Sólo cuando Macri deje
el gobierno
podrá ponerse la
economía en funcionamiento
15 de octubre de 2018
Por Horacio Rovelli (Rebelión)
La clave de una economía es su tasa de inversión, ésto es cuánto
de lo que se produce y/o se importa, se invierte en máquinas y equipos,
infraestructura, insumos, trabajadores y su capacitación, e innovación
tecnológica para que aumenten sostenidamente la cantidad de bienes y servicios.
Es más, técnicamente debe considerarse cuánto es el ahorro que se dispone
(riqueza que no se consume) para que se convierta en inversión.
La pregunta sería: ¿Porque no sucede en
Argentina, o sucede en algunos períodos y deficientemente? Y las respuestas son
dos y ligadas entre sí:
Uno
Gran parte del ahorro (en el lenguaje
“keynesiano”, atesoramiento) se fuga. Esto es, se convierte en moneda
extranjera y se va del país. En mayor o menor medida siempre fue así, por
ejemplo, la
Comisión Especial Investigadora de Fuga de Capitales de la
Cámara de Diputados de la Nación, conformada para investigar la salida de
divisas en el año 2001, estimó que el 60% de los fondos transferidos al
exterior durante ese año pertenecían a la cúpula empresarial (conformada por
las 200 empresas de mayor facturación del país).
En la misma línea, la Comisión Bicameral
investigadora de instrumentos bancarios y financieros destinados a facilitar la
evasión de tributos y la consecuente salida de divisas del país, que funcionó
durante el año 2015 en el Congreso de la Nación, halló una predilección de los
sectores empresarios a resguardar su riqueza en el exterior, buscando minimizar
el pago de impuestos y ocultar la titularidad de los fondos través de la
utilización de guaridas fiscales (1)
Dos
No existe en la actualidad en el país un
perfil productivo, esto es, saber qué bienes y servicios vamos a producir para
integrarnos al mundo e integrar la Nación; menos todavía, pensar cómo impacta
ese perfil definido sobre el trabajo y las restantes cadenas de valor.
Esto es así porque nuestra burguesía (sectores dominantes) tiene
una visión rentística y de corto plazo, solo invierte en aquello que le genera
altas tasas de ganancia, pero sin continuidad, esto es, pueden pasarse
rápidamente a otro negocio o actividad, de allí la prioridad que le dan a
convertir en divisas y fugarlas del país.
Esto explica la política económica de Macri,
primero en una alianza con el capital financiero internacional, que aprovechó
el retraso cambiario para convertir sus dólares en pesos y lucrar con las altas
tasas de interés y, una vez que consideró que había ganado lo suficiente, se
fue, dejando la deuda al pueblo argentino. Fracasada esa alianza, el gobierno
huérfano de ideas y de apoyo se aferra al FMI.
El FMI no tiene plan económico (y tampoco
tiene por qué tenerlo). Lo que prioriza es que se adopten todas las medidas de
ajuste del gasto público y del consumo interno para garantizar la generación de
un excedente financiero y cumplir con las obligaciones contraídas
El ajuste propiciado por el FMI y aceptado por
Cambiemos consiste en despedir empleados públicos y que disminuya su salario
real, frenar la obra púbica, reducir aún más los subsidios al transporte y a la
energía, no tener ni siquiera para abastecer de medicamentos o de instrumental
para la salud, degradar la educación pública, que las distintas
administraciones estatales no puedan ni siquiera pagar la luz, las
comunicaciones, etc., hecho que se genera con supuestos incumplibles de
crecimiento de los precios (para el año 2019 el proyecto de ley de Presupuesto
de la
Administración Nacional estima un Índice de Precio al
Consumidor anual del 34,8% y un dólar promedio de $ 40,1), entonces, al ir
agotándose las partidas, no se van a poder desarrollar los gastos necesarios
para la prestación de los servicios y de la obra estatal.
