Nueva victoria del
chavismo
La guerra del billete,
el "Plan Conejo"
y otras batallas
13 de noviembre de 2017
Por Pablo Stefanoni y Ayelén Oliva (Revista Anfibia)
La maquinaria oficial, el desprecio por Nicolás Maduro, el
desgaste que dejaron los cuatro meses de protestas, el cansancio social, el
rechazo a la violencia y el redireccionamiento de las energías a la lucha
cotidiana, sumado al temor del pueblo chavista al revanchismo opositor
explican, en dosis variables, el triunfo chavista que sorprendió a propios y
extraños. Pablo Stefanoni y Ayelén Oliva analiza las múltiples variables que se
pusieron en juego para la victoria electoral de los herederos de Chávez.
Hay punto. En Caracas, vendedores callejeros e incluso algunos taxis colocan cartelitos escritos a mano que indican que cuentan con posnets inalámbricos para pagar con tarjeta. Comerciantes aceptan vender por transferencia bancaria. El corralito de facto, por la falta de billetes, solo permite extraer de los cajeros bastante menos de un dólar blue al día, lo que derivó en una paradójica vía de bancarización de la economía informal y hasta dela ilegal. Ahora Nicolás
Maduro quiere introducir el dinero electrónico para ganar la “guerra del
billete”.
Hay punto. En Caracas, vendedores callejeros e incluso algunos taxis colocan cartelitos escritos a mano que indican que cuentan con posnets inalámbricos para pagar con tarjeta. Comerciantes aceptan vender por transferencia bancaria. El corralito de facto, por la falta de billetes, solo permite extraer de los cajeros bastante menos de un dólar blue al día, lo que derivó en una paradójica vía de bancarización de la economía informal y hasta de
En las últimas semanas, la escasez cedió un
poco, al menos en los alimentos. Sin embargo, los precios no regulados que
dominan a la inmensa mayoría de productos se vuelven prohibitivos para la
mayoría de los venezolanos. Las largas filas en las panaderías, farmacias o
supermercados, funcionan como señal de alerta de la entrada de algunos
productos regulados. Y ocurre un fenómeno típico de la época de escasez en
tiempos de la Unión
Soviética : mucha gente hace colas sin saber bien qué podrá
comprar. Pero todo sirve, sea para consumirlo, guardarlo o hacer trueque. “La
vida se va en la sobrevividera”. Si el lema del socialismo era “quien no
trabaja no come”, en su versión venezolana podría reescribirse como “quien no
inventa no llevará nada a la boca”. Y el invento va construyendo una sociedad
siempre en el límite entre lo legal y lo ilegal.
Todo indicaba que este escenario de crisis
económica, potenciado por el creciente aislamiento del gobierno de Europa y
Estados Unidos, derivaría en una amplia derrota electoral del oficialista
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en las elecciones regionales de
octubre pasado. Incluso para Maduro, que optó por postergarlas casi un año. Sin
embargo, el tercer domingo de octubre, el chavismo se hizo con la mayoría de
las gobernaciones, desencadenando euforia en las filas oficialistas y, al mismo
tiempo, la fractura del frente opositor.
***
La guerra económica pasó a ser parte del
manual discursivo oficialista. Maduro llegó incluso a denunciar un “sabotaje
internacional” para frenar el envío a Venezuela de los billetes de nuevas
denominaciones, impresos en Suecia, cuando los de 100 bolívares pasaron a valer
centésimas de dólar.
En opinión de Manuel Sutherland, “la guerra económica se basa en
la idea de una especie de colusión absoluta de los empresarios venezolanos y
extranjeros para subir los precios de las mercancías (la llamada “inflación
inducida”), para contrabandearlas o para destruirlas. Ese tipo de lockout
burgués existió por ejemplo durante el golpe de 2002 y luego en el paro
petrolero, pero no es sostenible en el tiempo”. Para este economista marxista,
“las causas de las crisis son otras: tipos de cambio diferenciados, aumento de
la base monetaria de 330.000%, déficit fiscal continuado, problema de acceso de
divisas y caída general de la oferta de bienes, fuga de capitales (Venezuela
tiene récord mundial), depreciación meteórica de la moneda. Y a esto se
acaba de anunciar que se buscará una reestructuración de la deuda externa.
