Venezuela: La convocatoria de la Constituyente
sólo corre la arruga de la grave crisis
5 de junio de 2017
Por
Aram Aharonian
Hace un mes hablábamos de que el llamado a una
Asamblea Constituyente era una huida hacia adelante, con lo que el
gobierno intentaría solucionar los conflictos con actitudes que si
bien parecen resolutivas, en realidad no hacen más que posponerlos.
Por supuesto que el que huye hacia delante nunca cree que está
posponiendo el problema sino solucionándolo.
Pero para ir solucionando el problema, debiera ir desactivando las bombas instaladas en la médula de la problemática. No se puede ver lo que ocurre hoy en ningún país con la mirada y las herramientas de la guerra fría y, por ende, no basta con declararse de izquierda, socialista o revolucionario, antiimperialista o enfrentado a Estados Unidos, para contar con el apoyo interno e internacional al proceso venezolano y legitimar un discurso trasvestido de revolucionario, lleno de consignas y falto de ideas y/o propuestas.
Como boxeador contra el encordado por la escalada
insurreccional, el gobierno usó las mismas cuerdas para escapar del
castigo, descentrando la ofensiva de la derecha que pretendía
obtener resultados al cortísimo plazo, con una convocatoria a la
Constituyente, una maniobra distraccionista que puso a la defensiva
política y discursiva a la oposición.
El llamado es interpretado también como una respuesta
defensiva frente a las elecciones anticipadas que exige la derecha,
una alternativa ante el chantaje de comicios ficticios que promueve
la oposición, en medio de la guerra económica y la provocación y el
terror callejeros, sin propuestas legítimas, y mucho menos
democráticas. La derecha radical no busca elecciones ni referendo y
menos aún el respeto a la Constitución, sino la salida de Maduro por
cualquier vía: destitución, dimisión, golpe, asesinato.
Insisten en un “gobierno de transición” al estilo
Michel Temer, donde sin apego a ninguna regla, puedan hacer el
trabajo sucio y amargo de los ajustes económicos y la limpieza
política (léase reducción de la dirigencia pero sobre la simbología
chavista). Este es el discurso que viene desde el exilio dorado de
Miami, subestimado en el país por ridículo, pero que repite las
consignas de los retrógrados republicanos que están hoy en el poder
en Estados Unidos.
“Promueven comicios al estilo de Colombia, donde
entre voto y voto hay centenares de militantes populares asesinados.
Pretenden una concurrencia a las urnas semejante a Honduras, es
decir, bajo el paraguas del crimen de Berta Cáceres. Demandan el
tipo de votaciones que imperan en México, entre cadáveres de
periodistas, estudiantes y docentes. Sería un terrible error sumarse
a un planteo que intenta utilizar las elecciones para preparar el
cementerio de los chavistas”, señala el economista argentino Claudio
Katz.
La convocatoria a la Constituyente puede ser un
camino para retomar la iniciativa popular e implica un giro por
parte del gobierno que hasta ahora restringía la confrontación al
ámbito burocrático de un poder del Estado contra otro, el choque por
arriba del Ejecutivo contra el Legislativo o del Tribunal Supremo de
Justicia contra la Asamblea Nacional.
Nadie puede ignorar los intereses geopolíticos en
juego para (intentar) entender lo que ocurre. Ya desde el comienzo
del gobierno de Hugo Chávez (1999, y claramente en el apoyo del
Golpe de Estado de 2002), no solamente en los proceso de apoyo
político sino principalmente en el financiamiento de los sectores
más radicales de la oposición, ha habido apoyo financiero, político,
entrenamiento, de las redes del terrorismo mediático, a través de
ONGs, fundaciones, y gobiernos extranjeros.
Hay, sin tapujos, una injerencia directa de los
Departamento de Estado y de Defensa del gobierno de Estados Unidos y
de connotados legisladores (como Marcos Rubio y Bob Menéndez) y por
otra parte del uribismo, el paramilitarismo y los grandes “cacaos”
colombianos. Y hay una campaña desmedida, de terror mediático,
desarrollada a través de los medios internacionales, en especial los
estadounidenses, españoles y colombianos, como voceros principales
del descrédito del gobierno de Maduro, lo que deja en claro que
existen planes bien orquestados y teledirigidos desde hace 18 años.
Hay sectores radicales de la derecha bien financiados
para evitar que esta experiencia del chavismo termine simplemente
como una derrota electoral, porque ello significaría que quedaría
como una experiencia de organización, de expectativas, de esperanzas
bien asentada en el imaginario del pueblo.
