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Estrategias de combate:
más allá del partido en Kurdistán
6
de agosto de 2018
Los monstruos que se han
levantado para definir la época post-crisis son los formidables nuevos autores
de un terror insospechado. El estado actual de la política en casi todas partes
se define por el auge de los Trump, Le Pen y Erdogan. Sin embargo, desde que
las fisuras y las fallas del neoliberalismo se hicieron visibles en la apertura
producida por la crisis financiera, la izquierda occidental ha luchado por
aprovechar esta oportunidad. Esta lucha ha dado lugar a un acalorado debate:
algunas voces de izquierda proponen volver a la forma de partido de vanguardia,
organizado estrictamente en torno a una línea de clases. Este llamamiento se
opone a la idea del “movimiento de movimientos” que definió el ciclo
post-zapatista de lucha política. Al enfrentarnos a estos nuevos monstruos,
surge la pregunta de si debemos o no abandonar la promesa de una forma
pluralista de lucha, y con ella la oportunidad de unir a grupos e individuos de
diferentes trasfondos ideológicos de la Izquierda.
Como miembros de una
izquierda amplia, creemos que el abandono de una forma pluralista de lucha pone
inútilmente el proyecto de liberación colectiva en riesgo de reproducir el
pensamiento dogmático de los proyectos ideológicos del siglo XX. Volviendo la
mirada a la Primavera Árabe que capturó la imaginación del Occidente en 2011,
somos testigos de una forma política única que ha surgido del Movimiento de
Liberación Kurdo en el norte de Siria (Rojava) y el sureste de Turquía (Bakur).
No se trata de manifestaciones espontáneas en las plazas públicas, sino de un
proyecto sociopolítico intencional y organizado que ha dado lugar a lo que hoy
se conoce como Confederalismo Democrático y Autonomía Democrática.
Esta lucha por la democracia
radical se hizo visible internacionalmente en 2014 cuando ISIS atacó la ciudad
de Kobanê, controlada por los kurdos. Para muchos medios de comunicación
occidentales, el elemento más sorprendente de este movimiento kurdo
repentinamente visible fue que el feminismo no sólo existía en Siria, sino que
además estaba en la vanguardia de la lucha.
Desde la batalla de Kobanê,
las estructuras políticas de las regiones autónomas se han convertido en objeto
de investigación periodística y académica. Únicas y merecedoras de
investigación como lo son estas estructuras, para nosotros surgió una cuestión
igualmente necesaria pero diferente. Lo que queremos analizar es cómo la forma
organizativa de estas luchas en Siria y Turquía ayudó a generar estas
estructuras democráticas. El Movimiento de Liberación Kurdo ofrece la visión de
una forma de organización novedosa que va más allá tanto de la forma de partido
único como de la actual fragmentación que define a la izquierda.
No somos tan ingenuos como
para creer que la simple adopción de una forma de organización resolverá todos
los problemas que aquejan a la izquierda; sin embargo, podemos decir con
certeza que las vías de organización que las fuerzas kurdas han diseñado pueden
resolver un considerable conjunto de problemas.
Recomponiendo la
ideología y visión del PKK
El Partido de los
Trabajadores del Kurdistán (PKK) se formó después de que años de resistencia
kurda no violenta dentro de Turquía no dieran ningún fruto político. El Estado
turco (como Estado-nación) negó la existencia misma de una identidad kurda y no
se detuvo ante nada para borrarla. A lo largo de los años sesenta y principios
de los setenta, algunas organizaciones e iniciativas sociales intentaron
organizar bases sociales kurdas en torno a reivindicaciones de igualdad social,
que tuvieron como respuestas asesinatos o detenciones selectivas. La forma
violenta en que el Estado turco contraatacó a cualquier organización de base
kurda dio lugar a una resistencia kurda cada vez más militante y organizada. El
PKK se formó a finales de la década de 1970 a partir de esta coyuntura, entendiendo el
Estado turco como una colonia de fuerzas imperialistas occidentales donde la
tierra y el pueblo kurdo eran considerados una sub-colonia. Ante la falta de
vías democráticas, el PKK lanzó una lucha guerrillera. Las repercusiones de esta
guerra entre el Estado turco y el PKK fueron devastadoras, dejando casi 40.000
personas muertas y abusos de los derechos humanos cometidos por ambas partes.
