El inicio del largo
período histórico de
cambio de un Sistema Económico Social
por otro de carácter
social más elevado
3 de noviembre de 2017
Por Carlos Mendoza (Rebelión)
La revolución rusa de Octubre de 1917 puede considerarse
como el hito inicial de un largo período de transición desde el sistema
económico social capitalista a un sistema superador de un carácter social más
elevado, cualquiera sea la denominación que le demos. Es un período
revolucionario, si por tal consideramos la lucha por la transformación de la
esencia y carácter de las relaciones económico sociales.
En efecto, la historia nos muestra que la
trasformación de un sistema de relaciones económico sociales, en otro de
carácter social más elevado, lleva largos períodos de tiempo, que se miden en
siglos. Así, la transición del sistema esclavista al feudal en Europa se
extendió entre los siglos III y IX, mientras que la transición del sistema
feudal al capitalista en Europa Occidental, por ejemplo, se extendió entre los
siglos XIV y XVIII. Desde la revolución rusa ha pasado solo un siglo y no
podemos prever cuanto tiempo consumirá la transición actual del capitalismo
hacia un sistema superador. Por otro lado, aunque exista la necesidad histórica
de esta transformación, no podemos estar seguros de que se concrete, aunque
tengamos la convicción y voluntad de que suceda.
Estos procesos históricos se desarrollan con
avances y retrocesos que, a veces, tienen un dramatismo y amplitud tal que los
retrocesos pueden aparecer como la derrota definitiva del proceso
revolucionario. Ese pudo parecer el caso cuando sucedió que la revolución rusa
de 1917, luego de construir en Europa del este el sistema denominado del
“socialismo real”, terminó colapsando y dando lugar a la restitución del
capitalismo en esa vasta zona.
Sin embargo, mirando globalmente el proceso,
resulta que esa revolución tuvo logros de gran importancia histórica. Podemos
mencionar entre otros los siguientes: demostró por primera vez en la historia
que era posible satisfacer las necesidades esenciales de todo el pueblo; tuvo
gran influencia en la aparición del socialismo en otros países, resultando que
uno de ellos, China, es hoy la principal potencia económica mundial en cuanto a
PBI medido en términos de PPA (Paridad de Poder Adquisitivo), siendo además el
país con mayor población y el tercero en extensión territorial; la construcción
socialista en Cuba, de gran influencia en los procesos progresistas en América
Latina, e incluso en otros lugares del mundo, recibió un apoyo de gran
importancia de la Rusia soviética y de todo el sector del “socialismo real”; la Unión Soviética
tuvo un rol decisivo en la derrota del nazismo, que evitó que el mundo fuera
gobernado por ese poder e ideología de barbarie; el bloque de países del
“socialismo real” apoyó sistemáticamente las causas progresistas en todo el
mundo, cualesquiera hayan sido las limitaciones y distorsiones que se
produjeron en el seno de esos países y que llevaron a su colapso.
La cuestión que nos planteamos quienes
compartimos la ideología marxista de los revolucionarios rusos de 1917, es si
esa revolución coincidió fundamentalmente con las ideas de Marx, en cuanto a
superación del capitalismo y, asimismo, cuáles fueron las causas de que el
sistema del “socialismo real” terminara haciendo implosión. En ese sentido
resulta fundamental recordar qué es lo que la teoría, desarrollada por Marx,
consideraba como condiciones objetivas para la superación del capitalismo por
el sistema de carácter social cualitativamente más elevado, denominado
“socialismo”, al menos en sus etapas constitutivas iniciales y “comunismo” en
su etapa de madurez.
De una manera general, Marx basaba los cambios
a lo largo de la historia de unas formaciones económico-sociales en otras más
evolucionadas, en la relación dialéctica entre fuerzas productivas y relaciones
de producción, y en tal sentido podemos citar que:
"Al llegar a una determinada fase de
desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las
relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión
jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han
desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas,
estas relaciones se convierten en trabas suyas. Se abre así una época de
revolución social."
Carlos Marx, prefacio a la Contribución a la
Crítica de la
Economía Política , cita en los "Grundrisse", de
Siglo XXI, 1971.