Todo esto potenciado por la reimplantación
desde el 1° de octubre de 2018 de la tablita de Martínez de Hoz, que implica un
dólar esperado que flotaría en una banda cambiaria entre un valor de $ 34 de
piso y $ 44 de techo, banda que se ajustará hacia arriba cada día a una tasa
equivalente al 3% mensual hasta diciembre de 2018 y luego se recalibraría (a
otra tasa o a la misma, en ese momento verán). Si el ajuste fuera siempre el 3%
mensual, todos los meses, quiere decir que el valor del dólar en diciembre de
2019 se incrementaría en 55,8%, y el valor del techo de la banda sería en
diciembre de 2019: $ 68,55.- (Y no $ 42 como supone el Proyecto de Ley de
Presupuesto de la
Administración Nacional de Cambiemos), con lo que les está
asegurando a los que quieren operar en dólares cual es el precio posible.
Esta nueva Tablita Cambiaria va acompañada por
la colocación de LELIQs (Letras de Liquidez del BCRA) a siete días, que abonan
una tasa anualizada del 71,9 al 74%, sirviendo de encaje (2) remunerado, pero
eso hace que las tasas activas (la que les cobran a los clientes de los bancos)
superen el 100% anual.
Por ende, las entidades financieras le prestan
mayormente al Estado Nacional y tratan desesperadamente de financiar su cartera
crediticia con lo que se pueden fondear, sabiendo que cuanto más se incrementan
las tasas de interés más se rompen las cadenas de pago, dado que la producción
y el comercio sufren confiscaciones de su capital por las tasas, con un mercado
que se achica a paso agigantado, con el consabido efecto dominó del freno del
nivel de actividad, cierre de establecimientos, suspensión y despido de
personal, deudas impagables e incremento de la mora bancaria, etc.
Es más, el mismo proceso recesivo hace que
descienda la recaudación tributaria, que en nuestro país está muy ligada al
consumo (IVA; Combustible; impuesto internos; etc.) y al nivel de actividad
(Impuesto a las Ganancias; impuestos a los débitos y créditos bancarios;
contribuciones personales y patronales al sistema previsional; etc.). Ante las
mayores tasas de interés, las empresas prefieren financiarse con no pagarle al
Fisco, lo que no solo pone en riesgo las metas de déficit, sino y
fundamentalmente, aminora el gasto público.
Esta historia ya la vivimos y siempre termina
mal. El Estado Nacional es el mayor tomador, el más seguro y el único que puede
pagar altas tasas por un tiempo (3), para después consolidar todas las deudas
con los Bancos. Cuando llegue el momento, le va a colocar un solo título
público, a tres o más años, tipo Plan Bónex. El 28 de diciembre de 1989, con
Erman González como ministro de Economía de Carlos Menem, se concretó un canje
compulsivo de todos los plazos fijos que superaban el millón de australes, a
cambio de bonos (denominados Bónex 89) que vencían diez años más tarde. La
confiscación alcanzó al 60% de la emisión de todo el dinero del Banco Central
(base monetaria), lo que provocó una fuerte recesión, producto de una
importante caída de la liquidez.
El otro apretón monetario fue el llamado
Efecto Tequila, tras la devaluación de México el 20 de diciembre de 1994 por
salida de capitales de ese país. El ministro argentino de aquella época,
Domingo Felipe Cavallo, sostenía que la Argentina no era México, dado que había
tipo de cambio fijo y convertibilidad de la moneda. Los bancos
locales habían tomado dólares en el mercado financiero (aunque si no eran
dólares, los bancos los contabilizaban igual como dólares) y habían prestado en
pesos y, las empresas extranjeras ordenaron a sus sucursales que se pasaran a
dólar a como dé lugar. Eso generó una corrida hacia la divisa norteamericana.
Lo que hizo Cavallo fue dejar subir la tasa de
interés de manera tal que el costo de oportunidad de comprar dólares era cada
vez más caro. Para eso funcionaba la convertibilidad, a medida que los bancos
le pedían al BCRA dólares para dárselos a los “ahorristas” que retiraban esos
depósitos de los bancos, absorbía dinero y por la ley de la oferta y la demanda
al haber cada vez menos dinero en el mercado la tasa subía sistemáticamente.
