Minera Samarco
Silencio y abandono
ante
la mayor tragedia
medioambiental de Brasil
7 de noviembre de 2017
Por Agnese Marra (Público)
Se cumplen dos años del tsunami de barro y
residuos tóxicos de la
minera Samarco que acabó con el 80% de la la quinta mayor
cuenca hidrográfica de Brasil, mató a 19 personas y destruyó los hogares de 300
familias.
No sonó la sirena como se debería hacer en
estos casos. Tampoco se atendieron las advertencias de la Secretaría de Medio
Ambiente sobre la fragilidad del dique que contenía los residuos tóxicos de la minera. Trabajaban
sin haber obtenido la renovación de la licencia ambiental. Y no disponían de un
plan de contingencia y de prevención de riesgos actualizado. Así fue como el 5
de noviembre de 2015 se cumplieron todos los pronósticos. El dique de la minera Samarco se
rompió y un mar de residuos tóxicos, concretamente 44 millones de metros
cúbicos -el equivalente del contenido de agua de 17.600 piscinas olímpicas-
acabó con la vida de 19 personas, la historia de 300 familias, y con el 80% del
ecosistema de la quinta mayor cuenca hidrográfica de Brasil.
El tsunami
de barro pilló desprevenido
al pueblo de Bento Rodrigues (interior de Minas Gerais) que en cuestión de
horas quedó sepultado. Dos días después las ciudades de Paracatú y Gesteira
correrían la misma suerte y miles de habitantes de las comunidades de
pescadores de la región vieron cómo su forma de vida, la única que conocían,
desaparecía. En una semana el barro recorrió 655 kilómetros a
través del Rio Doce hasta llegar al océano Atlántico, a la altura del estado de
Espíritu Santo, al norte de Rio de Janeiro.
Este domingo se cumplen dos años del accidente
medioambiental más grave de Brasil. El silencio de las autoridades brasileñas y
de los responsables de Samarco (empresa que pertenece a las dos mayores mineras
del mundo, la brasileña
Vale y la anglo-australiana
Bhp Billiton ), contrasta con el lamento de las 300 familias
que siguen sin recuperar su vida, que velan a sus muertos, a los del 5 de noviembre
y a los que han fallecido a lo largo de estos 24 meses, hundidos por la
tristeza del que se ha quedado sin nada.
Tereza das Cruzes echa de menos su horno de
leña; Maria do Rosario Rodrigues, las horas que pasaba sentada debajo de la
bananera; y Silvio Diniz, levantarse a las cuatro de la mañana para ir a
pescar. Todos ellos quieren volver a sus casas, al campo, a la tierra, y poder
empezar de nuevo. Ahora sólo repiten una frase: “Estamos presos como un pájaro
en una jaula”.
Después de siete meses de lucha, estas
familias consiguieron que las reubicaran en apartamentos dentro de la ciudad de
Mariana, la más próxima al desastre y la más poblada. Pero la reubicación
definitiva, la que supone volver a su tierra, está prevista para 2019, aunque
son pocos los que confían en que esa fecha se cumpla.
Conseguir las indemnizaciones correspondientes
ha sido una batalla que todavía está por vencerse. La Fundación Renova
es la institución que se creó (bajo el mando de las mineras Samarco, Vale, Bhp
Billiton) con el fin de encargarse de las indemnizaciones y reparaciones de los
afectados. Los que tenían una casa pero la usaban como segunda residencia
recibirían 3.000 euros. Los que se quedaron sin su residencia principal, 6.000
euros. Y aquellos que perdieron a familiares, un total de 30.000. Las 300
familias reubicadas deberían recibir un salario mensual de 350 euros por
quedarse no sólo sin hogar, sino sin su trabajo: la agricultura y la pesca.
Fractura social: “Pies de barro”
Si en un primer momento las víctimas fueron
acogidas en Mariana con los brazos abiertos, el paso de los meses ha provocado
que los nuevos habitantes sean vistos como enemigos. Cuando salen a
manifestarse para reclamar sus derechos no es raro escuchar eso de “ahí están
los beneficiados de la tragedia”, o lo de “poneos a trabajar, desempleados”.
