumentos del patriarcado para mantener
el control individual y colectivo de los hombres sobre las mujeres.
La ocupación colectiva de los espacios
públicos las acciones directas y la irreverencia de las batucadas feministas
fueron estrategias construidas para impulsar las síntesis políticas y ampliar
el diálogo con los movimientos sociales en lucha y con la sociedad en general.
Hoy enfrentamos el desafío de mantener juntas esas dimensiones: la radicalidad
de las formas de lucha y la radicalidad del contenido. Cuestionamos los
intentos de pasteurización del feminismo, que desconstituyen los sujetos colectivos
en nombre del empoderamiento individual, sacando la potencia de movimiento
transformador del feminismo y canalizándolo hacia comportamientos individuales
que mantienen intactos los procesos de acumulación del capitalismo racista y
patriarcal.
Las corporaciones transnacionales
(farmacéuticas, de los cosméticos, del sector textil, tecnología y
comunicaciones, entre otras) incorporan en sus discursos la responsabilidad
social empresarial direccionada a las mujeres. Mientras tanto, garantizan sus
ganancias mediante el acaparamiento de tierras y el control de los territorios,
la contaminación del suelo y el agua con la minería, la superexplotación en el
empleo y en el trabajo no remunerado de las mujeres, así como con la
privatización de los conocimientos bajo reglas estrictas de propiedad
intelectual.
Si en su momento un feminismo liberal se
contentaba con incluir a las mujeres en legislaciones que anunciaban una
igualdad de derechos y oportunidades, hoy nos encontramos con un feminismo
(neo)liberal que aplaude cada vez que una empresa hace propaganda incorporando
la diversidad de mujeres y que asimila la visión “nosotras podemos con todo”
para convencernos de que es posible conciliar la responsabilidad con el cuidado
con la disponibilidad para el trabajo remunerado. Se mantienen intactas la
división sexual del trabajo y la no responsabilización de los hombres ni del
Estado con la reproducción y el cuidado.
Desde el feminismo anticapitalista partimos de
las experiencias de las mujeres y por eso nuestro horizonte no es incorporar
más mujeres en un poder constituido (ya sea en el mercado, en el Estado o en
los capítulos de género de los TLC). Nuestro reto es cambiar las formas y los
fondos, incidir en cómo se organiza la sociedad, en cómo de nuestros tiempos se
apropian otros, en cómo decidimos sobre la reproducción y la producción.
Construir alternativas desde la lucha
Derrotamos al ALCA, pero se firmaron muchos
tratados de libre comercio y muchas corporaciones transnacionales avanzaron en
su dominio, explotación y acaparamiento. En resistencia desde los territorios,
las mujeres enfrentan permanentemente la lógica del capital afirmando en la
práctica la centralidad de la sostenibilidad de la vida. La construcción
cotidiana de la auto-organización, la solidaridad, la agroecología y la
economía feminista y solidaria son estrategias para garantizar las condiciones
de sobrevivencia y para construir la autonomía de las mujeres sobre el cuerpo,
la sexualidad y una vida libre de la violencia racista y patriarcal. Así, las
mujeres en movimiento siguen expandiendo las fronteras de lo posible,
construyendo condiciones para transformar en lo concreto sus vidas, al mismo
tiempo que señalan caminos de cambio de modelo.
Esa es una fortaleza y un acumulado. Cuando
las mujeres afirman en la lucha por soberanía alimentaria, por ejemplo, que sin
feminismo no hay agroecología, nos enseñan que las propuestas y los cambios
deben ser integrales. Hay que producir sin veneno, con diversidad, con
relaciones de trabajo basadas en la solidaridad y la autogestión, en
articulaciones definidas por la igualdad y sin violencia, afirmando que somos
ecodependientes e interdependientes, a la vez que autónomas y libres. Es desde
ahí que enfrentamos el poder de las transnacionales del agronegocio y la
alimentación.
Enfrentar la violencia patriarcal y del
capital
La violencia y la militarización son
instrumentos del capitalismo que avanza sobre nuestros cuerpos, trabajos y
territorios. Es evidente que las transnacionales en esta nueva oleada de
acuerdos quieren imponer y legitimar su sistemática de violaciones. Nuestra
experiencia es que donde hay sujetos colectivos en lucha hay violencia,
intentos de cooptación, persecución y asesinatos de personas líderes.
Con las estructuras del Estado al servicio de las
élites corporativas, la criminalización de la pobreza y de quienes luchan
contra ella se amplía en el continente, en especial en los países gobernados
por la derecha. El
genocidio de la juventud negra en Brasil, la violencia contra las poblaciones
indígenas y el encarcelamiento masivo evidencian el racismo de ese sistema. Al
mismo tiempo, la lucha contra la violencia y los feminicidios nos convocan a
cada vez más mujeres. No es una cuestión individual, como la violencia sexista
nunca lo ha sido. Un reto es lograr avanzar en la comprensión de las causas de
la violencia sistémica y enfrentar esta como un todo contra la vida y los
cuerpos, no separar las luchas contra la violencia patriarcal y racista de las
luchas anticapitalistas.
Feminismo en las luchas populares
Para frenar el ALCA la educación popular fue
una estrategia clave. En todos los lados, la gente sabía que el ALCA era
nefasto y que debía ser derrotado. No era necesario ser expertas que manejan
muchos números y fórmulas: lo fundamental era desvelar la estrategia neoliberal
y de dominio de las élites corporativas que se encontraba detrás de esa
propuesta.
Los pueblos latinoamericanos comparten una
historia de dominación colonial, de injerencia estadounidense bajo las
dictaduras y de imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del
Banco Mundial. Así que luchar contra el libre comercio es ser anti-imperialista
y poner la soberanía popular en el centro.
La lucha contra el libre comercio se fortalece
cuando se concreta en las resistencias que ya existen frente a las
privatizaciones de servicios como el saneamiento y el agua, frente a las
reformas laborales y de los sistemas de pensiones. No es una lucha más, o una
lucha nueva. Es una batalla difícil, pero no se debe complicar enredando con términos
técnicos que nadie comprende: los pueblos rechazan el libre comercio porque es
un instrumento del capitalismo y ese sistema no nos sirve.
Contra el capitalismo patriarcal y racista
nuestras estrategias son el internacionalismo militante, la solidaridad activa
y la auto-organización y construcción de alianzas concretas desde las luchas
anticapitalista, feminista, negra y popular.
* Militante de la Marcha Mundial de
las Mujeres en Brasil.
Artículo publicado en el nº 76
de Pueblos – Revista de
Información y Debate, primer cuatrimestre de 2018, monográfico “Tratados
comerciales, ofensiva contra nuestras vidas”.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Feminismo_contra_el_capitalismo_acumulado_de_las_mujeres_en_lucha_en_America_Latina
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