A 248 años de su
natalicio
Simón Rodríguez,
educador popular americano
31 de octubre de 2017
“Tratar de armarnos de una visión jánica necesaria hoy, aquella
visión del Dios Mitológico Jano, quién tenía una cara hacia el pasado y otra
cara hacia el futuro. Así los venezolanos de hoy tenemos que mirar el pasado
para desentrañar los misterios del futuro, que resolver las fórmulas para
solucionar el gran drama venezolano de hoy”. (Hugo Chávez)
“En esto han de pensar los americanos no en
pelear unos con otros”
Fue lo que escribió Simón Rodríguez como
epígrafe en bastardilla, debajo del título Sociedades
americanas en 1828. (Arequipa)
Lo que no logró hacer en Bogotá, en
Chuquisaca, quedaría en aquellas páginas. Alguien lo descubriría. Ni siquiera
puso el nombre del autor.
CONTENIDO. La sociedad y la escuela estaban
estrechamente unidas. Una escuela tradicional perpetúa una sociedad
tradicional. Era un círculo vicioso. Para hacer República se necesitaban
republicanos y tan solo una escuela republicana podía hacerlos.
La independencia militar no bastaba si no se
emprendía con urgencia la independencia económica y cultural.
Pero no todo es política. Hay que mirar hacia
el sustento y el trabajo. “Los indios y los negros no trabajarán siempre para
satisfacer escasamente sus propias necesidades, y con exceso las muchas de sus
amos”. Había que enseñarlos a producir. Formar artesanos, agricultores y
comerciantes con otro sentido de la creación de la riqueza. El contraste
entre las grandes riquezas del continente y la pobreza de sus habitantes no
podía continuar. Institutos para enseñar todas las ciencias. “La ignorancia es
la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros”.
“¡Entre tantos hombres de juicio… de talento…
de algún caudal… como cuenta la América!... ¡Entre tantos bien
intencionados!... entre tantos ¡patriotas!... (tómese la palabra en su sentido
recto) no hay uno que ponga los ojos en los niños pobres. No obstante, en éstos
está
“la industria que piden…
La riqueza que desean…
La milicia que necesitan…
En una palabra, la… ¡Patria!...”
“¿Cómo se puede cambiar un país sin cambiar
sus hombres? ¿Y cómo se puede cambiar los hombres si no se comienza con los
niños? No se podrá cambiar el país ni el mundo sin aislar, en una nueva
educación, a una generación entera de la influencia corrompida y corruptora de
la vieja sociedad. Es así de simple y al mismo tiempo de difícil el problema”.
“En lugar de pensar en Medos, en Persas, en
Egipcios, pensemos en los Indios”.
“La decadencia que experimentan en su propio
suelo los Griegos y los Romanos después de algunos siglos de dominación, no nos
importa tanto como…
En Arequipa le encargaron un estudio sobre la
factibilidad de una represa.
Veamos lo que escribía: “El Perú debe pensar
menos en buscar minas que en buscar aguas,
y en dar a éstas la dirección que les falta para hacer HABITABLE en todos los
puntos, una región que parece estar, en gran parte, condenada por la naturaleza
a ser eternamente desierta”.
El cerro agujereado de Potosí parecía gritar
por todas sus bocaminas abandonadas, lo transitorio y perecedero de la riqueza
minera. ¿Dónde estaban ahora esos ricos azogueros legendarios que contaban la
plata por arrobas y levantaban palacios delirantes en la desolación de la puna?
¿Qué se hicieron las sedas de Francia, los paños de Flandes, los cascos y
armaduras de Milán, las randas de perlas, el resplandor de los diamantes en
pecheras y manos? Nada quedó. Quedaron leyendas, memorias descomunales de
extravagancias, festejos, torneos, procesiones, demonios y santos. En cambio,
con el agua y la tierra y el trabajo del hombre se había hecho la riqueza
estable y creciente de los países ricos de Europa. No había minas en aquellos
espesos campos de verdura de Holanda, de Francia, de Inglaterra. Pero había
riqueza permanente.
Ideas roussonianas y enciclopedistas empapan
sus escritos pero con un sentido de originalidad innovadora., incluso en la
forma de escribirlo: cuadros sinópticos, distinto tamaño y forma de las letras.
En lugar de colegio o escuela, “Casa de la Industria pública” (Bogotá).
La criticidad de la educación, el rechazo a
una enseñanza memorística e imitadora, la vinculación entre educación y
trabajo, son algunos de los aspectos que proyectan su dimensión futurista.
