Realismo capitalista.
¿No hay alternativa?
Una amarga lucidez
30 de octubre de 2017
Por Luís Roca Jusmet(Rebelión)
Traducción de Claudio Iglesias. Prólogo de Peio Aguirre. Buenos
Aires: Caja negra, 2016
Mark Fisher nació el año 1968 en el Reino Unido. Forma parte de la
generación crecida bajo el neoliberalismo, primero el neoconservador de
Margareth Tatcher y después el neocomunitarista de Tony Blair. Murió muy joven,
hace poco, a los 48 años, víctima de una depresión crónica que le llevó al
suicidio. Pero Fisher fue capaz de entender su depresión en términos del
contexto social en que vivió. Un apéndice del libro se titula "la
privatización del stress" y marca justamente la depresión como una de las
consecuencias del neoliberalismo, reciclado por este mismo como un negocio para
las multinacionales farmacéuticas y vivido como un problema individual. Pero a
pesar de su depresión Fisher hizo muchas cosas interesantes. Creó el blog
k-punk, uno de los más populares y críticos de su país, escribió en
publicaciones culturales y musicales y finalmente fue también profesor de filosofía
en un centro que dependía de la Universidad de Londres. Hasta su trágico final.
No hace mucho, la editorial argentina Caja
Negra publicó el libro que me ocupa, que condensa lo más lúcido de sus análisis
político-culturales. Publicado inicialmente en el Reino Unido el año 2009. Pero
el año 2016 Mark Fisher lo reedita, completando lo que en un primer momento
escribió de manera más informal. El propio Slavoj Žižek, al que cita bastante,
dijo que el libro era el mejor diagnóstico de nuestra vida cotidiana, de
nuestra miseria ideológica.
De hecho Fisher se entronca con una tradición en la que podemos
situar a diversos pensadores heterogéneos, pero todos ellos críticos radicales de la
cultura del neoliberalismo en la que podemos situar, aparte de Žižek, a Frederic
Jameson y David Harvey, entre otros muchos materiales teóricos. Aunque Fisher
también enlaza sus análisis con los de la biopolítica de Foucault, Deleuze y
Paul Virilo. O con Franco "Bifo" Berardi, con el que polemiza en más
de una ocasión. Realismo capitalista. Este es el nombre con el que Mark Fisher se
refiere a la cultura del neoliberalismo. O la ideología devastadora del
capitalismo financiero en la que cada cual debe gestionar privadamente su vida
como si fuera una empresa. La ideología en la que el capitalismo aparece como
el único horizonte posible desactiva cualquier proyecto colectivo y
transformador. Un sistema capaz de integrar su propia negación, el
anticapitalismo. Fisher habla de la juventud británica, de los adolescentes que
conoció unos años antes cuando trabajaba de profesor de secundaria. Ve en ellos
una búsqueda compulsiva del placer desde un estado depresivo. Una
interpasividad agitada combinada con el narcótico del alcohol, las drogas o los
juegos electrónicos. En un mundo donde no hay voz ni escritura. Sociedades de
control en lugar de sociedades disciplinarias, como anunciaron Foucault y
Deleuze.
Pero podríamos volver a Nietzsche cuando ya
nos avisó que nos pasaríamos de la voluntad de negación ( sociedad represiva) a
la negación de la voluntad), es decir del cristian ismo
al nihilismo. Esta es la sociedad pos-fordista que también preparó el leninismo
capitalista : una vanguardia intelectual capaz de hacer florecer este realismo
capitalista. Una sociedad que es una fábrica de trastornos, sobre todo
depresivos y bipolares. Porque, efectivamente, como ya anunció Marx, en el
capitalismo todo lo sólido se disuelve. Lo explicaron bien Zygmund Baumann al
hablar de la sociedad líquida y Richard Sennett, al referirse a "la
corrosión del carácter." pero también lo anunció Jean Baudrillard : la
abolición de lo Simbólico lleva a una hemorragia de lo real, a un hiperrealismo
no mediatizado que aparece como excesivo. Pero también es Kafka con su
burocracia infinita, en un sistema donde todo el mundo es evaluado y nadie
recoge lo que se evalúa porque al final es una ficción para que cada cual se
evalúe a sí mismo.
La realidad se convierte en un presente fungible, tan efímero que
pierde consistencia. En esta presentismo el olvido se convierte en un elemento
indispensable. Pero la antimemoria se combina con el trabajo onírico. Es una
especie de coherencia fantasiosa que elimina las contradicciones como si no
existieran. Ejemplo claro lo recuerda el autor en la figura de Margareth
Tatcher y la extraña simbiosis entre neoconservadurismo y neoliberalismo, que
en la práctica se unen contra el enemigo común : lo público.
Los problemas son, por supuesto estructurales. Es el modo de
producción capitalista el que genera la desigualdad, la pobreza, la miseria
ideológica del nihilismo consumista y tecnológico. Pero la cuestión se desplaza
hacia la ética individual, responsabilizando individualmente de la enfermedad y
del remedio. Son los ejecutivos irresponsables, cocainómanos y psicópatas los
responsables del desastre que vivimos. Y cada ciudadano debe asumir la parte
que le toca para mejorar las cosas. Pero el neoliberalismo ha triunfado en todos
los terrenos : ideológico, económico y político. Es capaz incluso debe
incorporar los deseos de la juventud y la clase trabajadora pos-68. Es el pos-fordismo y
hace falta una izquierda, también global, que se adapte a este nuevo escenario.
El desafío principal, de todas maneras, continúa siendo un modelo de propiedad
pública que no sea el de la centralización estatal que experimentamos en el
llamado "socialismo real" en el siglo XX.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233435
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