Pero el 14 de mayo de 1995 hubo elecciones
presidenciales y ganó Carlos Menem en la primera vuelta con el 49,94% de los
votos. El segundo, que fue el FREPASO, sacó menos del 30% y la UCR menos del
17%. Y Domingo Cavallo decía que iba haber “convertibilidad de un peso un dólar
hasta la eternidad”. Resultado, las mismas empresas extranjeras y los que
habían comprado dólares los tuvieron que vender para no pagar las altas tasas
de interés.
El corsé funcionó, pero el costo fue el cierre
de más de cien establecimientos industriales, otros tantos comercios, veinte
entidades financieras (Banco Cooperativo de Caseros, Banco Integrado
Departamental, Banco Austral, Banco Feigin, Banco Patricios, Banco Mayo, Banco
Federal, etc.) y la tasa de desocupación de mayo de 1995 fue del 18,5, la más
alta que se había tenido registro en toda la historia, hasta la crisis del año
2002.
Cuánto durará la recesión y cuándo se
producirá la crisis
En ese marco el gobierno de Cambiemos apuesta
a la recesión económica, a que se frene la actividad y con ello los precios, a
que la tasa de interés sea tan alta que obligue a los que tienen activos
(fundamentalmente dólares) a venderlos para hacerse de pesos, pero no saben, o
parecieran no saberlo, que eso tiene por un lado un rol acotado y, por el otro,
la capacidad de daño al empleo y a la producción nacional es siniestra.
Lo peor es que no tiene futuro. Entramos en
una recesión provocada por la impericia y la negligencia del gobierno de
Cambiemos y ahora tomada como mal menor ante la creciente combinación de
déficit fiscal y cuasi fiscal. Plantean aminorarlo con la reducción del gasto
público, sin contemplar el impacto que tiene el gasto fiscal en la demanda
(consumo) total y, por otra parte, que el mismo proceso recesivo hará caer la
recaudación, con lo que es probable que el déficit sea de similar magnitud,
pero con una economía descendiendo fuertemente.
Descenso que obviamente va a ser mayor que las
estimaciones corregidas por el FMI (“Las Américas, Una recuperación despareja”
– FMI Octubre de 2018) que predice un descenso del PIB del 2,6% para este año
2018 y del 1,9% para el año 2019. Por supuesto, nada dicen de la tasa de desocupación
esperada, porque no les interesa y porque el número sería mayor a los dos
dígitos de desempleo abierto este año y cerca del 15 o 16% para 2019.
Tampoco dicen que el 10 de octubre cesó
Metalúrgica Tandil. Que Alpargatas cerró sus fábricas en Catamarca y en La
Pampa y suspendió sus trabajadores sine
die en Tucumán, ofreciéndoles
planes de retiro. Que en esa provincia, unos días antes, había cerrado sus
puertas BGH y que Molinos Cañuelas abandonó su planta en Tucumán para
fusionarse (con menos empleados) en Salta.
Que la gran mayoría de las Pymes de la
industria, de la construcción y del comercio están asfixiadas por la
combinación de las tasas de interés, las tarifas y la falta de ventas. Así como
se dio a conocer la encuesta que realiza la consultora Willis Towers
Watson, que demuestra que una de cada dos empresas planea echar gente antes de
que termine el año, según datos que surgen de un relevamiento de septiembre de
2018, en el que entrevistó a 454 compañías presentes en la Argentina.
La recesión podrá frenar los precios y hasta
la suba del dólar, pero es peor el remedio que la enfermedad, los puestos de
trabajo perdidos, las cadenas de valor destruidas no se recomponen más. La
exclusión social y los planes y paliativos no pueden esconder el drama social
que generan.
Y nos preguntamos: ¿por qué un país que cuenta
con recursos naturales y energéticos, con una mano de obra disciplinada y
capacitada y que se puede capacitar más, condena a gran parte de su población a
la miseria, a “cruzar los brazos cuando el hambre viene”, solo para que una
minoría, que directamente no llega a ser el 2% de la población, se enriquezca y
fugue la riqueza que producimos todos?
