Derechos campesinos
Lucha contrahegemónica
de La Vía Campesina
4 de octubre de 2018
Por Oscar Soto (Rebelión)
El trabajo del movimiento campesino internacional por el derecho a
la Tierra, el agua, las semillas y la soberanía alimentaria junto con la lucha
por la reforma agraria popular, encarna en las organizaciones de La Vía Campesina uno de
los símbolos de resistencia y lucha contrahegemónica más firme por parte de los
movimientos sociales a escala global.
A la globalización de la miseria y la
desigualdad, La Vía
Campesina opone la internacionalización de la lucha y la
esperanza.
Neoliberalismo y cuestión rural
El recorrido histórico que transita el sistema
económico a nivel general desde los años setenta en adelante, conocido con el
nombre de “globalización”, se ha caracterizado -entre otras cosas- por el
desmembramiento que se produjo de los Estados de Bienestar en el centro y los
proyectos de desarrollo nacional en las periferias, frente al constante avance
de la desregulación financiera global. En ese descalabro de las relaciones
capitalistas entre el norte y el sur, las promesas políticas de la posguerra
viraron oficialismo económico, al tiempo que se ofrecían como la salida al
colapso mundial. La mentada “revolución verde” fue un ejemplo latente de esto.
Lo ocurrido en el Sur a partir del lineamiento neoliberal de la
economía capitalista, ha operado con fuerza en los territorios históricamente
colonizados. A partir de que se profundiza la separación entre los y las
productoras ancestrales que trabajan la tierra -fundamentalmente las mujeres- y
su espacio vital de acción y recreación rural, América Latina se convirtió en
un emblema de este nuevo paradigma. La consiguiente mercantilización de las
relaciones sociales en este periodo, desde indígenas primero a trabajadores
rurales luego, acelera la “articulación de todas las formas históricas de
control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno del capital y
del mercado mundial”i. De alguna manera, en un mundo en el
cual el 92,3 % del total de la producción agrícola pertenece a unidades
campesinas-indígenas, siendo que éstos solo ocupan el 24,7 % del total de
tierras, Latinoamérica da cuenta de lo que efectivamente es un despojo
explícito: 80% de las unidades agrícolas son campesinas e indígenas en la
región, siendo solo un 19% el índice de ocupación real de esas tierrasii.
La fragmentación de las relaciones agrarias, sumada al imperativo
exportador y los intereses de la “deuda”, articularon la hegemonía
estadounidense y el deterioro del sur global desde fines de siglo XX a esta
parte. Países latinoamericanos, africanos, asiáticos han sido testigos, por un
lado, de cómo el capitalismo ha subordinado a los territorios rurales, en tanto
por otra parte han visto multiplicarse las resistencias.
La respuesta del campesinado y de los
pueblos indígenas
La reciente aprobación de la Declaración de
los Derechos Campesinos y Otras Personas que viven y trabajan en las Zonas
Rurales, aprobada con 33 votos a favor, 11 abstenciones y 3 votos en contra por
parte de las Naciones Unidasiii, se inscribe en la larga memoria de
la resistencia campesina e indígena a nivel internacional. Dicho en palabras de
Diego Monton -militante de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra/MNCI-,
integrante de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones
del Campo y representante por América Latina en el Grupo de Trabajo
Intergubernamental para la Declaración de Derechos Campesinos del Consejo de
Derechos Humanos de la ONU: “Las organizaciones Campesinas, estructuraron la
resistencia desde los territorios locales, y articularon luchas nacionales. Y
la conformación de La
Vía Campesina en 1994, permitió construir el carácter
internacional de la resistencia, pero también de las propuestas… Las propuestas
de Vía Campesina, se sintetizan en la Reforma Agraria
integral, y la Agroecología para lograr la Soberanía Alimentaria”iv
La omnipresencia del mandato del capital en
los órdenes social, político, económico y cultural latinoamericano, dada su
capacidad, suele ser inferida con cierta naturalidad; así como lo es la noción
