Bolivia hacia la
transición democrática del 2019
La agenda 21F
23 de octubre de 2017
Por Arturo D. Villanueva Imaña (Rebelión)
En un contexto de repudio generalizado ante el nuevo intento
gubernamental para prorrogarse en el poder en forma indefinida, en la ciudad de
La Paz a mediados del mes de septiembre, se presentó la denominada Agenda
21F [i] / que cuenta con el
respaldo de 180 personalidades del ámbito ciudadano, algunos de los cuáles ya
ejercieron cargos públicos y con la ausencia notoria de representantes de
sectores populares.
A diferencia
de lo que sucede en ocasiones similares donde prevalece la presentación de
candidatos o alianzas políticas para terciar en elecciones, la iniciativa
estuvo marcada por la presentación de una propuesta programática que encare la
transición democrática que se avecina en Bolivia.El contenido destaca que su principal propósito es lograr “la transición del actual Estado autoritario corporativo, hacia un Estado democrático que garantice los derechos de las personas, los pueblos y la naturaleza”. El planteamiento busca catalizar la indignación nacional que rechaza el intento inconstitucional que quiere prorrogar en el poder al actual gobierno de Bolivia.
Para ello se propone un cambio de régimen, cuyo resultado sería “la vigencia plena del Estado social y democrático de derecho” que Bolivia tuvo en el pasado solo de una manera embrionaria.
Dicho tipo de Estado estaría basado en la independencia de poderes, una institucionalidad que garantice el cumplimiento de derechos y “en el principio republicano de la igualdad de todos frente a la ley y la limitación de los poderes públicos al derecho”.
Dicha caracterización corresponde al modelo liberal y republicano,
consustancial con el sistema capitalista y la democracia burguesa. Es decir, un
tipo de Estado y una forma de democracia, que supondría un retorno al pasado
para cumplir un ansiado (como conservador) proyecto burgués que siempre quiso
desarrollar plenamente el ciclo capitalista en Bolivia. Pero además (como
añadido no menor), supondría la imposibilidad total de cumplir con el loable
propósito de “respetar los derechos de la naturaleza, así como los límites
biofísicos y la capacidad de regeneración de los ecosistemas”, por la sencilla razón de que
el capitalismo es el principal instrumento de explotación, extractivismo y
depredación de los recursos naturales y del propio hombre. No se puede proteger
la naturaleza, si la causa que origina su destrucción y depredación, es el
mismo sistema que provoca el daño y su explotación salvaje.
Parecería que
con tal de NO repetir el actual Estado corporativo y clientelar, en el que
prevalecen “el despilfarro prebendal, la corrupción, el patriarcalismo, la
profundización del extractivismo, la ineptitud, el autoritarismo y la
impostura”; importa más aferrarse a un ideal democrático y un tipo de Estado que al
margen de corresponder al pasado, también responde a los intereses, la visión y
el propósito trunco de una burguesía nacional que no pudo efectivizarlos hasta
ahora. Es más, va a contra ruta de la acumulación histórica nacional, y
descarta la experiencia y las luchas del pueblo que ya marcaron una tónica y
una forma de ejercicio democrático.
Innegablemente la idea de tener una democracia asentada en un
verdadero Estado de derecho, con institucionalidad, respeto de las minorías,
contrapesos y equilibrios de fuerzas, etc., es verdaderamente atrayente. Más
aún, cuando se hace cada vez más evidente la desinstitucionalización, la
corporativización y las imposiciones autoritarias que se hacen cada vez más
agudas en Bolivia. Pero de allí a desconocer o ignorar procesos puestos en
marcha por el pueblo (NO por quiénes después se adueñaron y lo expropiaron en
su favor), es cuando menos desentenderse y hacer caso omiso de procesos
históricos de mayor envergadura, o sencillamente volver a reeditar un impulso
que quiere imponer visiones e intereses que no responden a la memoria, ni la
experiencia de la lucha popular.
Quizás por
todo ello, es razonable concluir que existe el empeño por constituir un tipo de
Estado de derecho (con el argumento de que nunca se concretó en el país, o se
lo hizo de manera embrionaria), con la esperanza de que este ideal burgués y
capitalista, pueda ser el motivo aglutinante para una ciudadanía nacional que
quiere cambiar. Una propuesta de este tipo, además, resulta muy atrayente y
puede calzar perfectamente a los intereses político electorales de una derecha
ansiosa por arrimarse o por encontrar un modo para capitalizar y atraer el gran
descontento, la bronca y el rechazo popular contra el régimen actual.Sin embargo, ello no contempla que los bolivianos evidentemente quieren cambiar la situación actual, pero NO a costa de reeditar las viejas formas de gobierno, la democracia pactada y los acuerdos neoliberales que se dieron en el pasado. Mucho menos, sabiendo que el pueblo desdeña y desprecia a esa misma derecha conservadora y neoliberal, precisamente porque representan un pasado al que no se quiere volver.