“Esto para este sector no puede sobrevivir, para este
sector esto requiere aplastamiento, exterminio. Un escarmiento de
manera tal que este imaginario de la posibilidad de cambio quede
negado. Y si además de eso sabemos que en este sector extremista
esta la incidencia internacional y está como se ubica Venezuela en
la geopolítica global, queda claro que esta violencia tiene
características estructurales, está claro que esta violencia es
extraordinariamente difícil de desmontar. Porque estas condiciones
cierran enormemente las condiciones para el diálogo. No es
simplemente un desborde, hay sectores que buscan esta violencia como
objetivo”, señala el sociólogo Edgardo Lander, opositor a la
Constituyente.
Hay quienes sostienen que el sector extremista de la
oposición tiene una incidencia coyuntural fuerte, pero marginal en
el largo plazo. Pero la realidad muestra que este sector es el que
dirige a la oposición y detrás de él se alinean todos los grupos
socialdemócratas (adecos, masistas) y democristianos (incluidos los
íntimamente ligados a la jerarquía católica), quienes se benefician
políticamente de los avances políticos que puede generar la
violencia.
Pero en esa huida hacia adelante, las bombas siguen
activadas. No hay posibilidad de ninguna solución sin el
reconocimiento del otro, de la llamada otredad. La huida hacia
adelante debiera conllevar mecanismos de relación, de diálogo, del
reconocimiento de que no son dos bloques homogéneos, a pesar de que
se quiere construir el imaginario colectivo de una polarización
entre dos bloques. En definitiva, hay que reconocer que hay una
crisis de hegemonía, tal como lo definió Antonio Gramsci.
Hay necesidad no sólo hablar del “conflicto” sino
saber cuáles son sus causas y sus consecuencias. E intervenir sobre
ellas. La inmensa mayoría del país quiere evitar una guerra civil,
anunciada con bombos y platillos por derecha e izquierda. Es más,
está ocupada en su diaria subsistencia, en escapar de la inflación,
conseguir alimentos y medicinas.
Dentro de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD)
hay muchos que afirman que están siendo chantajeados por estos
sectores financiados y empujados por la política de Estados Unidos,
y que no encuentran cómo desprenderse de ese chantaje (muchos ni
siquiera parecen intentarlo seriamente). Del lado del gobierno
también se nota un resquebrajamiento y es notorio el comportamiento
disidente de la Fiscal General y de algunos magistrados del Tribunal
Supremo de Justicia en relación al llamado y a la forma y el
contenido de la convocatoria a la Constituyente.
Para el sociólogo chavista Javier Biardeau este
conflicto podría llevar al país entre una pendiente autoritaria, por
parte del Gobierno, y una salida no pacífica ni democrática, por
parte de la oposición. Asoma un hecho desencadenante de violencia
masiva que pueda generar salidas caóticas con una guerra no
convencional y con una fractura militar. Los escenarios de solución
pasan, necesariamente, por un nuevo diálogo donde se extraiga el
liderazgo político fanatizado y se siente un “conclave”, donde ve al
Papa como el único actor posible para pacificar y apaciguar a
Venezuela.
Desde los análisis de los llamados colectivos
chavistas, la Fiscal General aviva el fuego cuando éste está
mermando y da sustento al relato de la derecha en busca de una
salida para nada democrática, ni limpia, y mucho menos ética. O sea,
señalan, quemó la oportunidad de aparecer como balance necesario en
una actitud de disidencia oportunista, dentro de una fractura en
medio de una paralela lucha de grupos e intereses dentro de la
dirigencia oficial...
Las bombas de la inseguridad, el desabastecimiento,
la seguridad sanitaria siguen activadas. Hay que entender por qué
pasa lo que está pasando, el descontento creciente, provocado por la
situación económica, la escasez, los temas de la inseguridad…Hay
sectores de la oposición que no quieren ser instrumentos de esta
política fascista, que usa a los jóvenes como carne de cañón. Hay
expresiones del chavismo crítico (autodenominados con este nombre,
precisamente), gente en el gobierno y en la Fuerza Armada que
tampoco está conforme con el papel que les hacen desempeñar.
Paralelo a la polarización –resultado natural de las
contradicciones y de la confrontación por la riqueza y por el poder
político- y la radicalización política de los últimos años,
progresivamente se ha ido incubando la violencia, abierta u oculta,
y la ciudadanía, acorde a las características de la coyuntura
confrontacional, está sometida a diferentes tipos de violencia:
física, psicológica, emocional, mediática, culturales, señala la
socióloga Maryclén Stelling.
