Tres veteranos activistas cuentan su experiencia sobre las revueltas estudiantiles y obreras en Francia
Mayo del 68, vida y
militancias
30 de mayo de 2018
Por
Eric Llopis (Rebelión)
En diciembre de 1967 un grupo de estudiantes ocupó la
Gedächtniskirche (Iglesia del Recuerdo al Emperador Guillermo), en Berlín
Occidental. Un estudiante de sociología de 28 años, Rudi Dutschke (Rudi “el
rojo”), “se subió al púlpito y pronunció un discurso revolucionario”, recuerda
el periodista Eduardo Haro Tecglen en el libro “El 68: Las Revoluciones
Imaginarias” (El País Aguilar, 2008). Unos meses antes de la ocupación, los
disparos de un policía finiquitaron al estudiante alemán Benno Ohnesorg, de 26
años, que se manifestaba en Berlín Oeste contra la visita del Sah (monarca) de
Irán, Mohammed Reza Pahlevi.
El autor de “El 68: Las Revoluciones Imaginarias” resume la potencia del Mayo Francés: “No sólo fue un movimiento de estudiantes, aunque éstos tomasen la vanguardia, sino que tuvo una fuerte participación obrera y un considerable apoyo burgués o de clases medias”. En directo lo vivió Ximo Jordà, quien llegó a París en septiembre de
Ximo Jordà participa hoy en el movimiento de los Yayoflautas, los “hijos” y “abuelos” del 15-M, según se definen. En París empezó por un curso de marxismo-leninismo y las sesiones de formación en el local de
Todo comenzó en el municipio de Nanterre, a
¿Por qué apoyaba el Movimiento de Mayo del 68 este joven emigrante comunista? “Yo compartía las reivindicaciones de los estudiantes, relata Ximo Jordà, pero fue sobre todo cuando vi cómo los policías de las Compagnies Républicaines de Sécurité (CRS) les golpeaban; la sangre me hervía; arrinconaban a los estudiantes, les pegaban patadas y se los llevaban a rastras”. Pero también conocía los riesgos de implicarse en la lucha: “Como migrante, si me cogían en las protestas me llevaban a la frontera al día siguiente”. Las movilizaciones llegaron al barrio de Saint-Antoine, y caminaban en dirección a la Plaza de la Bastilla; “los jóvenes iban levantando los adoquines, nunca vi una cosa igual, con un arte… Los alzaban con hierros, y en apenas dos minutos ya tenían montones de piedras por toda la calle”.
Pasados 50 años, ¿cuál es el balance de las barricadas nocturnas en el Barrio Latino, de la ocupación de fábricas y la paralización de los transportes, de una huelga general –la mayor en la historia de Francia- en la que participaron entre siete y 10 millones de obreros, de las revueltas que amenazaron seriamente al general De Gaulle y al régimen de
Helio Yago tenía 15 años cuando estalló (“de golpe”) Mayo del 68. Había migrado a Nimes -ciudad del mediodía francés- desde Bugarra, un municipio agrícola con menos de mil habitantes en la comarca valenciana de Los Serranos. “Era muy pobre, hijo de ‘rojos’ y maltratado por ello en la escuela; mi padre fue el primero del pueblo en emigrar a Francia, con la maleta de madera”. Recuerda que se organizaron los Comités de Ación de estudiantes de los Liceos (CAL), y en el Instituto de Nimes convocaron una huelga general; “colaborábamos con los universitarios, hacíamos lo mismo que ellos”. Además, ya tenía conciencia anarquista: sus padres estaban afiliados a
El Liceo donde Helio Yago estudiaba admitía sólo a varones, y esta segregación por sexos -que se daba en todo el país- fue uno de los desencadenantes de la insurrección (en el Instituto de Nimes empezaron a estudiar mujeres en 1969, pero cuatro en un aula de 40 alumnos). “Esto nos parecía una atrocidad, además la autoridad de los profesores era intocable, casi podría hablarse de maltrato; se trataba de un sistema ‘estanco’, en el que el alumno no tenía derecho a la palabra”, resume Yago, actualmente en el colectivo de Yayoflautas. Sobre el trasfondo conservador de la Universidad, Haro Tecglen cuenta de qué modo el filósofo y profesor Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) se dirigió, con un punto de ironía, a un estudiante: “En el momento de sus exámenes, hable usted de lo que quiera, pero no cite a Marx, Freud, Sartre o Lévy-Strauss; sobre todo, procure que no se note que los ha leído. Si no, va usted derecho al fracaso”.
