Genealogía del 28 de septiembre, día
de lucha por el aborto legal
27 de septiembre de 2018
Rumbo a #UnGritoGlobal por el
#AbortoLegal las investigadoras y activistas feministas queer y lgtb Mabel
Bellucci y Gabriela Mitidieri remontaron río arriba los encuentros,
confluencias, transformaciones e identidades del feminismo latinoamericano
interseccional para llegar a este presente auspicioso y ancho como la
diversidad que nos une.
Por LATFEM
Chicanas, negras, indígenas, mestizas,
campesinas, pobladoras pobres urbanas y rurales, migrantes, lesbianas,
inmigrantes irregulares, trabajadoras a domicilio, jornaleras, refugiadas
políticas y económicas. La intervención de todas ellas en los Encuentros
Feministas Latinoamericanos y del Caribe marcaron una ruptura de toda ilusión
de homogeneidad entre norte y sur.
Es que hacia los años ochenta, los feminismos de
América Latina y del Caribe fueron potenciados por el activismo político/social
y también el académico que hasta ese entonces sólo miraban en dirección al
norte. Los enfoques múltiples a partir del conflicto social y cultural operaron
como motor de la crítica transfronteriza, desparramados en un movimiento por
fuera del colonialismo blanco y eurocéntrico. La experiencia de los Encuentros
resultó decisiva para que estos feminismos se alejaran de las nociones de una
falsa unidad instalada por el proyecto civilizatorio occidental. Ese modelo
blanco y heteropatriarcal se había inscripto como una matriz monocultural
universalista que comenzaría a resquebrajarse al incluir luchas contra el
racismo, el colonialismo, la precariedad y la desposesión.
Encuentros Feministas Latinoamericanos y del
Caribe
El
comienzo de los Encuentros se sitúa en julio de 1981 cuando más de doscientas feministas
latinoamericanas se reunieron en Bogotá para conocerse, intercambiar ideas y
hacer proyectos para el futuro. Hasta ese momento, América Latina había
permanecido aparentemente ajena al expandido Movimiento de Liberación de la
Mujer (MLM) de los países centrales (1). Bogotá fue el envión para sostener en
el tiempo la continuidad de los encuentros hasta el presente. Tal como lo
expuso la
histórica activista y teórica
Virginia “Gina” Vargas en su libroFeminismos en América Latina. Su aporte a la
política y a la democracia sobre
los ‘80, los vínculos entre latinoamericanas habían comenzado por lo general
fuera del propio continente, como un reflejo de la centralidad del feminismo
del norte. De ahí la importancia que tuvo para el crecimiento de las redes de
mujeres, la instalación cada vez con mayor fuerza de los Encuentros Feministas
de Latinoamérica y el Caribe. Luego vinieron Lima en 1983, Berteoga en 1985,
Taxco en 1987 y San Bernardo en 1990 y muchos más hasta hoy. Así, colectivas y
agrupaciones reafirmaron aquello de que al “reconocer que no éramos unas
cuantas en cada país sino varias más en muchos países” contaron con más
seguridad y llegaron a valorar la necesidad de un intercambio más directo entre
ellas de este lado del mapa.
Desde
entonces, los encuentros se
organizan de forma autogestiva, por fuera de las instituciones
clásicas, como una dimensión central de lo político, ya sea a través de
actividades para la recaudación de fondos o con nuestro trabajo cotidiano, como
activistas y mujeres, muchas veces invisible y subvalorado. Se llevan a cabo
cada dos años aproximadamente. Al finalizar se elaboran documentos que
concentran lo debatido a lo largo de las jornadas, que permiten armar un cuadro
de situación preciso en torno a los principales acontecimientos de la coyuntura. El próximo
será el XIV y se realizará en Montevideo, Uruguay, el
23, 24 y 25 de noviembre de 2017. (2)
En
simultáneo, los feminismos de cada país preparan sus propios encuentros
nacionales y también regionales. Por ejemplo, las feministas históricas de
Buenos Aires recuerdan que el Primer Encuentro Nacional de Mujeres, realizado
en 1987, siguió los lineamientos y el formato organizativo de los encuentros
latinoamericanos. Por eso en los feminismos vemos un compromiso de impulsar emprendimientos
emancipatorios. Con avances y retrocesos, nuestra trayectoria no se presenta
como un fenómeno acabado, sino, más bien, como expresión de una lucha temporal
en la cual las dinámicas se modifican por su constante interacción con la
cotidianeidad y en su confrontación con lo público- institucional.
