La globalización y los
trabajadores del mundo
Por Prabhat Patnaik (El viejo topo)
La globalización fue anunciada como algo beneficioso para todos, como un vigoroso paso
adelante hacia una mejora económica universal. Era claramente falso, y no
fueron solo los economistas de izquierdas, sino también muchos economistas de
la línea “dominante” como Paul Samuelson los que lo dijeron desde el primer
momento.
El motivo que aducían era muy sencillo: si el régimen económico
mundial permitía la libre importación en Estados Unidos de mercancías
procedentes de China o de la India, ello afectaría negativamente a los salarios
reales de los trabajadores norteamericanos, porque los trabajadores
norteamericanos, con unos salarios mucho más altos, tendrían que competir, en
detrimento suyo, con los salarios más bajos de los trabajadores chinos o
indios. Por consiguiente, el hecho de que la globalización perjudicaría
necesariamente a los trabajadores de Estados Unidos y de otros países avanzados,
les parecía obvio a ellos, y de hecho a todos, de lo que se seguía que no era
posible que beneficiase a todos
los segmentos de la clase
trabajadora mundial. Ahora bien, de acuerdo con esta argumentación, se
consideraba que la globalización beneficiaría a los trabajadores de países como
China o la India, es decir, de aquellos países del tercer mundo con los
salarios bajos.
Formulando este argumento de otro modo, ya que la libre
circulación de mercancías y de capitales por todo el mundo intensifica la competencia
entre los trabajadores de los diferentes países, se produciría una tendencia
hacia una disminución de las diferencias salariales entre estos países, y si
bien esto representaría un cierto incremento en los salarios reales de los
trabajadores del tercer mundo, también representaría una reducción en los
salarios reales de los trabajadores metropolitanos.
Este mismo argumento puede formularse de un modo más preciso, de
acuerdo con las categorías de la economía marxiana, del siguiente modo: la
globalización, al transferir determinadas actividades económicas desde los
países avanzados a los países del tercer mundo (debido a los salarios más bajos
de estos últimos) agotaría las
reservas de mano de obra en
estos últimos al tiempo que produciría un aumento de las reservas de mano de
obra en los primeros. Esto, si no cambian otras circunstancias, provocará una
subida de los salarios en los últimos y un descenso de los mismos en los
primeros. La globalización, por ejemplo, mientras que no beneficia a todos los trabajadores, reduce las diferencias relativas entre los
trabajadores de los países avanzados y los trabajadores del mundo
subdesarrollado. Pero, según este argumento, no
es posible que empeoren las condiciones de los trabajadores en las dos partes
del mundo.
EL EMPEORAMIENTO DE LAS CONDICIONES
Esto es, sin embargo, lo que ha sucedido. La globalización, por
supuesto, ha empeorado las condiciones de los trabajadores en los países
metropolitanos, un hecho recientemente puesto de relieve por el economista Joseph
Stiglitz. Casi un 90 por ciento de norteamericanos, lo que significa la casi
totalidad de la población trabajadora en aquel país, tiene actualmente unos
ingresos reales apenas superiores a los que tenían hace treinta años.
Actualmente, el salario mínimo de los trabajadores norteamericanos está en
términos reales muy poco por encima de donde estaba hace 60 años. Dado que ha
habido ciertas mejoras en estas magnitudes durante la primera parte de los años
transcurridos, lo que esto significa es que se ha producido un deterioro en el período más reciente, que
coincide con el apogeo de la globalización. Un dato estadístico aún más
revelador es el relacionado con el fuerte descenso en la esperanza de vida
entre los varones norteamericanos en los últimos tiempos, un descenso que
recuerda la fuerte caída en la esperanza de vida que se produjo en Rusia
después del colapso de la Unión Soviética. Un descenso en la esperanza de
vida cuando no hay ninguna epidemia obvia a la vista es un asunto muy grave, y
que este descenso se dé en el país capitalista más avanzado del mundo es una
prueba fehaciente del ataque a los medios
de vida de la clase trabajadora que ha traído consigo la globalización.
