China contra Estados
Unidos
La nueva lucha
imperial por África
22 de junio de 2018
Por Lee Wengraf
El Salto
Lee Wengraf explica cómo la urgencia por conseguir beneficios,
la volatilidad económica y la militarización de África solo auguran
inestabilidad, un aumento de la explotación y violencia.
Desde los comienzos del nuevo milenio, las
economías del África subsahariana han experimentado un auge espectacular. Este
aumento ha estado marcado por el rápido incremento del comercio y la inversión
en el continente, fenómeno a veces descrito como 'la nueva lucha por África',
en el que compiten los Estados Unidos, los países europeos y China. Sin
embargo, China va en cabeza en muchos frentes y su marcada competición global
con los Estados Unidos se está llevando a cabo en el continente africano.
Para los EE UU, las tensiones imperialistas se
vienen expresando de un tiempo a esta parte con la creciente guerra comercial
con China. Pero el ascenso del país asiático como potencia global lleva varios
años acelerando esta rivalidad. Más allá de una lucha por el mero acceso a los
recursos, el imperialismo es la ofensiva competitiva por el control de los
recursos y los mercados. África es una pieza crucial de los objetivos
estratégicos de China para conseguir su crecimiento económico y el monopolio.
EL 12% DE LA INDUSTRIA
La expansión china en el continente africano
ha sido espectacular y abarca desde el comercio hasta la extracción y la producción. Las
empresas chinas son las responsables, aproximadamente, del 12% de la industria
del continente, con un valor de alrededor de 500.000 millones de dólares.
En 2012, China se convirtió en el mayor socio
comercial de África; el comercio entre EE UU y África comenzó a descender y el
país norteamericano dio un vuelco radical, dejando de lado las importaciones de
petróleo de África para centrarse en la producción doméstica. Los puestos de
trabajo creados por la inversión directa extranjera (FDI, por sus siglas en
inglés) procedente de China en 2016 se duplicaron con respecto al año anterior
y suponen más del triple de los que creó la inversión estadounidense.
Pero como Brookings describe en un informe reciente : "El papel de China en el
continente africano se ha definido por la financiación de más de 3.000
proyectos de infraestructuras enormemente cruciales [...]. China ha concedido
préstamos por valor de más de 86.000 millones de dólares a gobiernos africanos
y entidades estatales entre 2000 y 2014, una media de 6.000 millones de dólares
al año. Como resultado, China se ha convertido en el acreedor más importante de
la región, representando el 14% del total de la deuda del África
subsahariana". De China procede, aproximadamente, la mitad de los
contratistas internacionales en el sector de la construcción.
"INFRAESTRUCTURAS POR PETRÓLEO"
Normalmente, la construcción de
infraestructuras que realizan las empresas chinas para estados africanos son
préstamos respaldados por ingresos del petróleo o de minerales y se los
califica como acuerdos de trueque de "infraestructuras por petróleo"
sin "ninguna restricción". En 2015, en una visita de gran relevancia,
el presidente Xi Jinping se comprometió a hacer una gran inversión de 60.000
millones de dólares. Estos acuerdos hacen posible un giro retórico por parte de
los negociadores chinos. Concretamente, permiten que los países africanos
tengan la oportunidad de trazar una ruta independiente, al margen de las
condiciones onerosas de las multinacionales occidentales y las instituciones
financieras internacionales (IFI), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (WB por sus siglas en inglés).
La causa de la crisis de la deuda africana que
se produjo durante los años ochenta y noventa fue la asfixiante austeridad de
los programas de ajuste estructural de las IFI. Los préstamos se acompañaban de
duras condiciones de privatización, de desregulación, de recortes muy profundos
en los presupuestos nacionales e imponiendo tipos usureros de repago.
Así, poco después de la recesión de mediados
de los setenta, las políticas neoliberales y los ajustes estructurales sentaron
las bases de la recuperación de la rentabilidad global por medio de condiciones
de mercado e inversión favorables a Occidente, políticas que equivalían a un
ataque sin restricciones a las clases trabajadoras africanas y que facilitaban
la "nueva lucha" actual por la inversión en África y su rápido
crecimiento económico.
China ha sido capaz de aprovecharse de forma
considerable de la misma reestructuración neoliberal para alimentar su propio y
enorme crecimiento, aunque tiene otros competidores en África, como Rusia e
India. Y pese a que los Estados Unidos siguen siendo los mayores inversores del
continente, con unas inversiones que alcanzan los 50.000 millones de dólares,
las políticas que han impulsado ese crecimiento, paradójicamente, han
fortalecido también a sus competidores.