Por caso, en
el manifiesto –publicado en el número 111 de la revista chilena Mujer/Fempress–
del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en nuestro
país en 1990 (3), se definía al movimiento como “siempre opuesto a un orden
específico, sea patriarcal, capitalista, imperialista y colonialista. Pretende
transformar las relaciones de poder de un sexo sobre otro, de una clase sobre
otra y de una raza sobre otra. Nuestro feminismo se va construyendo en
diversidad de formas y sus manifestaciones son múltiples”.
Esa
heterogeneidad, que refleja necesidades diferentes y diversos niveles de
conciencia, exige y exigió encontrar demandas conjuntas para avanzar en la
construcción de una corriente amplia y autónoma. Es neurálgica la relación de
los feminismos con otros sectores de mujeres, de movimientos sociales y del
activismo de la disidencia sexual, ya que en nuestros contextos esas
articulaciones constituyen espacios de significativa contestación en América
Latina. Y tal como lo marca el activista e
investigador Emmanuel Theumer: “Hoy se sabe que ninguna
subalternidad es base para un punto de vista privilegiado, que se necesita del
contagio y la coalición, interceptar en términos de posiciones de resistencia
excéntrica, de una transversalización de la lucha política, de vulnerabilidades
compartidas, de un situacionismo transfeminista”.
En suma, no
existe un modelo único de lucha contra la desigualdad pero sí una multiplicidad
de luchas, que pueden ser heterogéneas entre sí, como heterogéneas son sus
protagonistas. De alguna manera, al abrir una hendija se constata cómo
diferentes categorías -raza, etnicidad, género, religión, nacionalidad,
orientación sexual, edad, clase, discapacidad-, construidas social y
culturalmente, interactúan en múltiples y, con frecuencia, simultáneos niveles,
y contribuyen a consolidar un régimen desigual y opresivo. Por lo tanto, estas
distinciones no actúan de modo independiente unas de las otras, por el
contrario: se interrelacionan en formas de discriminación múltiples. Resulta
que las reivindicaciones aparecen contradictorias, disímiles y desiguales, sin
que todas graviten en el escenario social y político con la misma intensidad e,
incluso, muchas de ellas, contengan grados de espontaneísmo. En esa misma
línea, la investigadora dominicana Rosa Curiel Pichardo polemiza acerca del sujeto homogéneo
del feminismo: “Desde un cuestionamiento a la categoría «mujeres» por su
pretensión universal las afrodescendientes o negras han hecho aportes
significativos relacionando categorías como la «raza» al sexo/género
demostrando cómo el patriarcado tiene efectos diferentes en las mujeres cuando
estas categorías les atraviesan”. Hasta entonces el feminismo heterosexual e
institucionalizado centraba su interés exclusivamente en torno a las
desigualdades entre ambos sexos. Ahora bien, al desconocer las diferencias
entre las propias mujeres, se silenció otras relacionadas a la raza, clase,
orientación sexual y etnia. De esta manera, sus estudios y postulados no eran
aplicables a todas las demás.
A partir de
los años ‘80 se empezó a gestar lo que hoy se conoce como “feminismo
periférico” o “feminismo de frontera”. Como expresión del pensamiento crítico
latinoamericano, este feminismo contrahegemónico y de resistencia contra las
prácticas de opresión, incorporó nuevas realidades de afroamericanas,
afrolatinas, caribeñas, indígenas, campesinas, lesbianas y del “tercer
mundo” para pensar y actuar feminismos situados en el capitalismo globalizado.
Además, las condiciones materiales y simbólicas en que se presentaba el racismo,
el heterosexismo y la
pobreza. Frente al etnocentrismo del feminismo occidental
dominante, las voces y las experiencias excluidas empujaron desde varios
frentes para que el proyecto intelectual y político del feminismo se
descolonialice, se democratice. Había un objetivo de
crear las alianzas necesarias que apoyen procesos transformadores para las
mujeres y hombres de las comunidades empobrecidas y minusvaloradas.