Muchas de estos problemas ocurrieron en varios países de América Latina sin
gobiernos de izquierda y sin que nadie hablara de guerra económica”.
De hecho, Bolivia es el contraejemplo: con un
gobierno de izquierda “bolivariano”, su modelo es elogiado por su crecimiento
económico de alrededor del 5% anual, la inflación baja y la estabilidad
macroeconómica. Todo eso operó como una de sus cartas de triunfo electoral
durante sus más de diez años de gestión de Evo Morales.
Por otro lado, mucho del pillaje vinculado al
manejo de los recursos estatales en Venezuela es organizado desde sectores de
la propia jerarquía del Estado como se vio en las denuncias del nuevo fiscal
general Tarek William Saab, nombrado por la Asamblea Constituyente ,
sobre negociados multimillonarios en la Faja Petrolífera
del Orinoco.
El subsidio a la gasolina resulta también una
fuente de corrupción. Y en el contrabando hacia Colombia participan tanto
oficialistas como opositores, civiles como militares, grandes pero también
pequeños. Por estos días, el precio de cuatro tanques llenos de un auto
particular equivalen al precio de un solo huevo. Al mismo tiempo, la escasez de
productos regulados alienta el bachaqueo o reventa del producto a varias veces
su valor, promoviendo la especulación y contribuyendo al desabastecimiento. Se
dice incluso que se dice que en varias islas del Caribe y en las ciudades de
frontera pueden conseguirse esos mismos alimentos que escasean en el país.
Como correlato de la crisis económica, aumenta la pobreza y la
extrema pobreza y se revierten conquistas sociales de años previos. Se ha
evidenciado un aumento de la desnutrición infantil, la expansión de
enfermedades epidémicas como la malaria, un incremento de las tasas de
mortalidad materna e infantil asociadas a la pobreza, así como también a una
severa crisis en el sistema de salud debido a la falta de insumos y medicinas
esenciales.
***
En la madrugada del viernes 18 de agosto, la
ex fiscal general María Luisa Ortega y su esposo, el diputado Gustavo Ferrer, se subieron a una lancha y escaparon
rumbo a Aruba donde los esperaba un avión privado con destino a Bogotá. La fuga
de Caracas tenía un como objetivo esquivar una orden de captura. No viajaban
solos, también los acompañaban la subdirectora del Ministerio Público, Carmen
González Sánchez y el fiscal anticorrupción Arturo Villar Esteves. Ya en el
exterior, Ortega Díaz aseguró que sigue siendo chavista y que continuará
defendiendo la Constitución de 1999 convirtiéndose así en la cara visible del
llamado chavismo crítico que, en los últimos meses, decidió romper con Nicolás
Maduro.
Unos meses antes, en el día de los
trabajadores, el presidente de Venezuela había convocado sorpresivamente a una
Asamblea Nacional Constituyente (ANC) “profundamente obrera, comunal, del
pueblo”. La lectura resultó sencilla, el oficialismo debía construir una puerta
de escape a la presión de la oposición en las calles para así recuperar el
control sobre la agenda pública. La estrategia funcionó. Y la instalación de la
ANC constituyó un punto de inflexión en la dinámica política de Venezuela.
Por el lado del oficialismo, se detuvo la
sangría política que venía sufriendo el gobierno desde el resultado de las
legislativas de 2015, cuando perdió dos tercios de la Asamblea Nacional. La
Constituyente apareció como una línea roja que llegó para dividir a leales de
traidores. Entre estos últimos estaba un grupo de dirigentes políticos que
acompañaron al oficialismo durante las últimas dos décadas como es el caso de
Ortega y Ferrer. Así, el ala más dura del oficialismo se replegó sobre sí
misma.
Luego de haber denunciado ruptura del orden
democrático con el avance de la Justicia sobre las competencias del Poder
Legislativo y de cuestionar la legitimidad de la convocatoria a elecciones para
la Constituyente, Luisa Ortega fue removida de su cargo por ese mismo órgano y
ahora opera desde el exterior contra el gobierno. Desde ese momento, asumió una
oposición frontal que la llevó incluso a acusar al gobierno de formar parte de
redes de narcotráfico.
