“La unidad que posee más valor es la unidad
interior de los y las de abajo”.
19 de octubre de 2018
Por Miguel Mazzeo
Presentamos una entrega del dossier “Alternativas populares en
debate” donde luchadores sociales e intelectuales críticos comparten su mirada,
el análisis y su pronóstico para el ciclo de luchas necesario para una
transformación profunda de la sociedad. Compartimos las opiniones de Miguel
Mazzeo *
4) ¿Con qué ejes políticos y
con quienes debería articularse el movimiento popular para enfrentar a la
derecha y poner en pie una alternativa anticapitalista? ¿Podría mencionar
medidas y/o propuestas concretas?
En primer lugar habría que realizar un balance de las experiencias
progresistas. Si no se reconocen las limitaciones congénitas del pacto
progresista, peor aún, si esas limitaciones se erigen en horizonte político, se
corre el riesgo de asumir posiciones fatalistas y conformistas. Un primer eje
sería romper con los sueños estandarizados y las fantasías políticas enlatadas.
Más allá de las articulaciones defensivas más amplias, de la
acción unitaria contra las políticas de ajuste, entrega y represión, será
fundamental construir la unidad política popular en torno a un proyecto y unas
prácticas que impulsen cambios de fondo. Construirla en torno a la lucha, la
imaginación, la democracia de base y la autonomía popular. Si la unidad gira en
torno a la construcción colectiva de un proyecto antiimperialista,
anticapitalista y antipatriarcal, seguramente se podrá enfrentar a la derecha
en las mejores condiciones posibles y, sobre todo, se podrá construir una base
más sólida (un sentido, una visión histórica) para encarar el ciclo subsiguiente.
La unidad que posee más valor es la unidad interior de los y las
de abajo. La unidad que coloca al conflicto en un piso más alto y no la que
busca conjurarlo. Ese es un momento disruptivo y estimulante de la unidad que
promueve las relaciones más genuinas y productivas. La unidad que se presenta
como superior al conflicto es un a unidad abstracta y está hecha a la imagen y
semejanza del poder.
En cuanto a las propuestas concretas, mencionamos sólo algunas en
un sentido muy general:
1) Salirse de la serie que hilvana falsas opciones: modelo
neoclásico o modelo keynesiano, modelo neoliberal o modelo neo-desarrollista,
capitalismo off-shore o capitalismo pos-neoliberal, gestión directa de los
asuntos de las clases dominantes o gestión mediada y negociada de los mismos.
2) Reconocer el carácter sistémico de la crisis del capital,
asumir que lidiamos con un sistema que incrementará sus rasgos depredadores.
3) Superar los condicionamientos estructurales y frenar el círculo
vicioso reproductor de la dependencia. El Estado deberá asumir un rol clave
en el desarrollo y el control de áreas estratégicas: servicios básicos,
infraestructura, comercio exterior e interior, etc., al tiempo que deberá
impulsar la consolidación de una amplia red de economía popular y espacios
reproductores de la vida, restauradores de los bienes comunes y de una cultura
material no capitalista y ecosocialista. Aunque se minimice el predominio en la
industria de sectores concentrados a manos del capital extranjero, aunque se
pase por alto su marginalidad en las cadenas globales de valor, aunque invada
la amnesia respecto de los compromisos extractivistas de los modelos
neo-desarrollistas, las políticas económicas del pacto progresista estuvieron
muy lejos del antiimperialismo y el nacionalismo que, en algunos casos,
declamó. El peso adquirido en las últimas décadas por el gran capital
transnacional muestra que estos gobiernos también se apartaron del
“nacionalismo empresarial”, o que en todo caso, este resultó impotente frente a
las tendencias macro-económicas globales.
4) Realizar profundas reformas en los planos agrario, tributario,
financiero y comunicacional; reformas que modifiquen las relaciones de
propiedad y las viejas lógicas. Se trata de reformas que, seguramente, exigirán
algo muy parecido a una revolución.
5) Priorizar la distribución primaria del ingreso por sobre la
redistribución secundaria, el acceso masivo a los bienes sociales
(tierra, vivienda, alimentación, salud, educación) más que el acceso a
los bienes de consumo individual.
6) Avanzar en una revolución cultural, en la
educación-emancipación política del pueblo, con el fin de liberar a las
conciencias de la colonización que les impone la mercantilización, el
consumismo, el utilitarismo y la individuación egocéntrica. Recuperar las
energías cognitivas del pueblo y la “plusvalía política” succionadas por el
capital. Vale tener presente que el capitalismo es un molde epistémico, es
decir: también es una forma de pensar el mundo, de aprehender la realidad y de
concebir la acción.
