Desigualdad y pobreza
¿Ha muerto
definitivamente
el "sueño americano"?
1
de julio de 2017
Por Carol Graham /The Guardian / El Diario (España)
Varios estudios demuestran que la
posibilidad de que los estadounidenses pobres crean que trabajando duro van a
prosperar es 20 veces inferior a la de sus semejantes latinoamericanos. El
hecho de que el sueño americano se base en el esfuerzo individual ha hecho que
las redes de apoyo público sean más débiles que en otros países. Los
estadounidenses blancos son especialmente pesimistas, mucho más que negros y
latinos, minorías acostumbradas a las adversidades.
Estados Unidos se ha ganado la reputación de
ser excepcionalmente tolerante con la desigualdad económica. Esto se debe a los
altos niveles de movilidad social. Estos factores sustentan el "sueño
americano" concebido por Thomas Jefferson; el derecho de todo ciudadano a
perseguir un determinado tipo de vida, la libertad y la felicidad.
El concepto de "sueño americano" no
gira en torno a la promesa de lograr el objetivo marcado sino en torno al
concepto de búsqueda de oportunidades. El escritor del siglo XIX Horatio Alger Jr. supo crear personajes que encarnaban
esta noción; jóvenes de clase trabajadora que conseguían pasar de la miseria a
la riqueza o, al menos, convertirse en miembros de la clase media, gracias a su
esfuerzo y a su espíritu emprendedor.
Sin embargo, la posibilidad de vivir el sueño
americano es más remota ahora que hace unas décadas. Mientras que el 90% de los
que nacieron en la década de los cuarenta del siglo pasado consiguieron mejorar
su posición económica en comparación a sus padres, solo el 40% de los que nacieron en
los ochenta lograron subir en la escala social.
También ha cambiado la percepción ciudadana en
torno a las desigualdades. En 2001 se publicó un estudio que concluyó que los
únicos estadounidenses que mostraban mayores niveles de insatisfacción
frente al aumento de las desigualdades eran los estadounidenses ricos de
izquierdas, mientras que los estadounidenses pobres percibían esta desigualdad
como una oportunidad de prosperar en un futuro.
Desde la publicación de este estudio, el
optimismo ha disminuido. En 2016, solo el 38% de los estadounidenses pensaban
que sus hijos vivirían mejor que ellos. Al mismo tiempo, el debate público en
torno a las desigualdades ya no tiene en cuenta un factor clave de la noción
del "sueño americano": la suerte.
De la misma forma que en muchos de los relatos
de Alger los protagonistas prosperan gracias a la ayuda de un generoso benefactor,
a lo largo de la historia de los Estados Unidos se han dado incontables casos
reales en los que el factor suerte ha desempeñado un papel clave. Sin embargo,
en los últimos años ha descendido el apoyo social hacia los menos afortunados,
especialmente los pobres que no consiguen un empleo a tiempo completo. Todo
parece indicar que este apoyo seguirá disminuyendo.
Resumiendo, los estudios más recientes que tienen en cuenta nuevas métricas
de bienestar parecen concluir que el sueño americano se desmorona.
Desesperación blanca, esperanza de las minorías
Empecé mi estudio comparando las actitudes en
torno a la movilidad social en Estados Unidos y en América Latina; una región
conocida por sus desigualdades y altos índices de pobreza (si bien en las
últimas décadas se han hecho avances). Me detuve en una pregunta clásica en las
encuestas Gallup, relativa al sueño americano: "¿Puede un individuo que
trabaja duro prosperar en este país?".
La brecha entre las respuestas de los
estadounidenses ricos y las de los pobres (los encuestados de Gallup que se
encuentran entre el 20% más rico y más pobre del país) era abismal. Esto
contrastaba con los resultados obtenidos en América Latina, donde no se
aprecian diferencias significativas en función del nivel de ingresos de los
encuestados.
Las posibilidades de que los
estadounidenses pobres crean que trabajando duro van a salir adelante son 20
veces inferiores a la de sus semejantes latinoamericanos, a pesar de que estos
últimos tienen una situación mucho peor si atendemos a sus posesiones
materiales.
Otra pregunta de la encuesta analiza si los
encuestados sufren estrés a diario. El estrés es un indicador de mala salud y
el tipo de estrés que suelen sufrir los pobres, "el estrés malo", en
general debido a situaciones negativas que escapan a su control es
considerablemente peor que el "estrés bueno" que se asocia a la
obtención de los objetivos marcados por aquellos que tienen la sensación de que
controlan su futuro.
En general, los latinoamericanos sufren menos
estrés en su día a día, y sonríen más a menudo que los estadounidenses. En este
aspecto, la brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos es mucho mayor (1,5
veces en una puntuación del 0 al 1) que la de América Latina.
Los pobres de Estados Unidos sufren más estrés que los ricos y los pobres de
América Latina.
La brecha entre las expectativas y los
sentimientos de los ricos y los pobres de Estados Unidos también es más acusada
que la de muchos otros países del este de Asia y Europa (las otras regiones
estudiadas). Todo parece indicar que ser pobre en un país muy rico y con
grandes desigualdades, que se enorgullece de ser una meritocracia y no ayuda a
los que se quedan atrás, se traduce en altos niveles de estrés y de
desesperación.
Mi estudio también reveló muchos otros hechos
sorprendentes. Tomando como punto de partida los bajos niveles de confianza en
el valor de trabajar duro y los altos niveles de estrés entre los encuestados
estadounidenses más pobres, comparé los niveles de optimismo frente al futuro
mostrados por los encuestados pobres de distinta raza.
Me basé en una pregunta que hace Gallup a los
encuestados estadounidenses. Les pregunta dónde creen que estarán dentro de
cinco años en una escala de satisfacción del 0 al 10.
Descubrí que las minorías más pobres,
especialmente los afroamericanos, ven su futuro con más optimismo que los
blancos pobres. De hecho, la posibilidad de que los encuestados pobres negros
muestren un mayor optimismo sobre su futuro es tres veces superior a la de los
encuestados pobres blancos. Los hispanos pobres son 1,5 veces más optimistas
que los blancos. Los blancos pobres tenían el doble de posibilidades que los
negros pobres de haber sufrido estrés el día anterior a la encuesta. En el caso
de los hispanos pobres, la posibilidad de haber sufrido estrés el día anterior
era 25% inferior a la de los blancos.
¿Por qué las minorías que tradicionalmente han
sufrido discriminación y mayores penurias son las que se muestran más
optimistas? Se debe a varios factores.
Uno de ellos es que las minorías más
vulnerables, a diferencia de los estadounidenses blancos, siempre han contado
con redes informales de apoyo y la ayuda de su entorno, como la familia y la iglesia. Los psicólogos
también indican que los miembros de las minorías tienen una mayor capacidad
para superar la adversidad y son menos propensos a sufrir depresiones o
suicidarse que los blancos, tal vez porque a lo largo de la historia han tenido
que enfrentarse a dificultades y desgracias que les han causado un grave
impacto emocional.
Otro factor que debe tenerse en cuenta es que
la clase trabajadora blanca que vive en los estados industriales del país ha
visto en los últimos años amenazadas sus posibilidades de prosperar. En estos
estados han desaparecido muchos puestos de trabajo en el sector minero y en las
fábricas. Un estudio de Andrew Cherlin, de la Universidad Johns Hopkins, concluye que en comparación con los
blancos pobres, que creen vivir peor que sus padres, los negros y
los hispanos pobres creen haber prosperado. Los blancos pobres son los más
afectados por la desaparición del sueño americano.
El problema estadounidense
¿Qué importancia tiene esta situación? Las
investigaciones que llevé a cabo hace una década, y que han quedado confirmadas
por estudios posteriores, me permitieron constatar que las personas que ven su
futuro con optimismo suelen gozar de mejor salud y suelen tener mejores
perspectivas laborales. Los que tienen esperanza en el futuro suelen invertir
en su futuro, a diferencia de los que lidian con el estrés, las dificultades
del día a día y la
desesperanza. Estos últimos, no solo carecen de los medios necesarios para construir su futuro sino que
además tampoco creen que valga la pena hacer el esfuerzo.
El indicador más demoledor de la desesperanza
que se vive en Estados Unidos es el aumento significativo de muertes prematuras
en la última década. Se han incrementado los suicidios y las muertes causadas
por el consumo de alcohol y drogas, y también se han estancado los progresos
que se habían hecho en las últimas décadas en relación con la prevención de
enfermedades cardiovasculares y el cáncer de pulmón. Los principales
perjudicados, aunque no los únicos, son los blancos de mediana edad y sin
estudios superiores. La tasa de mortalidad entre los negros y los hispanos, si
bien es de media superior a la de los blancos, ha disminuido a lo largo de la
última década.
Esta tendencia se debe a muchos factores. El
hecho de que cada vez es más fácil conseguir determinadas drogas, como por
ejemplo los opiáceos, la heroína y el fentanilo ha coincidido en el tiempo con
la desaparición de puestos de trabajo en el sector industrial, principalmente
debido a la revolución tecnológica. El 15% de los hombres en edad laboral no
tienen trabajo y se prevé que en 2050 la tasa de desempleo sea del 25%. Los
blancos que trabajan en el sector industrial parecen tener mayores dificultades
para trabajar en otro sector que las minorías. Si bien ahora hay nuevas
oportunidades laborales en otros sectores, como por ejemplo en el sector salud,
los hombres blancos tienen mayores dificultades para reciclarse que los hombres
pertenecientes a minorías.
La desesperanza también es un factor que hace
aumentar la tasa de mortalidad, como demuestra el último estudio que he llevado
a cabo con Sergio Pinto.
De media, las personas que se muestran más
desesperanzadas suelen vivir en áreas estadísticas metropolitanas (AEM) cuyas
tasas de mortalidad para aquellos que tienen entre 45 y 54 años son más
elevadas.
Las personas desesperadas tienen mayores
probabilidades de morir prematuramente. Vivir rodeado de muertes prematuras
también erosiona la
esperanza. Las personas que viven en áreas metropolitanas
donde la tasa de mortalidad prematura es menor muestran mayores niveles de
optimismo. Suelen ser áreas con mayor diversidad racial, mejores hábitos de
salud (como demuestra el hecho de que pocos encuestados fuman o tienen una vida
sedentaria) y suelen ser áreas con un mayor dinamismo urbano y económico.
Ser pobre en EEUU
Los avances tecnológicos no solo afectan a
Estados Unidos y a los trabajadores estadounidenses no cualificados. Es un reto
para los trabajadores no cualificados de la mayoría de países de la OCDE. Y sin embargo en
estos países la tasa de muertes prematuras no ha aumentado como en Estados
Unidos. Tal vez se deba al hecho de que la mayoría de estos países tienen
sistemas de protección social más sólidos y una normativa más sofisticada en lo
relativo a la responsabilidad que tiene la sociedad con todos aquellos que se
quedan rezagados.
El sueño americano podría ser
parte del problema. Los blancos del sector industrial cuyos padres vivieron el
sueño americano y que esperaban que sus hijos también lo vivieran son los que
se sienten más afectados por el hecho de que este sueño se haya desvanecido.
Sorprendentemente, por lo general suelen votar en contra de programas de protección
social del gobierno. En cambio, los miembros de minorías que han pasado
penurias durante años ya saben lo que es tener trabajos muy distintos y también
saben pedir ayuda a sus familiares y a la comunidad cuando la necesitan. Tienen
una mayor capacidad para superar adversidades y se muestran más esperanzados,
ya que creen que aún tienen la posibilidad de prosperar.
Ser pobre en Estados Unidos tiene un coste muy
alto. A los ganadores les va muy bien; a los perdedores, fatal. El hecho de que
el sueño americano se fundamente sobre la base del esfuerzo individual en una
supuesta meritocracia ha hecho que las redes de apoyo público sean más débiles
que en otros países. En estos países hay sistemas de protección, formación y
apoyo de la comunidad para quienes están en desventaja o para aquellos que
atraviesan por una racha de mala suerte. Este tipo de medidas son más
necesarias que nunca, especialmente en los mismos estados donde vivían los
personajes ficticios de Horatio Alger. Hace tiempo que a sus semejantes se les
agotó la suerte.
Traducido por Emma Reverter
http://www.eldiario.es/theguardian/muerto-sueno-Americano_0_657584900.html
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