"Claramente, Acción
Ecológica es perseguida porque se ha organizado implacablemente para movilizar
a la opinión pública contra esa destrucción ecológica y social que afecta no
sólo a las personas en la Amazonía, sino a las comunidades de todo el
planeta."
Por Silvia
Federici.
En los siglos XVI y XVII, en varios países de
Europa, el Estado lanzó una campaña de cacería de brujas que criminalizaba un
amplio conjunto de comportamientos que contrastaban con el naciente desarrollo
capitalista.
A mediados del siglo XVIII, cuando el
capitalismo se estableció, derrotando a sus enemigos en el país de origen y
extendiendo su dominación colonial en el extranjero, las cacerías de brujas
llegaron a su fin.
Pero aunque no se quemaban más mujeres en la
hoguera, las cacerías de brujas originales dejaron atrás una maquinaria
incriminadora e ideológica que aseguraba que los mismos procedimientos serían
utilizados contra aquellos que el estado y la clase capitalista querían
destruir.
Esto es lo que ocurrió en los años cincuenta
en los Estados Unidos con el macartismo, que llevó a cabo una campaña de terror
contra los miembros del Partido Comunista y cualquier persona que tuviera algún
contacto con ellos, retratándolos como seres malvados, enemigos de la sociedad
que todos debían evitar.
Con diferentes modalidades el gobierno de
Correa lanzó una nueva cacería de brujas amenazando, a través de su Ministerio
del Interior, para intentar disolver Acción Ecológica, una organización
internacionalmente conocida y respetada que desde hace años se organiza
incansablemente en defensa de la lucha que los indígenas están haciendo en
contra de las actividades destructivas de las empresas petroleras. De hecho, el
ataque de Correa contra la AE proviene de su determinación de entregar a las
compañías mineras y petroleras las tierras de las comunidades indígenas que ha
vilipendiado repetidamente como gente atrasada que frena el progreso de la
sociedad.
Este ataque ha sido especialmente dirigido
contra las mujeres, ya que son las que más han estado interesadas y activas en
la defensa de la tierra, el agua, los bosques, ya que saben que con su
destrucción no sólo se socava el sustento de sus comunidades sino también su
historia, su cultura, sus esperanzas para el futuro. Una y otra vez, las
mujeres indígenas de la Amazonía han marchado a Quito y le han dicho al
gobierno qué tan destructiva para sus comunidades es su política de
"desarrollo" y cómo las actividades de las compañías petroleras
destruyen sus medios de
reproducción, obligando a los jóvenes a emigrar y exacerbando a los hombres la
violencia contra las mujeres.
Pero el Presidente Correa a menudo se ha
negado a recibirlas, aunque son las mujeres las que más que nadie comprenden
las consecuencias de la minería y la extracción de petróleo, ya que son ellas
las que tienen que cuidar a los enfermos, a trabajar más porque las aguas que
se usan para beber, cocinar, bañarse están contaminadas, y las plantas, los
animales y los bosques mueren a su alrededor.
Claramente, Acción Ecológica es perseguida
porque se ha organizado implacablemente para movilizar a la opinión pública
contra esa destrucción ecológica y social que afecta no sólo a las personas en
la Amazonía, sino a las comunidades de todo el planeta.
Lo que está en juego es una nueva caza de
brujas porque, como en las persecuciones del pasado, el gobierno no pudo
apuntar a ningún crimen que AE haya cometido. AE sólo es culpable de haber
defendido el verdadero derecho de la gente a vivir, el derecho a no ser
desplazado de las tierras que se ha habitado durante siglos, y a conservar una
concepción no mercenaria de lo que es la vida, la verdadera riqueza que
necesitamos atesorar. Es por afirmar estos valores que las mujeres de AE -como
todas las mujeres indígenas y urbanas que han tomado la misma posición en
defensa de la naturaleza y la vida humana- son ahora tratadas como brujas para
ser públicamente vituperadas.
El presidente Correa quiere que la gente esté
ciega a las muertes por cáncer, a las muertes por desplazamiento y
expropiación, a la miseria infinita que su desarrollo propuesto está infligiendo
a tantas personas en Ecuador y más allá. Pero AE se ha negado a ser silenciada
y seguirá luchando, afirmando su oposición a un plan económico que solo
beneficia a una elite, así como su solidaridad con las comunidades indígenas y
campesinas que están luchando por no dejar en herencia a sus hijos una tierra
envenenada.
Aplaudimos al Ministerio de Medio Ambiente que
ha reconocido lo que muchas organizaciones e individuos internacionalmente han
afirmado poderosamente, en solidaridad con Acción Ecológica. Iniciativas como
las que ha tomado Acción Ecológica deben ser elogiadas y no condenadas. Se
ajustan al principio social más básico, que es el derecho de las personas a la
autodeterminación, y son un resultado lógico de la Constitución ecuatoriana, pues
si la naturaleza también tiene derechos, éstos deben extenderse a quienes los
defienden.
- Silvia Federici: Profesora Eméritca en la Universidad Hofstra
y autora del Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación primitiva.
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