7) Auspiciar las culturas materiales y los vínculos solidarios y
cooperativos que se erigen en disidencias prácticas frente a la economía
capitalista y sus lógicas productivas, favoreciendo las formas del protagonismo
social directo y de la autonomía popular.
8) Asumir los ítems de la agenda propuesta por el movimiento de
mujeres: aborto legal, seguro y gratuito; separación de la iglesia del Estado,
etc.; con el fin de conquistar derechos civiles plenos y para recortar los
espacios materiales y simbólicos del heteropatriarcado. Las reivindicaciones
del movimiento de mujeres poseen carácter político estratégico dado que nos
convocan a desprivatizar y desenajenar.
9) Deslastrarse de las elites políticas que se constituyen en
intermediarias de un sistema al consideran definitivo e incuestionable y para
quienes la política se reduce a un debate en torno al grado de agresividad de
un mismo patrón de acumulación. Esto es, debemos superar las lógicas verticales
y las direcciones componedoras de los y las comisionistas del poder que buscan
administrar la lucha de clases para perpetuar sus beneficios de casta, de los
gestores y las gestoras de lo dado. Para esto se requiere organizaciones y
políticas que estén a la altura del desafío del proyecto civilizatorio propio y
alternativo (que asuman la cuestión del poder). Sólo así las experiencias de
los y las de abajo será auténtica praxis popular y no mero activismo plebeyo.
Con la mediación de punteros, fiolos, narcos y especies similares será
imposible avanzar en un proyecto popular. No son, precisamente, instancias
creadoras de comunidad ni favorecen los procesos de “empoderamiento” de los y
las de abajo.
10) Promover cambios sustanciales en las relaciones de fuerza,
para que las posiciones conquistadas por la clase trabajadora y el pueblo
adquieran solidez y sirvan de tarima para otras conquistas, para que sean
impermeables a las lógicas clientelares y prebendales desde arriba y para que
no queden atadas a los buenos oficios de una gestión sensible y piadosa.
5) ¿Qué rol juega la
institucionalidad democrática actual en la construcción de alternativas
populares?
Cada vez son más claros los signos que presentan a la
institucionalidad vigente como una trinchera de la reacción. Por eso es
cada vez más absurdo profesar el institucionalismo abstracto. Ciertas
instituciones se tornan monolíticas, se van delineando como espacios donde se
reproduce el verticalismo, el clientelismo, y los formatos mercantiles, de este
modo, disminuye su porosidad en relación a los intereses populares. Se puede
identificar una contradicción cada vez mayor entre las instituciones y la
democracia, entre la democracia como forma de gobierno y la democracia como
Política. Las instituciones típicas de la democracia liberal son cada vez menos
democráticas. Los parlamentos, el poder judicial, los medios de comunicación,
las estructuras sindicales, etc., se han consolidado como trincheras de los
grupos de poder, de la derecha, que puede darse el lujo de ser profundamente
antidemocrática invocando los procedimientos de la democracia. Por
eso es fundamental plantearse una transformación radical de las instituciones
para hacer posible la lucha por la democracia y el desarrollo de una
institucionalidad paralela para hacer posible la democracia. Hablamos de
una democracia radical, sustantiva, que modifique la racionalidad del sistema
de dominación.
El desarrollo de una democracia participativa y protagónica, la
conformación de un movimiento popular que ejerza el autogobierno desde abajo,
será uno de los pilares de la resistencia popular y el punto de apoyo de otras
iniciativas vinculadas a la democratización de la economía, el control popular
de los medios de producción, la construcción de sistemas económicos comunales,
etc..
Para desplegar una auténtica política nacional-popular y
democrática es una condición necesaria ir más allá de las instituciones del
Estado liberal. Los “golpes blandos” o las injusticias perpetradas por el poder
judicial, las operaciones destituyentes de los grandes monopolios que se escudan
en la “prensa libre”, demuestran que esas instituciones se vuelven en contra de
cualquier proceso popular, aunque sea tibio y moderado.
*Miguel Mazzeo. Profesor de Historia y Doctor en Ciencias
Sociales. Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad
de Lanús (UNLa). Escritor, autor de varios libros publicados en Argentina,
Venezuela, Chile y Perú. Participa en espacios de formación de movimientos
sociales y organizaciones populares de Argentina y Nuestra América. Colaborador
de los portales Contrahegemoníaweb, Resumen Latinoamericano ,
Rebelión y La Haine, entre otros.
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/la-unidad-que-posee-mas-valor-es-la-unidad-interior-de-los-y-las-de-abajo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario