Medios de comunicación, y
periodistas, construyen al indígena como el enemigo interno. Repiten el
discurso del poder, sesgan la información y avalan la violencia contra las
comunidades. Diarios Perfil, Clarín y Jornada. Los que durante doce años
hicieron silencio, y hoy hablan. El modelo extractivo y los derechos humanos.
Por
Darío
Aranda
“Denuncian vínculos de grupos mapuches con las
FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)”, tituló el diario
Perfil el domingo 8 de enero en un extenso artículo, referido al conflicto del
Lof (comunidad) Resistencia Cushamen con la empresa Benetton. La
nota, firmada por Cecilia Moncalvo, acusa: “A
medida que aparecen más datos, la acción de (Facundo )
Huala y su grupo puede ser leída como el germen de una forma violenta de
protestar y de hacer política. Hay datos, como que en zonas limítrofes la
Gendarmería envió más personal, mientras que diputados chilenos y periodistas y
productores argentinos mencionan a las FARC colombianas como parte de la
financiación del grupo (…). Abre interrogantes sobre una zona liberada
previamente y de tráfico de armas de Argentina a Chile. Facundo
Jones Huala sería el nexo”.
La periodista no cita en ningún momento la voz
de la comunidad mapuche, pero se excusa:“Perfil ha contactado en tres
oportunidades diferentes por mail y cuatro por teléfono a la RAM (Resistencia
Ancestral Mapuche), sin obtener respuesta”.
Detalle importante: el Lof Resistencia
Cushamen (cuyo lonko-autoridad es Facundo
Jones Huala) no forma parte de la organización RAM.
El artículo de Moncalvo, que ameritó una detallada crítica
del periodista de FM Comunitaria Kalewche Pablo Quintana e incluso un
comentario del “defensor del lector” de Perfil, no aportó ninguna prueba sobre
la vinculación entre mapuches y FARC, sólo dichos de sectores interesados (como
la Sociedad Rural ).
Dos días después, el martes 10 de enero, hubo feroces
represiones sobre el Lof Mapuche. Una por la mañana (Gendarmería Nacional).
Otra por la tarde (policía de Chubut). El miércoles se produjo un tercer
operativo violento. Tres represiones en dos días. Una cacería de mapuches. Una
decena de presos. Otro tanto de heridos. Dos de gravedad. La imagen de Fausto
Jones Huala, con un balazo en el cuello, recorrió el país.
Ante la violenta represión se expidieron innumerables
organizaciones sociales y de derechos humanos. Nora Cortiñas (Madres de Plaza
de Mayo Línea Fundadora), Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), Coordinadora
contra le Represión Policial e Institucional (Correpi) y Amnistía
Internacional, entre otras. Todas organizaciones críticas respecto a la
política represiva y de violación de derechos indígenas del gobierno
kirchnerista, volvieron a alzar la voz ante el nuevo gobierno y su accionar
también violento.
El diario Jornada, de los más leídos de Chubut, llamó a la
acción en su editorial del 15 de enero: “Hasta
que un juez del Poder Judicial de Chubut no se ponga los pantalones largos, el
conflicto con este violento grupo mapuche persistirá”. El diario es conocido por sus posturas antimapuches y pro-estancieros.
A la campaña anti-indígena se sumó el diario Clarín, con
un extenso artículo anunciado en tapa el domingo 22 de enero y doble página
interna. “Facundo Jones Huala, el mapuche violento que le
declaró la guerra a la Argentina y Chile”, fue el título, firmado por
Gonzalo Sánchez. Cita en seis oportunidades voces oficiales del Ministerio de
Seguridad de Nación, Cancillería y Secretaría de Seguridad. Todas voces en
“off”, sin nombre ni apellido, que acusan al Lof Cushamen de hechos tan
insólitos como ajenos a la realidad. Según Clarín :
Los mapuches están vinculados a
grupos kurdos y a la ETA del país Vasco.
Recibieron financiamiento del
kirchnerismo.
Afirma que el Lof Cushamen
ocasionó incendios, secuestro de personas e intento de asesinatos, entre otros
hechos.
No se aporta ninguna prueba de todos estos
hechos. Sólo la opinión del gobernador Mario Das Neves y voces en off.
Gonzalo Sánchez, autor de la nota y editor del diario,
repite lo de Cecilia Moncalvo en Perfil: vincula al Lof Cushamen (y a Jones
Huala) con la organización Resistencia Ancestral Mapuche (RAM),
cuando la comunidad nunca ha declarado ser parte de esa organización. Segunda
coincidencia: Sánchez no otorga ni una línea a la voz del Lof Cushamen, ni de
sus abogados, ni de las organizaciones de derechos humanos que acompañan.