de que campesinos e indígenas han sido desbordados por el urbanismo y las
grandes metrópolis. Sin embargo, a la modernidad hegemónica le han precedido y
le subsisten formas de vida campesina, agraria, indígena y comunitaria que,
pese al dictamen de la sociedad capitalista, resulta una obstinación recurrente
en la actualidad. Tal
como denuncia la Declaración de La Vía Campesina :
“Millones de campesinas y campesinos han sido
forzados a abandonar sus tierras de cultivo debido a usurpaciones de tierra
propiciadas por políticas nacionales o por fuerzas militares. Se quita la
tierra al campesinado para el desarrollo de industrias, minas o grandes
proyectos de infraestructuras, centros turísticos, zonas económicas especiales,
supermercados, plantaciones para cultivos comerciales…. El resultado es que la
tierra se concentra cada vez más en unas pocas manos”v
Campesinos, clases y sujetos políticos
El campesinado no solo se rebela a la
normativa liberal dominante que lo apunta como obsoleto o en desuso, sino que
asume la tarea política de luchar contra el capitalismo y la sociedad colonial,
siendo la reivindicación de sus derechos una forma de lucha social y una
propuesta de irse
constituyendo en el conflicto
territorial.
El carácter político de los procesos de subjetivación y
resistencia campesino-indígena, asentados en la plenitud de relaciones de
dominación vigentes, permiten visualizar la potencialidad de los movimientos
sociales del mundo rural en medio de tanta injusticia social cotidiana. En
parte, la vitalidad del movimiento campesino y la disputa por los derechos de
pequeños productores, pastores, crianceros, puesteros, pescadores, pueblos sin
tierras, campesindios, reponen lo que Edward Thompson esbozaba en Tradición, revuelta y consciencia
de clase: “Las clases acaecen al vivir los hombres y las mujeres sus
relaciones de producción y al experimentar sus situaciones determinantes,
dentro «del conjunto de relaciones sociales», con una cultura y unas
expectativas heredadas, y al modelar estas experiencias en formas culturales.
De modo que, al final, ningún modelo puede proporcionarnos lo que debe ser la
«verdadera» formación de clase en una determinada «etapa» del proceso…”vi. Thompson entiende por clase la
noción de un fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y
aparentemente desconectados en lo que se refiere tanto a la materia prima de la
experiencia, como a la
conciencia. Así como la clase estuvo presente en su formación
-en la digresión del historiador inglés- bien cabe al campesinado y la lucha de
La Vía Campesina ,
la sugerencia de su conformación política como acción ampliada de
re-constitución de un tipo subjetividad clasista e identitária, ligada al
reclamo anticolonial y anticapitalista histórico.
La problemática rural y los derechos
campesinos avanzan un paso fundamental a partir de esta Declaración, en tanto
la vieja lucha entre clases y sectores que acumulan riqueza y recursos
naturales, frente a los oprimidos y excluidos de la tierra, escribe un capítulo
más en el largo proceso de lucha social. La Vía Campesina internacional
al final y al cabo, asume que es lo que hace para cambiar lo que somos, en
medio de la noche neoliberal que afecta a todas las regiones rurales en la
actualidad.
Notas:
i Quijano,
A. (2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” en Lander, E
(comp.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales.
Perspectivas Latinoamericanas. CLACSO, Buenos Aires, Argentina. Recuperado en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/quijano.rtf (p. 122)
ii Korol,
C. (2016) “Somos tierra, semilla, rebeldía: mujeres, tierra y territorios en
América Latina” Buenos Aires: GRAIN.
iii https://viacampesina.org/es/la-via-campesina-el-consejo-de-derechos-humanos-de-las-naciones-unidas-aprueba-la-resolucion-relativa-a-la-declaracion-sobre-los-derechos-de-las-y-los-campesinxs-en-ginebra/
vi Thompson,
E. (1979) “Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis
de la sociedad preindustrial” Barcelona: Editorial Crítica.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247334
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