Una historia muy similar es la que puede contarse de otros países
capitalistas avanzados. Estados Unidos es considerado normalmente como una de
las economías más exitosas, el lugar donde se produjeron los booms de los años noventa del siglo XX y de
la primera década del siglo actual, que originaron respectivamente las burbujas
de las empresas punto.com y la del mercado inmobiliario, y
también la economía que está experimentando aparentemente una recuperación
después del colapso de la burbuja inmobiliaria. Dicho esto, el hecho de que la
población trabajadora de este país esté pasando tantas dificultades es muy
significativo. En los últimos años, en el Reino Unido se ha producido una
fuerte caída de los índices salariales reales de los trabajadores No tiene nada
de extraño, pues, que el descontento con la globalización esté cada vez más
extendido entre los trabajadores de las economías metropolitanas, y dado que la
izquierda no ha tenido hasta ahora un conocimiento adecuado de ello, el
descontento está siendo explotado por la derecha. Fenómenos
como el voto en el Brexit y la emergencia de Donald Trump se explican desde
este punto de vista.
Lo que resulta inexplicable en el marco del debate que estamos
teniendo hasta aquí, sin embargo, es el hecho de que la situación de los
trabajadores ha empeorado incluso en una gran franja de los países del tercer
mundo con los salarios bajos, entre los cuales la India es un buen ejemplo. Las
pruebas más concluyentes en este sentido las proporcionan los datos sobre el
consumo de alimentos básicos. Partiendo de los estudios realizados por el NSS
en los períodos 1993-1994 y 2009-2010 , que corresponden en líneas generales al
período de políticas neoliberales asociadas con la globalización, los
porcentajes de la población rural total con una ingesta calórica de menos de
2200 calorías por persona y día (el “parámetro” que define la pobreza rural) de
estos dos períodos anuales fue de un 58,6 y un 76 por ciento respectivamente.
Los porcentajes de población urbana por debajo de las 2100 calorías por persona
y día (el “parámetro” para definir la pobreza urbana) en estas dos fechas
fueron de un 57 y un 73 por ciento respectivamente.
Tan sorprendente fue este incremento, especialmente durante un
período en el que se suponía que la India estaba experimentando un crecimiento
sin precedentes de su PIB, que el gobierno encargó un nuevo estudio al NSS para
el período 2011-2012, durante el cual había habido una cosecha extraordinaria,
con la idea de que las cifras de la ingesta calórica en el período 2009-2010,
un año con una cosecha pobre, habían sido excepcionalmente bajas debido
precisamente a esta escasez en la cosecha. Una vez completado el estudio, las
cifras que arrojaba, aunque sin duda eran mejores que las del período
2009-2010, todavía mostraban
un notable incremento en los porcentajes de población que estaban por debajo de
este umbral de ingesta calórica durante el período de la globalización: en
el caso de la población rural, el porcentaje era del 68 por ciento (comparado
con el 58,5 por ciento de 1993-1994) y en el de la población urbana era de un
65 por ciento (comparado con el 57 por ciento de 1993-1994). Tanto la ingesta
de calorías como la de proteínas per cápita en la población había sufrido un
descenso durante el período estudiado.
Este incremento del déficit alimenticio se trató de explicar de
diferentes formas, incluida la sugerencia de que tal vez era un indicio de que
la gente estaba aprendiendo a diversificar su consumo, reduciendo el de comida
en beneficio de otras cosas como la educación y la salud. Pero esta
explicación era a todas luces falaz: en cualquier parte del mundo, a medida que
los ingresos reales aumentan, la gente consume una mayor cantidad de cereales
tanto directa como
indirectamente (en forma de
alimentos procesados y de productos animales en cuya elaboración entran los
cereales como forraje). Así pues, el descubrimiento de que en la India se había
producido un descenso real en el consumo de cereales en todos sus usos, y en
consecuencia un descenso en la ingesta de calorías y proteínas durante el
período de la globalización, indicaba claramente que los ingresos per cápita
reales de los trabajadores, después de calcular la incidencia de la inflación, especialmente la subida de precios
que acompaña a la privatización de servicios esenciales como la educación y la
salud, estaban por término
medio disminuyendo en vez de aumentar. Dicho de otro modo, un fenómeno similar
al que se producía en los países capitalistas avanzados estaba teniendo también
lugar en la India y en otros países del tercer mundo, lo que contradice el
argumento presentado más arriba, hasta el punto de que son muy pocos ya los que
creen que este sea un argumento correcto. ¿Cómo podemos explicar esta
contradicción?