En cuanto al desarrollo de las fuerzas
productivas, hacemos la siguiente cita de Marx, que tiene una increíble lucidez
y brillantez para avizorar los límites del portentoso desarrollo económico y
ahondamiento de sus contradicciones a los que puede llegar el capitalismo:
"En la medida, sin embargo, en que la
gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza real se vuelve menos
dependiente del tiempo trabajado y del cuanto de trabajo empleado que del poder
de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, y cuya
poderosa eficacia por su parte no guarda relación alguna con el tiempo de
trabajo inmediato que cuesta su producción, sino que depende más bien del
estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología (...). La riqueza
real se manifiesta más bien -y esto lo revela la gran industria- en la enorme desproporción
cualitativa entre el trabajo, reducido a una pura abstracción, y el poderío del
proceso de producción vigilado por aquél. El trabajo ya no aparece tanto como
estando incluido en el proceso de producción; el hombre se comporta más bien
como supervisor y regulador con respecto al proceso productivo (...) Se
presenta al lado del proceso de producción, en lugar de ser su agente
principal. En esta transformación lo que aparece como pilar fundamental de la
producción y de la riqueza no es ni el trabajo directo ejecutado por el hombre
ni el tiempo por él trabajado, sino la apropiación de su propia fuerza
productiva-general, su comprensión de la naturaleza y su dominio de la misma,
gracias a su existencia como cuerpo de la sociedad; en una palabra, el desarrollo
del individuo social. El robo del tiempo de trabajo ajeno, sobre el cual se
funda la riqueza actual, aparece como una base miserable comparada con la base
(…) creada por la gran industria misma. Tan pronto como el trabajo en forma
directa ha cesado de ser la gran fuente de riqueza, el tiempo de trabajo deja,
y tiene que dejar, de ser su medida y por tanto el valor de cambio (de ser la
medida) del valor de uso (...). Con ello se desploma la producción fundada en
el valor de cambio (...). El capital es la contradicción en proceso, (puesto)
que se esfuerza por reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, mientras que por
lo demás pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza.
(…). Por un lado despierta a la vida todos los poderes de la ciencia y de la
naturaleza, así como de la cooperación social y del intercambio social, para
hacer que la creación de la riqueza sea, (relativamente) independiente del
tiempo de trabajo empleado en ella. Por el otro lado, procura medir con el
tiempo de trabajo esas gigantescas fuerzas sociales creadas de esta suerte y
reducirlas a los límites imprescindibles para que el valor ya creado se
conserve como valor. Las fuerzas productivas y las relaciones sociales -unas y
otras, aspectos diversos del desarrollo del individuo social- se le aparecen al
capital únicamente como medios , y no
son para él más que medios para
producir fundándose en su mezquina base. De hecho, constituyen las condiciones
materiales para hacerla volar por los aires."
Carlos Marx, Grundrisse, etc., Siglo XXI
Sobre este asunto del desarrollo de las
fuerzas productivas que reduzcan a una mínima expresión el trabajo necesario y
lleven al plustrabajo (creador de la plusvalía) tan por encima del trabajo
necesario que pase a ser la condición que permita satisfacer las necesidades de
todos los individuos, agrega Marx:
"El gran sentido histórico del capital es
el de crear este plustrabajo, trabajo superfluo desde el punto de vista del
mero valor de uso, de la mera subsistencia. Su determinación histórica está
cumplida, por un lado cuando las necesidades están tan desarrolladas que el
plustrabajo sobre lo necesario está más allá de la necesidad natural, surge de
las mismas necesidades individuales; por otra parte, la disciplina estricta del
capital, por la cual han pasado las sucesivas generaciones, ha desarrollado la
laboriosidad general como condición general de la nueva generación; finalmente,
por el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, a la que azuza
continuamente el capital - en su afán ilimitado de enriquecimiento y en las
únicas condiciones bajo las cuales puede realizarse ese afán-, esa laboriosidad
general ha prosperado tanto que la posesión y conservación de la riqueza
general, por una parte exigen tan solo un tiempo de trabajo menor para la
sociedad entera, y que por otra parte la sociedad laboriosa se relaciona
científicamente con el proceso de su reproducción en magnitud cada vez mayor;
por consiguiente ha cesado de existir el trabajo en el cual el hombre hace lo
que puede hacer que las cosas hagan en su lugar".
Carlos Marx, Grundrisse, etc., Siglo XXL
Martín Nicolaus comenta el último párrafo de
los Grundrisse que hemos citado, de la siguiente manera (que suscribimos
plenamente):
"Este y otros pasajes similares de los
Grundrisse demuestran una vez más, por si fuesen necesarias más pruebas, que la
aplicabilidad de la teoría marxista no está limitada a la condiciones
industriales del siglo XIX. Sería sin duda una teoría mezquina la que predijera
el derrumbe del orden capitalista, sólo cuando ese orden consistiese en el
trabajo de los niños, los talleres de trabajo excesivo con bajos salarios, la
desnutrición crónica, las pestes y todos los demás azotes de sus etapas,
primitivas. (…). Sin embargo, Marx continúa imaginando las mayores
posibilidades del sistema capitalista, otorgando al sistema el pleno desarrollo
de todos los poderes que le son inherentes y exponiendo luego las
contradicciones que deben conducir a su derrumbe ."