Si bien el conflicto no
produjo resultados decisivos en ninguno de los dos bandos, el Estado pudo
lograr una ganancia discursiva para sí mismo. De hecho, debido a la aplicación
por parte de Turquía de la etiqueta de “terrorista” al PKK y la atribución
común de la etiqueta a todos los kurdos en el discurso popular, los kurdos
están sujetos a una especie de “exclusión diferencial” en la que están
“excluidos de la protección de la ley” pero no de su “disciplina, castigo y
regulación”. Al calificar en términos generales la identidad kurda de
“terrorista”, el Estado turco intenta legitimar la forma en que somete y
castiga a las personas que reivindican esta identidad y a los territorios
ancestrales vinculados a ella. En respuesta al ataque frontal del Estado turco,
las unidades guerrilleras del PKK crearon bases de apoyo más allá del Kurdistán
turco, tanto en Irak, Siria e Irán, donde los kurdos también eran reprimidos y
excluidos por la supremacía étnica inherente a cada Estado-nación.
Cuando el líder ideológico
del PKK, Abdullah Öcalan, fue capturado en 1999 y posteriormente recluido en
régimen de aislamiento en una isla penitenciaria turca, se inició un alto el
fuego. El gobierno turco esperaba que esto fuera el principio del fin del PKK.
Sin embargo, lo que se solidificó fue el renacimiento del PKK y del Movimiento
de Liberación Kurdo en general.
A lo largo de las décadas de
1980 y 1990, las organizaciones de mujeres del PKK presionaron a Öcalan para
que reformulara completamente el perfil ideológico, organizativo y práctico del
PKK y del Movimiento de Liberación Kurdo en general. Debido a que el PKK siempre
había sido una fuerza atractiva para las mujeres que querían escapar del
patriarcado en sus hogares, la constatación de que la cultura dentro del PKK
seguía siendo patriarcal empujó a las mujeres a auto-organizarse. Esto condujo
a la formación de la Unión de Mujeres Patriotas del Kurdistán (YJWK) y de la
Unión de Mujeres Libres del Kurdistán (YAJK) en las décadas de 1980 y 1990, lo
que en última instancia dio como resultado el Partido de Mujeres Libres (PJA)
en la década del 2000.
Estas organizaciones de
mujeres fomentaron una relación dialéctica entre ellas y Öcalan. Además, esta
nueva constelación de organizaciones de mujeres tuvo un gran efecto en el
empoderamiento de las mujeres dentro del creciente Movimiento de Liberación
Kurdo. Havin Güneser define el período que va de 1993 a 2003 como un período
de transición en el que el Movimiento de Liberación Kurdo en su conjunto se
desvinculó de los valores leninistas y avanzó hacia una liberación colectiva
antiautoritaria que puso en primer plano la liberación de la mujer. El PKK ahora
había declarado a la mujer como sujeto de la historia, no al proletariado. Dada
la amenaza que representaban las fuerzas conservadoras y reaccionarias para las
mujeres, y el papel de las mujeres en la reproducción de las relaciones
sociales, políticas y económicas en la sociedad kurda transnacional, este
movimiento fue impresionante. Sin embargo, lo que importa aquí es que las
conversaciones y debates del movimiento de mujeres no tuvieron lugar fuera del
PKK; mientras se creaban nuevas organizaciones y partidos de mujeres, éstas
seguían formando parte de un complejo más amplio con el PKK. Al seguir formando
parte del complejo del PKK, estas conversaciones llegaron a afectar mucho a la
organización, cambiando la misión teórica y metodológica del movimiento.
