Mapa del pensamiento
en disputa permanente
La Revolución
bolchevique en
la batalla de las ideas
26 de octubre de 2017
Por Fernando Buen Abad
Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación
UNLa
Lenin escribió su obra Materialismo y Empiriocriticismo (1908) para combatir la infiltración
ideológica que intentaba imponer las viejas ideas de Berkeley y Kant
haciéndolas pasar por “novísimo marxismo” y “refundar” el socialismo. Estaba en
marcha un episodio de estafa teórica contra el método de Marx-Engels y se
desarrollaba una traición a las bases teórico-metodológicas de la Revolución de
Octubre. Pero Lenin lo descubrió, lo estudió hasta la médula y produjo la vacuna con que se neutralizaron las aventuras
del desfalco político quizá más tramposo de su tiempo… y más que eso, produjo
un documento esclarecedor que demarcó el escenario de la
Batalla de las Ideas en el mapa ideológico y
científico del siglo XX y XXI.
Lenin escudriñó todos los frentes donde la
ideología de la clase dominante se ha sentido a sus anchas. Metió mano en el
problema del conocimiento, en el problema de su “representación”, en los
problemas de la enunciación y en el carácter dialéctico de la lucha contra la
“falsa conciencia” alentada históricamente por obispos, empresarios, académicos
y militares. Produjo un pequeño gran libro que, aun en su brevedad,
dejó apuntes cruciales para entender el uso de las “ideas” como camuflaje para la
dominación económica de los pueblos. Sobre todo, produjo un texto en combate
filosófico para el combate práctico. Para confrontar el “pensamiento” dominante
con ciencia emancipadora creada para hacerse carne en la lucha que deberá
revolucionarlo todo, incluida la semántica, la sintaxis y sus praxis. En más de
un sentido es un texto contra el “eurocentrismo ideológico”.
El empiriocriticismo se consolidó como
expresión de la ideología burguesa proyectada, internacionalmente, a manera de
“verdad absoluta”. Sus mentores originarios fueron el obispo de Berkeley ,
Hume, Ernst Mach y Richard Avenarius que mezclaron el positivismo con
condimentos kantianos para hacerse pasar como una “nueva filosofía” científica
superadora del materialismo sin confesar sus verdaderos nutrientes idealistas
subjetivos y reaccionarios. De esas fuentes beben, por ejemplo, el “Círculo de
Viena” y las corrientes neopositivistas anglosajonas que durante el siglo XX
han venido adueñándose, camufladas bajo mil denominaciones y jergas, de los
centros de investigación en el mundo entero.
Conocer al enemigo implica desmenuzar sus armas
teórico-metodológicas para desactivarlas. Es necesario producir conocimiento
profundo, en calidad y en cantidad, sobre aquello que estamos combatiendo.
Desarrollar la crítica creadora y ejemplificadora, nítida y comprensible, a
fondo e implacable, contra toda confusión. Lenin estudió todos los documentos
escritos y redactó su obra aprovechando cada minuto disponible para conocer,
críticamente, la bibliografía sobre filosofía y ciencia. Usó cuanto estudio y
análisis tuvo a mano y leyó a cuanto autor pudo y, desde luego, repasó al
detalle las obras de Mach y Avenarius. El texto quedó terminado hacia finales
de septiembre de 1908 y había que editarlo de inmediato pero los 2.000
ejemplares de su primera edición debieron esperar un tiempo hasta mayo de 1909.
Se re-editó de manera más amplia hasta 1920 con 30.000 ejemplares.
Durante el siglo XX y XXI la actividad
científica se ha subordinado al mercado sometiendo la ciencia a la industria o
al comercio. La ciencia sometida al gran negocio a espaldas de los problemas
sociales. Lo vio venir Lenin. Entendió cómo se fabrican “conocimientos” para
sojuzgarlos por el Estado oligarca que los pone al servicio de las empresas
privadas tanto en negocios belicistas de las “grandes potencias”, como en la
manipulación científica de las conciencias. La Batalla de las Ideas está más
viva que nunca en sus refriegas diarias, en los rincones más pequeños y
cotidianos y hace mucha falta un instrumental científico orientador con una
dirección científica revolucionaria. Ese espacio vino a llenarlo generosamente
Materialismo y Empiorcriticismo aun considerando las actualizaciones que ha
impuesto la praxis actual. Estamos en el periodo de luchas en medio de una
crisis teórica. El pensamiento dominante ha usado al positivismo como trinchera
para atacar a la Filosofía, especialmente aquella que ha sido capaz de
comprender y explicar al mundo concreto. El empiriocriticismo hereda del
positivismo tal cometido y el dogmatismo de las “apariencias”, de la
“sensorialidad” y de la invención de la realidad en las cabezas.