El caso de Ferrer es menos conocido. El marido de Ortega forma
parte de un grupo de tres diputados oficialistas que rompieron con el PSUV en
agosto, luego de las elecciones a la Constituyente, dando forma a un bloque
propio en el Congreso. Junto a Ferrer estuvo el ex militante comunista y
funcionario de Hugo Chávez, Eustoqui Contreras, que en el momento de la
convocatoria oficialista preguntó públicamente: “¿Vamos a tener dos
constituciones chavistas o vamos a sustituir la Constitución chavista por otra
Constitución? Eso es algo que yo no entiendo”. También sugirió que debía existir
una consulta popular previa a la elección de representes, algo que nunca
existió.
Pero la puesta en marcha de la Constituyente
tuvo consecuencias más graves en el frente opositor. La Mesa de la Unidad Democrática
(MUD), creada como una alianza de partidos en 2009 con el único objetivo de
aunar fuerzas ante el chavismo, sufre una crisis interna tan fuerte que la
empuja al borde de la disolución, una situación que pocos esperaban luego del
triunfo de 2015. Unida menos por el amor que por espanto, la MUD supo reunir
expresiones políticas de lo más diversas como los tradicionales partidos de
Acción Democrática (AD) y Copei, históricos adversarios que dieron forma a la
democracia pactada desde 1958 hasta la llegada de Hugo Chávez, con nuevas
expresiones políticas como Primero Justicia (PJ), del ex candidato presidencial
y ex gobernador del estado de Miranda, Henrique Capriles, y Voluntad Popular
(VP) de Leopoldo López, cercano a la derecha de Miami (aunque el partido fue
aceptado en una Internacional Socialista de contornos ultraflexibles).
Luego de varios meses de protestas sostenidas
en las calles, con más de un centenar de muertos y varios detenidos, y de un
referéndum opositor en el que la MUD contabilizó sin observadores unos 7
millones de votos contra Maduro, la Asamblea Constituyente
comenzó a sesionar a pesar de la escasa legitimidad a causa de las sospechas de
irregularidades en el proceso electoral y de la falta de participación
opositora. Pocos esperaban lo que finalmente se concretó. Esto resultó un golpe
duro para la MUD que en 2015 había pasado a controlar uno de los cinco poderes
del Estado en la era chavista y pensó que contaba con el camino allanado para
nuevas victorias en las urnas.
De este modo, la Asamblea Nacional (parlamento), que ya venía paralizada
por el chavismo por el Tribunal Constitucional adicto al gobierno, pasó a tener
por encima al “poder originario” de la Constituyente. Las
redes sociales estallaron con insultos a los líderes opositores por parte de
sus propias bases. La decepción caló hondo y fomentó la abstención electoral. Y
lo que parecía una fortaleza a punto de caer, tras casi dos décadas, se volvía
otra vez inexpugnable para la
oposición. Y resurgió el debate: ¿apostar a las calles o a
las urnas?
***
Hace unas semanas, el presidente de Venezuela
anunció que fomentaría la cría de conejos como una estrategia contra la crisis
alimentaria. Las burlas, dentro y fuera de Venezuela, no se hicieron esperan.
El propio Maduro diagramó algunos cálculos sobre la reproducción, la cantidad de
proteínas y hasta se quejó de que algunos venezolanos los tomen como mascotas y
no como fuente de alimento.
Pero el Plan Conejo no es un proyecto que se
diagramó aislado sino que se enmarca en los Comités Locales de Abastecimiento y
Producción, conocidos como Claps, una de las bases de supervivencia política y
electoral del gobierno. En una publicación convocan a darle “todo el poder a
los claps” y cuentan el caso de la Unidad socioproductiva de bomberos y
bomberas a la siembra
El Valle , que aparecen en la foto exhibiendo conejos de
diverso pelaje. En este contexto de crisis alimentaria los Claps, responsables
de la distribución de bolsas de comida casa por casa a precios muy bajos, se
transformaron en un instrumento de política (y control) social bastante
efectivo.