Además del carácter masivo de las manifestaciones -entre 300.000 y 800.000 personas, según las fuentes, se manifestaron el 13 de mayo en París, encabezados por los dirigentes estudiantiles y sindicales-, Helio Yago llama la atención sobre aspectos que distinguían a Francia de la realidad española; “había movilizaciones de la CGT con banderas rojas y la hoz y el martillo, a las que precedía la enseña francesa y donde se cantaba ‘La Marsellesa’; la República, en su sentido más amplio, incluido el laicismo, era ‘intocable’; también los anarquistas entonaban el himno francés”. Día a día al estudiante le llegaba información de la guerra de Vietnam, el movimiento hippy, Martin Luther king o Gandhi; y por la televisión, de las movilizaciones en París. Además, “militantes de la CNT –con quienes nos encontrábamos en
Los militantes trotskistas también les facilitaban abundante información. En un debate, un activista llegado de Estados Unidos les explicó cómo la industria armamentística dependía de la guerra, por lo que paralizarla dispararía el desempleo; “tienes 15 años y escuchas esto, entonces piensas ¡es demencial!”; en el libro “Guerras de Baja Intensidad” (Fundamentos, 1989), los investigadores Mariano Aguirre y Robert Matthews cifran la inversión estadounidense en la guerra de Vietnam en 300.000 millones de dólares de la época; el gasto militar de Estados Unidos representó en 2017 un tercio del total mundial.
En Nimes, igual que en París, se convocó a la huelga general el 13 de mayo. “Yo vivía en un barrio de la periferia; ese día no había autobuses, y los coches estaban parados a un lado de la carretera porque no se les suministraba gasolina”, resalta Yago. También recuerda a los hijos de los huelguistas alimentándose en los comedores sociales de la CGT, después que fueran a recogerlos al mediodía; “había en la época una gran independencia sindical, subraya el activista, aunque nosotros éramos conscientes de que el PCF y la CGT iban siempre a remolque del movimiento; el PCF quería ‘orden’ y mayo del 68 era ‘desorden’; de hecho, no pudieron capitalizar lo que allí ocurrió”. Observa puntos de similitud con la estrategia seguida por el PCE respecto al 15-M, a partir de 2011. En síntesis, este anarquista que llegó a Francia con seis años rebate a quienes atribuyen un fracaso a Mayo del 68: “Se cambió el sistema educativo en Francia, se introdujeron las escuelas mixtas, se abrió camino a la libertad sexual y, sobre todo, representó un gran cuestionamiento de la Autoridad”.
En el libro “Revoluciones: 50 años de rebeldía (1968-2018)” (Galaxia Gutenberg, 2018), el periodista Joaquín Estefanía se hace eco de las críticas del filósofo Liberal, Raymond Aron, en sus Memorias y en los artículos del periódico Le Figaro; calificó al Movimiento de “verbena revolucionaria” y “carnaval estudiantil”. Uno de quienes le respondió fue Jean Paul Sartre, “sobre todo con su presencia militante en las fábricas o en las facultades cerradas”, subraya Estefanía.
Unos meses antes de que floreciera el mayo francés, Javier de Federico vivía en una buhardilla de la Isla de Sant-Louis, cerca de la catedral de Notre Dame. Le facilitaron el contacto en Francia dos amigos españoles, objetores al servicio militar. Tenía 18 años y escapó de Madrid, agobiado por una familia de “fachas absolutos”, recuerda en una cafetería de Valencia. Había estudiado el bachillerato elemental en España, y en París leyó por primera vez a Freud, a los hermanos Aldous y Julian Huxley –autores de “Un mundo feliz” y “Ensayos de un biólogo”-, a Marcuse (“El hombre unidimensional”) y a David G. Cooper (padre de la antipsiquiatría). “Aquello fue para mí la escuela de la vida”, afirma hoy. En 1967 el filósofo situacionista Guy Debord había publicado “La sociedad del espectáculo” y las obras del ‘freudomarxista’ Wilhelm Reich, quien murió en 1957 en una cárcel de Pennsylvania, circulaban con profusión.
Mientras, el joven emigrante trabajaba en lo que podía, muy poco, por ejemplo en una empresa que ofrecía servicios a un hotel y en la que doblaba todo el día servilletas. También se enrolaba en fiestas: “Había un ambiente muy callejero y de insumisión, fumábamos muchísimo y la libertad sexual prácticamente se exigía; además la represión era muy intensa, la policía francesa cargaba por ‘tonterías’; pero no todo el mundo tenía conciencia política”. Después de dos años en Francia –era la época del autostop- Javier de Federico se trasladó a Holanda y Alemania.
Pero el 68 no sólo se hizo visible en París, Berlín, Praga, Berkeley,
Y en un sentido más general en Argentina, resalta el investigador, “porque el ‘Cordobazo’ de mayo de 1969 desarticuló la dictadura de Onganía y abrió un ciclo de luchas obreras impresionante: 15 insurrecciones y ‘puebladas’ entre 1969 y finales de 1972; quizá el mayor ciclo obrero de la segunda mitad del siglo XX en el mundo”. El colaborador de los periódicos Brecha y La Jornada añade que en el 68 nacen la Teología de la Liberación y la educación popular, con los trabajos de
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242245
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