Argentina:
Tierra y sangre en Cushamen
16 de enero de 2017
16 de enero de 2017
Por Marcelo Valko
14 de enero, 2017
Estuve en la recuperación de tierras de Cushamen (Chubut) en la
primavera de 2015 y pude advertir la gravedad de la situación. De un
lado la determinación mapuche por recuperar sus tierras ancestrales que el
Estado nacional había malvendido a la firma Benetton , y del otro, la legalidad de la
injusticia ejercida por la provincia.
La asociación de Trabajadores de la Educación de Chubut (Atech) y
los equipos de interculturalidad de los Institutos de Formación Docente de de
Pueblo y El Bolsón me llevaron a dar una serie de conferencias. En ese marco,
fui invitado a la
recuperación. Los jóvenes que volvían a habitar las tierras
de sus abuelos habían pasado un invierno duro, pero allí estaban, seguros,
firmes y sonrientes. Hablamos. En ningún momento pretendían quitarle nada a
nadie, al contrario, el Estado que siempre estuvo controlado por las elites
económicas, les había arrebatado lo que les pertenecía como pueblo.
La Gendarmería podía aparecer en cualquier momento como tiempo
después sucedió. Pero ellos regresaron con la tenacidad mineral de la tierra.
Quienes venimos transitando lo que tiene que ver con los pueblos
originarios, hace tiempo advertimos que la situación se agrava cada vez más.
Habrá sangre, cada vez más sangre si el Estado no comprende que en Argentina no
todos bajamos de los barcos.
Aquella mañana en Cushamen, mientras observaba a los compañeros
mapuches hablar sobre su determinación, con su manera de plantarse en el mundo
y decir “ya basta, ya es suficiente”, comprendí a nivel piel lo que había
entendido a nivel intelectual unos años antes, cuando Amancio de la nación qom
me dio una lección sobre los verdaderos dueños de la tierra. Tras hablarme
de estrellas y mandiocas, me dijo que cierta vez cuando era niño, su papá lo
llevó al cementerio y le explico “acá está enterrado el abuelo, y el abuelo del
abuelo, y tantos otros abuelos. Todos enterrados acá”.
El padre de Amancio no agregó nada más sobre el tema. Sin embargo,
con ese recuerdo de su infancia me hizo comprender sin decirlo explícitamente,
que me estaba exhibiendo los títulos de propiedad comunitaria. Su padre se los
había enseñado al mostrarle el lugar donde descansan sus ancestros.
Esa es la
cuestión. En líneas generales no poseen papeles foliados,
carpetas membretadas, ni escrituras selladas por escribanos. Difícil tener
semejantes documentos cuando el Estado nacional se dedicó con ahínco “al
barrido de toldos”, al traslado forzoso de los sobrevivientes y al lavado de
nombres salvajes por otros civilizados tal como lo estipulaba la Constitución
al mandar “la conversión de indios la catolicismo”.
Ahora bien, el padre de Amancio, un hombre de pocas palabras, le
explicó en un solo renglón que la tierra es de quien la habita y habitó, y que
los muertos ancestrales son sus legítimos títulos de propiedad. Se trata de las
tierras donde vivieron siempre. En el Lof Cushamen ocurre lo mismo. Solo que en
este caso, cumpliendo la premisa de Zeballos, el mentor de la Construcción del
Desierto que ejecuta Roca, vaciaron de vivos y muertos la región.
Cualquiera puede leer a Zeballos cuando dice: “La barbarie esta
maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos”. Ese es el
problema. No los indios, ni los qom ni los mapuches. El problema es la criminal
represión ejercida por la Nación y la Provincia sobre la recuperación de
tierras realizadas por los mapuches en un enorme feudo comprado por Benetton.
El problema es la construcción ejercida por el Estado sobre el
otro étnico. En su malsana visión existen sólo tres tipos de indios, por
cierto, bastante diferentes entre sí. El más atrayente de todos ellos es el
primero: el indio muerto. Es el espécimen por antonomasia que conservan
celosamente los museos. Es el preferido por los académicos. Es un “tema” que da
prestigio y a través del cual es relativamente posible conseguir subsidios para
investigaciones.
El indio de la repisa, se encuentra inmóvil, quieto, sin el menor
atisbo de movimiento ni rebeldía. Es muy agradable de etiquetar y permanece
quietito en el estante donde se lo rotula invariablemente en tiempo pasado:
habitaban, creían, cazaban, comían. Son los ocupantes de una la vitrina que los
vacía de ser, son la ausentificación de su presencia.
