Santiago Maldonado y “la
grieta”
Por Miguel
Mazzeo
Santiago Maldonado lo
puso evidencia. Desnudó algunas tramas. Mostró cuan velados en su politicidad
estaban algunos conflictos. Es cierto que existe una grieta en nuestra
sociedad. Es muy profunda, prácticamente insondable. Hay palabras que se
oponen. Cuerpos que se repelen. Visiones del mundo y la vida incompatibles e
irreconciliables. Dos argentinidades.
La grieta se ensancha
día a día. Y celebramos que eso pase. Porque la realidad, que en el fondo
siempre es fatal, se torna más clara y se achican los espacios para la
perplejidad, la ambigüedad y la mentira. Bienvenido el tiro en la boca de la indiferencia. Bienvenida
la encrucijada. Porque obliga a algunos al deslinde nítido y nos obliga a
nosotros a repensar un conjunto de conflictos cotidianos como ámbitos de
disputa política.
La grieta es mucho más que
la distancia que separa al gobierno de la oposición (una parte por lo menos), a
la derecha del “progresismo”. Es algo más sustancial. Es el antagonismo de los
proyectos de país y de sociedad. Es la lucha de clases, por supuesto, pero con un plus. O
varios. Por ejemplo: es lucha entre los procesos de subjetivación desde abajo y
los procesos de desubjetivación desde arriba. O entre las representaciones
construidas horizontalmente y las representaciones impuestas verticalmente
desde los grandes medios de desinformación.
Es bueno que la grieta
se torne cada vez más visible, que se reconozca en detalle la topografía de cada
orilla y el contenido de lo que las separa. Esa visibilidad atenta contra la
eficacia de las estrategias que promueven las convivencias infundadas, o las
convivencias fundadas en la opresión, en fin: la promiscuidad entre los
dominados y los que dominan, entre los que aman y los que menosprecian.
La grieta exhibe lo que
hay de un lado y del otro: los sentimientos altruistas y la insensibilidad; lo
que religa y lo que disgrega; lo que empareja y lo que reproduce las
asimetrías; la indocilidad de los dignos y la indignidad de los constructores
de obediencia y sumisión, la ética y el pragmatismo; la pulsión de vida y la
pulsión de muerte; lo humano (amor, amistad, valentía, dignidad) y lo inhumano
(opresión, violencia, crueldad); las genealogías plebeyas y las genealogías
opresoras (la grieta tiene historia y se pueden confeccionar cadenas
retrospectivas con cada uno de sus polos), la patria y el mercado, la patria y
el patrioterismo fascistoide, la verdad y el embuste.
De un lado la nobleza de
Santiago, la ternura de su familia, la solidaridad de sus compañeros y del otro
lado la indolencia moral de Mauricio Macri, la impasibilidad de estatuas de sus
funcionarios, la voracidad de los empresarios. De un lado corazones
trepidantes, tibios nidos, del otro lado corazones que son como baúles viejos y
llenos de pura penumbra. De un lado el pueblo mapuche, del otro Benetton y
especies similares.
El gobierno de la
derecha carece de recursos políticos y simbólicos para disimular la grieta,
para mantenerla en un punto equilibrio apelando a paraísos de convivencia
artificiales. Esa es una gran diferencia con el gobierno anterior. El gobierno
de la derecha no posee de capacidad de simbolización para metabolizar la grieta
real. Y la ensancha.
Carece de mitos seductores que instituyan horizontes de
expectativas comunes y sus fetiches son lúgubres. Sólo puede crear un
“nosotros” banal u obtuso y oscuro. Los límites de su lenguaje son los límites
de su mundo, del particularismo que expresa y defiende. De este modo, termina haciendo
lo que no quiso hacer el gobierno anterior, poner en evidencia la grieta. Polarizar
a la sociedad. Le
queda a la derecha la tarea de repolarizar simplificando y sintetizando los
altos grados de diferenciación que existen en nuestra sociedad. Tal vez la
ineslasticidad política e ideológica de la derecha ayude a muchos y a muchas a
entender y a entenderse. Tal vez puedan dar el salto desde el trampolín
ontológico de la conciencia y pasar a ser actores concientes y dejar de ser
subproductos y cómplices; para que, como decía Emil Ciorán, vivir equivalga a
la imposibilidad de abstenerse.
Ahora las máscaras se
caen. Y aparecen los rostros verdaderos.
Fuente:
http://www.dariovive.org/?p=8287
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