A partir de estos diálogos,
el PKK y buena parte del Movimiento de Liberación Kurdo llegaron a adoptar un
programa político basado en la creación de lo que se llamaría Autonomía
Democrática y Confederalismo Democrático. Lo que el proyecto propone es la
construcción de un gobierno popular de contrapoder paralelo al actual (similar
al de los zapatistas). De acuerdo con este método, los sitios y los espacios se
irán divorciando cada vez más de las estructuras de poder opresivas existentes
y empezarán a reconfigurarse de manera autónoma. Esta relación se conoce como
Autonomía Democrática. Estos sitios deben ser instituidos en un complejo de
estructuras de toma de decisiones políticas conocido como Confederalismo
Democrático (que es una especie de gobierno autónomo) que combina poderes
constituyentes y constituidos. Como Hardt observa en su introducción al texto
de Negri Insurgencias:
El Poder Constituyente y el Estado Moderno, “el Poder Constituyente denomina a las
fuerzas democráticas de transformación social, los medios por los cuales los
seres humanos hacen su historia”, mientras que “el Poder Constituido, en
cambio, define el orden fijo de la Constitución y la estabilidad de su
estructura social”. Para aclarar las cosas, el Poder Constituyente denomina
“gobierno por el pueblo”, mientras que el Poder Constituido denomina “gobierno
para el pueblo”.
Aunque los cambios en la
ideología y la visión del Movimiento de Liberación Kurdo son ciertamente
significativos, también lo son los cambios en la estructura organizativa del
PKK. En el pasado comprometido con el modelo de partido marxista, hoy la
estructura del PKK es mucho más compleja. La composición original del PKK
estaba compuesta por Öcalan como líder sentado en la cima de la pirámide organizativa,
apoyado por un Comité Central, y un Congreso del partido como autoridad
suprema; debajo de estas estructuras estaban los miles de partidarios y
militantes.
Sin embargo, desde la década
de 1990 se han desarrollado algunas organizaciones afiliadas, grupos paraguas e
instituciones para crear lo que Ahmet Hamdi Akkaya y Joost Jongerden llaman un
“complejo de partido”. De hecho, lo que se ha creado en Rojava y Bakur es mucho
más un conjunto de fuerzas unidas antes que un partido individual. Lo que ha
ocurrido entonces es una recomposición en la que el PKK dio paso a fuerzas que
participaron y co-definieron el horizonte político. Este Movimiento de
Liberación Kurdo (ya no sólo el PKK) funciona como una especie de asamblea, una
federación descentralizada de órganos que están unidos por una coorganización,
una visión y una práctica comunes para una sociedad democrática.
Aunque el PKK sigue siendo
una organización política en funcionamiento, ahora existe como una entre
muchas. Esta agrupación incluye fuerzas que atraviesan el espectro político;
algunas se centran en la organización de las mujeres, otras en la juventud;
algunas organizaciones operan en la política extraparlamentaria, mientras que
otras siguen funcionando como partidos parlamentarios. Los grupos guerrilleros,
las milicias y otros aparatos de autodefensa también forman parte de este
conjunto, y algunas organizaciones kurdas de la diáspora en toda Europa también
están incluidas. Cada organización juega un papel como parte de una red más
amplia de fuerzas que intentan desarticular el poder del Estado a la vez que
proporcionan una alternativa democrática a la realidad cada vez más
antidemocrática en la que se encuentran los kurdos.
La toma de decisiones entre
organizaciones está mediada por tres estructuras vinculadas: la Unión de
Comunidades del Kurdistán (KCK), el Congreso Popular del Kurdistán (Kongra-Gel)
y el Congreso Nacional del Kurdistán (KNK). La KCK funciona de manera similar a
las estructuras de los consejos previamente elaboradas: “básicamente una red de
consejos de aldeas, ciudades y regiones”. La KCK fue creada entre 2005 y 2007
“con el objetivo de organizarse de abajo hacia arriba en forma de asambleas”.
Kongra-Gel funciona como un Congreso al que se envían delegados de los consejos
de la KCK, mientras que la KNK funciona como un congreso para todas las
organizaciones políticas y sociales que forman parte del movimiento más amplio.
De esta manera, no sólo existe organización a lo largo de líneas territoriales,
sino también a través de múltiples ejes de intereses, promoviendo un pluralismo
democrático en lugar de un monismo sectario. Todos los órganos unidos por la
visión y el método de la Autonomía Democrática y el Confederalismo
Democrático, independientemente de su ubicación, logran la coordinación de su
solidaridad y lucha a través de estas estructuras.
