Tiene 15 años y no 16, como ya empezaron
–sin inocencia- a plantear algunos medios .
Vivía en un edificio de monoblocs del Bajo Flores y no en la Villa 1-11-14,
como repiten. El pasaje de avión a Chile fue adquirido el 23 de diciembre con
fecha de partida para el 26 y no como consecuencia del crimen de Brian
Aguinaco. Vivió los primeros 10 años de su vida en Perú en mejores condiciones
de las que pudo encontrar en éste, su país de origen. Tiene la cadencia, al
hablar, de un chico del interior y no de un adolescente de la gran ciudad. No
fue expulsado de la Argentina como parte de una resolución del juez sino que su
viaje a la tierra en la que nacieron sus padres y una hermana fue el producto
de un trabajo de organismos de niñez que firmaron con una de sus abuelas un
acta de compromiso de derechos y obligaciones.
Por Claudia Rafael para
Agencia Pelota de Trapo
Hay múltiples víctimas, aunque se instale la
idea de una sola. Brian Aguinaco, con sus 14, fue asesinado. Joel -o “El otro
Brian”, como lo llamó su maestro de quinto grado cuando en 2011 llegó a la
Argentina desde Perú- tiene 15 y le calzaron por la fuerza y a partir de
pruebas que podrían empezar a caerse una sobre otra como las piezas de un
dominó, la muerte violenta de un chico un año menor que él. La hermana de “el
otro Brian”, que con apenas 11 también regresó a Perú porque no la dejaban en
paz con el dedo acusatorio ni en la escuela ni en el barrio. Y también, por qué
no, infinitos rostros como el suyo, de ojos rasgados, piel amarronada, cabellos
renegridos.
El abogado Jonatan Vicente presentará una
apelación por la medida judicial que sobreseyó a Brian. “El juez Enrique
Velázquez lo sobreseyó en base a su edad, por tener menos de 16 años. Voy a
apelar esa decisión porque si bien estoy de acuerdo con el sobreseimiento no
concuerdo con que se haya dictado por su edad. A mi criterio no hay elementos
que indiquen que él pueda haber participado del hecho”, aseguró a APe.
No hay dudas de que hay un culpable. Brian Aguinaco ya no vive. Sus días terminaron abruptamente, y por la fuerza de disparos, a los 14 años. Pero que haya un culpable no quiere decir cualquier culpable. No significa que la Justicia y losmedios salgan a la caza del primer
personaje al que calzar el sanbenito del autor. Al que habrá –convenientemente-
que apedrear hasta saciar la sed colectiva que no devuelve vidas.
No hay dudas de que hay un culpable. Brian Aguinaco ya no vive. Sus días terminaron abruptamente, y por la fuerza de disparos, a los 14 años. Pero que haya un culpable no quiere decir cualquier culpable. No significa que la Justicia y los
Los caminos de Brian
Aquel 24 de diciembre que marcó el antes y el
después definitivo, él se levantó a las 8.20. “Se fue con su mamá y su
padrastro al hospital Muñiz a visitar a su hermano, en terapia intensiva.
Volvió y se quedó un rato en la casa. Almorzó allí. Luego fue a la casa de su
tía. Acompañó a su otro hermano a buscar un equipo de sonido para el auto, un
filtro y luego fue al Muñiz a llevarle helado al hermano y de ahí a lo de la novia. Luego fue
al centro de Flores, pero ya eran como las seis dela tarde. Son muchas las
cámaras que lo pueden haber captado en esos horarios. Incluso hay una en la
entrada de la terapia intensiva, más allá de las que hay en la calle. De distintos
comercios y del mismo gobierno de la ciudad”, dijo el doctor Vicente a esta
agencia.
al centro de Flores, pero ya eran como las seis de
No son las únicas pruebas concretas y
contundentes que pedirá y aportará a través de la apelación. También
las de las llamadas telefónicas. Las empresas de compañías de celulares pueden
claramente indicar qué señal, de qué zona, de qué precisa ubicación captaba el
teléfono en cada uno de los mensajes o llamadas que fue intercambiando a lo
largo de esas horas.
¿Qué datos condujeron al gran culpable al que todavía hoy, por más que esté sobreseído, se le adjudica la muerte de otro chico como él?
¿Qué datos condujeron al gran culpable al que todavía hoy, por más que esté sobreseído, se le adjudica la muerte de otro chico como él?
— Uno de los elementos indispensables:
una muerte resonante, de un chico de 14 años, en tiempos en que la palabra
inseguridad se repite en cada ángulo y constituye una de las primeras
preocupaciones sociales, vuelve urgente e imprescindible cazar al asesino.
