La Comuna de París
fructificó en cerezas
que saboreamos todavía.
28 de mayo de 2018
Por Alberto Betancourt Posada(Rebelión)
El sábado 26 de mayo a las 14:30 en la puerta
del metro Gambeta de París comenzará una caminata al cementerio Pere-Lachaise,
al Mur des Fèdèrès (Muro de los comuneros), convocada por la Asociación de
Amigos de la Comuna de París. La marcha cumplirá tres objetivos: rendir
homenaje a los 147 comuneros fusilados ahí, ratificar la vitalidad de la Comuna
y celebrar sus valiosas premoniciones. Arturo Argueta, investigador mexicano de
la comunalidad y amigo de la Comuna afirma: “durante los meses de marzo, abril
y mayo de 1871 la conciencia colectiva francesa se unió en torno a la idea de
crear una república socialista, conformada por una federación de comunas”. A
esa revolución, afirma Aruto se le asoció con la canción “El tiempo de las
cerezas”, según la cual, se construirá una sociedad en la que: “Los amantes
tendrán ganas de hacer locuras/y los enamorados, tendrán sol en el corazón”.
Recordar la Comuna es una forma de romper el sitio militar que se le impuso
para estrangularla, y su equivalente contemporáneo, el silencio mediático
destinado a olvidarla. La comuna fue una realidad fugaz, pero su esplendor
político, social y cultural refulge todavía. Como los cerezos, la comuna tuvo
múltiples floraciones, Marx, por ejemplo, la consideró como una gran
experimento social.
Los amantes tendrán ganas de hacer locuras
La Asociación de Amigos de la Comuna, fundada
en 1882 tras el regreso de los comuneros exiliados, afirma que la valiosa
experiencia de autogestión nos heredó la igualdad entre hombres y mujeres, como
olvidar por ejemplo el papel de Louise Michel, maestra, tiradora, feminista,
dirigente, anarquista, con una relación epistolar con Víctor Hugo, exiliada a Nueva
Caledonia; la comuna floreció de muchas otras maneras, al promover: la laicidad
del estado, la defensa de los servicios públicos, el sufragio universal, el
derecho al trabajo (en un mundo en el que la mayoría de los trabajadores
pasaban la mayor parte del tiempo buscando empleo), los derechos de los
trabajadores, la requisición de empresas abandonadas, la defensa de la
república, el acceso a la cultura, la educación pública, la bienvenida a los
migrantes y la defensa de los valores republicanos. Vale agregar que la
resistencia popular del pueblo mexicano contra la invasión francesa contribuyó
de manera decisiva a fortalecer la oposición Luis Napoleón
Bonaparte en Francia, y en ese sentido existe un lazo histórico entre la
defensa d ela soberanía popular en México y en Francia.
La comuna un gran experimento económico,
político cultural y psicológico
Carlos Marx escribió por encargo de la Asociación Internacional
de Trabajadores un balance del significado de la Comuna en la historia
universal. En su texto La
guerra civil en Francia, el gigante de Treveris, recordó que e l 18 de
marzo París despertó con los gritos de : “Viva la Comuna”, en ella los
trabajadores se dieron cuenta de que habían sido traicionados por las clases
dominantes y que ellos mismos tendrían que tomar en sus manos la defensa de la
patria, asumir la dirección de la sociedad y organizar la vida. El Segundo
Imperio dirigido por Luis Napoleón Bonaparte, tuvo como acta de nacimiento el
golpe de estado, como estilo político el populismo y como sostén la espada, sus
ambiciones capitalistas condujeron al imperialismo y éste a la invasión
prusiana. La comuna fue la antípoda del imperialismo e implicó muchas acciones
y reflexiones sobre el hecho la forma en que el estado había perdido su papel
de arbitro mediador y paulatinamente se había convertido en el instrumento de
dominación de una clase. La comuna alarmó a la nobleza de toda Europa porque su
mera existencia suponía el fin de la monarquía. La primera república socialista
recuperó para la sociedad funciones que el estado se había apropiado. Disolvió
al ejército profesional y creó un ejército de trabajadores en armas. El consejo
federativo de las comunas regionales volvió revocables todos los cargos y
homologó el salario de los funcionarios estatales al de un obrero calificado.
La educación se volvió laica, universal y gratuita. Las fábricas cerradas por
bancarrota o por abandono patronal durante la huelga fueron entregadas a las
asociaciones de trabajadores. La comuna subvirtió el orden económico, el
trabajo dejó de ser una mercancía. Cada trabajador se convirtió en ciudadano.
Los trabajadores asumieron un rol dirigente en la sociedad. La comuna
expropió a los expropiadores y devolvió los medios
de producción, la tierra y el capital a los productores. Reordenó la tecnología
bajo la lógica de los productores. Cuando la bandera roja, símbolo de la
república del trabajo hondeó en el Hotel de Ville, la comuna reasignó un lugar
mucho más modesto a los científicos que solían adoptar un tono oracular. La comuna
fue un gran experimento político, económico, cultural y psicológico.
El
gobierno de Thiers se apresuró a sitiar París para impedir que “la fiebre
bovina” de la revolución se propagara al campo.
Roger Marteli escribió en La Commune: si ejercemos nuestra
responsabilidad de elegir nuestra historia podremos descubrir más elementos que
nos permitan construir el mundo en el que queremos vivir. En un planeta
asediado por versiones comerciales, dominantes y efímeras de la historia,
recordar la Comuna nos ayuda a explicarnos quienes somos, y en que fundamentos
descansa nuestra convicción de que otro mundo es posible. Existen muchas
comunas vivas e irradiando rebeldía: los caracoles zapatistas, Cherán, Caracas.
Junto con ellas el espíritu de la Comuna de París late hoy en el emocionante
encuentro entre trabajadores ferrocarrileros y estudiantes francés, que ha
resucitado un fantasma que recorre Europa.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242155
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