Una praxis de pluralismo contra una oposición
consolidada
En la práctica, el método de
transición revolucionaria propuesto por el Movimiento de Liberación Kurdo ha
sido más o menos exitoso. Obviamente, ha tenido mucho más éxito en Rojava
donde, durante algún tiempo, el proceso revolucionario se creó en un vacío
político generado por la guerra civil. Cuando el Estado sirio centró su
atención en el Ejército Sirio Libre y el ISIS, se permitió el desarrollo de la
revolución de Rojava. Teniendo esto en cuenta, los primeros días de la
revolución fueron bastante excepcionales. Antes de la guerra, parece que Rojava
se había organizado con el PYD (Partido de Unión Democrática, a su vez miembro del
Movimiento de Liberación Kurdo), así como con otras organizaciones de la
sociedad civil que operaban como células germinales. Así que cuando el
conflicto creó la apertura, las fuerzas sociales estaban preparadas para la
autonomía.
En el sistema democrático
confederalista que se ha erigido en Rojava, el poder descansa en tres lugares.
Uno de ellos se encuentra en un aparato parlamentario fijo, pero muy elemental,
para el que se eligen ministros que llevan a cabo básicas tareas
administrativas y de gestión. Al igual que el zapatismo, estos ministros deben
liderar obedeciendo, y deben obedecer la voluntad de los consejos populares
(que representan un segundo polo de poder) y de las organizaciones basadas en
intereses (un tercer polo de poder). Los consejos se organizan de abajo a
arriba, a nivel de calle, vecindario, aldea/distrito, ciudad y cantón, mientras
que las organizaciones basadas en intereses (que se organizan en torno a
cuestiones feministas, juveniles y otras cuestiones civiles) operan paralelamente
a estos consejos en todos los niveles y se les permite intervenir en la toma de
decisiones. Estas organizaciones basadas en intereses funcionan como células
germinales que agrupan a las bases sociales en asociaciones de base más amplia
en las que participan en el debate político, la discusión y la educación. En
esencia, la separación de poderes es tal que la interacción entre las
organizaciones basadas en intereses y los consejos organizados geográficamente
forma una esfera legislativa en la que las propuestas se envían hacia arriba
para su ratificación a nivel ejecutivo, parlamentario/ministerial. Si el
parlamento encuentra que las propuestas traicionan el Contrato Social, entonces
estas propuestas son devueltas para su modificación. La estructura es, en la
práctica, un diálogo dialéctico entre múltiples niveles. La Autonomía Democrática
y el Confederalismo Democrático imaginan así una confederación de ciudades
organizadas en una nueva unidad democrática que rechaza el Estado-nación.
Aunque se propone un parlamento
básico, este parlamento carece de acceso a cualquier aparato coercitivo. En la
práctica en Rojava, las instituciones de seguridad como las YPG (Unidades de
Protección Popular) o las YPJ (Unidades de Protección de las Mujeres) están
sujetas a los consejos, no al parlamento. De esta manera, se crea una especie
de sistema de doble poder entre las formas populares constituyentes y las
formas burocráticas fijas constituidas. Para aumentar la participación
femenina, cada consejo elige a copresidentes -una de las cuales debe ser mujer
y aprobada por organizaciones paraguas de mujeres autónomas- que actúan como
moderadores de su consejo y como portavoces ante consejos más amplios, por
encima de los suyos propios. Esta estructura tiene por objeto evitar que las
mujeres elegidas como copresidentas sean simplemente simbólicas. Mientras
tanto, por cada “ministro” elegido en el parlamento, se asignan dos diputados
de grupos étnicos distintos al del ministro.
Entonces, en la práctica, la
transformación revolucionaria implica la creación de un sistema alternativo (a
través de la formación de contra-instituciones que operen paralelamente a las
actuales) dentro del armazón del sistema actual, creciendo de tal manera que
sea capaz de construir el Confederalismo Democrático. Como tal, “el concepto de
Confederalismo Democrático no es sólo para liberarse mediante el
establecimiento de autonomía a espaldas del Estado, sino también para
democratizar las estructuras existentes”. El método revolucionario es hacer que
el Estado actual se marchite bajo el asalto continuo de fuerzas democráticas.
En contraste con la teoría leninista de la transición (que propone una
vanguardia para aplastar al Estado burgués y luego la erección de un Estado
proletario que luego evolucionará), la teoría de Öcalan propone que se
desarrolle una estructura de poder autónoma que devore gradualmente las
operaciones del Estado burgués y, por lo tanto, desvanezca al Estado burgués.