El gobierno de Cambiemos especula que le
alcanzan para gobernar una política asistencial y la ayuda de los grandes
medios, que no difunden la realidad y pueden inventar nuevos entretenimientos
circenses, mientras que les concede a los centros urbanos precios y un dólar
sin grandes variaciones. Hasta pretende continuar tras las elecciones
nacionales de 2019.
Endeudaron al país llevando la deuda externa a
unos 400.000 millones de dólares, con exigencias de fuertes vencimientos por
títulos de muy corto plazo (LELIQs, LETES, LECAPs) cuando al 31 de diciembre de
2015 reconocían una deuda de 222.703 millones de dólares y el 60% era intra
sector público. No sabemos a ciencia cierta la deuda porque el Ministerio de
Economía y Finanzas no la informa, como tampoco difunde el “Borrador” acordado
con el FMI en septiembre pasado. Nos atan a los designios del FMI, provocan una
recesión de la que no se sabe cuándo y cómo se sale. Generan exclusión social y
marginalidad que nos denigran como sociedad y potencian la inseguridad y la
violencia.
Lo que no tienen en cuenta es que la paciencia
se agota, que no es fácil para un padre no poder enviar a su hijo a estudiar, o
saber a su vez que sus padres jubilados y pensionados no llegan a fin de mes y
no pueden comprar los medicamentos que necesitan, mientras la salud pública se
degrada. Que él mismo sufre el deterioro de su poder adquisitivo y que corre el
riesgo de quedarse sin trabajo.
El problema económico en la Argentina se
resuelve cuando Maurizio Macrì deje el gobierno, dada su manifiesta incapacidad
para ejercer el cargo. Que el próximo gobierno se comprometa ante la sociedad a
suspender todos los pagos de la deuda, estudiar su reestructuración con quita
de capital, desdolarizar las tarifas y aumentar por decreto los salarios y las
jubilaciones y pensiones. Con eso el país se vuelve a poner en funcionamiento,
se utiliza más y mejor su capacidad instalada e incluso se abren nuevamente los
establecimientos cerrados y generamos el país en que creyeron nuestros mayores.
Notas
1. Magdalena Rúa, “La Fuga de Capitales como
modo de acumulación de riqueza dela elites latinoamericanas” – del libro Elites y Captura del Estado, FLACSO
2. Es la parte de las imposiciones que reciben
los bancos y guardan como reaseguro de posibles retiros de depósitos
3. El déficit cuasi fiscal o del BCRA se suma
al déficit fiscal previsto en el presupuesto 2019 de la Administración Nacional
de un 3,3% del PIB. Según Balance del BCRA al 28 de septiembre de 2018
presenta:
340.
a) LEBACs (Letras del BCRA): $ 340.581 millones
341.
b) Pases pasivos: $ 35.319 millones
342.
c) LELIQs (Letras de Liquidez del BCRA): $ 432.851 millones
Total: Pasivo no monetario del BCRA: $ 808.751
millones
Pasivo financiero que en conjunto pagan una
tasa de interés que ronda el 70% anual o más, por ende, como mínimo eso
significa para el año que viene déficit del BCRA por $ 566.125,7 millones y al
tipo de cambio presupuestado de $ 40,10 representa unos 14.118 millones de
dólares (aproximadamente el 3,06% del PIB). Si se suma el déficit del BCRA al
fiscal previsto en el presupuesto nacional 2019 del 3,3% del PIB, estamos
diciendo que el déficit estatal total del año que viene es del 6,36% del PIB,
con un déficit similar cerró el año 1988 el gobierno de Raúl Alfonsín.
Horacio Rovelli. Licenciado en Economía,
profesor de Política Económica y de Instituciones Monetarias e Integración
Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA Fue Director
Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y Finanzas
de la Nación.
Analista senior asociado al Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE).
Publicado en cohetealaluna.com
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