Del Síndrome de Estocolmo con
Bolsonaro a la recuperación de la sociedad brasilera
21 de octubre de 2018
Por Vanessa Dourado y Oscar Vargas
A la espera del resultado de la segunda vuelta de
las elecciones en Brasil, la pregunta que se hace es siempre por qué Bolsonaro
crece entre aquellos y aquellas que supuestamente deberían repudiarlo: personas
negras, LGBTs, mujeres, pobres.
No es sencillo comprender el bolsonarismo. Hay
muchos análisis, todos intentando dar cuenta de una parte del fenómeno –un
esfuerzo importantísimo para lograr construir un hilo de comprensión más amplio
de lo que pasa en este momento histórico– sin embargo, entre todos los
análisis, lo que realmente es repudiable es la idea de que el pueblo es idiota
y no tiene capacidad de hacer un análisis crítico de la realidad.
Muchas de las personas que hoy hacen análisis de
esta naturaleza son las mismas que elevan el “hacer política” o el “comprender
la sociedad” a reflexiones alejadas de la realidad de la mayoría y desde la
comodidad de la academia.
La izquierda iluminada se hace ver en muchos de los
discursos vacíos de sensibilidad a la realidad concreta de quienes sufren con
una de las más duras crisis del capitalismo y que, también por esto, incorporan
una lógica neoliberal que tiene que ver con la meritocracia y el
individualismo.
Las personas que van a votar el próximo 28 de
octubre a Bolsonaro no son estúpidas, realmente buscan una respuesta lógica, una
salida para su condición económica que les pueda garantizar sostener la vida,
que les garantice un empleo, una mínima forma de cambiar sus realidades. La
izquierda se ha convertido en una aparente amenaza, de un lado está el miedo de
perder lo que fue conquistado: propiedad, estatus social, los mínimos
privilegios alcanzados en el último período, incluyendo el empleo. De otro lado
está el miedo de pérdida de las libertades individuales. Las crisis de
representatividad, institucional y la pérdida de credibilidad en las formas
tradicionales de hacer política, hacen con que figuras como las de Bolsonaro
ganen fuerza.
Es en esa esfera donde vale la pena entender la
información sobre las noticias falsas que abundan en estos momentos gracias al
auge de redes sociales y servicios de mensajería como whatsapp: estas reflejan
no la “realidad” que estudian los académicos o que buscan presentar los
periodistas formales; presentan los profundos temores esperables de gente que
quiere no solo sobrevivir sino mantener la esperanza. Aunque
algunos crean que la esperanza obvia del oprimido es la liberación, lo que se
observa es que muchas veces está en la ilusión de ser como el opresor, en la
riqueza que no se tiene, en actos de profundo egoísmo liberal. Los momentos de
ruptura a esa realidad solo llegan cuando la seguridad de arriesgarse para
transformar colectivamente es mayor a la creencia de que se puede estar siempre
ganando en soledad contra el mundo. Esa seguridad para arriesgarse hoy día ha
perdido espacio no solo por la falta de creatividad política de la izquierda
sino también por la fuerte hegemonía que el capital mantiene aun en nuestras
vidas. Ese “sálvese quien pueda”, propio del mundo económico, ahora se expresa
en el ámbito electoral como la negación del otro –a veces también la
eliminación del otro–, reproducción del principio económico donde solo
sobrevive el “más fuerte”.
La demanda anti-institucional es canalizada para lo
que mejor responda a la necesidad del orden frente al caos social, y no
interesa quien sea y cuales métodos proponga, el fin es lo más importante: la estabilidad. También
es una repuesta a lo que fue, durante mucho tiempo, reconocido como violencia
frente a una sociedad conservadora y que no era exteriorizado: el repudio al
feminismo, al movimiento negro, indígena y LGBT. En este sentido, el sexismo,
la homofobia, la xenofobia y el autoritarismo encuentra en la figura de
Bolsonaro un punto en común. Al mismo tiempo esto resulta funcional para la
resistencia, ya que queda nítido quienes defiendan la diversidad tienen
que asociarse para enfrentar esta gigante amenaza.
En el aspecto religioso, Bolsonaro, que es
católico, gana los votos tanto de evangelistas como de las personas católicas.
En sus vídeos de campaña, el candidato afirma que evangélicas y católicas deben
respetarse y que las personas de fe deben juntarse. Afirma que, siendo
católico, muchas veces, frecuenta la iglesia de su esposa que es evangélica. Su
defensa por los valores de la familia y de la moral se posiciona arriba de los
dogmas religiosos. En este caso, una vez más, se apuesta por la salida
individual, representada en la familia monoparental, en donde el cuidado no se
identifica como un ejercicio social sino solamente restringido a quienes
comparten el vinculo sanguíneo inmediato. Es una derrota a la realidad
colectiva en que vivimos, lo que tendrá consecuencias inclusive para las
familias más tradicionales que no logren acumular lo mínimo de dinero para
sobrevivir: la pobreza familiar será la consecuencia de olvidarse del apoyo
mutuo comunitario.
La negación de la política es un elemento que no
pude ser olvidado, está presente en varios procesos y, en los últimos años,
parece ser una tendencia mundial. Frente a esto, cuestionar a la democracia
burguesa que es funcional al los intereses del capital (en lugar de insistir
en mantener un Estado fallido) y hacerlo con el objetivo de construir un nuevo sentido
político que no sea la vieja política de la izquierda, que valida y reproduce
la democracia representativa, se hace urgente frente a las amenazas del avance
de un autoritarismo vía electoral y de la total fractura de los pactos dichos
democráticos de la pos-dictadura cívico-eclesiástico-militar. Es hora de
recuperar las sociedades que han sido colonizadas por el ideal de la individualidad
autodestructora. Las elecciones no son el último momento para esta disputa.
Esta es la segunda parte de
reflexiones escritas a propósito de la victoria de Bolsonaro en la primera
vuelta de las presidenciales en Brasil. Si quieren leer la primera parte pueden
consultar acá: La elección brasilera de la democracia autoritaria
Fuente: l-sindrome-de-estocolmo-con-bolsonaro-a-la-recuperacion-de-la-sociedad-brasilera/
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