La mujer como sujeto
empoderado
del capitalismo
31 de octubre de 2017
Por Diana Carolina Alfonso (Rebelión)
El manual de la mina copada publicado por Clarin ha generado un sinfín de rechazos. De
tan cotidiano, apesta a obviedad un requerimiento que siempre es más sutil: el
de amoldarse. La pedantería del tono suena como un llamamiento al orden
¡Formen, mano al frente, fir! Una orden, que como todo lo construido por la
comunicación liberal, se disfraza de crema chantillí para manosear nuestro
sentido común.
No subestimemos lo que sucede. Clarín es productor y termómetro de
discursos hegemónicos. Muestra de ello es el repertorio de Magda Tagtachian,
progenitora inmaculada de adiestramientos como El
manual de la mina copada, entre otros muchos. Echar un ojo a sus
artículos es resumir a modo de rompecabezas el ideario de Self
Made Women que
sustenta el sueño liberal de una sociedad que cree que la desigualdad es
correlativa a la
meritocrácia. Que hay pobres porque quieren ser pobres. Que
hay ricos portadores de toda la buena onda que necesita un mundo lleno de paz y
amor. Que individualmente se puede triunfar si nos esmeramos en aplastar
cabezas mientras ascendemos con un manto de luz al cielo. El gran triunfo de
este discurso tiene que ver con hacer de la excepción la regla. De esta tela de
araña no escapa ni el feminismo, y con esto debemos ser claras. La mujer en su
singularidad inmanente, en su todo eterno, en su esencia universal ¡No existe!
Las mujeres, como todos los seres humanos, nos debemos a un contexto social, a una
historia, a un territorio. No somos reductibles a una fórmula ni para la
plenitud, ni para el socialismo, ni para las expectativas de las instituciones
(sociales, económicas, políticas, etc.). Y el feminismo, como lo anota Julieta
Paredes, no es más ni menos que la
lucha y la propuesta política de vida de cualquier mujer en cualquier lugar del
mundo, en cualquier etapa de la historia que se haya rebelado ante el patriarcado
que la oprime.
Dada la composición sociohistórica del
movimiento de mujeres, es insano instalar "feministómetros". Sin
embargo, no todo socialismo es feminista ni todo feminismo es socialista.
Tagtachian es completamente coherente con el lugar que ocupa al interpelar a
las mujeres. Es firme en hacer parecer a la excepción como un sueño de hadas en
el que todas participamos como bailarinas en puntas de pie como en una caja de
música. El problema está en darnos cuenta que la muñeca sólo baila cuando abren
la caja. En
la serie El Cuento De La Criada se torna brutalmente explícita la
función de la caja de sonido: la excepcionalidad convenientemente generalizada se
desatiende de dar explicaciones sobre fenómenos complejos. En su reduccionismo
individualista subyace su eficacia. ¿Eficaz ante qué? El sujeto mujer debe ser
disputado, o adiestrado, o mercantilizado, o liberado.
Si Tagtachian se para en el primer caso, María
Riot se para en el segundo. En su particular entendimiento del trabajo sexual
la caja de música todo el tiempo nos remite a la bailarina girando sobre la
punta de su pie. Y no es que María Riot sea menos feminista que ninguna,
simplemente aporta coherentemente desde su postura: una mujer con ciertos
privilegios de clase decide por cuenta propia (¡!) ingresar al mundo de la prostitución. Viaja
a Europa, trabaja en la industria porno y vuelve a modo de Candi a
presentarnos, con su experiencia individual de nueva emprendedora, todos los
beneficios de la prostitución por elección. Pero, como sabemos, la prostitución es un
fenómeno masificado en el que intervienen los poderes más rancios de la
sociedad y la compulsión del mercado a insertar a los sectores más vulnerables
en los oficios más degradantes: eso explica las corrientes migratorias de
mujeres en condiciones de terrible conmoción social (por pobreza o conflicto
armado) que se movilizan de país a país. En la República Dominicana
la prostitución es el segundo rubro en el PIB y el Gobierno es el gestor de la trata. A Chile
llegan contingentes de jóvenes colombianas a riesgo de ser
"desaparecidas" por sus contrabandistas. Algo similar ocurre con las
prostitutas paraguayas.
Entendamos que las trabajadoras sexuales
merecen todas las garantías sociales que debe garantizar un estado de
bienestar, pero en esta propuesta falta algo crucial: insertar a las mujeres de
la trata, y el cómo reviste las entrañas de una discusión necesaria.
Así, excluir del fenómeno prostibulario la compulsión del mercado
capitalista y la conjunción con las demandas del patriarcado genocida, deja a
la bailarina girando en un lugar muy estable. La bailarina de María Riot se
para en el punto de equilibrio de la mano invisible en condiciones sociales
“deseables”; nos propone un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda,
en el que su ejemplo personal como Self Made Women funciona a la perfección. En la
cara te dice el cuerpo de las mujeres es mercancía –obvio, echando mano del
verso de la voluntad individual, como quien adjudica a los pobres la pobreza
por una cuestión de v o l u n t a d-.
Al respecto, quienes creemos, posta, que es
necesario un feminismo para la liberación, debemos empezar a no subestimar el
entorno en que nos encontramos. Vivimos en una sociedad capitalista que nos
vende el mérito individual para ratificar el desgarramiento de nuestros
vínculos comunitarios. Es importante el músculo social que estamos ejercitando.
Pero debemos estar atentas, porque de buenas intenciones está empedrado el
camino a la total aceptación del sistema capitalista.
No soy copada
No soy mercancía
No soy excepcional: soy en el somos.
Blog de la autora: http://historiaygeopolitica.wordpress.com/
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233449
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