miércoles, 29 de noviembre de 2017

Nos "obliga a examinar las causas de sus distorsiones y a reseñar las enseñanzas que ha dejado su experiencia".

La Gran Revolución Socialista de Octubre: Conquistas, Distorsiones, Enseñanzas (Con motivo del centenario de la revolución rusa)
29 de noviembre de 2017

Eduardo Ibarra

El próximo 7 de noviembre se cumple el Centenario de la Revolución Rusa, que, por haberse producido el 25 de octubre según el calendario juliano vigente entonces en Rusia, ha pasado a la historia con el nombre de la Gran Revolución Socialista de Octubre. Este es pues su nombre histórico. Este nombre sirve para diferenciar la revolución proletaria de octubre de la revolución democrática burguesa de febrero. Pero desde 1918 rige en Rusia el calendario gregoriano, y, por esto, el aniversario de la Revolución Rusa se cumple el 7 de noviembre. En circunstancias en que el proletariado de todos los países se apresta a conmemorar el centenario del acontecimiento que cambió la faz del mundo, van las siguientes notas. Conquistas e importancia histórico-mundial de la revolución rusa El Centenario de la Revolución Rusa se cumplirá cuando su producto histórico, la URSS, ya no existe. Esta realidad impide limitar el análisis de tan grande acontecimiento a sus conquistas y a su trascendencia histórico-mundial, pues obliga a examinar las causas de sus distorsiones y a reseñar las enseñanzas que ha dejado su experiencia.

La Revolución de Octubre nacionalizó la tierra y la entregó en usufructo al campesinado, liquidando así el régimen de servidumbre; proclamó la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, en la cual, entre otras cuestiones, se estableció la igualdad de todas las nacionalidades y garantizó el derecho a la autodeterminación; decretó una paz por separado con Alemania que le permitió al pueblo soviético salir de la tortura de la guerra; declaró anulados los tratados secretos firmados por el Gobierno Provisional desde febrero hasta el 25 de octubre de 1917; decretó el control obrero y el derecho de revocación; proclamó la Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado; decretó la enseñanza gratuita y la asistencia médica a la población a cuenta del Estado; implantó la jornada laboral de ocho horas; asumió los costos del seguro social de los trabajadores en caso de enfermedad, inutilidad para el trabajo y paro; dio inicio a la incorporación de las masas trabajadoras a la administración del Estado. Además, la Revolución de Octubre confiscó las empresas del Estado burgués-terrateniente; asumió la dirección del Banco de Estado, nacionalizó los bancos privados y declaró la banca monopolio estatal; anuló los empréstitos exteriores que el gobierno zarista y el Gobierno Provisional habían recibido del extranjero; confiscó las empresas capitalistas; nacionalizó el transporte, la flota mercante y el comercio exterior; introdujo la planificación de la nueva economía; estableció el control y la contabilidad de la producción y la distribución.

Estas fueron las principales conquistas de la Revolución de Octubre en los primeros tiempos de su existencia. Pero, sin duda, su conquista más importante (por eso la mencionamos aparte) fue la destrucción del aparato principal del Estado burgués y el establecimiento del poder de los Soviets. De esta forma marcó el camino de la revolución proletaria mundial y, por tanto, el inicio de la lucha del proletariado internacional por el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Esta es su trascendencia histórico-mundial. Los hechos de la Revolución de Octubre tienen que ser analizadas a partir de las condiciones concretas de su desarrollo y, al mismo tiempo, teniendo en cuenta los principios de la dictadura del proletariado que Marx y Engels derivaron de la Comuna de París de 1871.