Tercera coincidencia, casi una regla de los diarios porteños, escriben sobre un
hecho sin recorrer el territorio, no van al lugar de los hechos. Periodismo de
escritorio.
Tampoco señalan los derechos vigentes (en numerosas leyes)
que protegen a los pueblos indígenas y, mucho menos, dan cuenta de las
denuncias que recaen sobre la empresa Benetton , contraparte en el conflicto y
con enorme poder de lobby en el poder político, judicial y mediático.
Los artículos periodísticos citados no
pasarían la aprobación en primer año de periodismo de ninguna facultad. Serían
rechazados por tendenciosos, sesgados y antiperiodísticos.
Hipocresías. Comunicadores, intelectuales, artistas y políticos no
dudaban en echar sospechas sobre el líder qom Félix Díaz de Formosa y, al mismo
tiempo, silenciar las atrocidades del gobierno feudal de Gildo Insfrán. Figuras
radiales afines al kirchnerismo relativizaban el reclamo qom y hasta hacían
entrevistas condescendientes a Insfrán. En el “mejor de los casos”, se llamaban
a silencio ante la violación de derechos. El periodismo afín al kirchnerismo
apoyó fervientemente la explotación petrolera en Vaca Muerta, aunque allí se
violaban derechos indígenas y también se reprimía (y se reprime). Con el
macrismo en el poder, esos mismos periodistas, intelectuales y artistas se
horrorizan y repudian la violencia que sufren los mapuches.
Lo mismo sucede en sentido inverso. Medios y
personalidades que denunciaban el accionar de Insfrán (y la complicidad del
kirchnerismo) hoy hacen silencio o, incluso, legitiman la violencia contra los
mapuches.
Responsabilidades. Ya se sabe lo que son los grandes medios de comunicación. Sus intereses políticos y
económicos. Sus posturas editoriales, sus amplias coberturas oportunistas y sus
silencios cómplices. Pero urge discutir las responsabilidades individuales
dentro del periodismo. “Nadie les pide tanto”, resumió una colega en referencia
a una opereta mediática orquestada durante el kirchnerismo, ejecutada por
editores y un periodista. Dicho de otro modo: nadie es obligado a escribir
mentiras. Siempre se puede decir que no. ¿Tiene costos? Quizá sí, pero también
tiene costos altos escribir mentiras.
La nota de Perfil fue escrita por Cecilia
Moncalvo. La de Clarín
por Gonzalo Sánchez.
No se puede alegar obediencia debida para escribir
falsedades, omitir hechos, silenciar voces, proteger al poder y justificar
represiones.
Amplios sectores de la sociedad argentina se pueden
conmover ante la miseria planificada (por el poder) que sufren los pueblos
originarios del Salta, Chaco, Misiones o Formosa, con incluso niños muertos por
desnutrición. Hasta pueden “ser solidarios” y recolectar donaciones. Pero
no toleran cuando los pueblos indígenas se paran como sujetos de derechos, políticos
y sociales, y exigen lo que les corresponde: territorio y reparación ante el
genocidio sobre el que se funda el estado moderno argentino. Queda en evidencia el lado racista de
sectores de la sociedad y, en consonancia, una larga fila de periodistas que
actúa en consecuencia: llama terroristas a los mapuches, acusa (sin pruebas) de
crímenes, legitima represiones.
El fondo. La Campaña del Desierto tuvo como objetivo principal
apropiarse del territorio, entregarlo a sectores del poder e incluirlos al mercado
capitalista. El genocidio de la última dictadura cívico-militar también estuvo
motivada por la imposición violenta de un modelo económico-político (graficada
como nadie por Rodolfo Walsh en la Carta a la Junta Militar ).
En el Siglo XXI, un nuevo capítulo de
violencia-empresas-gobiernos-medios
de comunicación se desarrolla en manos de mineras, petroleras, multinacionales
del agro, pasteras, empresarios locales y grandes compañías constructoras (de
represas, rutas). Los pueblos indígenas (y también campesinos y asambleas
socioambientales) son grandes escollos para la avanzada territorial.
Medios de comunicación, y periodistas puntuales, son parte
fundamental del entramado de legitimación del modelo.
Isabel Huala, madre de Facundo
y parte del Lof Cushamen, resumió: “Nos
culpan de terroristas, nos identificaron con el ISIS y la ETA, nos acusan de
causar incendios y de golpear animales, todo un circo para ocultar que hay un
Estado Nacional y Provincial que nos persigue, con un poder político que nos
quiere desaparecer”.
Fuente:
http://www.anred.org/spip.php?article13546
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