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A
dónde va Nicaragua
10
de agosto de 2018
Iosu Perales
Me resulta ya muy difícil
permanecer callado acerca de los últimos acontecimientos que se suceden en
Nicaragua. Por prudencia y por no “defraudar” a ciertas izquierdas me he limitado
a pronunciarme en círculos muy cercanos. Pero siento que es hora de hacerlo
públicamente. Para mí, es doloroso reconocer la deriva autoritaria de Daniel
Ortega y su gobierno. No en vano, me vinculé a la solidaridad con la revolución
sandinista a finales de los setenta, he viajado a ese país del que me siento
parte, no menos de 25 veces, llegando a vivir y trabajar un tiempo como
periodista, y me siento sandinista intelectual y sentimentalmente.
De modo que, al menos últimamente, yo también he sido participe de un
comportamiento de la izquierda que consiste en callar, silenciar y dar la
espalda a realidades que no nos gustan criticar porque entendemos,
erróneamente, que al hacerlo perjudicamos a nuestra causa. Al contrario,
deberíamos ser partícipes de ese principio ético de que la verdad es siempre
revolucionaria. Realmente, lo que nos hace daño es tapar y justificar
actuaciones de la izquierda que deben ser criticadas por otras izquierdas.
Desde una posición sana, deberíamos interesarnos en esclarecer la verdad, para
fortalecernos política y moralmente.
Cuando escribo este
artículo, las cifras dadas por Amnistía Internacional superan el centenar de
muertos y más 800 heridos, gran parte de ellos de bala. Cifras coincidentes con
las que ofrece el CENIDH de Nicaragua que también señala un número
indeterminado de desaparecidos. Las cifras oficiales ya se colocan en cifras
parecidas. Semejante matanza ha sido el resultado de un despliegue represivo
cuya responsabilidad política recae en el presidente Daniel Ortega. Si un
gobierno calificado de izquierda dispara a quienes protestan ¿en que nos
diferenciamos de la derecha?
Las protestas contra la
disminución de las pensiones en un 5%, y contra el aumento de las cotizaciones
de los trabajadores y empresarios al INSS, debiera haber conducido a la
apertura de un diálogo con las partes sociales interesadas. También debieron
ser debatidas como exigen las leyes de Nicaragua en la Asamblea Nacional ,
pero se pretendieron imponer por decreto presidencial. Es verdad que el
Gobierno reculó ante la oleada de protestas, pero los manifestantes en lugar de
guardar las pancartas las han vuelto a sacar a las calles y plazas, extendiendo
sus reivindicaciones al cuestionamiento de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Todo el país, desde hace
semanas, está jalonado por barricadas, hogueras y enfrentamientos desiguales de
jóvenes estudiantes con fuerzas represivas gubernamentales y también con las
famosas “milicias motorizadas” que forman un cinturón de hierro en defensa del
régimen. Hasta que el lunes 23 de abril un río humano de más de cien mil
personas, la mayoría de menores de 30 años y la mitad por lo menos de mujeres,
recorrió Managua, e hizo ver a Ortega y Murillo que no les quedaba mejor
alternativa que negociar. Decenas de muertos después, la negociación parecía
abrirse camino, lo que explica al mismo tiempo el fracaso de un régimen algo
más que autoritario y el poder, en este caso heroico, de la calle. Pero lo cierto
es que el diálogo está estancado después de la última represión, el día de la
Madre, que dejó un saldo de 11 muertos y 79 heridos, lo que fue la repuesta del
Gobierno a una manifestación muy superior a todas las anteriores. Otra vez
Ortega-Murillo optó por la vía autoritaria.
Pero ¿qué pasa en Nicaragua?
¿Por qué tanta gente se ha sublevado? Daniel Ortega accedió al poder en 2007,
casi dos décadas después que lo perdieran los sandinistas ante la Unión Nacional Opositora
que ganó las primeras elecciones tras la década revolucionaria, con Violeta
Chamorro de candidata. Ortega tuvo que hacer una travesía política y personal
para ganar por fin la presidencia y en su caso además el poder, tras perder
tres elecciones presidenciales desde 1990. Su victoria mucho tuvo que ver, con
el apoyo del cardenal Obando y Bravo que logró, a cambio, que los diputados del
Frente Sandinista derogaran la ley de aborto terapéutico, haciendo de Nicaragua
uno de los cinco países del mundo que lo prohíbe.
Inmediatamente de ser
investido presidente, Ortega debió haber abierto un proceso de reconciliación
interna en el FSLN, pero en lugar de hacerlo se alejó de muchos dirigentes del
Frente Sandinista, otrora en el poder. De los nueve comandantes que formaron la Dirección Nacional
del FSLN durante el gobierno revolucionario, tomaron distancia de sus políticas
y liderazgo, su hermano Humberto Ortega, y los comandantes Víctor Tirado, Henry
Ruiz, Jaime Wheelock y Luis Carrión. Quedaron con Ortega, Bayardo Arce y Tomás
Borge, ambos muy implicados en negocios algunos de ellos cuando menos opacos.