La exacerbada implicación económica por parte
de China ha aumentado la importancia de sus relaciones en África, tanto a nivel
financiero como estratégico. Al igual que los Estados Unidos, con el Mando
África (AFRICOM) y la red de bases de drones y centros de formación en el
continente, la presencia militar china también se ha expandido, con una nueva
base militar y un papel cada vez más importante dentro de las tropas de
mantenimiento de la paz de la
ONU. Según el Daily
Beast: "Pekín gasta
veinte millones de dólares al año en el alquiler del inmueble de su base en Yibuti y ya ha desplazado a más de 1.000
efectivos al lugar, aunque tiene espacio suficiente para diez veces más, si
fuera necesario. Además de eso, el Gobierno chino ha dado a su país anfitrión
créditos que sobrepasan los 1.100 millones de dólares para mejorar su puerto
comercial, construir otro aeropuerto, un ferrocarril que llegue a Adís Abeba y
una tubería para traer agua de Etiopía".
En suma, estos movimientos han elevado
enormemente las tensiones imperialistas entre las grandes potencias en África.
A principios de año, el general Thomas Waldhauser declaró ante un comité de las
Fuerzas Armadas estadounidenses que estaban "controlando atentamente la
invasión china y su presencia militar emergente en Yibuti".
El exsecretario de Estado Rex Tillerson, en
una visita a cinco países africanos en marzo de este año, criticó duramente las
relaciones de China en África, declarando que su postura "incentiva la
dependencia mediante el uso de contratos opacos, prácticas crediticias abusivas
y tratos corruptos que enredan a los países en deudas y socavan su soberanía,
negándoles un crecimiento autónomo a largo plazo. La inversión china tiene el
potencial de abordar la falta de infraestructuras en África, pero su enfoque ha
llevado a un endeudamiento creciente y se han creado pocos puestos de trabajo,
si es que se ha creado alguno, en la mayoría de los países".
Asimismo, la iniciativa del Cinturón y la Ruta
de la Seda, un plan global para vincular comercio e infraestructuras conectando
varios continentes —África oriental incluida—, en la que Pekín va a invertir
1,4 billones de dólares, ha producido ansiedad en los Estados Unidos: hace
poco, el secretario de la Marina, Richard Spencer, describió el proyecto como
un ejemplo de "capital que se ha convertido en un arma".
USO DE LA FUERZA
Tales avisos destilan hipocresía. Estados
Unidos tiene mucha experiencia en la imposición de políticas con el único
propósito de crear economías propicias para las inversiones en África (y en el
resto del hemisferio sur) y siempre está preparado para amenazar con el uso de
la fuerza militar cuando sea necesario para proteger sus intereses. Una caída
global en los precios de las materias primas en 2014 y 2015 desencadenó un
sufrimiento económico en los países africanos productores de petróleo, cuyos
ingresos dependen en gran medida de los altos precios del petróleo.
Aunque el Banco Mundial ha previsto que el
producto interior bruto (PIB) promedio para estos países suba moderadamente por
encima del 3% en 2018 y 2019, las futuras caídas en los precios de las materias
primas auguran nuevas rondas de rescate de los IFI, más recortes
presupuestarios y la cruel medicina de la austeridad, que garantiza un duro
golpe para la clase trabajadora y para los pobres. Las instituciones
occidentales no son las únicas responsables de esta pauperización. Un mercado
volátil y una falta de liquidez de los países productores de petróleo llevará a
los prestamistas chinos a retirar sus propios préstamos.
La nueva lucha por África sólo está
alimentando las rivalidades imperialistas entre las principales potencias
mundiales, sobre todo entre los Estados Unidos y China. Mientras que el PIB se
ha elevado a nuevas cotas en este auge sin precedentes, la cruda realidad es que
existe una creciente desigualdad entre la mayoría de la población del
continente y las clases dirigentes africanas; muchos de estos dirigentes son
socios entusiastas del capital global.
La urgencia por conseguir beneficios, la
volatilidad económica y la militarización de África solo auguran inestabilidad,
un aumento de la explotación y violencia. Los activistas por la justicia social
están debatiendo intensamente la naturaleza del papel de China en el
continente, una cuestión crucial que afronta la izquierda antiimperialista,
porque lo que está en juego en esta lucha no hará más que aumentar.
Artículo publicado originalmente en la web británica Red Pepper.
Traducido por Isabel Pozas González.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243205
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