1990:
San Bernardo, un punto de inflexión
Tres mil
mujeres de todos los tamaños, edades y colores -en representación de 38 países
de nuestro continente y de otros también- se reunieron la noche del domingo 18
de noviembre de 1990 en la plaza central de la ciudad balnearia de San
Bernardo. Juntas o separadas debatieron acerca de todo lo que se pudiese
suponer y mucho más. Este encuentro marcó una bisagra crítica de lo andado. En
primer lugar, las asistentes ya no eran exclusivamente feministas, con una
militancia clara y explícita alrededor de la problemática de género. Como
escribió Gina Vargas: “Ahora, la composición era otra: además de las cristian as, ecologistas, pacifistas, investigadoras,
lesbianas, heterosexuales, centroamericanas, conosureñas y andinas, de una
cultura urbana de clase media la mayoría de ellas, estuvieron las negras, las
indígenas de Honduras, México, Perú, Bolivia, Argentina; las pobladoras
guatemaltecas, mexicanas, brasileñas, las sindicalistas argentinas, uruguayas,
peruanas”.
Esta novedosa
confluencia de identidades, si bien profundizó ciertas líneas divergentes,
también reforzó lazos transnacionales y sentó las bases para los acuerdos
posibles y necesarios. Entre los puntos de convergencia que trascendieron
fronteras pueden nombrarse, los talleres propios que convocaron las académicas
feministas, las instancias de intercambio entre militantes de partidos
políticos -quienes por primera vez se unieron para diseñar estrategias
feministas en el interior de sus propias estructuras-, las indígenas que
aportaron herramientas potentes para abordar género y racismo, cultura y
etnicidad. Mientras, el grueso del activismo lésbico organizó un espacio
alrededor de un tema vital que atravesaba sus experiencias en el movimiento: la
lesbofobia dentro del feminismo; y las esotéricas proponían hermosas ceremonias
nocturnas en la playa, a la luz de las velas.
Hubo lugar
también para aquellas alianzas que marcaban a fuego los horizontes de ese
feminismo amplio, en vías de consolidación y crecimiento: nuevas fechas que se
transformarán en jornadas de lucha en nuestro calendario feminista
latinoamericano comenzaban a consensuar entre todas las presentes en San
Bernardo. Uno en particular que aún nos convoca con fuerza inclaudicable: el 28
de septiembre como día de acción feminista latinoamericana por la conquista del
aborto voluntario.
Así, se
constituyó el Taller sobre Aborto, organizado por la Comisión por el Derecho al
Aborto (CDA) de la Argentina, Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) de
Uruguay junto con la participación de colectivas feministas de Bolivia, Brasil,
Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Perú,
entre otros tantos lugares. La propuesta surgió de un grupo de brasileñas al elegir
el 28 de septiembrecomo “Día de la Lucha por la Despenalización y
Legalización del Aborto en América Latina”. Se designó esa fecha no de manera
casual ni caprichosa: todo lo contrario, se conmemoraba en ese país la
resolución de la “libertad de vientres”, sancionada en 1888. Para las
latinoamericanas, dicho acontecimiento encarnó un símbolo de soberanía de los
cuerpos: “Libertad de vientres. Libertad de esclavos. Legalización del aborto.
Libertad de la mujer para decidir”. sta propuesta llamaba también a convocar
movilizaciones en cada país para ese día con ese objetivo puntual. Para conquistar
la despenalización a lo largo y ancho del continente propusieron acciones para
el corto y largo plazo:
“1. Crear
comisiones por el Derecho al Aborto en cada país y/o apoyar a las ya
existentes. 2. Formar la Coordinadora
Latinoamericana y del Caribe para la movilización por el
Derecho al Aborto. 3. Lograr el apoyo de las mujeres de los países que ya
cuentan con este derecho en la práctica y a su vez apoyarlas en sus luchas por
mantenerlo vigente. 4. Hacer campañas en cada país y conjuntamente en nuestro continente
para lograr ejercitar este derecho en forma legal, no clandestina, segura y
digna para cada una de nosotras”, como indicaba el volante “Declaración de San
Bernardo”, del 28 de septiembre de 2000, de la Coordinadora por el Derecho al
Aborto.