Por tanto, si lo que verdaderamente se busca es un “cambio de proceso para la transición política, económica, social y ambiental”; entonces no basta con entenderla únicamente como un cambio en el régimen democrático y la vigencia plena de un nuevo Estado de derecho.
En cuanto a otros aspectos relevantes del documento, puede mencionarse que una de las más importantes ambigüedades está incluida en el acápite de Nueva Matriz Energética y Productiva. Allí se sostiene que “la transición política irá acompañada de una transición hacia una nueva matriz energética y productiva”. Para ello, “la economía boliviana debe abandonar aceleradamente el modelo extractivista y la dependencia de los combustibles fósiles”.
Se trata de una afirmación indiscutiblemente clave en la perspectiva
de construir un post capitalismo. Al respecto vale la pena precisar y subrayar
que el modelo económico extractivista predominante, NO está relacionado
únicamente a la matriz energética, e hidrocarburo-dependiente. No debe
olvidarse que también está relacionado con los demás recursos naturales
(incluidos la tierra, los bosques y la biodiversidad), y sobre todo con el
carácter entreguista, antinacional y depredatorio que se ha impuesto. Por eso,
cuando se habla de “abandonar aceleradamente el modelo extractivista”, no basta
con hacerlo sustituyendo únicamente las fuentes energéticas que dependen de los
combustibles fósiles. Es indispensable precisar claramente que de lo que se
trata es de establecer un modelo alternativo al capitalismo depredador, que se
exprese en el establecimiento de una relación armoniosa INTEGRAL con la
naturaleza.
Respecto a vacíos destacables, llama la atención que no se hayan incluido algunos temas verdaderamente importantes (al menos para una visión de izquierda y popular).
Es el caso del machismo y el patriarcalismo imperantes, asuntos tan caros y estratégicos para el conjunto de las mujeres que representan el 50% del total de la población (y especialmente para los sectores feministas); pero sobre todo para construir una agenda integral y holística de cambio. Resulta extraño que a pesar del respaldo y la adherencia expresadas por connotadas representantes de las luchas feministas al contenido de la Agenda
En ese mismo rango de importancia, tampoco existe la más mínima referencia sobre la descolonización y la lucha contra los intereses corporativos transnacionales. Por su envergadura, el vacío no es menor, habida cuenta de su impacto y las profundas implicaciones sobre la soberanía, la independencia y la liberación nacional.
En cuanto a aquellos valores fundamentales como la libertad y la igualdad (igualmente estratégicos para la construcción de una sociedad alternativa, solidaria, socialista y no competitiva); se ha podido advertir que la mención a la igualdad sólo parece ser entendida como un atributo frente a la ley y el derecho, pero no necesariamente en la sociedad, la economía y en la producción.
En el acápite del Estado Autonómico propuesto, no se hace ninguna
referencia (como si no existiesen, ni estuviesen reconocidas) a las autonomías
indígenas (y por tanto sus gobiernos). No puede entenderse razonablemente esta
ausencia, habida cuenta que no se trata únicamente de transferencia de
competencias y recursos económicos; sino de la construcción del Estado
Plurinacional, la interculturalidad y el derecho a la autodeterminación de los
pueblos indígenas y su autogobierno.
Para finalizar, no puede desconocerse la
importante expectativa despertada en el conjunto de la ciudadanía con la
presentación de la Agenda 21F .
Sin embargo, siendo que lo que importa es la verdadera reacción y respuesta que
provocará, entonces queda por ver lo que esta Plataforma Ciudadana haga hacia
adelante. Pero sobre todo, saber si cumplirá con esa convocatoria para
“enriquecer colectivamente la Agenda”, que se señala al final del documento. En
ese campo, si lo que la Agenda 21F
quiere transmitir no es una mera opción electoralista más, sino que se abre a
construir una alternativa diferente de izquierda popular, sea oportuno
mencionar que la complementariedad de opuestos no es la mera suma de
componentes que supondría únicamente una agregación mecánica y acrítica de las
partes que lo componen. Tampoco es un producto híbrido resultante de la mezcla
o la unión de elementos de distinta naturaleza. En realidad es una síntesis,
cualitativamente superior del conjunto que se encuentra en pugna y
contradicción. Este es el espíritu con el que se han planteado las reflexiones,
esperando contribuyan a encontrar ese producto nuevo que, como en la naturaleza
al unir la semilla con la tierra, permite la germinación de una nueva vida.
Notas
[i] / Ver: https://polisfmires.blogspot.de/2017/09/bolivia-agenda-del-21f-propuesta.html?m=1
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano.
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano.
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