Deuda externa, una
pesadilla recurrente
Por Alberto Acosta
CADTM(Comité
por la abolición de las deudas ilegítimas)
“Los incumplimientos por gobiernos extranjeros de su deuda externa
son tan numerosos y ciertamente tan cercanos a ser universales que es fácil
tratar sobre ellos nombrando a aquellos que no han incurrido en incumplimiento,
que aquellos que lo han hecho. Además de aquellos países que incurrieron
técnicamente en incumplimiento, existen algunos otros que pidieron prestado en
el exterior en su propia moneda y permitieron que esa moneda se depreciara
hasta menos de la mitad de su valor nominal y en algunos casos a una fracción
infinitesimal. Entre los países que actuaron así cabe citar a Bélgica, Francia,
Italia y Alemania.”
John Maynard Keynes, Defaults by foreign governments, 1924
Todo indica que los problemas de
sobreendeudamiento externo en el sistema-mundo capitalista están a punto de
estallar nuevamente. Esto no debería sorprendernos si miramos al pasado. Una y
otra vez, tanto en el mundo “subdesarrollado” como en el “desarrollado”, el
sobreendeudamiento ha generado complejas situaciones económicas, incluyendo el
estallido de crisis de deuda externa. Así ahora, como en los años
treinta del siglo pasado, los problemas derivados del sobreendeudamiento se
presentan a ambas orillas del capitalismo mundial.
Historia de una deuda eterna y triste |1|
La historia financiera internacional presenta reiteradamente a
países que toman créditos,
tienen un auge, declinan, cesan los pagos y algún rato vuelven a ser sujetos de
crédito… y la vida continúa. En medio de esa vida, sobre todo los países
empobrecidos se vuelven deudores de la banca internacional, organismos
multilaterales, grandes especuladores financieros, y otros acreedores sin
olvidar los Estados de los países más ricos. Hasta podríamos pensar en un
“mundo endeudado”, ¿pero en manos de quién?
Históricamente las cesaciones de pagos más frecuentes se dan
cuando el capitalismo desarrollado sufre una recesión. Por ejemplo, cuando la Bolsade Londres -corazón del sistema
capitalista mundial de entonces- se desplomó en octubre de 1825, se llevó
consigo a los precios de las materias primas. Acto seguido, las nacientes
repúblicas sudamericanas y México suspendieron pagos por casi treinta años,
algunas por más tiempo. Ya desde ese momento, la crisis de la deuda del
capitalismo subdesarrollado tuvo un fuerte vínculo con la especulación financiera
del capitalismo desarrollado. En Londres se negociaban títulos valores atados a
la deuda de varios países latinoamericanos |2|, incluyendo aquella adquirida durante el
fin de la colonia para conseguir la Independencia (p.ej. Ecuador, Argentina). Y
de la mano de la especulación caminaba la corrupción, incluso con anécdotas
como la inversión especulativa en países latinoamericanos imaginarios, p.ej. el
inexistente “principado de Poyais”.
El vínculo entre el sistema financiero mundial y el capitalismo
subdesarrollado ha sido permanente. En la década del 70 del siglo XIX
nuevamente se dio un desmoronamiento de la Bolsa de Londres. Particularmente,
en 1873 empezaría quizá la primera “gran depresión” del capitalismo mundial, en
donde las inversiones especulativas se extendían desde el sector de los
ferrocarriles, al mismo tiempo que se mantenían las inversiones en títulos
valores de deuda. Al reventar la crisis, los precios de las materias primas se
desplomaron y los países del capitalismo subdesarrollado cesaron pagos casi sin
excepción por un período de otros treinta años o más.
En los años 30 ya del siglo XX, en medio de la Gran depresión de
1929, se repitió la misma historia y por la misma causa, afectando incluso a
varios países europeos. La euforia financiera previa al colapso se extendió
desde el sector inmobiliario, hasta los grandes actores del sistema financiero
mundial como Goldman Sachs (que entre 1928-1929 vería que sus acciones pasaron
de 104 a
222 dólares, para luego caer a 1,75 dólares en 1932). A su vez, los economistas
del capitalismo desarrollado trataban de mostrar la apariencia de que “todo iba
bien”. Un ejemplo es Irving Fisher (importante economista para la teoría
ortodoxa de las tasas de interés y personaje involucrado en el negocio
especulativo) para quien, en ese entonces: “las cotizaciones bursátiles han
alcanzado lo que parece un permanente alto nivel de estabilización” |3|. En medio de la -hasta ahora- mayor crisis
del capitalismo mundial, resurgieron los impagos de la deuda, los cuales se
resolvieron veinte años más tarde a fines de los años 40 y los 50.
