Revolución de Octubre,
ascenso de
los oprimidos
11 de noviembre de 2017
Por Yahir Contreras (Rebelión)
La verdad es siempre revolucionaria. Lenin
La más profunda transformación social en la
historia de la humanidad acaeció hace cien años en Rusia. Triunfó en octubre de
1917, pero en estricto se celebra el 7 de noviembre a causa de la diferencia de
días entre los calendarios juliano y gregoriano.
En Rusia nació la primera experiencia de una
sociedad conducida por los de abajo con un sentido colectivo, socialista. Desde
la Revolución
Francesa de 1789 la sociedad no se había impactado en semejante
magnitud. En París nació la sociedad conducida por la burguesía y se rompió el
dique feudal en pos del capitalismo que perdura hasta nuestros días.
Con la Revolución de Octubre, por primera vez
en la historia, los oprimidos asumieron el poder político conducidos por los
revolucionarios dirigidos por Vladimir Ilich Ulianov, conocido en la historia
como Lenin. Los oprimidos derrocaron el gobierno provisional que había
apoderado del poder luego de defenestrar al zarismo. Los Soviets de obreros,
soldados y campesinos asumieron todo el poder el 7 de noviembre (25 de octubre)
bajo la conducción de los bolcheviques. La insurrección popular triunfó
rápidamente después de la intentona de febrero de ese año, que llevó al
gobierno provisional a diversos actores vacilantes que querían avanzar sin
rupturas, conciliando con los reaccionarios de los partidos burgueses. Los
revolucionarios rusos asumieron la tarea de dirección y con la alianza
obrero-campesina hicieron realidad su consigna: ¡Todo el Poder a los Soviets!
La tarea revolucionaria era titánica:
construir un orden nuevo, el socialismo, que vislumbraba alcanzar la igualdad
social como lo preconizaron Marx y Engels unas décadas antes. Rusia era un país
atrasado, feudal, con incipiente capitalismo, en guerra con Europa y Asia, el
zarismo estaba en crisis y la revolución alcanzo tierra fértil. La burguesía
europea -Alemania en particular y las vetustas monarquías-, se aterrorizaron de
saber que en Rusia se empezaba a construir un orden nuevo, socialista, que cuestionaba
su poderío, que derruía el sistema capitalista con la clase obrera al frente,
hombro a hombro con soldados y campesinos. La reacción no se hizo esperar y
todos los regímenes europeos se aliaron para sabotear la nueva Rusia y
desataron la guerra civil en la periferia con la creación del Ejército blanco
para intentar retomar el poder soviético sustentado y defendido por el Ejército
Rojo. Los primero años fueron intensos de conmoción social, de avances y
retrocesos, de intentonas contrarrevolucionarias. Paz, pan y tierra era la consigna del poder
soviético para satisfacer a la masa obrero-campesina que se había tomado, al
fin, el poder.
Los primeros decretos del gobierno soviético
vislumbraban la revolución: se ordenó el horario laboral de ocho horas, se
garantizó la propiedad de la tierra para los campesinos, se declaró obtener la
paz con Alemania, se inició el plan de alfabetizar a toda la población, se
consagraron los derechos de los pueblo de Rusia y del derrocado imperio zarista
bajo el principio de la autodeterminación, se promulgó la igualdad legal de los
sexos, se sustituyeron los entes de justicia por nuevos bajo directrices
revolucionarias, se abolieron los títulos y rangos sociales, se separó la
iglesia del Estado, se expropiaron los bienes de las iglesias y pasaron a manos
estatales, así como la educación en general. Se dotó de vivienda a los
desposeídos de las ciudades. Se nacionalizaron las industrias y los bancos, se
desconoció la deuda contraída por el zarismo. Un mundo nuevo había nacido: se
consumó una revolución democrático-burguesa pero dirigida por revolucionarios
que tenían en mente construir la utopía en este mundo, erigir a la brevedad una
nueva sociedad: el socialismo. La nueva Constitución consagró en 1918 el nuevo
orden: por primera vez en la historia los oprimidos gobernaban un país y
asumían el control de las instituciones y del poder en la República
Socialista Federativa Soviética de Rusia.
La genialidad de Lenin trazó el derrotero, la
continuidad de la revolución: el sistema capitalista es un hueso duro de roer y
la economía es un serio problema: socializar la agricultura, la producción
industrial, la pequeña producción era un paso que requería de método para no
colapsar. Para ello, el líder trazó la Nueva Economía Política
(NEP) que permitiera una transición de la producción neta capitalista y feudal
a una socialista. Durante esos años, hasta la muerte de Lenin en 1924, la tarea
fue cumplida y se sentaron las bases del socialismo, tarea que se emprendió
bajo los planes quinquenales, que planificaron desde el Estado toda actividad
económica estratégica. En 1922 se había fundado la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas que resolvía la relación entre naciones disímiles en una
asociación que perduró hasta 1991 con la disolución de la URSS y la
restauración del capitalismo.
Durante la década de los 20 y 30 la Unión Soviética
cimentó una producción industrial conducida por el Estado, se modernizó la
agricultura bajo las cooperativas campesinas (koljoses) y la producción
agrícola del Estado (sovjoses). En el ámbito político, la ausencia de Lenin
desató intensas polémicas que terminaron con la ruptura entre dos alas
dirigidas por Trotski y Stalin, respectivamente. Pese a los juicios
tendenciosos que distorsionan la historia (los errores de Stalin, la
persecución de este a Trotski, las purgas intra-partidistas, los excesos de la
colectivización forzada) el gran logro es innegable e imborrable: la Unión Soviética se
convirtió en una potencia política, económica y militar que jugó su decisivo
papel en la
Segunda Guerra Mundial , la Gran Guerra Patria.
Sin la URSS la derrota de la Alemania nazi y los fascistas europeos hubiera
sido muy difícil. La historia que se cuenta en estos tiempos pretende dar a
Estados Unidos la victoria que el Ejército Rojo labró desde su resistencia por
la incursión militar nazi que llegó a las puertas de Moscú, hasta la toma de
Berlín por tropas soviéticas el mayo de 1945.
Estamos al borde de la desaparición de la
humanidad y la civilización por las desgracias capitalistas: destrucción
acelerada del medio ambiente por la explotación despiadada de la tierra y todos
los recursos naturales no renovables, desigualdad social incontenible que se
denota en la periferia y en las metrópolis, pauperización de grandes masas de
población mundial de siete mil 600 millones de habitantes, migración
desesperada a Europa, entre otra desgracias. Y al frente, desde el poder, a
nivel mundial y en la mayoría de países, una clase minoritaria, la burguesía
que manda desde los centros imperiales y tiene sus vasallos en cada país
colonizado o recolonizado.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233904
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