Imposible saber en qué lugar estaría hoy Carlos Núñez, fallecido en 1990. Por
su parte, los hermanos Fernando y Ernesto Cardenal, las comandantes Dora María
Téllez y Mónica Baltodano, el ex jefe de la policía René Vivas ,
la poetisa y novelista Gioconda Belli y el escritor Sergio Ramírez, encabezan
un ingente número de hombres y mujeres que reivindicando el sandinismo se han
apartado de un FSLN propiedad de la poderosa pareja Ortega-Murillo que
rápidamente se rodeó de un grupo de incondicionales, con cuya complicidad ejercen
el poder de forma no democrática.
La pareja gobernante parece
querer instaurar una dinastía en el poder, al punto de que sus propios hijos
ocupan de manera irregular responsabilidades de estado por mandato autocrático,
sustituyendo en viajes oficiales a ministros e incluso al canciller. Lo cierto
es que todo el poder está concentrado en la familia Ortega-Murillo
y en un pequeño grupo de incondicionales que alimentan la existencia de un
caudillaje que les proporciona seguridad para ejercer de cargos públicos con
derecho a mejorar su patrimonio. Como afirma el histórico guerrillero Henry
Ruiz, «ya no hay ideología, no hay mística, no hay normas, no hay debate, no
hay nada». Pero este vacío no impide que con el lenguaje del antiimperialismo
Ortega siga manteniendo un ascendente significativo sobre una amplia parte de la sociedad. En parte
por apoyos que vienen de tiempos de la revolución, en parte por una práctica de
clientelismo que se alimenta de un asistencialismo en forma de pequeños lotes
agrarios, de láminas de zinc, de bicicletas, y otras donaciones cubiertas hasta
ahora con dinero procedente de la generosidad petrolera venezolana. Además,
favores personales, premios y castigos, que se completan con una vigilancia
diaria a través del cinturón de hierro tejido por la vicepresidenta
Rosario Murillo , que ha sabido crear una fuerza social que
presta servicios al Gobierno bajo la fórmula de participación ciudadana.
Hay que remontarse a las
derrotas electorales de Ortega frente a Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo
Alemán y Enrique Bolaños, para comprender cómo se ha llegado al momento
presente. He de decir que nunca me gustó el acercamiento interesado al cardenal
Obando con el fin de lograr al menos la neutralidad de la Iglesia Católica ,
ya que ello llevaba consigo el precio de políticas de gobierno confesionales.
Ortega comenzó a asistir a los oficios de la catedral desde donde pidió perdón
al pueblo de Nicaragua por los excesos de la Revolución, llevándose consigo a
las misas televisadas al que fue el poderoso jefe de los servicios secretos
Lenin Cerna. Así es como Daniel Ortega comenzó a fabricarse una imagen de
hombre devoto, bien guiado por Rosario Murillo que a su vez expresó
públicamente su rechazo al aborto en cualquier circunstancia. De esta conversión
surgió su gran lema político que sigue vigente «Nicaragua cristian a y socialista». Un socialismo confesional
que no deja de ser una originalidad surrealista.
La conversión no fue sólo
religiosa. El mítico comandante Henry Ruiz, el más veterano de la guerrilla en
la montaña, lo denuncia: «Al principio nos pareció que su programa apuntaba a
una economía de desarrollo nacional. Fue un espejismo. Se fue rapidito al INCAE
para asegurar a los grandes empresarios nacionales que respetaría sus negocios
e impulsaría privatizaciones. Ustedes hagan la economía y yo haré la política,
les dijo». Pero lo cierto es que el país sigue prisionero de un problema
estructural que mantiene al 80% de la población económicamente activa en la
economía informal. Nada está cambiando, si no es a peor, en una economía que
funciona bajo la obediencia al Fondo Monetario Internacional, y por
consiguiente aumenta las desigualdades sociales. La estrategia del
asistencialismo siempre otorga ventajas a un gobierno, pero es poco recomendable
cuando se trata de transformar la sociedad.
Pero como digo, muchos son
los motivos que confluyen en la indignación de una multitud. En primer lugar
las izquierdas tenemos que abrir los ojos y ver las políticas reales de Daniel
Ortega. Mónica Baltodano señala algunos elementos:
-No, no estamos en ninguna
segunda etapa de la Revolución, no se están realizando transformaciones que
consoliden en Nicaragua un sistema de justicia social. Todo lo contrario: se ha
fortalecido, como nunca antes, un régimen económico-social en el que los pobres
están condenados a rebuscarse la vida en trabajos informales, precarios, por
cuenta propia o a trabajar por salarios miserables y en largas jornadas,
condenados a emigrar a otros países en busca de trabajo, condenados a pensiones
de jubilación precarias. Se trata de un régimen de inequidad social con un
creciente proceso de concentración de la riqueza en grupos minoritarios.