Nuevamente el problema resurgió en el capitalismo subdesarrollado,
impulsado por el desenvolvimiento del capitalismo desarrollado entre los años
70 y 80; esta vez no hubo desplome de bolsas pero sí del precio de las materias
primas acompañado de un alza brusca de las tasas de interés particularmente en
los Estados Unidos. Recordemos que, una década antes, en 1971 Estados Unidos
abandonó el patrón oro para aplicar una política monetaria restrictiva con el
fin de afrontar una complicada combinación de estancamiento económico e inflación.
Para enfrentar el estancamiento de los años 70, el capitalismo
desarrollado también aprovechó un “nuevo” mecanismo de generación de ganancias:
“reciclar” los petrodólares acumulados
por los exportadores de petróleo que no encontraban cabida en sus economías y
que fluían hacia los países ricos a través de la banca internacional, la cual a
su vez entregó masivamente créditos al capitalismo subdesarrollado.
Esa expansión masiva del crédito –que ayudaba a sostener la “tasa
de ganancia” del capital transnacional- se interrumpió al aumentar las tasas de
interés internacionales. Eso estranguló -económicamente- a los países
endeudados. Para 1982, especialmente los países latinoamericanos (comenzando
por México) tuvieron que declarar oficialmente su incapacidad de pago |4|.
Ya en la actualidad, cada vez más países del capitalismo
subdesarrollado están en una espiral económica descendente que augura una nueva
crisis de la deuda.
Muchos han recurrido al FMI y el Banco Mundial,
e incluso a la contratación de costosos créditos en el mercado financiero
internacional (p.ej. Ecuador desde el año 2014 |5|).
Todo esto no es aislado sino que, como ya nos diría en su momento
Raúl Prebisch |6| y hemos reiterado en este texto, varios de
los problemas del capitalismo subdesarrollado (incluyendo la deuda) tienen un
fuerte vínculo con la dinámica del capitalismo desarrollado. Y semejante
vínculo se palpa mucho más durante las crisis de este último.
Una nueva oleada de crisis a la vista
Esta realidad, tan conocida en el mundo pobre altamente endeudado,
también golpea a Europa, como en los años treinta del siglo pasado. Grecia no
supera su profunda crisis de deuda |7|. Cosa similar pasa en otros países
europeos, como España o Italia. Todo esto posterior a la crisis de 2008-2009
que, recordemos, tuvo entre sus orígenes el auge de créditos especulativos
hipotecarios en Estados Unidos (involucrando nuevamente a actores “clásicos” de
las finanzas internacionales como Goldman Sachs). Luego, gracias a las
interconexiones del capitalismo global, llegó a ser quizá la segunda mayor
crisis del sistema después de los años 30. Y hasta hoy los coletazos de esa
crisis se sienten, e incluso podrían ser la semilla de una nueva crisis internacional.
Así las cosas, el endeudamiento ha crecido a niveles sin
precedentes en medio de un contexto que augura nuevas crisis. La señal de
alarma la prendió el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) en su reunión
anual celebrada en Washington del 7 al 9 de octubre de 2016. El FMI informó que
la deuda mundial había alcanzado el nivel -sin parangón- de 152 billones de
dólares y se elevó del 200% del valor del PIB mundial en 2002, al 225% en 2015. Dos
tercios del total corresponden a deuda privada, pero la deuda pública también
aumentó rápidamente. Si el propio FMI está consciente del riesgo de otra crisis
financiera, ya podemos imaginar cuán grave es la situación.
Según el Instituto Internacional de Finanzas (IIF), con sede en
Washington, en los nueve primeros meses de 2016, la deuda global sumó 11
billones de dólares y alcanzó los 217 billones. Como resultado, el
endeudamiento global habría alcanzado alrededor del 325% del PIB mundial. El
grueso de este acelerado endeudamiento proviene de los “mercados emergentes”,
que tienen a China como uno de sus principales prestamistas |8|.
Volviendo a la información del FMI, la deuda externa de los países
subdesarrollados aumentó de 2,1
a 6,8 billones de dólares entre 2000-2015. El total de
la deuda (externa e interna) escaló más de 31 billones de dólares y las
proporciones totales con respecto al PIB alcanzaron en varios países más del
120% y en algunos incluso más de 200%. Por otro lado, enormes cantidades de
capital abandonaron dichos países en el cuarto trimestre de 2015: una salida
neta conjunta de 656.000 millones de dólares, equivalente al 2,7% de su PIB,
según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD).
Bien anota Martin Kohr, “ahora
se vislumbra un escenario de pesadilla”. |9|
En medio de esa vorágine del crédito, sería muy ilustrativo pensar
en quiénes son los mayores acreedores y beneficiarios especialmente del pago
delservicio de la deuda.