El uso de las armas debe ser puramente defensivo (en caso de reacción armada
del Estado), mientras que el uso de las fuerzas parlamentarias debe incluirse
en esta estrategia. En otras palabras, no se ignora ningún sitio, todos son
desafiados.
Sin embargo, en Bakur la
realidad ha sido muy diferente. Mientras que el proceso de Autonomización
Democrática en Rojava proporciona una perspectiva única del esfuerzo político
en una sociedad en guerra, el esfuerzo en Bakur es mucho más relevante para la
traducción en Occidente, dado el hecho de que Turquía no está en medio de una
guerra civil. Es decir, el Estado-nación es funcional y fuerte. Entre 2000 y 2005, a medida que el PKK
se recomponía y se formaba un Movimiento de Liberación Kurdo más amplio, este
nuevo movimiento comenzó a establecer estructuras revolucionarias.
Entre 2000 y 2005, a medida que el PKK
se recomponía y se formaba un Movimiento de Liberación Kurdo más amplio, este
nuevo movimiento comenzó a establecer estructuras preconcebidas de consejo en
todo Bakur. El principal motor de la construcción del sistema de consejos que conformaría
las estructuras democráticas confederalistas de Bakur fue el Congreso de la Sociedad Democrática
(DTK, por sus siglas en inglés), fundado en 2005 con el objetivo de unir a
“partidos, organizaciones de la sociedad civil, comunidades religiosas y organizaciones
de mujeres y jóvenes”. Como explica Janet Biehl, el DTK funciona como una
estructura paraguas que reúne a actores de los consejos locales, partidos,
organizaciones civiles y sindicatos, operando como un parlamento para ocuparse
de la administración autónoma. A pesar de la criminalización del DTK en 2011,
el proceso de autonomización democrática ha continuado, independientemente de
su estatus legal.
Para lograr esto, se
desplegó una sofisticada gama de estrategias y tácticas. El DTK se propuso
establecer estructuras de base que trataran de reemplazar los aparatos
estatales turcos, donde los problemas pudieran resolverse desde el nivel más
bajo y directamente democrático posible. Dependiendo del apoyo de las bases, se
crearon estructuras tales como consejos de calle, de barrio y municipales en
todas las ciudades y aldeas de Bakur, junto con una proliferación de comités
respaldados por organizaciones de la sociedad civil; éstas han establecido una
serie de órganos civiles y económicos incluyendo comités legales (que
desarrollan marcos legales autónomos), comités culturales (que luchan por los
derechos culturales), cooperativas económicas, cooperativas de mujeres, centros
sociales y academias.
Mientras tanto, se creó el
HDP (Partido Democrático de los Pueblos) para establecer una actuación
parlamentaria más amplia dentro del Estado turco. Formado en 2012, el HDP
funcionó como el brazo parlamentario de una asamblea de fuerzas que se unieron
por primera vez en 2011 como el HDK (Congreso Democrático Popular), y reúne a
“organizaciones de la sociedad civil basadas en el trabajo y los derechos,
tales como movimientos de mujeres, LGBTQ y ambientalistas; sindicatos;
representantes de varias minorías religiosas; y más partidos socialistas”. Para
junio de 2015, el HDP fue capaz de lograr la representación parlamentaria. Como
observa Haydar Darici, el HDP estaba destinado a organizar el poder popular
fuera de la región de Bakur, junto con otros “izquierdistas, anarquistas,
feministas y todos los demás grupos de la oposición”. Sin embargo, este éxito
tuvo un costo. Tras el ascenso electoral del HDP en junio de 2015, Erdogan
lanzó una contraofensiva autoritaria que culminó con la ocupación militar de la
región de Bakur. La contraofensiva dio lugar a más de 100 asesinatos de
civiles, así como a innumerables detenciones, y se complementó con una amplia
represión que despidió a miles de funcionarios públicos (especialmente
maestros) y cerró varios medios de comunicación.
