Lo que
debemos enfrentar
2 de septiembre de 2018
Sobre inteligencia artificial, robótica, capitalismo y opresiones. “Los oprimidos comparten hoy, en su inmensa mayoría, los valores y la ideología de sus opresores, pero en algunos sectores subsisten restos de comunitarismo, de pensamiento colectivo, de solidaridad en lo que es posible apoyarse y que la lucha desarrollará porque sólo en el combate se aprende a ver las cosas y se cambian las ideas”.
Por Guillermo Almeyra.
La inteligencia artificial, tan poco
estudiada en las universidades latinoamericanas y tan poco desarrollada en
nuestro continente, podría tanto causar un terrible desastre social como, por
el contrario, hacer posible el sueño de Fourier de unas pocas horas de trabajo
para la reproducción y casi todo el día para otros trabajos voluntarios y
creativos o, simplemente, para el descanso y el disfrute de la naturaleza.
Hoy ya hay robots que sustituyen a
las cajeras de los supermercados, a los soldadores especializados, a los pintores
de brocha gorda, albañiles y hasta a los cirujanos, pero con el desarrollo de
la inteligencia artificial, millones de robots especializados y multiusos
podrían remplazar a una enorme cantidad de trabajadores manuales o de empleados
y funcionarios, arrojándolos a la desocupación. La pesadilla de Jack London en El
Talón de Hierro podría
concretarse y hacia su realización tienden los esfuerzos del capitalismo.
Para eso está acabando con todas las
leyes de protección social, rebajando brutalmente el nivel de ingreso y
destruyendo sistemáticamente poblaciones enteras de los países dependientes,
que son minadas por el hambre y las enfermedades, pauperizadas y disgregadas
por el despojo agrícola o minero, diezmadas por las guerras y las migraciones
de los más jóvenes, audaces y emprendedores que empobrece a las comunidades.
Para el capitalismo sobran miles de millones de personas, cuyas necesidades
sociales y derechos (agua, aire limpio, servicios esenciales, vivienda digna)
considera gastos (cuando son inversiones productivas dadas gratis a los
patrones para que puedan explotar trabajadores rendidores y en buenas
condiciones).
Una mejor condición de vida de la
mayoría de la población eleva las expectativas de vida; eso es intolerable para
el capitalismo, ya que los ancianos son también sobrantes, improductivos, una
carga social. Reducir la masa salarial, los servicios sociales y también el
tiempo no productivo, aumentando el trabajo infantil y acelerando la muerte de
los ancianos, es un objetivo del capital. El ideal del mismo es sustituir a
trabajadores vivos por capital muerto (como los robots) que en poquísimo tiempo
amortiza con su trabajo el costo de su producción y deja un margen de ganancia
infinitamente mayor, además de no pensar ni hacer huelgas.
La alternativa a estos planes
siniestros consiste en utilizar la nueva tecnología y desarrollar la
inteligencia artificial, pero para reducir el tiempo de trabajo necesario para
la reproducción de la familia obrera y para la amortización y renovación de las
instalaciones y maquinarias, hay que distribuir la masa de trabajo entre los
desocupados actuales, de modo de trabajar menos trabajando todos. Para eso hay
que expropiar al capitalismo, cortando así de raíz las emigraciones en busca de
trabajo y la delincuencia causada por la miseria y el atraso.
Hace 100 años se trabajaba en la
industria 12 horas diarias y en los campos de sol a sol. La conquista de las
ocho horas y de las leyes sociales fue un paso enorme hacia la civilización. Hoy
es ya posible trabajar dos horas y dedicar todo el tiempo libre a cultivarse y
a reconstituir el ambiente gravemente dañado por el capitalismo en apenas un
siglo y medio. Pero, insistimos, para eso hay que acabar con los hambreadores,
envenenadores y destructores de la naturaleza.
El capitalismo también siembra
egoísmos nacionalistas y localistas y el odio al de afuera para mejor aplastar
a todos y hace creer a los imbéciles que lo poco que aún tienen es amenazado
por otros explotados de color, nacionalidad o lengua diferentes. A esa
intoxicación ideológica es necesario contraponerle la solidaridad, la unión
comunitaria y la conciencia de que, o nos salvamos todos unidos del peligro que
nos amenaza o la barbarie tecnificada nos aplastará.
Los oprimidos comparten hoy, en su
inmensa mayoría, los valores y la ideología de sus opresores, pero en algunos
sectores subsisten restos de comunitarismo, de pensamiento colectivo, de
solidaridad en lo que es posible apoyarse y que la lucha desarrollará porque
sólo en el combate se aprende a ver las cosas y se cambian las ideas.
La tecnología y los conocimientos no
son patrimonio exclusivo de los patrones; son meros instrumentos, como un
martillo, que puede ser útil como herramienta o criminal como arma, según quién
y para qué lo utilice. Con la masiva proletarización de vastas capas de
científicos y técnicos especializados desplazados por la inteligencia
artificial y los golpes que recibirán las universidades, mejorarán las
condiciones para estrechar la alianza entre el trabajo manual y el intelectual
que permitirá poner al servicio de las humanidad las técnicas que hoy sirven
para su control y destrucción.
No hay gobiernos capitalistas buenos, sólo hay algunos menos
peores, pero todos defienden la explotación del trabajo y aportan así a la
construcción de un mundo inhumano sostenido por la represión y por la ignorancia. No hay
salvadores providenciales y sólo los oprimidos pueden salvarse a sí mismos. La autorganización de los trabajadores y
su independencia política frente a los partidos e instituciones de los
explotadores, la creación a partir de asambleas de consejos de gobierno locales
que registren cuáles son las necesidades urgentes y organicen cómo empezar a
satisfacerlas de inmediato y directamente, la autonomía y la autogestión
generalizadas, son las condiciones básicas para superar el desastre y al
capitalismo mismo y para abrir el camino a un sistema en el que quienes
trabajan sean dueños de su propio destino y discutan, resuelvan y apliquen las
soluciones democráticamente elaboradas por ellos mismos.
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Fuente: http://www.anred.org/?p=102834
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