Sin negar las condiciones concretas en cada caso, reiteremos que
la explicación central de esta evolución radica en la inherente voracidad e
inestabilidad del capitalismo internacional y su proceso de acumulación, que es
cíclico (pasa por alzas y bajas). Por cierto, en este contexto los cambios
tecnológicos casi siempre han acompañado las soluciones para recuperar al
capitalismo mundial, favoreciendo a los centros de poder en desmedro del mundo
periférico. |10|
Además, el actual sistema no controla adecuadamente a las
economías centrales en donde emergen las grandes recesiones, que terminan
afectando sobre todo a los países más débiles. Incluso varios gobiernos, en vez
de evitar las euforias financieras, las “incentivan ”
especialmente de forma indirecta a través de salvatajes de sus bancos sobre
todo. Y esa fragilidad de la situación internacional eleva el riesgo de crisis
en las economías empobrecidas -incluso crisis de no pago-, que viven
permanentemente angustiadas por las presiones financieras.
Esto apunta a un grave problema estructural del sistema financiero
internacional: la falta de un mecanismo de solución de la deuda ordenado,
justo, transparente, humano, al que puedan recurrir los países que se enfrentan
a una crisis de endeudamiento.
Preocupa que, a pesar de tanta experiencia acumulada, no se den
pasos concretos para enfrentar dicho problema, y que la receta para enfrentar
la crisis sea similar en todo tiempo y lugar. Se apuesta por ajustar las
economías del capitalismo subdesarrollado especialmente usando el recetario
neoliberal. Todo con el fin de atender las demandas del mercado financiero, sin
considerar sus realidades domésticas, las condiciones que conllevaron a estas
críticas situaciones, el contexto internacional y mucho menos la corresponsabilidad
de los acreedores. Recordemos, como en los años 70, que los propios acreedores
muchas veces presionaban (hasta a la fuerza) a que los países subdesarrollados
adquieran créditos con condiciones y tasas de interés flotantes. Así se
mantiene la lógica de dominación, injusticia y opacidad impuesta desde los
bancos y gobiernos acreedores, aupados por los organismos multilaterales de
crédito.
Lo que sí debe sorprendernos -y mucho- es que, a pesar de sumar
tantas experiencias y hasta con muchas propuestas para enfrentar estas
situaciones, en el mundo de la gran política (¿manejada por los mismos
acreedores?) no se acepta la necesidad de un cambio profundo. Si bien es
palpable en amplios círculos de la sociedad civil global una creciente
conciencia de que es indispensable buscar y diseñar salidas concretas |11|, en los gobiernos de los grandes países
aglutinados en el G-20 y en los organismos multilaterales no hay la voluntad
para cristalizar las respuestas indispensables. ¿Será acaso que la falta de
solución del problema de la deuda de los países pobres beneficia a los países
ricos? Sin duda que la pregunta hasta parece necia…
La dificultad para cristalizar alternativas
El meollo de los problemas de sobreendeudamiento todavía no se ha
entendido adecuadamente, y por eso no se los ha resuelto. Superarlo debería ser
una prioridad en la agenda política global, tanto en beneficio de
los deudores, como de los acreedores de buena fe (si es que aún quedan).
La tarea, hoy más que nunca, no se agota en advertencias oportunas
o simples reclamos. Precisamos construir una institucionalidad global de
derecho. Aquí resaltamos el potencial político de propuestas que buscan
establecer dicha institucionalidad para procesar, con transparencia y justicia,
los problemas de sobreendeudamiento o situaciones abiertamente dolosas en la
contratación de créditos internacionales.
Los problemas no desaparecen con simples condonaciones o
renegociaciones de la deuda, pues no van a la raíz del asunto y a veces hasta
lo complican. En las ocasiones cuando los problemas se resolvieron definitivamente
medió una solución política como, por ejemplo, con el Acuerdo de Londres del 27
de febrero de 1953, con el que se solucionaron de forma definitiva e integral
las deudas de Alemania de las post-guerras de la guerra misma. Hasta ahora,
salvo en casos contados y explicables por el interés de los acreedores, se ha
avanzado muy poco en soluciones de este tipo.
