El caos de Medio
Oriente
18 de noviembre de 2017
Por Guillermo Almeyra (Rebelión)
La derrota del Estado Islámico (E.I. o Daesh) en Siria e Irak ha
puesto en movimiento la anterior relación de fuerzas en la zona. Estados Unidos
e Israel, que sostenían y armaban al E.I. al igual que Qatar, están en efecto
debilitados por el triunfo obtenido por Hafez al Assad, el dictador sirio, en
alianza con Rusia, con Hezbollah (libanés y chiíta), el gobierno también chiíta
de Irak y el régimen iraní de los ayatollahs. Éste también apoya a una
coalición en Yemen chiíta contra la cual combaten sin resultados los miembros
de una coalición sunita (Omán, Egipto, Jordania y Arabia Saudita) dirigida por
Riyad.
Estados Unidos, que primero había sostenido al
gobierno de Saddam Husein en Irak que era enemigo del gobierno sirio y lo había
lanzado a una guerra contra los chiítas iraníes, después lo derribó y destruyó
Irak con su invasión. El brillante resultado fue el fortalecimiento en ese país
de la influencia de Teherán y el hecho de que el gobierno chiíta iraquí lucha
hoy unido a los sirios armados por los rusos contra el E.I. sostenido por
Estados Unidos y sus aliados saudíes y qataríes.
Mientras Estados Unidos y las ex potencias
coloniales (Francia e Inglaterra) pierden fuerza en la zona, Rusia e Irán se
han reforzado en todo el Mashrek desde la frontera turca hasta el linde de
Palestina con Egipto.
En efecto, entre los palestinos es mayoritario
Hamas, que oscila entre chiítas y sunitas, en el Líbano el movimiento
Hezbollah, chiíta, es mayoritario entre los pobres y forma parte del gabinete
de unión nacional del sunita Saad Hariri del cual sólo se excluyeron los cristian os maronitas de la Falange, agentes de
Francia y de Israel y Estados Unidos y, por último, en Siria, Irak e Irán los
gobiernos son chiítas. Sólo Jordania tiene una monarquía sunita.
Pero las diferencias sectarias entre sunitas y
chiítas encubren en realidad los conflictos sociales en el mundo árabe. Las
monarquías y los grandes comerciantes son - en general- sunitas y los pobres y
muchas tribus son mayoritariamente chiítas (los cristian os
de todo tipo y los laicos suelen ser urbanos y más acomodados). En cuanto a los
kurdos están diseminados entre Irán, Irak, Siria y Turquía y divididos entre
clanes que se oponen entre sí y, aunque son mayoritariamente sunitas, se
interesan sobre todo por su independencia frente a los respectivos gobiernos
sean éstos sunitas, como lo era el de Saddam Hussein o lo es el de Turquía, o
chiítas como los gobiernos de Bagdad y de Teherán.
Sobre esa base social y religiosa se
sobreponen los intereses dinásticos en las monarquías y los intereses
geopolíticos. Por ejemplo, el gobierno militar de Egipto combate a la Hermandad Musulmana ,
financiada y protegida por Riad, pero está aliado con los sauditas en la
coalición que interviene en la guerra civil yemenita y busca el apoyo saudita
para sus relaciones con Estados Unidos. O Arabia Saudita y Qatar financian y
apoyan conjuntamente al Estado Islámico, pero Riad quiere ahora cargarle a
Qatar la responsabilidad de la derrota y rompe relaciones, concentrando ahora
su intervención en el Líbano.
El virtual secuestro en Arabia Saudita del
primer ministro libanés Saad Hariri, a quien obligaron a denunciar a su aliado
Hezbollah y a Irán y a renunciar obliga a Francia a intervenir porque es la ex
potencia colonizadora del Líbano donde mantiene fuertes intereses y se apoya en
la derecha cristian a y porque tiene
grandes inversiones en Irán e interés en el petróleo y el gas de ese país y al
mismo tiempo ha rearmado la aviación militar saudita. Por eso el presidente
Emmanuel Macron debió ir de noche a Riad para conseguir un permiso para que
Harari pudiese viajar a Francia. Esto coloca nuevamente a París en el campo
opuesto de los intereses de Estados Unidos porque Arabia Saudita no hace nada
sin consultar con el Departamento de Estado.
Francia no quiere ser un satélite
estadounidense y agrega así ahora a sus diferencias sobre el recalentamiento
global y sobre el proteccionismo de Donald Trump, una diferencia táctica en la
cuestión medioriental aunque sus intereses estratégicos coinciden con los de
Washington. Esa voluntad de independencia –sobre todo cuando Estados Unidos
está sustituyendo la dominación francesa en África por la suya propia- hace que
París mantenga fuertes lazos con China y Rusia que, además y al igual que
Francia, comercian con Irán e invierten en ese país estratégico por sus
fronteras con Afghanistán y con el Medio Oriente, por sus riquezas y por su
poderío militar regional.
El hombre fuerte saudita, Mohammed bin Salmán,
hijo del soberano, quiere presentar un Islam menos medioval que el wahabita
imperante en su país y modernizar la vida de éste y su economía para aparecer
más presentable. Veremos qué hará ahora con Hariri en París. También habrá que
ver si el primer ministro retorna como tal a Beirut y si es posible mantener la
paz en ese país o si Israel inventa un pretexto para invadirlo y atacar a Siria
para evitar que, tras la expulsión del Estado Islámico, ésta se recomponga con
ayuda rusa como potencia regional.
Como telón de fondo está la preparación por
Estados Unidos de una guerra contra China. Todas las piezas del ajedrez mundial
están en movimiento en el tablero global, desde las amenazas a Corea del Norte
y la presión naval en el Mar de China hasta el intento de cortarle el
abastecimiento en carburantes que Beijing obtiene en Irán. Pero la torpeza y la
brutalidad de Washington engendran resistencias entre sus cómplices y
subordinados europeos y estimulan los nacionalismos y el antiimperialismo en
los países que tienen una larga y gloriosa historia y con viejas culturas.
Ciegamente, Trump empuja al mundo a la vez hacia una catástrofe ecológica y
hacia una terrible guerra atómica. Hay que detenerlo.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234205
No hay comentarios:
Publicar un comentario