— Joel o “el otro Brian” les calzó a la
perfección: tenía cuatro causas previas por delitos leves. Que lo condujeron al
Centro de Admisión y Derivación Inchausti y del que fue liberado rápidamente.
Los medios masivos lo ubicaron con
nombre y apellido. Nada importa, con tal de ser el primero, el más contundente,
el que vaya más allá de todo límite.
— El punto de partida para incriminarlo
se ubica en el relato de un policía que habría recibido de un joven los datos
concretos (potencial correctamente ubicado porque se trata de un relato de otro
relato hecho en forma anónima).
— Las cámaras de la zona del homicidio
muestran algunas motos. La que solía manejar Brian, que pertenece al hermano
internado, es negra con ruedas verdes, según el relato de Jonatan Vicente. “Los
damnificados, tanto la mamá con su hija a la que le robaron la mochila en la
zona, como otra testigo y el abuelo de Brian Aguinaco describen dos motos diferentes:
dos dijeron que era roja y dos, que era azul. Las cámaras tampoco pudieron
captar el rostro de quienes iban en la moto. Ninguna de las cámaras logra ubicarlo en la
zona: ni por las características de la moto ni por las suyas”.
— Una llamada telefónica anónima a la
oficina de denuncias del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires
indicó que “los motochorros que participaron del robo y de la muerte del nene
del Flores suelen estar en un lavadero”, en una esquina sobre la avenida Agustín De
Vedia. En ese lavadero solía estar Brian muchas veces. Al igual que muchos
otros jóvenes. En las ruedas de reconocimiento, no lo señalan ni el abuelo de
Brian Aguinaco ni un testigo de identidad reservada. La chica a la que robaron
su mochila y su mamá lo señalan junto a otra persona pero se inclinan más por la otra. Y no como el que
efectuó el disparo.
Emociones
Aquel 29 de diciembre en que fue trasladado
de Chile a la Argentina e ingresó al Instituto de Menores San Martín, en el que
estuvo detenido, “había dos opciones para su estado anímico: parecía no saber
ni entender qué estaba ocurriendo o estaba desafectivizado (que no muestra
ningún tipo de emoción). Luego supe que no entendía nada de lo que le ocurría
ni por qué” dijo a APe en rigurosísimo off de record la voz institucional. “De
sus características surgió que se puede vincular con el otro. Presenta
emociones. Siente temores. Puede establecer vínculos. Que se interesa por los
demás. Que tuvo mucho miedo cuando lo fueron a retirar para llevarlo a Ezeiza
porque no sabía qué podía pasar con él”, agregó.
El 30 de diciembre la asesora de menores
Anahí Fernández, formalmente a cargo de la defensa desde un inicio, pidió el
sobreseimiento por ausencia de elementos en su contra. Jonatan Vicente lo hizo días
después y ahora apelará en una decisión que seguramente será acompañada en lo
formal por Fernández.
Tiene 15 años. Uno más que la víctima fatal
de esta historia terrible que, desde ningún punto de vista tiene retorno para
ninguno de ellos. Para Brian Aguinaco, porque está muerto. Porque no hay modo
alguno de retroceder los relojes a las primeras horas de aquel 24 de diciembre.
Para impedir que ese día él fuese a la peluquería. Para
evitar que ese abuelo que lo llevó en auto decidiese acelerar y se cruzase con
su Voklswagen Polo con los motochorros que un rato antes habían arrebatado la
mochila a una chica que pasaba caminando por el lugar y hoy sienta que el mundo
entero, tras la muerte de su nieto, dejó de tener sentido.
Joel –o “el otro Brian”- tiene 15 años y si
las cámaras del Muñiz, de las calles de los alrededores, del supermercado Coto
cercano al lugar donde compraron el filtro del auto, lo ubican en cualquiera de
esos lugares, lejanos a Rivera Indarte y Asamblea, en el Bajo Flores donde
ocurrió el horror, seguirá siendo –a pesar de su inocencia- el monstruo social
construido en un manojo de días. Continuará teniendo, a pesar de que las
empresas de telefonía celular lo ubiquen a distancia, el mote de CULPABLE sobre
la frente.
Porque Brian Aguinaco murió a los 14 años.
Se detuvo el tiempo para él y hubo alguien que disparó e impactó balazos sobre
su cuerpo pequeño. Pero los medios ,
¿la policía con amables informantes a cambio de qué?, la urgencia de un
responsable (cualesquiera que fuese) construyeron y pusieron en bandeja al
culpable ideal: 15 años, hijo de peruanos, pobre, con algunos antecedentes
menores por delitos contra la propiedad, habitante del Bajo Flores, con una
vida que no importa.
El sacrificio imprescindible para saciar esa
sed de venganza social.
Fuente:
http://www.anred.org/spip.php?article13518
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