Hay otros esfuerzos destacables, pero aún insuficientes. Las
auditorias ciudadanas son una herramienta potente para transparentar la deuda,
pero no son efectivas si falta una institucionalidad que realmente procese sus
recomendaciones y conclusiones |12|. Falta constituir un marco jurídico
estructurado alrededor de las ideas de lo que podría ser un Tribunal
Internacional de Arbitraje de la Deuda Soberana,
propuestas por Oscar Ugarteche y el autor de estas líneas
|13|
|13|
Esta propuesta, en sus elementos básicos, ya ha sido discutida un
par de veces en el pleno de Naciones Unidas, en donde se puso de relieve la
especial importancia de hallar una solución rápida, eficaz, completa y duradera
al problema de la deuda de los países subdesarrollados. Allí también se reclamó
intensificar los esfuerzos por advertir oportunamente las crisis de la deuda
mejorando los mecanismos financieros internacionales de prevención y solución
de crisis. Se consiguió incluso una resolución de Naciones Unidas, impulsada
por Argentina, en sept.-2014, con 124 votos positivos, solo 11 negativos y 41
abstenciones. Esta propuesta, si hubiera voluntad política, podría empezar a
hacerse realidad inmediatamente con arbitrajes ad hoc, como sugiere Kunnibert
Raffer |14|, como un primer paso mientras se
institucionaliza el Tribunal.
Lo que interesa, en definitiva, es que los créditos externos se
transformen en palancas que ayuden a resolver los problemas de financiamiento
en las economías que los necesitan, y dejen de servir como herramientas de
dominación. Desde esa perspectiva, los créditos externos podrían ser un
mecanismo que canaliza adecuada e inclusive rentablemente los excedentes
financieros de algunas economías. Incluso podrían resultar útiles para asegurar
el comercio mundial. Lo fundamental es que la deuda deje de ser un mecanismo de
exacción de recursos desde la periferia hacia los centros capitalistas y de
imposición de políticas desde los países ricos, lo que demanda desarmar la
práctica de la deuda externa como herramienta de especulación y dominación.
En definitiva, la deuda no puede seguir siendo un acto de
violencia -que afecta a las sociedades y a la Naturaleza- cuyo objetivo es
forzar al país deudor a hacer la voluntad de los acreedores vía renegociaciones
y programas de ajuste estructural.
Y tampoco puede ser un espacio para obtener ganancias exorbitantes,
aprovechándose de las crisis y de la situación de indefensión de los países
deudores que terminan muchas veces en manos de verdaderos “buitres” de las
finanzas internacionales.
En este sentido, sería en extremo útil reflexionar sobre las posibles
trabas que los países del capitalismo desarrollado impondrían al
replanteamiento del manejo actual de la deuda. Si se deja de usar la deuda como mecanismo
de extracción de recursos y de dominación, se estaría cuestionando a la propia
acumulación de capital de los centros. Es decir, se estaría cuestionando a su condición misma de centros.
La historia nos enseña que, por la falta de respuestas
estructurales, los países endeudados -con graves consecuencias sobre sus
sociedades e inclusive sobre su medio ambiente- a menudo enfrentan muchos años
de austeridad y miseria por las condiciones recesivas impuestas por los
acreedores y los organismos de rescate, y sin ninguna garantía de que el
sobreendeudamiento siquiera sea resuelto. Situación que termina por afectar a
los propios acreedores.
Lamentablemente parecería que no hay memoria de lo sucedido
anteriormente o que esa memoria, sobre todo en los banqueros y en los
gobernantes, es muy frágil y no resiste la tentación de las ganancias fáciles
vía concesión de créditos (como vimos, desde antes de 1825 hasta la fecha),
muchas veces atados a la especulación, a la corrupción |15| o a grandes obras inútiles para los
pueblos.
Entonces urge una discusión muy amplia para construir alternativas
-reconociendo el carácter global del reto de la deuda externa-, que no pueden
quedarse en simples acciones discursivas y, menos aún, en parches aislados e
incluso cómplices con el poder financiero o el poder de los capitales
transnacionales.
El reto de la solución de los conflictos sobre deuda externa
impagable exige un redoblado esfuerzo político global. Quizá la propia superación
del subdesarrollo capitalista -y hasta la superación mundial del capitalismo-
requiere la resolución urgente del problema de la deuda. No se trata
simplemente de resolver los momentos críticos producidos por el sobre
endeudamiento, sino de construir otro marco internacional que subordine las
finanzas a las demandas de sociedades equitativas conminadas a vivir en armonía
con la Naturaleza |16|.
¡No desperdiciemos -nuevamente- la oportunidad de
liberación que nos brinda el inminente colapso que augura el retorno de una
generalizada crisis de deuda externa!
Economista ecuatoriano. Ex-ministro de Energía y Minas.
Ex-presidente de la Asamblea
Constituyente. Ex-candidato a la Presidencia de la República
del Ecuador. Se agradecen los valiosos comentarios del economista ecuatoriano
John Cajas-Guijarro.
Notas: (...)
Fuente: ww.rebelion.org/noticia.php?id=221862
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