El cierre de Samarco, en una región que vivía
casi exclusivamente de la minería, provocó que el desempleo pasara de un 5% a
un 25%. La mayoría de los impuestos que recaudaba el ayuntamiento de Mariana
venía de esta empresa, su desaparición temporal ha supuesto una pérdida de
cuatro millones de euros para el municipio, y un recorte de otros 300 puestos
de trabajo en el sector público: “Hay una minoría de la población que ve a las
víctimas de la tragedia como a los responsables de la situación que vivimos en
Mariana, pero es completamente falso”, reconocía su alcalde, Duarte Junior a
BBC Brasil.
La adaptación a la ciudad ha sido para los
afectados una de las partes más difíciles en estos dos años. Algunos se quejan
de que los vecinos no les hablan, de lo caro que está el kilo de tomates (ellos
los plantaban), o de lo duro que es no tener un horizonte por el que mirar
desde la ventana. Los
pedidos de asistencia psicológica han aumentado un 125%. La depresión afecta a
los más mayores. Los jóvenes se quejan de trastornos de ansiedad. Y después
está el caso de los cien niños de Bento Rodrigues que al entrar en la escuela
de la ciudad, escuchaban cómo les decían: “Ahí vienen los de los pies de
barro”. “Mi hijo no quería ir a la escuela, él y sus amigos sufrían todo tipo
de humillaciones”, cuenta Maria dos Anjos de Almeida.
Hace cuatro meses que la Fundación Renova
habilitó un nuevo colegio para separar a los menores afectados por la tragedia
de los que ya vivían en la ciudad: “Es una tristeza que la adaptación a la
ciudad esté siendo tan difícil. Nosotros hemos colaborado abriendo un centro de
convivencia en Mariana”, decía esta semana Roberto Waak, el presidente de
Renova.
Un ecosistema para los próximos cien años
El verde y el azul de los más de seiscientos
kilómetros de río sigue marrón. Según el profesor Marcus Vinícius Polignano,
que monitorea la actividad económica y su impacto ambiental en las cuencas
hidrográficas de la región, el 80% del río Doçe está perdido. La densidad de
los residuos minerales y la pérdida de oxígeno del agua dejaron 11 toneladas de
peces muertos en un caudal que por tramos aparece totalmente seco, obstruido
por el barro.
El investigador Carlos Alfredo Joly, del
Instituto de Biología de la Universidad de Campinas, asegura que “todo el
ecosistema está afectado, no estaremos vivos para ver una mínima recuperación
de la vegetación perdida”. Además recuerda que tendrá un “efecto crónico”:
cuando llueva sobre el río, los residuos retomarán su camino hacia el mar y la
contaminación del agua será intermitente. Las comunidades ribereñas fueron las
primeras en sufrir este efecto. Medio millón de habitantes que vivían a lo
largo del curso se quedaron sin agua durante 20 días.
El flujo de nutrientes en toda la cadena
alimentaria en la tercera parte de la región del sudeste de Brasil y la mitad
del Atlántico sur se verá comprometida por un mínimo de cien años”, advirtió en
BBC Brasil el biólogo marino André Ruschi.
El desastre medioambiental no ha puesto en
cuestión el modelo de crecimiento de la región. El alcalde de Mariana reconoció en una
entrevista que el pueblo necesitaba “recuperar la industria minera cuanto
antes”. Ni Samarco, ni Vale, ni BBP Billing han ofrecido una explicación clara
sobre lo sucedido. Pero en el último mes presentaron una petición en la
Secretaría de Estado de Medio Ambiente de Minas Gerais para obtener un tipo de
licencia operativa que les permita retomar algunas de sus actividades. Todavía
no han recibido respuesta.
El silencio del gobierno
El periodista Alceu Castilho, en el portal Outras Palavras, explica cómo
el PMDB (el partido del Ejecutivo de Temer y con mayoría en el Congreso) es el
principal receptor de ayuda de Vale, con un total de 8,2 millones de euros en
2014. El Partido de los Trabajadores ostentaría el segundo puesto en donaciones
de la minera, con 2,3 millones de euros, seguido por el PSDB (hoy también socio
del Ejecutivo de Temer), con 1,5 millones.
Dos años después del accidente de Samarco muchas
de las víctimas siguen sin recibir las ayudas prometidas, tampoco han podido
volver a su tierra, ni recuperar sus vidas. Sin embargo las mineras brasileñas
y extranjeras han tenido mejor suerte con los últimos tres decretos firmados
por el Ejecutivo de Temer para liberar terrenos destinados a la extracción
minera en reservas ecológicas y áreas indígenas. Sobre los habitantes de Bento
Rodrigues, Paracatú y Gesteira, el presidente brasileño no se ha pronunciado.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233751
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