La Revolución de
Octubre:
Diez días que transformaron el mundo
7 de noviembre de 2017
Por Alfredo Iglesias Diéguez (Rebelión)
Poco antes de las 10 de la noche del día 7 de noviembre de 1917
(el 25 de octubre según el calendario juliano vigente en Rusia en ese momento),
apenas transcurrida una hora desde que se había inaugurado el II Congreso de
los Soviets (asambleas) de Diputados Obreros y Soldados, la Guardia Roja -después
de escuchar la señal esperada: un cañonazo del acorazado Aurora-, tomaba al asalto el
pazo de Invierno, sede del gobierno provisional ruso, procediendo a la
detención de varios ministros, aunque el primer ministro Kerenski pudo
abandonar la ciudad de Petrogrado. Horas más tarde, sobre las 5 de la madrugada
del día 8 (26), después de tensos debates en los que participaron
principalmente los mencheviques y bolcheviques, el Congreso de los Soviets
‘toma el poder en sus manos’.
En el transcurso de ese mismo día, el Comité Militar
Revolucionario desarrolló una intensa actividad legal para garantizar el orden
público (se persiguieron la especulación y cualquier acto delictivo…) y el
funcionamiento de la administración (se ordenó al funcionariado que
permaneciera en sus puestos de trabajo…), se liberó a todos los presos
políticos que el Gobierno presidido por Kerenski había mantenido o metido en la
cárcel y se abolió la pena de muerte.
Paralelamente, el Congreso nombró un Gobierno interino presidido
por Lenin, que inmediatamente puso en marcha las primeras medidas
revolucionarias:
-Anunció una
propuesta de ‘paz justa y democrática’, que comunicó sobre las 10 de la noche
de ese día 8 de noviembre, que no llegó a fructificar, por lo que el Gobierno
soviético se vio obligado a negociar un armisticio al margen de las potencias
beligerantes con las que estaba aliada y que continuaron la guerra.-Aprobó, en la madrugada del día 9, dos decretos fundamentales:
Sobre la tierra, mediante el cual se abolía la propiedad de
la tierra, por lo que –en consecuencia-, se suprimían los latifundios en manos
del Estado, la Corona, la Iglesia y la aristocracia, que pasaban a ser
patrimonio de todo el pueblo para que la trabajase en régimen de usufructo.
Sobre la constitución del poder, que establecía la
constitución de un gobierno provisional para todas las Rusias: el Consejo de
Comisarios del Pueblo, presidido por Lenin e integrado, entre otros, por Leon
Trotski (Negocios Extranjeros), Anatoli Lunacharski (Instrucción Pública),
Stalin (Asuntos de las Nacionalidades) o Alexandra Kollontai (Asistencia
Social), que de ese modo se convirtió en la primera mujer en la historia en
ocupar un cargo ministerial.
Según ese decreto, el nuevo Gobierno de Comisarios del Pueblo
tendría que trabajar en estrecha alianza con las organizaciones obreras,
campesinas, de soldados y de empleados públicos… y tendría por misión ejecutar
el programa de Gobierno aprobado por el Congreso de los Soviets.
Así, si el Gobierno revolucionario había sido fiel a sus consignas
en las primeras horas de la Revolución con el anuncio de la paz y el decreto de
la tierra, en los siguientes días desplegó una intensa actividad
revolucionaria, que se concretó en la aprobación de los siguientes decretos:
·
Sobre prensa (10 de noviembre), por el cual el Estado se
hacía con el control de las imprentas –eliminando de esa forma la dependencia
de la publicidad y el capital privado-, cuyo uso se cedía al propio Estado, a
los partidos de acuerdo con su apoyo ciudadano y en último lugar a los
ciudadanos que lo demandasen siempre que tuviesen alguna proyección social.
Asimismo, la prensa estaba obligada a informar de los objetivamente (por lo que
se cerraron cabeceras que deformaban deliberadamente los hechos) y se
prohibieron las publicaciones que instigasen a la resistencia o a la desobediencia.
·
Sobre milicia (10 de noviembre), mediante el cual se
constituía una milicia popular puesta a las órdenes de los soviets.
·
Seguro social (11 de noviembre), que benefició a todos los
obreros y a todas las obreras que perdieran su capacidad para trabajar por
enfermedad, mutilación, vejez, desempleo…
·
Educación (11 de noviembre), estableciendo la educación
obligatoria, por lo que se pusieron en marcha las primeras campañas de
alfabetización y de escolarización de la población.