La Comuna de París y la dictadura del proletariado
La Comuna de París fue el resultado de la acción espontánea del proletariado parisiense. Producida en unas condiciones inmaduras para la revolución proletaria desde el punto de vista histórico-mundial, debido a la concurrencia de una serie de factores significó un verdadero salto hacia adelante: descubrió la forma de la dominación política del proletariado, es decir, el tipo de Estado con las características necesarias para llevar adelante la lucha por la realización del comunismo. En efecto, la Comuna de París demolió el aparato estatal de la burguesía e instauró un tipo de Estado que, según señaló Engels, no era ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, sino un semi-Estado, un Estado en extinción. ¿Por qué la Comuna de París fue un Estado en extinción? Porque sus funciones no fueron ejercidas por aparatos especializados sino por las clases trabajadoras. El descubrimiento del Estado en extinción fue la esencia de la Comuna y su enseñanza fundamental. Lenin señaló con razón: «Los creadores de la Comuna de París no la comprendían, la creaban con la genial intuición de las masas despertadas, y ni una sola fracción de los socialistas franceses tenía noción de lo que hacía.» (Obras escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1976, t. VIII, p. 41). Precisamente esta acción espontánea del proletariado parisiense fue elevada por Marx y Engels al nivel de la conciencia teórica. Al respecto, Lenin señaló: «Sin caer en utopías, Marx esperaba que la experiencia del movimiento de masas daría respuesta a la pregunta de qué formas concretas tendría la organización del proletariado como clase dominante y de qué modo esta organización sería compatible con “la conquista de la democracia” más completa y consecuente.» (ibídem, t. VII, p. 38; cursivas en el original). Marx y Engels analizaron la Comuna de París desde el punto de vista de la realización del comunismo. Es decir, el socialismo no fue concebido por ellos como un fin en sí mismo, sino como un período de transición al comunismo, meta universal del proletariado. Por eso ambos se declararon comunistas. Los blanquistas formaban la mayoría en el Consejo de la Comuna de París y los proudhonistas la minoría y, como es de conocimiento general, ambas tendencias eran opuestas a la dictadura del proletariado. Recuperados de la sorpresa que significó para ellas el resultado inmediato de la acción del proletariado parisiense, el doctrinarismo que las caracterizaba hubiera aflorado más temprano que tarde: con su concepción de un puñado de conspiradores como vanguardia y su consecuente menosprecio por el vínculo con las masas trabajadoras, los anarquistas eran adversarios de la dictadura del proletariado, y, con su idea de perpetuar la pequeña propiedad privada y su rechazo a la lucha de clases y la revolución proletaria, los prodhounistas también eran adversarios de dicha dictadura. Pero la Comuna de París duró 72 días y, por esto, sus contradicciones internas no tuvieron tiempo de desarrollarse.
Sin embargo, cualquier marxista puede darse cuenta de cuáles pudieron ser las consecuencias del desarrollo de dichas contradicciones si la Comuna de París no hubiera caído. Mao sostuvo respecto a esta cuestión: «Si la Comuna de País no hubiese caído, si hubiese resultado victoriosa, en mi opinión, ya se habría transformado en una comuna burguesa. Esto hubiese sido así porque era imposible que la burguesía francesa le permitiera a la clase obrera tener tanto Poder político. Este es el caso de la Comuna de París.» (citado por Bob Avakian, en ¿Conquistar el mundo? Deber destino del proletariado internacional, charla ofrecida en 1981 y publicada en 1982 en Revolución, edición especial, Nº 50, p. 4). Como vemos, Mao se contradice: primero dice que de no haber caído, la Comuna de París se hubiese transformado en una comuna burguesa, es decir que, por sus contradicciones internas y la influencia de la ideología burguesa sobre sus funcionarios y aún sobre sectores de las propias clases trabajadoras, la Comuna de París habría degenerado; pero, enseguida, sostiene que esto se hubiese producido porque la burguesía francesa no le habría permitido a la clase obrera tener tanto poder político. ¿Cómo la burguesía no le habría permitido al proletariado parisiense tener tanto poder? La respuesta no puede ser sino una sola: por medio de las armas. Por tanto, en este caso la Comuna de París no habría tenido tiempo de convertirse en una comuna burguesa. Es claro, entonces, que la segunda parte de la afirmación de Mao contradice a la primera, pero, al margen de esto, esta parte es razonable: de no haber caído, por las razones expuestas más tarde o más temprano la Comuna de París se habría transformado en una comuna burguesa. Como señaló Engels, la Comuna de París fue la tumba de las tendencias del socialismo no marxista (blanquistas y prudhonistas).

En el período que se abrió con la derrota de la Comuna, esas tendencias y algunas otras destacaron al primer plano de su teoría y de su práctica sus aspectos más marcadamente antimarxistas, realidad que quedó confirmada en la Revolución Rusa, cuando mencheviques y eseristas se opusieron –incluso mediante la violencia– al poder soviético. En el aludido período, pues, el marxismo, a más de obtener una gran victoria sobre los diversos socialismos no marxistas, se afirmó como la única tendencia partidaria de la dictadura del proletariado. En la Comuna de París no existieron partidos en el sentido moderno del término. Pero esta realidad se explica porque entonces, séptima década del siglo XIX, el movimiento obrero europeo apenas comenzaba su proceso de organización política. El Partido Obrero Socialdemócrata Alemán había sido fundado apenas en 1868; el grupo Emancipación del Trabajo fue fundado en 1883 (y el partido propiamente dicho, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, fue fundado en 1903); la Federación Socialdemócrata de Inglaterra se fundó en 1884; el Partido Obrero de Bélgica y el Partido Obrero de Italia se fundaron en 1885; el Partido Obrero Francés se fundó en 1882, once años después de la Comuna de París; etc. Por tanto, la ausencia de un partido marxista en la Comuna de París se desprendió de las condiciones históricas de la época, y no de ningún principio. Más aún: precisamente la experiencia de la Comuna demostró la necesidad de que el proletariado cuente con una vanguardia marxista. Por eso, después de la experiencia de la Comuna, el objetivo de la Segunda Internacional no fue otro que la organización de partidos marxistas de masas: mientras la Asociación Internacional de los Trabajadores agrupó a las diversas tendencias del socialismo en general de la época, la Segunda Internacional afirmó abiertamente su filiación marxista.

En la Ideología Alemana, Marx y Engels señalaron que el comunismo es el «… movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente.» Precisamente, la Comuna de París fue producto de ese «movimiento real». Ahora bien, el surgimiento del marxismo fue la expresión teórica de ese mismo «movimiento». Por tanto, es claaro que la necesidad de que el proletariado cuente con una vanguardia marxista surge también del «movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.» Por eso, dicho «movimiento» se presenta (o debe presentarse) como la fusión de la acción de las masas trabajadoras y la teoría marxista. Así, pues, no existe ni puede existir esperanza de emancipación del proletariado, de la humanidad, si no es sobre la base de la mencionada fusión.

La revolución rusa y la dictadura del proletariado (...)
Fuente: http://www.rebelion.org/docs/234701.pdf


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