En toda la región kurda de
Turquía, la resistencia contra las políticas cada vez más autoritarias de
Erdogan ha sido más fuerte, y la dirigen los jóvenes. El PKK y el Movimiento de
Liberación Kurdo gozan de una gran popularidad entre la juventud kurda de la región. Esto se debe
no sólo a la actividad histórica del PKK en la región, sino también a la cruda
realidad de la
situación. Mientras que la tasa de desempleo de Turquía se
situó en el 10,3 % a principios de este año, para los jóvenes de entre 15 y 24
años en la región históricamente kurda fue del 22 % para las mujeres y del 16,5
% para los hombres. Esto está enraizado (al menos en parte) desde la década de
1990, cuando el gobierno sacó por la fuerza a miles de familias kurdas de sus
tierras ancestrales para arrasar el territorio.
Sin embargo, los dos
acontecimientos clave que solidificaron la contraofensiva fueron el golpe de
Estado y la crisis de los refugiados. El 17 de julio de 2016, un golpe de
Estado militar fallido le dio a Erdogan la “legitimidad” que necesitaba para
dar el siguiente gran paso en el control de todo el aparato estatal. Este
intento de golpe de Estado desbloqueó una escalada cada vez más autoritaria de
violencia que ha llevado a la detención y suspensión de decenas de miles de
personas en toda Turquía, así como a una ofensiva militar en Bakur.
Mientras tanto, la “crisis”
de los refugiados ha hecho a Erdogan a prueba de balas. Aunque los líderes
europeos han lamentado su expansión fascista de poder, no han querido
enfrentarse a Erdogan. En su lugar, han preferido pagar a Turquía miles de
millones por retener a los refugiados que quieren cruzar a Europa en lugar de
adoptar una postura clara en favor de la democracia y los derechos humanos.
El agrupamiento formado en
Bakur y más allá creó un impresionante contrapoder. Sus actores co-definieron
un horizonte común y coordinaron los esfuerzos de múltiples actores a lo largo
de diversas líneas de praxis y a través de varios campos de controversia. Sin
embargo, el regionalismo del proyecto fue su mayor obstáculo. La victoria
discursiva del Estado turco en torno al significado de “kurdo” resultó ser un
obstáculo de enormes proporciones. El HDP y otras fuerzas unieron espacios (y
movimientos dentro de ellos) como Bakur y Estambul, pero el esfuerzo fue
insuficiente. Si bien la coyuntura actual parece sombría, no significa que la
forma en sí sea la
culpable. Más bien, la lucha creada por el Movimiento de
Liberación Kurdo puede ser una de sus mayores contribuciones históricas.
Pudieron desarrollar una política de combate multidimensional capaz no sólo de
comprometer, sino de desarticular los poderes destructivos del sistema de
organización social que descansa sobre el patriarcado, el Estado-nación y el
capital. Esto no se hizo a través de una formación leninista que apuntaba a
erigir un nuevo Estado que más tarde se marchitaría místicamente. Más bien,
Öcalan propone una forma de lucha basada en una amplia solidaridad que una a un
conjunto de fuerzas que luchan en los movimientos sociales (terreno
extraparlamentario) y dentro del Estado (terreno parlamentario) hacia el
objetivo común de crear Autonomía Democrática y Confederalismo Democrático.
Dentro de este proceso, nuevas estructuras horizontales reemplazan las
estructuras verticales del Estado burgués bajo un proceso constituyente sin
fin.
Hacia una Asamblea en Occidente
Cuando la ola reaccionaria
de hace unos años comenzó a crecer, había al menos una Izquierda de masa
coherente (aunque claramente no perfecta). La coyuntura actual nos encuentra
muy divididos y debilitados. Mientras que nuevas configuraciones de asamblea de
masas son visibles -como en la formación del Movimiento por las Vidas Negras-
estas expresiones son, en el mejor de los casos, incipientes. Recordando a
Errico Malatesta, debe quedar cada vez más claro que lejos de conjurar el autoritarismo,
la organización de la multitud es la única cura. Debemos ir más allá de una
política anti-organizacionalista que celebra la espontaneidad y avanzar hacia
una política organizativa que sea intencional. Por lo tanto, la cuestión de la
forma organizativa que la izquierda establezca para coordinar los esfuerzos es
de suma importancia.