28
de septiembre 2017: #UnGritoGlobal por el #AbortoLegal
Rumbo al 28
de septiembre próximo, la Campaña Nacional por el Derecho al
Aborto Legal, Seguro y Gratuito y la coordinación regional de la Campaña 28 de
Septiembre para América Latina y el Caribe, convocaron a todo el activismo,
redes y organizaciones en lucha por el derecho al aborto a unirse y
a organizar #UnGritoGlobal por la despenalización y legalización del derecho al
aborto en nuestro continente. La coordinación regional está
integrada por movimientos de mujeres, feministas y de la diversidad organizadxs
desde todos los continentes, entre más de 21 países y al menos 7 redes
regionales. En cada uno se realizarán acciones de sensibilización, acceso a la
información y a políticas públicas.
Se sabe que sólo
cuatro países de la región (Cuba, Puerto Rico, Uruguay y Guyana) y un distrito
(Ciudad de México) cuentan con legislación y políticas públicas que garantizan
y reconocen en la interrupción voluntaria del embarazo el derecho a la salud
integral de las mujeres. Sin embargo, en el resto de la región la Campaña
indica que “los Estados siguen persiguiendo, condenando y siendo responsables
de que el aborto inseguro sea la principal causa por la que mueren las mujeres
gestantes”. Además, señala que “El aborto practicado en condiciones de
salubridad es menos riesgoso que un parto. En más del 95% de
los casos es efectivo con pastillas y es una práctica que, cuando se realiza de
forma idónea, no pone en riesgo futuros embarazos, no causa cáncer, ni
infertilidad, ni afecta la salud mental”. A la vez, instan a los
gobiernos de la región y a los poderes e instituciones a despenalizar y
legalizar el derecho al aborto y garantizar su práctica en los sistemas de
salud públicos y privados. También demandan por el acceso a la educación sexual
para decidir y métodos anticonceptivos para no abortar. En cuanto al gobierno
de la Argentina, la Campaña propone que para garantizar efectivamente la salud
de las mujeres, derecho humano básico, se debe implementar la provisión
universal de los servicios de anticoncepción (Ley 25.673), el cumplimiento de
los abortos legales (art. 86 inc. 1 y 2 del CP), así como el derecho y acceso a
la educación sexual integral en todas las escuelas y niveles (Ley 26.150)”. Por
último, la Campaña exige al Congreso de la Nación que en defensa del derecho a
la salud de las mujeres ponga en debate y sancione el Proyecto de Ley de
Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que viene siendo postergado desde
hace más de una década. En homenaje a las propuestas surgidas en el Encuentro
de San Bernardo en cuanto a constituir una Coordinadora Latinoamericana y del
Caribe para conquistar el derecho al aborto, este año se confluye en acciones
conjuntas regionales para un 28 de septiembre global. Como todo en la vida,
siempre hay un antes para un después.
(1) Marysa
Navarro, “El primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, 1982” , Portal
de Ideas Feministas de Nuestra Américahttps://ideasfem.wordpress.com/textos/i/i21/
(2)
DIVERSAS PERO NO DISPERSAS, XIV Encuentro Feminista Latinoamericano y del
Caribe, 23, 24 y 25 de noviembre 2017, Montevideo, Uruguay Disponible https://twitter.com/hashtag/14eflacuruguay?src=hash
(3)
S/R, “Documento: El feminismo de los 90. Desafíos y propuestas”, Santiago de
Chile, Mujer/Fempress, n° 111,1991.
*Mabel Bellucci es activista
feminista queer. Integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en
el Instituto de Investigación Gino Germani (IIGG)-UBA y de la Cátedra Libre Virginia
Bolten de la
UNLPlata. Autora Historia de una desobediencia. Aborto y
Feminismo. Capital Intelectual. 2014
**Gabriela
Mitidieri es activista feminista LGTB, militante de Democracia Socialista,
historiadora, becaria doctoral del Instituto Interdisciplinario de Estudios de
Género (Facultad de Filosofía y Letras – UBA)
Fuente:
http://www.anred.org/?p=104503
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