El argumento presentado más arriba suponía básicamente que la
esencia de la globalización consiste en la transferencia de actividades
económicas desde los países avanzados a las economías del tercer mundo, y que
esta transferencia reduciría drásticamente las reservas de mano de obra del
tercer mundo y provocaría una subida de salarios. Lo que no se decía es que la
globalización también tiene otros efectos, incluido sobre todo una restricción
de la pequeña producción por parte del sector capitalista. El resultado es que
varios pequeños productores dejan sus ocupaciones tradicionales para emigrar a
las ciudades en busca de empleo, lo que incrementa el ejército total de mano de
obra a disposición del capitalismo. Esta migración, junto con el incremento
natural de la población activa, no puede ser totalmente absorbida por el ejército
laboral activo debido a que las políticas neoliberales asociadas a la
globalización también llevan a la eliminación de todas las restricciones
relativas al ritmo del cambio estructural y tecnológico, lo que aumenta el
ritmo de crecimiento de la productividad del trabajo a expensas del crecimiento
del empleo.
Se produce de este modo un círculo vicioso. En la medida en que
aumenta la reserva de mano de obra respecto a la población activa, esto lleva a
un estancamiento o incluso a una disminución en la media de salarios reales (y
ciertamente a una disminución de los ingresos reales de los trabajadores, que
es igual al índice salarial diario multiplicado por el número de días de
empleo). El estancamiento o la disminución del salario real en una situación de
mayor productividad laboral tienen como consecuencia un incremento en la tasa
de excedentes en la
producción. Dado que el superávit, incluso si suponemos que
se realiza completamente (es decir, que no hay problemas de insuficiencia de
demanda agregada) se gasta normalmente en artículos de consumo que generan
menos empleo a nivel nacional que en artículos que se compran con los ingresos
salariales, esta transferencia de los salarios a los excedentes tiene también
el efecto de producir una contracción en el empleo y en consecuencia contribuye
todavía más al incremento del tamaño relativo en las reservas de mano de obra,
a una nueva transferencia de salarios a excedentes, y así sucesivamente.
Este círculo vicioso, que se intensifica todavía más cuando se
produce una crisis (debido a que las reservas de mano de obra respecto a la
población activa crecen todavía más) implica que el efecto de la globalización
de agudizar la pobreza absoluta afecta también a los trabajadores de los países
del tercer mundo y no se limita solo a los trabajadores metropolitanos, como
pretenden los economistas liberales como Samuelson.
Afirmar esto no equivale a sugerir que todos los segmentos de la
población activa se ven igual de adversamente afectados por la globalización. Obviamente ,
el segmento que disfruta de mayores oportunidades de empleo debido a la
transferencia de actividades experimenta un incremento en su nivel de vida, y
en la India este segmento consiste habitualmente en trabajadores cualificados
del sector servicios, como los relacionados con las tecnologías de la información. Este
incremento en el nivel de vida de un sector tiene a su vez efectos
multiplicadores en el nivel de empleo de otros sectores, y así sucesivamente.
Así, un segmento normalmente clasificado como de clase media y cuyo tamaño
absoluto es bastante grande (pese a ser pequeño respecto al conjunto de la
población activa), se vuelve partidario incondicional de la globalización. Dado
que este segmento suele estar bien articulado y tiene un peso desproporcionadamente
grande en los medios de comunicación
y de creación de opinión pública, resulta un instrumento útil en manos de la
oligarquía empresarial y financiera integrada en el proceso de la globalización
para propagar sus efectos beneficiosos.
La mejora en las condiciones de un segmento de la clase media de
la población activa, y su consiguiente apoyo a la globalización, se utiliza
para crear la falsa impresión de que la globalización ha sido positiva para el
pueblo indio en su conjunto. Un uso similar es el que hacen segmentos de la
clase media en otros lugares del mundo que se han beneficiado entre otras cosas de la enorme “financiarización”
que ha acompañado a la
globalización. Todo esto ha generado un ruido que nos impide
reconocer que la globalización ha tenido realmente como consecuencia un
empeoramiento general de las condiciones de los trabajadores, tanto en los
países avanzados como en los países en vías de desarrollo.
Artículo publicado originalmente en Peoples Democracy
Traducción de Josep Sarret para El Viejo Topo
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221621
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