El segundo ejemplar, todavía presenta rasgos que lo hacen
agradable. Es el indio fenomenizado. Oscila entre lo circense y caso de libro,
fluctúa entre lo exótico y lo folklórico. Espectáculo o caso antropológico. El
indígena, visto como un ser de costumbres e indumentaria extraña que es tanto
más atractivo cuanto más alejado del centro académico se encuentra.
Obviamente ningún aborigen cercano puede ser un fenómeno
atrayente, el prestigio de su estudio se incrementa en virtud de la lejanía y
de la dificultad para adentrarse y observarlo en su “hábitat”. No causa
problemas siempre y cuando se mantenga dentro de esos parámetros de exotismo,
es decir, danzando y pronunciado conjuros a la naturaleza en dialectos
desconocidos. No molesta en absoluto y en su derredor termina construyéndose
hasta una corriente de etnoturismo o turismo arqueológico que pronto puede
degenerar en la ayahuasca-tour o peyote-tour como tuve oportunidad de ver en México
y Ecuador. Incluso puede devenir en fugaz artista televisivo grabando algún CD
utilizando sus “primitivos” instrumentos musicales.
Sin embargo, cuando un indígena advierte que sus bosques son
arrasados por la soja, cuando extraen recursos naturales como el petróleo
destruyendo el medio ambiente que rodea a su comunidad, cuando abandona su
tierra corrido a tiros por empresarios privados o directamente por el poder
omnímodo del Estado como el caso de Cushamen y tantos otros, deja de causar la
simpatía que provoca el exotismo, o la seguridad que brindan los rótulos.
En Cushamen como los mapuches alzaron la voz exigiendo justicia
justa, verdad verdadera, palabras ciertas y no promesas para salir del paso comienzan
a molestar. ¿Qué pretenden? Ese mapuche que vive, que es real, que transpira y
sueña, al que le fue arrebatado todo y necesita su lugar en el mundo,
indudablemente molesta. Incomoda su tenaz y cariñoso arraigo a la tierra.
Y es que son “tierra que camina” como los denominó alguna vez
Atahualpa Yupanqui. El indio vivo siempre molestó. Desde Roca, desde Sarmiento,
desde Mitre y después también como lo demuestra la presidencia Macri
y la
gobernación Das Neves.
A muchos los sorprendió el tema, pero Cushamen no estalló hoy, ni
esta semana. Emerge del fondo de una historia que hizo un país a la medida de
grupos económicos donde muchos sobramos. Cushamen emerge de un fondo de
injusticias que ni siquiera fue originado por este gobierno o el anterior. Aunque
vale recordar, y el acampe qom de la 9 de Julio es un ejemplo cabal donde
primero fueron ignorados por la doctora Kirchner y luego traicionados por el
ingeniero Macri tras prometerles cualquier cosa que sonara bien y que se
tradujo en lo que estamos viendo en Chubut.
Marx señaló alguna vez que en los países centrales el capitalismo
trata de guardar alguna forma, pero se pasea desnudo en la periferia. Y esa
desnudez pornográfica es la que vemos en la represión de Cushamen.
El indio vivo que camina, que come, que necesita un espacio, que
transpira y que sueña y que no quiere bailar para la National Geogrphic ni quedarse inmóvil en una repisa,
siempre causó fastidió, siempre sobró en los planes de aquel sector que
aborrece que el azar geográfico nos situó en Sudamérica limitando con Bolivia y
Paraguay, en lugar de hallarnos en algún sitio cool entre Francia e Inglaterra.
Aun no llegó el Nunca Más de los Pueblos Originarios. Siempre es
Más. Siempre Más. Sin embargo, observamos que ante la aberración de lo ocurrido,
hubo una reacción popular que imposibilitó un “barrido de toldos” a gusto del
paladar de los CEOS. La lucha por recuperar la identidad, la cosmovisión y la
tierra es un proceso lento. Pero estoy convencido al igual que el poeta Mario
Benedetti que “es lento, pero viene, es lento, pero viene…”.
*El autor escribió, entre numerosos textos, Cazadores de Poder; Viajes hacia Osvaldo Bayer;Desmonumentar
a Roca; Ciudades Malditas
Ciudades Perdidas; Pedagogía
de la Desmemoria;Descubri MIENTO de América y Los indios invisibles del
Malón de la Paz
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Argentina_Tierra_y_sangre_en_Cushamen
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