Grundrisse, etc., Introducción por Martin
Nicolaus, Siglo XXI.
A su vez, una consecuencia muy importante del
desarrollo del capitalismo, es el proceso dialéctico de centralización de
capital, o de “expropiación” de capitalistas más chicos por los más grandes.
Sobre esto, dice Marx:
"Esta expropiación la
lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes de la propia producción
capitalista, la centralización de los capitales, Cada capitalista
desplaza a otros muchos. Paralelamente con esta centralización del capital o
expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se desarrolla en una escala
cada vez mayor la forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación
técnica consciente de la ciencia, la explotación sistemática y organizada de la
tierra, la transformación de los medios
de trabajo en medios de trabajo
utilizables solo colectivamente, la economía de todos los medios de producción al ser empleados como medios de producción de un trabajo combinado,
social, la absorción de todos los países por la red del mercado mundial y, como
consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista. Conforme disminuye
progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan
este proceso de transformación, crece la masa de la miseria, de la opresión,
del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación, (…). El monopolio
del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido
con él y bajo él. La centralización de los medios
de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen
incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos.- Ha sonado
la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son
expropiados.
El sistema de apropiación capitalista que brota del régimen
capitalista de producción, y por tanto la propiedad privada capitalista, es la
primera negación de la propiedad privada individual, basada en el propio
trabajo, Pero la producción capitalista engendra, con la fuerza inexorable de
un proceso natural, su primera negación. Es la negación de la negación. Esta no
restaura la propiedad privada ya destruida, sino una propiedad individual que
recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad (…) basada en la
cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de producción producidos por el propio
trabajo."
Carlos Marx, El Capital Tomo I, Fondo de Cultura Económica, 1971.
Para Marx, entonces, la nueva sociedad
requiere de la “posesión colectiva” de los medios
de producción y circulación de bienes y servicios y de la autogestión social,
lo cual requiere de un extraordinario desarrollo de la formación de la fuerza
de trabajo en el capitalismo, particularmente de su capacitación para
intervenir democráticamente en la gestión, superando la gestión burocrática.
Sobre este asunto y su importante vinculación con los nuevos métodos de gestión
en el capitalismo, dice Paul Boccara:
"A propósito de la burocracia, Marx había
ya indicado que su personalidad moral abstracta se opone a los individuos
reales tratados como objetos, subrayando precisamente "esta inversión del
subjetivo en el objetivo y del objetivo en el subjetivo" en su
"Crítica del Derecho Político Hegeliano". De la misma manera,
nosotros subrayamos hoy la correspondencia estrecha entre los nuevos criterios de
gestión -haciendo predominar el desarrollo de los hombres sobre los medios materiales- y la intervención de tendencia
autogestionaria, antiburocrática, de todos los individuos trabajadores en las
gestiones y en las relaciones políticas." (Traducción propia).
Paul Boccara, "intervenir dans les
Gestions avec de Nouveaux Criteres" (Intervenir en las Gestiones con
Nuevos Criterios). Messidor Ediciones Sociales, 1985.
Viene también a propósito citar aquí lo que
Emest Mandel dice con referencia al desarrollo de una conciencia antiburocrática
y participacionista de las masas:
"La desconfianza en relación con todas
las burocracias, comprendidas las de las grandes empresas capitalistas, las de
los Estados llamados democráticos, está, en la actualidad, más profundamente
arraigada en la conciencia de las masas que en cualquier otro momento del
pasado. Desemboca en una identificación creciente del socialismo con la
autogestión, la auto-organización y la auto-determinación de las grandes masas.
No es solamente una vuelta a los valores y verdades primeras; es un paso hacia
adelante indispensable para la reconquista de la credibilidad del proyecto
socialista por parte de las grandes masas".
Emest Mandel, Situación y Futuro del
Socialismo, El Socialismo del Futuro, N-1, Fundación sistema, 1990.
O, como dice Pedrag Vranicki:
“La autogestión de los productores y los
trabajadores es, en resumen, el punto de la decisión histórica, el campo de
batalla donde se decide el destino de las nuevas relaciones socio económicas”
Pedrag Vranicki, La Autogestión como
Revolución Permanente, El Socialismo del Futuro Nº 2, Fundación Sistema, 1990.
Marx concebía entonces un formidable
desarrollo del capitalismo a través de las contradicciones que hemos visto, y a
nivel mundial, para que generara las condiciones objetivas de su reemplazo por
un sistema basado en la "posesión colectiva" de los medios de producción y circulación de bienes y
servicios y en la "cooperación" de los “productores directos”.
