La despolitización
como resultado
de la
institucionalización de la política
18 de noviembre de 2017
Por Editorial Virginia
Bolten
La política del siglo XXI está marcada por una profunda crisis de
representatividad que termina por crear un conjunto de fenómenos los cuales no
son fáciles de comprender y tampoco de simple acompañamiento y caracterización.
La institucionalización de la participación política es, sin dudas, un pilar
importante para pensar este espacio-tiempo.
La vida en sociedad necesita la política como
forma de buscar el bien común. Sin embargo, los conceptos más simples se han
convertido en temas de alta complejidad. El rechazo a la política, y como
consecuencia la despolitización de la sociedad, se debe –en gran medida– a la
institucionalización de la participación política. Observase una exclusión del
ciudadanx como actor político cuando este no hace parte de un espacio
institucionalizado. No es difícil encontrar movimientos territoriales que se
auto-denominan “apolíticos” cuando todavía están construyendo espacios de
participación ciudadana. En estos casos, también no son pocas las
organizaciones –sobre todo los partidos de izquierdas– que se adelantan a
proclamar una supuesta falta de conciencia por parte de estos movimientos,
prefiriendo el cuestionamiento al dialogo. Si al primero le falta dar la
batalla por el concepto de lo que sería lo político, al segundo le falta
revisar el rol del partido político como forma de representación reconociendo
al ciudadanx como actor político.
La política viene siendo confundida con el
poder. Nada más interesante para los dueños del poder –en términos clásicos de
dominación– sobre todo para las corporaciones. Esta falta de interés creciente
en la política y la falta de confianza en las instituciones hacen con que la
sociedad tenga una postura individualista, una forma de insertarse a través de
lo que reconoce como legítimo. El bien común pasa a ser reemplazado por el
interés individual. Sin embargo, la respuesta de las izquierdas –que tendría el
rol de ofrecer alternativas– es más institucionalidad, con todo lo que esto
implica: burocratización, competencias, y por fin, más despolitización y
fragmentación. La organización de la lucha pasa a ser una disputa por construir
y fortalecer su propia institución, muchas veces utilizando los mismos métodos
de las instituciones de lesa-sociedad.
La falta de comprensión que la debilidad de la
política construye un malestar social legitima los discursos de las derechas en
su afán por despolitizar los reclamos sociales y desideologizar la política. El vínculo
utilitarista y clientelar de las instituciones de izquierdas con las bases más
precarizadas también es una importante fuente de despolitización. En lugar de
aportar a una organización con fines de liberación del poder opresor, habilitan
un proceso de pacificación que también es funcional al sistema vigente, lo cual
posee más posibilidad de manipulación sostenida por los medios
de comunicación de masa.
Asistimos a tiempos de descrédito en las
instituciones de todos los colores. El apelo por la politización como
herramienta capaz de superar la profunda crisis, es el punto de partida para
una forma de organización social que no sea totalitaria en su concepción.
Proporcionar espacios para el debate abierto entre las personas sin caer en la
tentación de hacer política vía redes sociales –que también es una herramienta
despolitizante– y comprender que en este espacio-tiempo pensar y hacer política
más allá de las instituciones es el gran desafío. Lo que preguntamos frente a
esto es: ¿Es posible desinstitucionalizar las estructuras dogmáticas buscando
el bien común?
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234189
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