Guatemala:
Declaración de Iximulew
22 de octubre
de 2018
Encuentro de Sabias y Sabios de Semillas y
otros Saberes Tradicionales de México, Centroamérica, Ecuador y Colombia. "Las semillas son la base
fundamental del sustento de los pueblos. Si hoy podemos alimentarnos y
nutrirnos de la agricultura gozando de los sabores y la cocina, si podemos
alimentarnos y sustentar a la humanidad, es porque los pueblos las cuidan, las
comparten y buscan que las semillas sigan fluyendo."
Desde Chimaltenango, Guatemala, los pueblos
wixaritari, tseltal y zapoteca de México, k'iché, kaqchikel, achi', tz'utujil,
mam y q'eqchíl de Guatemala, comunidades campesinas de El Salvador, el pueblo
lenca de Honduras, comunidades campesinas de Nicaragua, el pueblo bri-bri de
Costa Rica, el pueblo kuna de Panamá, el Resguardo de Purasé y su pueblo
kokonuko y las comunidades campesinas de Nariño y Santander de Colombia, el
pueblo quichua de Ecuador, que somos cultura viva cuyas raíces siguen siendo
fuertes y profundas, y que se expresa en el cuidado de la Madre Tierra , la
crianza mutua del territorio en estrecha relación con los bienes y ámbitos
comunes reivindicamos nuestra presencia ancestral y contemporánea ante el mundo
entero. Somos hijas e hijos del maíz, somos pueblos de maíz.
Estos cuidados son nuestras formas de cultivo
y alimentación tradicional, nuestros saberes, prácticas, sanación y partería
tradicional, nuestros gobiernos tradicionales y de organización comunitaria que
incluye la resolución de conflictos y la aplicación de la justicia de modo
autónomo, nuestra relación con el territorio y los seres naturales y
espirituales (incluidos nuestros ancestros) que lo conforman, nuestra lectura
de los tiempos, de las lunas y de la densidad de las aguas; nuestras
tradiciones y saberes expresados en el diseño de textiles, la cerámica, el
vestuario, desde nuestra cosmovisión. Todos estos elementos, que configuran el
tejido y complejidad de nuestro territorio, nos han permitido fundar nuestra
vida comunitaria, nuestra permanencia milenaria, el mantener el legado de
nuestras abuelas y abuelos, y el seguir soñando con la diversidad del mundo en
condiciones de justicia y vida digna. Ésta es nuestra confianza y nuestro
orgullo: nuestro modo de mirar la vida cuidando el equilibrio y la
supervivencia futura de nuestro planeta.
Hace miles de años que las sociedades humanas
hemos crecido en crianza mutua con nuestros cultivos y nuestras semillas. Éstas
son obra y parte de la historia de los pueblos y sus sistemas de saberes. Son
más de 8 mil años de trabajo, experimentación y creatividad, y una interminable
conversación colectiva con todos sus varios cuidados. Esa crianza mutua
promovió formas específicas de cultivar y compartir visiones del mundo, de
alimentación, de sanación, de partería, prácticas ligadas a normas
comunitarias, responsabilidades, obligaciones y derechos.
La libertad de las semillas depende de la
responsabilidad de los pueblos y comunidades que las defienden y mantienen,
para cuidarlas y gozar de los bienes que nos brindan.
Las semillas son la base fundamental del
sustento de los pueblos. Si hoy podemos alimentarnos y nutrirnos de la
agricultura gozando de los sabores y la cocina, si podemos alimentarnos y
sustentar a la humanidad, es porque los pueblos las cuidan, las comparten y
buscan que las semillas sigan fluyendo.
Hoy hay un asalto renovado y cada vez más
fuerte sobre las semillas (nuestro legado de la biodiversidad agrícola) y los
saberes que les dan sentido, incluidos los complementos de saberes relacionados
con el cuidado de nuestros animales.
Este ataque que pretende acabar con la
agricultura campesina y originaria, acabar con la producción independiente de
alimentos. Teniendo una soberanía alimentaria plena no sería tan fácil
convertirnos en mano de obra barata y dependiente, en gente sin territorio y
sin historia. Es una cruzada política y tecnocrática coordinada, para
imponernos leyes y reglamentos uniformes y rígidos en favor de patentes y
“derechos de obtención” para intereses privados. Hay un empeño en desacreditar
nuestras prácticas históricas, nuestros saberes ancestrales indígenas
campesinos, todos aquellos cuidados con los que resolvemos lo que más nos
importa, porque les es crucial fragilizarnos, hacernos dependientes e incluso
criminalizarnos, reprimirnos, encarcelarnos, desaparecernos, asesinarnos si
decidimos no aceptar sus imposiciones y persecuciones.
El centro más visible del ataque a las semillas
y a lo que significan es la propiedad intelectual, son las llamadas leyes de
derechos de obtentor o leyes UPOV, pero también las leyes de certificación, los
registros de variedades y las leyes de comercialización.
De lo que se trata es de legalizar el abuso,
el despojo y la devastación irresponsable. La privatización y el despojo
se apoyan en otras normas que hoy nos imponen: normas de inocuidad alimentaria,
normas de certificación de productores y ecosistemas, las mal llamadas buenas
prácticas agrícolas, las nuevas oleadas de la Revolución Verde ,
los paquetes de agroquímicos, las normas fitosanitarias, los programas de
servicios ambientales, los programas de desarrollo y financiamiento agrícola,
la introducción de nuevas tecnologías y especialmente los transgénicos y la
amenaza de la introducción de cultivos Terminator, la biología sintética, los
encadenamientos productivos, la agricultura por contrato, los planes de
ordenamiento territorial, los servicios ambientales y otras falsas soluciones a
las crisis climáticas, las asociaciones con grandes empresarios, las Zonas
Económicas Especiales.