El centro del debate esgrimido por Lenin sigue
vigente aunque algunas apreciaciones se han modificado siguiendo el desarrollo
objetivo de la ciencia, de la política y de la cultura en los 110 años
recientes. Eso incluye el aporte revolucionario de no pocos “pueblos
originarios”. Está vigente la lucha contra el idealismo filosófico, contra el
misticismo epistemológico, contra el individualismo, el apoliticismo, el “arte
por el arte mismo” o el “arte puro”. Esta vigente la lucha contra las
emboscadas anti-democráticas. Sigue en pie la lucha contra la fase superior del
capitalismo y su plan monopólico imperialista. Contra toda negación de las
leyes objetivas del desarrollo y la posibilidad concreta de conocerlas
objetivamente; contra la ideología reaccionaria e irracionalista de las
“nuevas” religiones y sectas.
Lenin supo advertir cómo se desarrollarían los
medios intelectuales y académicos
que han difundido ampliamente la omnipresencia de Dios con un “creacionismo”
que es corriente religiosa y filosófica cuyos profesantes afirman ser fuerzas
“progresistas”, un fenómeno de tergiversación ideológica muy extendido por
ejemplo en USA. También se puso a la vista la necesidad de luchar contra el
reformismo camaleónico de cierta socialdemocracia camuflada como
“intelectualidad” académica de vanguardia. Y detrás de todo esto el “revival”
del socialismo utópico posmoderno y la negación dogmática y furibunda a toda
critica científica al capitalismo convertido en dogma espiritual de un “mundo perfecto”
reservado para algunos privilegiados supremacistas.
Materialismo y Empiriocriticismo también ayuda a despertar alertas
contra un “socialismo” religioso de nuevo cuño; contra un idealismo subjetivo
ideado como entretenimiento de masas; contra el nuevo fideísmo nihilista de
muchas bibliografías de autoayuda; contra la desconfianza en los pueblos como
moda solipsista y literaria. Así desde su base metodológica Lenin nos ayuda a
orientarnos en el bosque espeso de la ideología dominante para estar alertas
contra todos los “intelectuales” oportunistas vendedores de corrientes
ideológicas que, además del positivismo, han pergeñado su mercancía de
palabrería “criticista”.
Esos que han enrarecido el territorio de las
ideas con su idealismo subjetivo, su agnosticismo y todas las corrientes
“socialistas de cátedra”, que combaten soterradamente al marxismo suplantándolo
por uno “auténtico”, “crítico” y “anti-dogmático”. Son las catedrales del
oportunismo que se infiltra en las luchas sociales para inyectar el veneno que
ha reducido el concepto de alienación a un puro problema de conciencia
individual y que borra del mapa la conciencia de clase. Sobreactúan su “amor”
por la epistemología y por la metodología para disfrazar el egocentrismo que
circunscribe las virtudes del intelecto al intelecto propio. Y todo para
convencernos de que es imposible conocer el mundo, la materia… que son
incognoscibles y que lo importante está en lo que uno piensa al margen de la
realidad o de la verdad. Muy temprano
vio Lenin el desarrollo de los empiriocriticistas como traficantes de
subjetivismo camuflados con una epistemología reduccionista que limita al
pensamiento a capacidades puramente subjetivas. Que reducen la ciencia a
catálogos de opiniones abstractas. Relativismo furibundo.
Lenin dejó una obra, ampliamente vigente, que impulsa la teoría y
el método científico para conocer el mundo, conocer la materia y conocer a los
seres humanos en su historia y en sus conflictos dialécticos. Método con
confianza científica en la inteligencia humana en oposición abierta a la
filosofía burguesa dedicada, casi exclusivamente, a esparcir todo género de
desconfianzas contra la humanidad inhabilitándola para conocer y comprender las
leyes generales del universo y de la sociedad. Filosofía
intoxicada con odio, vacilaciones y pesimismo. Filosofía mercantilizada entre
refritos y falsificaciones históricas y mecanicistas, empantanada en la
escolástica y el revisionismo negador de la dialéctica. Entendió
Lenin que hacía falta una Revolución Permanente de las Ideas
y expuso en su Materialismo y Empiriocriticismo una simiente prolífica para dar
dirección teórico-metodológica a tal Batalla. Claro que no es el único libro de
su género combativo ni el único en que Lenin de expide con aportes para la
acción de las ideas. No es una “biblia”. Es imposible reseñar toda su riqueza
en este espacio, pero no es imposible dejar asentada la gratitud. Se trata,
más de un siglo después, de una obra indispensable.
Doctor Fernando Buen
Abad Domínguez, Universidad de la Filosofía
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