·
Control democrático de las fábricas (16 de noviembre), por
el cual se establecía que las fábricas pasaban a estar en manos de un comité de
obreros que se encargaría de garantizar la producción, de revisar las cuentas
de la empresa y del mantenimiento del orden, la disciplina y la protección de
los bienes dentro de las fábricas.
Algunos días después tomaron forma otras demandas históricas de
las clases populares:
·
Se estableció la igualdad de derechos entre el hombre y la
mujer.
· Se estableció la separación de la Iglesia y el Estado, por
lo que la religión quedaba completamente excluida del ámbito público y estatal
-incluido el escolar y sanitario-, se reconocían, entre otros, el derecho al
matrimonio civil, al divorcio, al aborto o a la homosexualidad –que no se
incluyó como delito en el Código Penal de 1926-. No obstante, con el tiempo,
algunos de esos derechos (aborto, homosexualidad…) serían prohibidos…
·
Se estableció una equiparación salarial entre el
funcionariado y el proletariado, por lo que además se fijaba un salario máximo
en relación al salario mínimo.
· Se abolieron los antiguos tribunales de tradición
aristocrática y se crearon tribunales populares.
· Se estableció una banca pública al servicio de los intereses
de las clases populares. Y entre otras medidas,
· Se reconoció el derecho a la autodeterminación y a la
igualdad de todos los pueblos de Rusia, cuya Declaración de Derechos se
proclamó el 27 de noviembre, poniendo fin a siglos de opresión étnica y
cultural de al menos 100 minorías étnicas que de ese modo vieron reconocido su
derecho a la existencia.
Ya a principios de 1918 se aprobó la Declaración de Derechos del
Pueblo Trabajador y Explotado, en la que se recogían los derechos al trabajo, a
educación, a reunión, a libertad de expresión y conciencia… que se incorporarían
en la Constitución de la
nueva República soviética (10 de julio de 1918) y se firmó el
Tratado de Brest-Litovks (3 de marzo de 1918) con los imperios centrales
(Austría-Hungría y Alemania) en condición de potencia ‘perdedora’, lo que
supuso el reconocimiento de la independencia de Polonia, Finlandia, Ucrania,
Georgia y Azerbaiyán, así como la renuncia a los Estados bálticos (Estonia,
Lituania y Letonia) y a Besarabia. En definitiva, la pérdida del 26% de la
población, el 27% de las tierras fértiles, el 75% del carbón, del hierro y del
acero, el 26% de las vías férreas y el 40% del proletariado industrial. Un duro
golpe para la naciente república soviética.
En este sentido, en tanto que los trabajadores de Rusia estaban
construyendo un nuevo Estado socialista, los capitalistas de todo el mundo
centraron sus esfuerzos en derrotar la naciente República
de los Soviets, por lo que se dispusieron a acosarla militar y económicamente
en un proceso que está en el origen de una larga guerra que se prolongó hasta
el año 1923, un hecho que supuso la muerte de millones de personas y que
condicionó el desarrollo ulterior de la experiencia soviética.
Coda final. El comunismo, una fuerza transformadora
El comunismo, sea cuál sea su definición más o menos ‘académica’,
como movimiento, doctrina o ideología, y sea cuál sea la valoración que podamos
hacer de las ‘experiencias comunistas’ -entendidas en un sentido muy amplio:
Rusia, China, Cuba, Vietnam, Chile, Venezuela…-, desarrolladas a lo largo de la
historia, es la fuerza transformadora surgida de la conciencia de las personas
explotadas, oprimidas, excluidas y marginadas con un único objetivo: construir
un mundo mejor.
En este sentido, lejos de la imagen negativa que a menudo se
proyecta del comunismo, debemos tener claro que fue gracias a ese movimiento de
lucha, gracias a la voluntad de conquista de los mismos derechos que las clases
privilegiadas se reservaban para sí, gracias a la conciencia de pertenencia a
una comunidad de iguales, libres y con autonomía con respecto a sus amos
–fuesen estos reales o divinos-, que se conquistaron los derechos de los que
hoy disfrutamos, que se construyeron las sociedades democráticas, que el mundo
progresa… El comunismo es la fuerza de quienes transforman el mundo de base en
nombre de la dignidad proletaria, del fin de la explotación, de la sociedad sin
clases.
Así pues, mientras haya desigualdades el
comunismo seguirá actuando como fuerza transformadora de la sociedad. He ahí la
razón por la que las clases dominantes promueven un discurso ferozmente
anticomunista y de rechazo a cualquier experiencia emancipatoria… porque cada
vez que el pueblo es consciente de su explotación y lucha por la igualdad,
pierden sus privilegios.
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