Sin embargo, mientras que
otros piden un partido único, nosotros proponemos en cambio una construcción
similar al Movimiento de Liberación Kurdo. Reconocemos las críticas planteadas
por Jodi Dean en la medida en que los movimientos antiautoritarios han sido
incapaces de crear “una afirmación explícita de colectividad, una estructura
con responsabilidades, un reconocimiento de las capacidades diferenciales y un
vehículo para la solidaridad”. Más allá de reunirse de un momento a otro, ella
reclama con razón que la izquierda debe ser capaz de permanecer unida. Un
espacio de continuidad que unifique momentos, experiencias y luchas está muy
ausente en Occidente. No sólo es improbable la idea de que un solo partido
pueda proyectar los deseos y necesidades de la multitud, sino que la mera idea
de que la gente abandone proyectos ya existentes para archivarlos en un nuevo
vehículo simplemente no es convincente. Estas organizaciones existen por una
razón y abordan particularidades que se han vuelto históricamente necesarias.
Al mismo tiempo, nuestra atomización y aislamiento han creado una izquierda
fracturada que se opone a una derecha cada vez más autoritaria y consolidada.
Como señalan Hardt y Negri, mientras nuestras fuerzas fracturadas han sido
capaces de hacer visibles las desigualdades y la violencia a través de
múltiples ejes de poder y explotación, hemos fracasado en gran medida en
desarticular el poder y depositarlo en los canales de poder constituyente. En
resumen, necesitamos desesperadamente construir una nueva forma de lucha.
Una lección central ha sido
la capacidad de crear una forma organizativa pluralista que perdure en el
tiempo e intervenga en múltiples terrenos de lucha. Lo que vemos aquí no es una
rigidez de forma o una sobrevaloración de un solo lugar de lucha (ya sea
económico, parlamentario, civil, etc.); más bien, hay una comprensión de que
los campos de lucha no son mutuamente excluyentes.
Las configuraciones de
organización visibles en Rojava y Bakur apuntan a un posible camino a seguir.
Su forma organizativa implica subjetividades políticas que ofrecen
identificaciones más allá de las identidades nacionales o microidentidades. Si
el feminismo o el antirracismo son los contextos más apropiados a través de los
cuales se unirá un movimiento político es una cuestión que no puede ser
respondida por nosotros en este momento. Para el Movimiento de Liberación
Kurdo, el feminismo ya no se entiende como una forma de liberar sólo a las
mujeres, sino a la sociedad en su conjunto. El Estado-nación, construido sobre
una genealogía del patriarcado, debe ser superado, porque la lucha contra el
patriarcado y el capital está al unísono. Esta comprensión responde a una
pregunta que está en la raíz de los muchos problemas que enfrentamos en
Occidente: “¿Quién es nuestro sujeto político?”. El obrero industrial (blanco,
masculino) que unió a la izquierda durante muchas décadas ya no es el sujeto de
las masas. Esta subjetividad tampoco capta los muchos niveles de opresión a los
que nos enfrentamos. Al combinar el feminismo con el anti-nacionalismo, se crea
una nueva subjetividad política prometedora.
Hay que entender que la
izquierda en Occidente (especialmente en los Estados Unidos) está en un período
de recomposición política. El neoliberalismo, la represión del Estado y la
hegemonía de una política que conlleva un estilo de vida, espontánea y de un
solo tema han creado una izquierda que carece del tipo de infraestructuras
organizativas, educativas y culturales que el Movimiento de Liberación Kurdo ha
sido capaz de mantener durante décadas. Por lo tanto, imaginar que en este
momento amplios sectores de la izquierda en Estados Unidos son capaces de
co-definir un horizonte tan largo como la Autonomía Democrática
y el Confederalismo Democrático es poco realista. La separación de nuestros
conocimientos y entendimientos es demasiado grande como para pensar en un
mañana tan cohesivo. Un esfuerzo más razonable (aunque deseable) sería
co-definir un conjunto común de reformas a medio plazo que apunte a crear una
mejor posición para todos los actores que formen el potencial agrupamiento. Si
queremos tener una oportunidad de luchar, debemos ser capaces de co-definir una
serie de objetivos que tengan una relevancia significativa para la multitud.