Incluyendo en dicha concepción: la centralización de toda la economía mundial
en pocas manos; la absorción de todos los países por un único mercado mundial
capitalista; un desarrollo de las fuerzas productivas que redujera a una mínima
expresión el trabajo necesario para la producción y circulación de bienes y
servicios y la preparación y experiencia concreta de la fuerza de trabajo en su
participación en la gestión.
Aun en nuestros días el capitalismo tal vez no esté lo
suficientemente maduro como para ser reemplazado universalmente por otro
sistema superior de propiedad común y autogestión generalizada, aunque ha
desarrollado ya extraordinariamente las fuerzas productivas materiales y está
generando en su seno formas embrionarias de participación necesaria de los
"agentes directos de la producción" en la gestión del proceso
productivo (círculos de calidad, "grupos de expresión" y revolución
informacional mediante), lo cual abre la posibilidad de ampliar la lucha de
clases para que se desarrollen ideas y realizaciones concretas
autogestionarias, que abarquen no sólo la producción y circulación de bienes y
servicios, sino también la misma conducción económica.
Desde ya que no habrá sociedad autogestionaria si no cambia
cualitativamente el carácter del poder en la sociedad en su conjunto, pero,
dialécticamente, esto sólo sucederá si se desarrollan células autogestionarias
dentro del propio capitalismo, que eduquen y entrenen a los "productores
directos" en la autogestión de la sociedad y les permita ganar espacios de
poder dentro del sistema; al tiempo que la organización y coordinación política
conscientes, a nivel nacional e internacional, son también indispensables para
darle contenido revolucionario a dicho aspecto de la lucha de clases y a otros
tan importantes y tan vinculados como lo son las luchas democráticas y antimonopolistas,
entre tantas otras; entendiendo por tal contenido revolucionario la concepción
científica del cambio de esta sociedad por otra sin clases sociales y la
voluntad política de querer hacerlo.
Está claro que la Rusia de 1917 no presentaba,
ni lejanamente, las condiciones objetivas, de las que hablaban Marx y otros
teóricos revolucionarios marxistas, para que estuvieran maduras las condiciones
para el advenimiento de la sociedad socialista superadora. ¡Esto no significa,
en modo alguno, que no hubiera que haber hecho aquella revolución! En efecto,
los objetivos inmediatos de los revolucionarios bolcheviques eran muy realistas
y vinculados con las necesidades más imperiosas de aquel momento en Rusia: Paz
(para sacar a Rusia de la ominosa 1ª guerra mundial interimperialista); Pan
(para enfrentar la hambruna de los sectores populares); Tierra (para que el
mayoritario campesinado pobre accediera a ese medio natural de producción).
Por otro lado, ese gran revolucionario e ideólogo marxista que fue
Lenin, aportó el concepto teórico de que las revoluciones anticapitalistas no
empezarían en los países más desarrollados del capitalismo, sino en los que él
consideraba como los eslabones más débiles, donde se concentraran las
contradicciones. Ese sería el caso de Rusia en 1917, pero también de China,
Cuba y otros. Es mirado desde ese punto de vista que personalmente considero
esas revoluciones como el comienzo de la larga transformación del sistema
económico social capitalista en otro superador, de propiedad social y
autogestión popular.
La Rusia de 1917, además de su atraso
económico-social, no tenía prácticamente experiencias democráticas, por lo que
mal podía pasar, sin transición, a un sistema tan cualitativamente elevado de
democracia como el autogestionario. A esto se agregaron la trágica guerra civil
que sobrevino a la revolución de Octubre, las graves consecuencias de la 1ª
guerra mundial, la terrible invasión nazi de la 2ª guerra mundial y la guerra
fría que tanto esfuerzo le costó a la Unión Soviética en
cuanto a armamentismo. Como consecuencia, la sociedad que se construyó distó
mucho de ser autogestionaria, sino más bien estatista, con una organización
socio económica militarizada y trágicamente represiva en la época estalinista y
burocratizada después, donde incluso el Estado aparecía ante los ciudadanos
como un ente ajeno a ellos.
Consecuentemente, pienso entonces que la falta
de participación democrática en la gestión de lo público fue la causa principal
de las distorsiones y posterior colapso de la Unión Soviética y
los demás países del bloque del denominado “socialismo real”.
La revolución de Octubre de 1917 en Rusia no
marcó el fin del capitalismo, pero puede haber sido el comienzo de la larga
época de transición hacia su fin.
Carlos Mendoza, ingeniero, escritor,
especializado en temas políticos y de economía política, miembro del Consejo
Editorial de la organización político-cultural “Tesis 11” , en Buenos Aires,
Argentina.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233613
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