-En segundo lugar se ha
profundizado la subordinación del país a la lógica global del capital. Nicaragua,
se ha ido entregando a las grandes transnacionales y a los capitales
extranjeros, que llegan a explotar riquezas naturales o a aprovecharse de la
mano de obra barata, como sucede en las zonas francas. El caso más patético de
esta lógica entreguista del país y de sus recursos es la concesión para la
construcción del Canal Interoceánico, pero ha habido previamente muchas otras
concesiones mineras, forestales, pesqueras, en la generación de energía, que
han ido ocupando todo el país.
-En tercer lugar el actual
sistema económico-social imperante en Nicaragua trata de reducir a la mínima
expresión las resistencias sociales.
-Por otra parte se ha
desarrollado un desmedido proceso de concentración de poder en la pareja Ortega-Murillo
y su círculo más cercano. Es un poder que amenaza con destruir todo vestigio de
institucionalidad democrática.
¿Tiene remedio Nicaragua? La
comandante guerrillera Mónica Baltodano, hoy socióloga e historiadora, pone sus
esperanzas en la sociedad civil y en particular en una nueva generación de
jóvenes no contaminados por el poder. Ella critica a la oposición: «Desde que
subió Ortega al Gobierno, todas las luchas que ha empujado la oposición han
girado alrededor de las elecciones. Vamos a las elecciones para conseguir
alcaldías, o para lograr diputados, y vamos a las presidenciales en condiciones
de desventaja, pero aquí no existe un movimiento popular autónomo
independiente. Yo creo que la única manera de construir otra correlación con la
gente a la que no le parece cómo se hacen las cosas en este país, es con otras
formas de organización que superen el electoralismo».
Lo cierto que la sublevación
frente al gobierno Ortega-Murillo podía haber estallado por otros motivos. De
ninguna manera se trata de una operación orquestada desde el exterior. El mayor
enemigo de la
pareja Ortega-Murillo es su modo de ejercer el gobierno. La
reforma del INSS ha sido un detonante como podía haber sido el canal
interoceánico contra el que ya se han llevado a cabo más de cien marchas en los
últimos años. La sublevación lo es por las libertades y la democracia, contra
el intento de una familia por instaurar una especie de monarquía absolutista.
Una familia que ha desnaturalizado el Frente Sandinista de Liberación Nacional,
aunque afortunadamente el sandinismo sigue vivo fuera de sus filas, entre los
que me cuento.
¿Se puede sostener la idea
de que el movimiento de protesta esté orquestado por el imperialismo? Es verdad
que el imperialismo norteamericano está detrás del ataque a los gobiernos
clasificados como de izquierda y progresistas de América Latina. No podemos
negar la campaña sistemática contra el chavismo. Ni su participación en los
golpes de estado en Honduras y Paraguay. Su hostilidad hacia Evo Morales.
¿Podemos creer que el imperialismo nada tiene que ver con lo que está
sucediendo en Brasil? Sí, también en Nicaragua hay un interés norteamericano en
debilitar a Daniel Ortega. La
Casa Blanca siempre juega a este juego en América Latina. Y
no porque a Estados Unidos moleste las políticas económicas de Daniel Ortega
que cumple con el Fondo Monetario Internacional, sino que más bien por razones
de ajustes de cuentas pendientes con el sandinismo. Pero, no nos engañemos, las
multitudes que se manifiestan en Nicaragua, con estudiantes a la cabeza de la
protesta tienen razones propias, nacionales, y no obedecen a ninguna dirección
exterior. Quien quiera pensar lo contrario, está en su derecho, pero es poco
razonable. No, no creo que a las izquierdas nos haga ningún bien el achacar
todos nuestros males al imperialismo. En el caso de Nicaragua sólo hay que
analizar, desapasionadamente, la deriva seguida por Daniel Ortega y Rosario
Murillo, desde 2007. En Venezuela hay partidos y políticos con nombre y
apellidos responsables de la inestabilidad del país, en Nicaragua, por más que
el Gobierno habla de que todo está manipulado por partidos políticos no nombra
a ninguno. Muchos de los que seguimos la vida política de Nicaragua sabemos que
las fuerzas opositoras ni tienen la fuerza ni la credibilidad para hacerse seguir
por decenas de miles de personas. Ya digo que los mayores enemigos de
Ortega-Murillo son ellos mismos con su concentración de poder y su mentalidad
autoritaria.
Hay un hecho
significativo que quiero recordar. Era noviembre de 2017 cuando el ex
presidente Pepe Mújica estaba a punto de arribar a Managua desde Panamá, para
recibir la distinción del Doctorado Honoris Causa de parte de la Universidad Autónoma
de Nicaragua (UNAN) Sorpresivamente, Daniel Ortega suspendió unilateralmente el
acto que ya no se celebró. Durante un tiempo pensé sobre cuál sería la razón. Pasado un
tiempo, ahora sí creo saberlo.
https://www.alainet.org/es/articulo/193264
04/06/2018
Fuente:
https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2018/08/10/a-donde-va-nicaragua/
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