Para Occidente, creemos que
esto puede lograrse a través de un agrupamiento que opere como el principal
motor que impulsa a las fuerzas populares de la sociedad en su conjunto a
adquirir una posición creciente a través de un proceso de reforma gradual pero
transformativo. Este proceso funcionaría como una fase de transición. Cada paso
de la reforma no debe considerarse como un fin, sino como un paso hacia una
mejor posición. Una posición ganada con cada punto de apoyo que nos acerque a
un desencadenamiento no sólo de las restricciones, sino también de los deseos.
Cada paso construyendo un sentido de autonomía y de posibilidad. Las posiciones
ganadas deben ser organizativas, económicas, infraestructurales, culturales y
discursivas.
En Kurdistán, una asamblea
(el DTK en Bakur) fue creada por un complejo de partidos (la forma
descentralizada y federada del PKK que generó una asamblea organizativa más
allá del KCK). Esta forma de organización más amplia es pluralista en el
sentido de que está abierta a diferentes ideologías dentro de parámetros
definidos. En el caso de Bakur y Rojava, los puntos de unidad más importantes
son el feminismo, el anticapitalismo, el anti-Estado-nación y la ecología. El voto y
el debate se producen dentro de este entendimiento predeterminado que expresa
el mayor grado de comprensión mutua desde el cual dialogar y coordinar. Sin
embargo, lo más importante es que se definió, estableció y comprometió una
agenda común, es decir, el desarrollo de la Autonomía Democrática
y el Confederalismo Democrático. He aquí una forma de lucha que es
ideológicamente flexible, estratégicamente disciplinada y tácticamente diversa.
Organizaciones como el HDP se comprometen a un camino electoral pero al mismo
tiempo defienden brigadas juveniles autónomas que optan por luchar, por
ejemplo, contra la policía directamente en las calles. Las tácticas son
diversas, y los actores se comunican directamente entre sí, tratando de
complementar el trabajo de cada uno mientras caminan juntos hacia el horizonte
que han co-definido.
De manera similar, podemos
imaginar una proliferación de alianzas a lo largo y ancho de la ciudad,
construidas a través de, digamos, los Estados Unidos, que puedan federarse como
deseen a nivel regional y nacional para desarrollar una amplia gama de demandas
que sirvan inmediatamente como base para las campañas de los movimientos
sociales. Al igual que en el Kurdistán, estas alianzas podrían comprender una
amalgama de organizaciones basadas en intereses (como organizaciones
antirracistas, LGBTQ, antifascistas y feministas, sindicatos, iniciativas
ambientales y otras organizaciones de izquierda) que se entrecrucen a través de
consejos geográficamente localizados que podrían absorber a individuos no afiliados
y así operar como células germinales. Sin duda, esto exigiría un cambio
cultural de la izquierda que requeriría el abandono de una política de pureza y
una aceptación de la imperfección política. La capacidad de influir y
transformar las realidades políticas/sociales dependerá, por supuesto, de la
escala de la operación.
Por lo tanto, para avanzar se necesitaría una confederación
nacional de esas alianzas con sede en las ciudades.
El experimento kurdo nos da
no sólo una visión de una sociedad alternativa, sino de una forma de
organización y estrategia alternativas. La falta de una izquierda radical de
masas es devastadora en gran parte de Occidente. A partir de nuestra
experiencia en Estados Unidos y Alemania, la situación política actual nos
impulsa a idear una forma pluralista de desarticular la composición actual del
poder y de autonomizar la
nuestra. Después de un largo retiro, es urgente que
protejamos la poca posición que nos queda y desarrollemos una estrategia que
conquiste una nueva democracia y una nueva autonomía. Esto exige que se vuelva
a poner sobre la mesa la cuestión de la forma organizativa, dado que el número
de estructuras de poder que somos capaces de impugnar depende de la escala y
las capacidades organizativas de nuestros números.
Lo que el Movimiento de
Liberación Kurdo ha aportado no sólo es un método que podemos debatir, sino
también una serie de innovaciones organizativas que a su vez pueden enriquecer
nuestro repertorio para ir más allá de las meras negaciones moralistas hacia autonomizaciones
estratégicas.
Fuente original: Daniel
Gutiérrez, Antje Dieterich y Víctor Hertzfeld / Upping the anti / Fecha de
publicación original 1 de abril de 2018 / Traducción: Rojava Azadi Madrid
Fuente:
https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2018/08/12/estrategias-de-combate-mas-alla-del-partido-en-kurdistan/
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