Es un problema de
supervivencia
18 de noviembre de 2017
Por Gerardo Honty (La
diaria)
Se está celebrando en Bonn la 23ª Conferencia
de las Partes de la Convención de Cambio Climático (COP 23), que se extenderá
hasta el 17 de noviembre. La principal tarea de la reunión es comenzar a
definir todos los asuntos que quedaron pendientes tras el Acuerdo de París de
2015. Recordemos
que aquel acuerdo, a pesar de los auspiciosos titulares con que fue anunciado,
no significó ningún avance respecto de las anteriores decisiones de la
convención, y los temas principales no se resolvieron. (1)
Pero la conferencia no empezó de la mejor
manera. El secretario general de la Organización
Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, presentó durante
la inauguración de la reunión, el 6 de noviembre, un avance de su informe
“Estado del clima mundial 2017” .
Allí se anuncia que este año va a ser uno de los tres más cálidos jamás
registrados (los otros dos fueron 2015 y 2016), con episodios de efectos
devastadores –huracanes, inundaciones, olas de calor y sequías– cada vez más
frecuentes.
Según adelantó Taalas, los indicadores del
cambio climático a largo plazo, como el incremento de las concentraciones de
dióxido de carbono, el aumento del nivel del mar y la acidificación del océano,
siguen aumentando mientras los hielos del Ártico, la extensión del hielo marino
de la Antártida y los glaciares continúan reduciéndose. Las consecuencias
previstas de estos cambios para la estabilidad de los ecosistemas terrestres,
así como la capacidad de producir alimentos y proveer agua para consumo humano,
son muy negativas, pero más se teme por las imprevistas.
Sin embargo, seguramente lo más terrible para
las autoridades nacionales allí presentes haya sido el demoledor dato que
evidencia la inutilidad del Acuerdo de París. Según el reporte de la OMM, la
tasa de aumento del CO2 de 2015 a 2016 –es decir, al año siguiente del tan
promocionado acuerdo– fue la más alta jamás registrada, a saber, de 3,3 partes
por millón/año. Esto supuso que la concentración de CO2 alcanzara
las 403,3 partes por millón, la mayor concentración de gases de efecto
invernadero jamás antes registrada. Y los datos en tiempo real de diversos
lugares específicos indican que los niveles de dióxido de carbono, metano y
óxido nitroso siguieron aumentando en 2017.
Las olas de calor aumentaron en todo el mundo.
Las muertes y enfermedades relacionadas con el calor han aumentado de forma
constante y el número de personas vulnerables expuestas a episodios de olas de
calor se ha incrementado en aproximadamente 125 millones. En varios países,
entre ellos Australia, Pakistán, Irán, Baréin, Omán, China, España, Italia,
Francia y Estados Unidos, las altas temperaturas alcanzaron niveles nunca antes
registrados. En particular en América del Sur, Santiago de Chile registró la
mayor temperatura conocida (37,4
°C ), lo que contribuyó a la propagación de los mayores
incendios forestales en la historia chilena, que arrasaron 614.000 hectáreas
de bosque. En Puerto Madryn (Argentina) se alcanzó una temperatura de 43,5 °C , la más alta
registrada tan al sur (43° S) en ningún lugar del mundo.
Las sequías fueron extremas en varios países
de África y en el sur de Europa. Italia sufrió las más altas temperaturas
históricas, lo que provocó enormes pérdidas agrícolas. Según el reporte, los
fenómenos extremos afectan a la seguridad alimentaria de millones de personas,
especialmente a las más vulnerables. En los países en desarrollo, 26% de los
daños y las pérdidas causados por tormentas, inundaciones y sequías de mediana
y gran escala recayó sobre la agricultura.
Los eventos climáticos extremos continúan aumentando su frecuencia
e intensidad. El índice de energía ciclónica acumulada, que mide la intensidad
total y la duración de los ciclones, alcanzó en setiembre su valor mensual más
elevado jamás registrado.
Este avance del informe de la OMM contiene 16
páginas con un resumen de datos similares a estos para todas las áreas y
aspectos afectados por el cambio climático, como la salud, la economía y los
ecosistemas de todo el planeta. (2) La conclusión es evidente: cada vez estamos
peor, y los 25 años de negociaciones internacionales sobre medioambiente
(clima, bosques, biodiversidad, agua, océanos) han sido completamente
ineficaces.
Las prioridades nacionales
La situación del medioambiente global no
mejorará, y los impactos negativos tenderán a agudizarse. Ningún país quedará
ajeno a esta realidad, y de ahí que sea relevante atender con mayor esmero la
conservación de aspectos tan relevantes para la vida como el agua, los suelos,
la biodiversidad y los ecosistemas. Si esto era muy importante en el pasado, de
ahora en más se tratará de una cuestión de supervivencia. Y no estamos hablando
de un futuro muy lejano. La propia secretaria ejecutiva de la Convención de
Cambio Climático alertó, tras la firma del Acuerdo de París, que sólo se contaba
con tres años para iniciar los cambios radicales que se requerían para evitar
el cambio climático peligroso. Ya estamos a dos años de la firma del Acuerdo de
París, y esta decisión ni siquiera está en la agenda de la reunión de Bonn.
Los gases ya acumulados en la atmósfera
permanecerán al menos durante 1.000 años más, según los datos aportados por la
ciencia, lo que significa que más allá de los acuerdos que se alcancen –si se
alcanzan alguna vez–, el cambio climático y sus impactos asociados, como el aumento
de la temperatura, las sequías, los eventos extremos y las inundaciones,
continuarán a pesar de todo.
Para países como Uruguay, la conservación del suelo, el agua y la
biodiversidad deberían ser tareas prioritarias. En los últimos años, desde el
Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca se ha lanzado la idea de que
Uruguay produce alimentos para más de 30 millones de personas, olvidando que su
tarea primordial es asegurar los alimentos y el agua limpia para los tres
millones que aquí vivimos. Las presiones sobre los ecosistemas nacionales se
agudizan, y en el contexto de catástrofe ambiental global que se avecina,
cuidar los recursos naturales del país debería estar por encima de la
exportación de productos agropecuarios y forestales para consumidores
extranjeros. No es un problema de insolidaridad internacional, es un problema
de supervivencia.
(1). Véase mi columna de aquel entonces,
disponible en https://ladiaria.uy/articulo/2015/12/el-elogio-de-la-impotencia/.
(2). Puede descargarse de https://public.wmo.int/es.
Gerardo Honty, analista del Centro
Latino Americano de Ecología Social.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234207
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