Estados neocoloniales
y
el 12 de octubre
12 de octubre de 2017
Por Jesus González Pazos (Rebelión)
Ahora que no está de moda, hablemos un poco de
colonialismo. Muchos pensarán que es un asunto pasado, histórico, y que buena
gana de desperdiciar el tiempo con temas como éste; sin embargo, mantendremos
en este texto que hoy un número muy elevado de pueblos y sectores sociales
viven aún situaciones que podemos calificar como coloniales, aunque con
evidentes matices, y alguna diferencia, sobre lo que la historia política nos
contó en relación a los siglos anteriores. Precisamente, esa historia, cargada
de evidentes connotaciones ideológicas, nos enseña que, salvo contadas
excepciones, para las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo XX podemos
dar por finalizado el amplio periodo caracterizado por el colonialismo. Ese
sistema de dominación que, principalmente, ejerció Europa durante los últimos
300 o 500 años (según continente) sobre la mayor parte del mundo.
Si fijamos nuestra mirada en América Latina
esa misma historiografía que señala una fecha esencial en 1492, y en
complementariedad con las ideologías dominantes en la mayor parte del
continente, establece en hace más menos 200 años el final de la era colonial.
La misma se produciría, tras las guerras con la corona española, con las
proclamaciones de independencia de la mayoría de las repúblicas que hoy
conocemos y que dividen ese continente.
En directa relación, el colonialismo es
definido como aquel sistema económico y político de dominación ejercido por un
país extranjero sobre un determinado territorio. Dominación que se traduce en
control social, político y militar, y generalmente orientado a la explotación
económica de dicho espacio territorial y de sus pueblos.
Hasta aquí la consideración de que, quizás con
pequeños matices, pero habría un acuerdo bastante generalizado sobre la
cuestión de lo que fue el colonialismo. Sin embargo, también ahí empezarían
otras lecturas bien interesantes y necesarias para explicarnos el mundo hoy en
ciertos aspectos importantes. Especialmente en América Latina, diversas corrientes
políticas han planteado en las últimas décadas que no es del todo verdad que
este sistema de dominación se pudiera dar por finalizado a partir de los
procesos independentistas de hace 200 años. Al contrario, se cerró una fase o
etapa del mismo, pero se abrió otra que aún perdura. La cierta independencia
política no necesariamente trajo consigo la ruptura de la dependencia colonial
de las grandes mayorías de este continente y la casi totalidad de las
estructuras políticas, económicas y sociales coloniales se mantuvieron
intactas, con simples cambios de los protagonistas en su cúspide.
Y así, estas corrientes de pensamiento plantean hoy una relectura
histórica que contempla la existencia de dos modos de ejercer ese modelo de
dominación. De una parte, un “colonialismo interno”, en referencia a la
relación establecida entre el estado republicano y los pueblos indígenas o afrodescendientes;
por otra parte, un evidente neocolonialismo, dada la relación del estado
oligárquico (gobierno de unos pocos, generalmente pertenecientes a la clase más
privilegiada) hacia las grandes mayorías empobrecidas y dominadas por esas
élites político-económicas.
Si empezamos por reconocer que las guerras de
independencia de las colonias españolas, francesas o portuguesas no dieron
lugar sino a un cambio de élites dominantes, sería el primer paso para
adentrarse en esos nuevos conceptos de estados neocoloniales en las dos
direcciones anteriormente apuntadas. Las oligarquías blancas y criollas se puede
afirmar que establecieron a lo largo de estos dos últimos siglos una especie de
estado dentro del estado. Entidad que se regiría en lo ideológico y prácticamente
en todas sus actuaciones por el racismo, el patriarcado y el liberalismo
económico. Centrado por tanto en la explotación máxima de los recursos y bienes
naturales, así como de las personas y grupos humanos diferenciados, con
especial incidencia sobre las mujeres y pueblos indígenas, ya por su
empobrecimiento, ya por su pertenencia étnica-cultural.