Se transitan procesos complejos, dinámicos y
cambiantes, dolorosos y vergonzosos que conducen a un clima
emocional de impotencia, en el que la violencia puede constituirse
en algo natural y fatal. Son tiempos sombríos de apatía y
desesperanza que engendran una peligrosa indiferencia ciudadana,
suerte de banalización sanadora de la acción destructiva y la
violencia en su forma límite, la violencia homicida. Es el momento
de reflexionar sobre la naturalización de la violencia que amenaza
con instaurarse social y culturalmente en la Venezuela actual,
añade.
En 50 días se registraron más de seis decenas de
muertes, más de 200 heridos, y 600 millones de bolívares en
pérdidas, producto de actos de saqueo y vandalismo donde destaca la
violencia irracional contra hospitales y centros de salud. En medio
de este terrorismo que sí transmite a diario la televisión
internacional, hace falta hacer una pausa para analizar las
condiciones estructurales que la incubaron, aquellas que la
mantienen y reproducen, además de las razones morales que
supuestamente la justifican.
La Reforma
Los analistas señalan que se diseñó una ingeniería
electoral para convertir al bolivarianismo en una mayoría en la
Asamblea Constituyente, a través de dos vías fundamentales: la
representación territorial, (con una sobrerrepresentación a las
zonas rurales) y otra de carácter corporativo. Más allá de las
formas, del procedimiento para su llamado, está el tema del
contenido, porque se supone que es una Constituyente
plenipotenciaria, pero ya se le están fijando los temas que debe
aprobar.
Por ejemplo, Maduro ha dicho que no le alcanzan los
poderes que tiene, Elías Jaua que éste es un Estado indefenso frente
a la ofensiva de la oposición y que requiere instrumentos
constitucionales para defenderse. Una pregunta que queda en al aire
es si tiene sentido el anuncio de que el 10 de diciembre se
realizarán las elecciones de gobernadores y autoridades locales, si
ya va estar en funcionamiento una Constituyente que al ser
plenipotenciaria podría decidir que la nueva estructura del Estado
no tendrá gobernadores.
Los asesores socialdemócratas del gobierno de Maduro
con este llamamiento buscan revigorizar el imaginario chavista
popular, de recuperar el espíritu de lo desde abajo, porque se trata
de una Constituyente feminista, ecológica, indígena, de las comunas,
etcétera. Los que están en contra del llamado constituyente,
tratarán de deslegitimarlo, apuntar a las fracturas que existen en
el gobierno, en las fuerzas armadas, y que por la vía de
desgajamientos, el Ejecutivo llegue a la conclusión de que no puede
seguir adelante.
Pero, por ejemplo, Roberto Viciano y Rubén Martínez
Dalmau, profesores de Derecho Constitucional de la Universitat de
Valéncia y administradores del negocio de la CEP de asesoría
socialdemócrata, quienes colaboraron en la redacción de la
Constitución de 1999, señalan que la convocatoria, de producirse sin
consultar al pueblo, “sería un nuevo atentado a la voluntad
democrática del mismo”.
Hay que destacar, asimismo que corrientes de
izquierda de Venezuela con planteos críticos, llaman a participar en
la Asamblea cuestionando los manejos burocráticos y convocando a
potenciar la dinámica de las comunas.
Difícilmente saldrá algo bueno, si se trata de una
Constituyente unilateral. Si la forma de convocar, de integrar la
Asamblea, de funcionar, de ratificar las decisiones de la misma, se
hace desde la perspectiva e intereses de uno de los actores, el
conflicto político se seguirá reforzando. Dentro de las bases
chavistas hay sectores que apoyan la salida constituyente, pero
condicionando su apoyo a urgentes correcciones en el rumbo. Son muy
críticos de la corrupción pública, la ineficiencia gubernamental y
la falta de revolución.
Sin desactivar las bombas, sin medidas drásticas en
el plano económico-social y de seguridad ciudadana, la Constituyente
puede ser una huida sin destino. Mientras los capitalistas manipulan
las divisas, provocan el desmoronamiento de la economía, disparan la
inflación, manejan los bienes importados y desabastecen la provisión
de bienes básicos, el gobierno ha mostrado ser tolerante o
impotente, pasivo, ineficiente, ineficaz, tolerante con la
corrupción y con los millonarios travestidos de chavistas.
Quizá sea hora de atacar el desaguiso económico con
la nacionalización de los bancos, el comercio exterior, la
expropiación de los saboteadores, la prisión de los corruptos, como
sugería el economista Simón Andrés Zúñiga. Dejar de huir y retomar
el camino de la revolución: si no, será muy difícil recuperar el
acompañamiento popular.
*Periodista, comunicólogo, magister en Integración,
codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), presidente de
la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)
http://www.alainet.org/es/articulo/185940
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