“Educar no es igual que instruir”, dice, “la
función educadora requiere de sujetos críticos, no conformes con todo lo que se
les enseña; enseñen a los niños a ser preguntones”.
Concibe la educación como una función que
parte de la experiencia misma del educando y rechaza el memorismo por
improcedente: “Más aprende un niño, en un rato, labrando un palito, que en días
enteros, conversando con un maestro que le habla de abstracciones superiores a
su experiencia”.
Punto cardinal de su concreto quehacer fue la
educación del pueblo, desdeñando los patrones valorativos de la época, que prescribían
una educación exclusiva para aquéllos que contaban con los recursos económicos
suficientes.
La educación en Simón Rodríguez no es la
simple transmisión de conocimientos, no es la aprehensión teórica de las cosas.
En su concepción pedagógica está implicada una educación para el trabajo. Traza
un plan donde se da la convergencia entre lo teórico y lo práctico. Este plan,
por medio de sus varias actividades, y básicamente a través del trabajo
productivo, es un instrumento fuerte para el entrenamiento de los educandos.
Para su época la educación en el trabajo tiene la finalidad de dar a los
alumnos una herramienta con qué defenderse en la vida, mediante la adquisición
de una habilidad especial de tipo artesanal. Era necesario “colonizar el país
con sus propios habitantes”. De ahí su búsqueda de maestros nuevos, íntegros,
incorruptibles, que acudieran al magisterio por vocación y no por necesidad y
cuyo ejercicio les garantizara una vida digna”.
SOBRE SARMIENTO. En El Mercurio aparece un artículo anónimo firmado
por “Un teniente de artillería de Chacabuco”. Era Sarmiento. Proponía cambiar
los españoles por los franceses y los yanquis. Ese no era un programa para
Simón Rodríguez.
Había que hacer la América con su propia
gente: con los huasos, sus gauchos, sus indios, sus zambos, sus mestizos
humillados. “Con todo esto o no se hará nunca”.
Andrés Bello y Sarmiento estaban de acuerdo
sobre una reforma de la ortografía pero peleaban sobre el valor de la
literatura y la lengua españolas. Nada de eso le importaba mucho a Rodríguez.
Más le importaba hacer una nueva tipografía, pintar las ideas de un modo más
llamativo y claro. Cada página como un cartel, como un panorama donde lo
esencial se abarca de un golpe de vista.
Pero fueron Bello y Sarmiento los que lograron
triunfar, con los pelucones, con los modelos franceses e ingleses.
La educación tenía que tener un carácter
innovador, sentía temor de que las incipientes repúblicas imitasen a las viejas
sociedades europeas, castrando toda posibilidad de creación propia, de
originalidad. “O inventamos o erramos ”, “en vez de imitar hay que pensar”, “La América Latina debe
ser original”.
“Entender a un indio importa más que entender
a Ovidio”.
El indio y el mestizo también son personas con
derecho propio a una educación. Por eso subraya que debe enseñarse el quechua
en lugar del latín.
En “Consejos de amigo dados al colegio de
Latacunga (Ecuador)” pedido por el Rector, le advierte que no lo imprima ni lo
muestre a no ser a personas de talento e instrucción.
Vuelve sobre los maestros. “Antes de abrir
escuelas hay que formar buenos maestros”, maestros que enseñen a aprender, que
susciten la creatividad del alumno, que huyan del memorismo y de todo tipo de
superficialidad y comedia en la enseñanza. Deben contar con una renta que asegure
su vida digna.
“Mandar recitar, de memoria, lo que NO SE
ENTIENDE, es hacer PAPAGAYOS, para que… por LA VIDA!... sean CHARLATANES”.
“Enseñen a los niños a ser PREGUNTONES!
Para que, pidiendo el POR QUE, de los que se
les manda hacer,
Se acostumbren a obedecer… a la RAZON!
No a la AUTORIDAD, como los LIMITADOS
Ni a la COSTUMBRE, como los ESTUPIDOS”
“La Enseñanza debe ser GENERAL Y CONSTANTE
No se tome
VOCACION… por… INSPIRACION
Ni el HAMBRE! Por llamamiento al Magisterio
Las cualidades merecen un PREMIO,
proporcionado al TRABAJO,
Y al TIEMPO que se emplea en él, El tiempo es
todo el año
El Maestro debe contar con una Renta, que le
asegure una decente subsistencia, y en que pueda hacer AHORROS para sus
enfermedades y para su VEJEZ.
Puede, o más bien, debe tener familia…
No ha de recibir dádivas a cambio de
Preferencias en la Enseñanza, ni Limosnas que lo humillen.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233455
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