Caminar hoy por la mayoría de países de
América Latina (intuimos que en parecidos términos por África o Asia) es
observar un continium de reproducción de esa lógica de dominación. Unas pocas
familias en cada país disfrutan de todos los privilegios y del ejercicio del
poder (oligarquías). Su nivel de vida puede quintuplicar el del resto de la
población del país, que lucha día a día por sobrevivir. Sus hijos e hijas se
educan en las universidades de EE.UU., su salud es atendida en clínicas
privadas o se divierten en viajes a Europa; mientras los hijos e hijas de las
grandes mayorías malviven en las enfermedades y la miseria, no disponen ni de
aulas ni profesorado adecuado y se ven obligados a trabajar desde los 8, 10 o
12 años para poder aportar algo a la familia. Y esto no es una excepción en los países
más empobrecidos, sino una constante que recorre el continente. Esta es una
realidad evidente y no propia de un cuento, porque nunca acaba bien. En
Guatemala, por ejemplo, hoy se habla del G-8 y no se refieren a los países más
ricos del mundo, sino literalmente a las ocho grandes familias en las que se
concentra la mayor parte de la riqueza y poder político y económico de un país
con más de 15 millones de habitantes, y donde más del 50% malvive en
situaciones de empobrecimiento. Un país donde, por ejemplo, se construyen un
número exagerado de centrales hidroeléctricas, sin consultar a la población
dueña de esas tierras, población que ni tan siquiera tendrá luz eléctrica en
sus casas, pues ésta irá destinada a grandes complejos mineros,
infraestructuras u otros grandes planes de la clase económica dominante. Por
ello, utilizamos el término empobrecimiento, en vez del más popular de pobreza,
precisamente porque esta situación es resultado del sistema neocolonial de
dominación donde unos se enriquecen brutalmente a costa de esas grandes
mayorías permanentemente empobrecidas. Y es por eso que el envoltorio, el que proclama
que estas repúblicas hoy viven en sistemas democráticos, se queda solo en eso,
en un bonito papel que oculta el duro interior del paquete, donde se siguen
reproduciendo los sistemas de dominación de profunda raíz colonial (clasismo,
machismo y racismo).
Es por todo ello también por lo que un estado
(sus élites) podría ser denominado como extranjero y dominante del espacio
colonial en el que hoy estos grupos de poder han convertido a la práctica
totalidad de sus países. Extranjero que aunque se defina como guatemalteco,
colombiano o peruano, estudia en inglés, disfruta de largas estancias en Miami
o Los Ángeles y sus riquezas están en un sinfín de paraísos fiscales, además de
los bienes inmuebles que, como fincas y otras propiedades, se reparten en latifundios
coloniales por todo el país, por toda su colonia.
Extranjero que, además, hoy se alía con otros
muy reales poderes coloniales, como son las empresas transnacionales
(nuevamente españolas, francesas, aunque ahora también estadounidenses,
canadienses, etc.).
Estas empresas (mineras, forestales, hidroeléctricas,
hidrocarburíferas, agroindustriales…) entran en los países de la mano de las
oligarquías locales y con la cobertura del estado para la explotación de los
recursos naturales de territorios que, como las viejas fuerzas coloniales, son
considerados casi como tierras vacías, sin dueños y, por lo tanto, libres para
su apropiación y explotación; se llevaran ingentes beneficios y dejaran
destrucción medioambiental, contaminación y más miseria. Así, respecto a los
dos tipos antes citados de colonialismo hoy existentes, es necesario añadir,
denunciar y subrayar el papel agravante que sobre ambos ejercen las actuaciones
de las transnacionales. Y afirmar que esta alianza establece los modos de
dominación y explotación de territorios, pueblos y personas, recuperando y
reproduciendo en gran medida el viejo modelo colonial.
Por todo ello, teniendo en estos días muy presente la fecha del 12
de octubre, es por lo que es más necesario que nunca hacer un ejercicio de
reflexión sobre las lógicas de dominación que se siguen produciendo en este
mundo, en el marco del sistema neoliberal y que se traduce en nuevos modos de
colonialismo.
Jesus González Pazos. Miembro de Mugarik Gabe.
Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232683
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