Todo este desprecio es en realidad una guerra
contra la subsistencia de los pueblos. Las corporaciones, los Estados y
organismos internacionales, en aras del capitalismo, que nuestras posibilidades
de resistir se debiliten, que abandonemos nuestros oficios y labores, nuestras
tierras y nuestros territorios para dejar el campo libre al acaparamiento de
nuestros ecosistemas.
Esta expulsión se expresa de una manera
dramática en las caravanas de migrantes centroamericanos que surcan las
carreteras como verdaderos expulsados de su vida por las empresas y gobiernos
que les robaron el horizonte de su historia. Hoy buscan en esa caravana, nuevos
horizontes para sobrevivir y volver a existir.
Las empresas quieren campo para instalar
sumideros de desechos urbanos y tóxicos, apropiarse de todas las fuentes de
agua o contaminarlas por su uso irresponsable y acaparador, imponer un sistema
de extracción de minerales y energía eléctrica, eólica y solar a gran escala, y
un sistema agroalimentario industrial basado en la explotación de los bosques,
los monocultivos de árboles y materias primas para productos comestibles ultra
procesados, productos industriales y agrocombustibles.
Para ello han diseñado tratados de libre
comercio que activan sistemas de
normas y regulaciones que abren margen de maniobra para las empresas y frenan
la posibilidad de que la gente obtenga justicia.
Frente a ello, los pueblos originarios, con
nuestra presencia ancestral, quienes reivindicamos nuestra relación con los
seres naturales y espirituales, tenemos el deber y el derecho colectivo e
histórico de recuperar, fortalecer y mantener el cuidado y la protección de
nuestras formas de vida indígena y campesina, de nuestros saberes y derecho
propio, nuestra autonomía y por ende nuestras formas de gobierno, nuestras
leyes naturales o de origen, nuestros sistemas de sanación, partería y
educación, nuestros cuidados del territorio, nuestras asambleas y nuestros
autoridades propias, nuestras semillas nativas y nuestra agricultura
tradicional campesina.
Es una responsabilidad que hemos asumido sin
dudar: en todo el continente se multiplican las luchas en defensa de nuestros
territorios ante el embate de las corporaciones y los contratos con los que nos
quieren someter. Como corazón de la resistencia siguen estando las semillas en
manos de los pueblos. Seguimos empeñados en resistir el despojo que viene de
toda forma de propiedad intelectual y de las privatizaciones, seguiremos
defendiendo nuestra vida ante los tratados de libre comercio y ante las
políticas públicas que buscan desaparecernos o hacernos mano de obra semi
esclavizada en los invernaderos del monocultivo y expulsada de su territorio.
Seguiremos cuidando, intercambiando semillas y
saberes, seguiremos sembrando nuestro maíz y nuestras milpas, parcelas y
chacras en toda su biodiversidad agrícola, y enseñando a nuevas generaciones
cómo cultivarlas y mantenerlas. Producir nuestros propios alimentos, resolver
con nuestros propios medios lo que más nos importa, nos permite la libertad
necesaria para defender nuestros ámbitos y cuidados comunes, nuestras asambleas
y nuestras autoridades.
Estamos comprometidas y comprometidos con la
cultura que nos legaron nuestros abuelos, con nuestro planeta y los bienes
naturales y seres espirituales de nuestro territorio con la vida de hoy y
del futuro.
Reivindicamos y reafirmamos el papel
fundamental que han tenido y tienen las mujeres en nuestra vida, por lo que
estamos decididas y decididos a transformar las relaciones hacia plenas
condiciones de equidad y de igualdad, comprometiéndonos a erradicar el
patriarcado y todas sus expresiones de violencia.
También reivindicamos la presencia y crucial
importancia de nuestros jóvenes y niños y niñas, verdadera riqueza del presente
y el futuro, herederos de nuestra lucha y dignidad.
Nos declaramos en desobediencia civil contra
tratados, convenios y leyes que fomentan el despojo de los bienes comunes y de
los saberes de nuestros pueblos.
Saludamos la dignidad de las personas que han
sido encarceladas por defender su historia, su territorio y la vida de sus
hermanas y hermanos. Sabemos que estar en prisión es la demostración de su
fidelidad a las luchas en que están empeñadas. Va nuestro corazón a su esfuerzo
y entereza.
Nos negamos a cualquier imposición de
decisiones.
Defendemos nuestros territorios libres de
transgénicos, agro tóxicos, y propiedad intelectual.
Reivindicamos el reconocimiento y respeto a
las decisiones de los pueblos, y reclamamos el ejercicio del consentimiento o
negativa previa, libre e informada, apelando a nuestra libre determinación y
autonomía.
Los pueblos originarios en resistencia,
guardianes de las semillas, volveremos por miles. Desde nuestras raíces
germinará nuestra presencia.
Encuentro de Sabias y Sabios de Semillas y otros Saberes
Tradicionales
de México, Centroamérica, Ecuador y Colombia,
Iximulew (Tierra del Maíz)-Guatemala, 18 de octubre de 2018
Algunos fragmentos de este documento fueron
extraídos de la Declaración de Yvapuruvú, en Paraguay (18 de octubre de 2013) y
de la Declaración de Durban, Sudáfrica (29 de noviembre de 2015) ambas,
documentos de reivindicación de las semillas nativas que reconocemos y
reafirmamos.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/Guatemala-Declaracion-de-Iximulew
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