Si bien el chavismo no se caracteriza por su
eficiencia en la gestión, sí ha logrado poner en marcha infinidad de
organizaciones y programas sociales. Así como las ya famosas Misiones fueron
claves para el triunfo de Hugo Chávez en el referéndum revocatorio de 2004, hoy
existen centenares de formas de supuesta “democracia participativa” asociados
al Poder Comunal, que en el imaginario del chavismo radical debería reemplazar
a la democracia burguesa.
De esta forma, a diario existen decenas de
miles de personas movilizadas, en un ambiente de sobreideologización, denuncias
constantes de los enemigos de la revolución y proselitismo permanente, en
engranajes de movilización de un “subsuelo de la patria” que a menudo la
oposición no llega a comprender en toda su magnitud en un contexto de fuerte
segregación territorial. “Acá no se habla mal de Chávez”, dicen los carteles en
diversos espacios de Caracas y programas en canales estatales de televisión.
Los Clap tienen vínculo con el programa Una Mujer, las Unidades de
Batalla Hugo Chávez (UBCh), el Frente Francisco Miranda, las Milicias, los
Activadores productivos, los “fiscales populares” (cuya función es denunciar a
los especuladores) y los comunicadores de los Clap –previamente juramentados en
un acto público– “para dar la batalla mediática”. La mayoría de los productos
de los Claps son importados, a una tasa de cambio de 10 bolívares por dólar,
cuando el dólar blue ya supera los 40.000 bolívares, lo que ofrece una enorme
cantera de corrupción para quienes fingen o sobrevalúan importaciones y luego
cambian los dólares en el mercado negro.
***
Fue la superpoderosa
Asamblea Constituyente , una especie de poder de facto que
vota por aclamación, la que convocó a las elecciones a gobernadores tan
esperadas por la oposición para dar la estocada final al gobierno y postergadas
por casi un año por Maduro con el argumento de que no podía convocarlas
mientras la oposición intentaba desestabilizarlo. Por eso, cuando el 15 de
octubre en la noche se contabilizaron los votos electrónicos los resultados
cayeron como una bomba y como un acertijo al parecer irresoluble ¿Cómo era
posible que el oficialismo consiguiera 18 de 23 gobernaciones? En medio de una
crisis de dimensiones espectaculares, el oficialismo alcanzaba el 54% de los
votos frente al 45% de la oposición, que se ubicaba muy lejos del 70% que
esperaban.
El oficialismo mantuvo el número de votantes
de 2015, casi 6 millones de votos, mientras la oposición perdió en más de 2
millones. Esto se tradujo en que el PSUV conservara 15 de las 20 gobernaciones
que había ganado en 2012: perdió cinco pero sumó las tres que estaban en manos
de la oposición: Miranda, Lara y Amazonas. Mientras, la MUD perdió esas tres
pero ganó otras cinco. Y, un sector, denunció fraude.
Sin duda, existió un campo de juego inclinado
a favor del oficialismo gracias a los recursos invertidos, al nombramiento de
“protectores” en las regiones opositoras que fugen de gobernadores paralelos y
reciben recursos públicos, o a estrategias como la del “ratón loco” que
consistió en cambiar a último momento ciertos lugares de votación. Las
denuncias de fraude, strictu sensu, quedaron más bien restringidas al estado de
Bolívar, sede del arco minero, donde oficialismo y oposición quedaron a escasos
puntos.
La abstención, promovida por un sector de la oposición por
considerar que el poder electoral es una pieza del oficialismo, jugó también en
favor de estos resultados. Al igual que los miles que votaron con los pies y
migraron de Venezuela. “2.200.000 venezolanos dejaron de votar y la oposición
perdió por 765.000” ,
trataron de saldar la puja quienes en la oposición combaten el abstencionismo.
El último golpe a una oposición tambaleante
provino de la viveza criolla que el chavismo maneja a la perfección: obligar a
los nuevos gobernadores a jurar frente a ella. La oposición se enfrentó a un
dilema: si juraban la reconocían, si no lo hacían serían destituidos. En el
punto de no reconocer a la Asamblea todos coincidieron pero mientras el primer
vicepresidente del parlamento, Freddy Guevara (VP), insistía en la
radicalización de la rebelión ciudadana como salida política a la crisis
venezolana desde la tribuna (sin que existan fuerzas ni ánimo para retomar la
acción callejera), el expresidente del Legislativo, el viejo zorro de Henry
Ramos Allup (AD), negaba con la
cabeza. Las diferencias entre Voluntad Popular y Acción
Democrática son cada vez más profundas. “Las dictaduras no salen con balas sino
con votos”, concluyó Ramos Allup quien dirige un partido de origen antiimperialista
fundado en los años 40 siguiendo las ideas apristas de Víctor Raúl Haya de la
Torre.
Hasta ahora muy debilitado por el recuerdo del
Caracazo con centenares de muertos, cuando gobernaba el adeco Carlos Andrés
Pérez, ahora el partido del mítico Rómulo Betancourt tiene cuatro de los cinco
gobernadores opositores, que levantaron la mano delante de la presidenta de la
Constituyente y ex canciller Delcy Rodríguez. El gobernador de Zulia de Primero
Justicia se negó y fue destituido. El ex presidenciable Capriles pidió
disculpas a la militancia y acusó a Ramos Allup de traición. No por nada AD fue
el gran partido populista de la historia venezolana. Y su crecimiento en el
espacio opositor podría cambiar la dinámica política que predomina desde 2013,
tras la muerte de Hugo Chávez, con Capriles y López como referentes.
***
En este contexto de crisis, el Carnet de la
Patria, un documento de identidad electrónico con código QR que regula el
acceso a alimentos y artículos de primera necesidad, imprescindible para acceder
a cualquier tipo de asistencia, aparece como una renovada forma de “biocontrol”
que despierta los fantasmas de la oposición. A partir de este tejido de “poder
popular” el gobierno puso en marcha una suerte de política de las necesidades
vitales con las que, hasta cierto punto, no solo neutraliza sino que puede
sacar provecho de lo que a primera vista sería una fuente de crecimiento para
la oposición debido al descontento social que generan las gigantescas
dificultades cotidianas.
Un ejemplo de estas paradojas son los llamados
colectivos, una variopinta red de organizaciones armadas, más o menos autónomas
y a menudo motorizados, que controlan el reparto de alimentos pero, al mismo
tiempo garantizan seguridad en los barrios de una de las ciudades más inseguras
del mundo. El propio gobierno intentó en varias oportunidades ponerlos en caja
ya que operan como una forma de control político pero, en la medida en que no
pueden eliminar a la oposición de manera sencilla, las formas de “negociación”
en torno a qué niveles de expresión pública de oposición son tolerados, son
bastantes variadas y diversas. Un importante dirigente juvenil de un partido de
oposición nos contaba que participa de las reuniones del consejo comunal y su
presencia es tolerada al mismo tiempo que, mediante amenazas físicas directas,
los colectivos le impusieron límites a su actividad proselitista en el barrio.
Pero la toleran porque el descontento crece. De hecho, en barrios emblemáticos
como el 23 de Enero –donde votaba Chávez y reposan sus restos– en 2015 triunfó
la oposición.
El desprecio por Nicolás Maduro, el desgaste
que dejaron los cuatro meses de protestas, el cansancio social, el rechazo a la
violencia y el redireccionamiento de las energías a la lucha cotidiana, sumado
al temor del pueblo chavista al revanchismo opositor explican, en dosis
variables, un triunfo que sorprendió a propios y extraños. Pero no se puede
entender la coyuntura actual sin incluir también a la enorme maquinaria
oficial, el control de la renta petrolera por parte del Ejecutivo, la adhesión
militar al gobierno (por razones políticas y económicas) y las diversas formas
de inclinar la cancha en favor del oficialismo.
Ahora Maduro se entusiasmó tanto que convocó a
elecciones para alcaldes y hasta se especula con un adelantamiento de las
presidenciales. La oposición, fracturada, anunció que no participará, en un
intento de recuperar la
unidad. Pero hay quienes quieren competir y no perder las
decenas de alcaldías en manos opositoras.
“Venezuela es Venezuela, jodidos pero
felices”, resumió Maduro una especie de esencia antropológica del carácter
nacional. Lo de felices es discutible, pero que “Venezuela es Venezuela”
empezaron a entenderlo quienes anticiparon pronósticos demasiado certeros para
una realidad demasiado esquiva.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233957
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