De La Sota, señor de un feudo de sangre
19 de septiembre de 2018
A contramano de las retóricas hegemónicas en las que la muerte pareciera redimir a cualquiera, se vuelve necesaria la construcción de una memoria colectiva alternativa, en la que los verdugos no se vuelvan estadistas ni las políticas del terror sean consideradas desaciertos o diferencias. De La Sota dio sus primeros pasos en la derecha peronista y terminó imponiendo su reino de segregación y muerte en una provincia socialmente fracturada.
Por Mucho Palo Noticias.
Versiones cruzadas encuentran a un
joven José Manuel De La Sota como un recién recibido abogado integrante de la
Agrupación de Abogados Peronistas, dedicada a sacar de las comisarías a lxs
jóvenes militantes que eran detenidxs, pero también como partícipe del
“Navarrazo”, aquel golpe de Estado policial encabezado por el jefe de la
fuerza, Antonio Domingo Navarro, que derrocó al entonces Gobernador Obregón
Cano y a su vice Atilio López.
Perteneciente en esa época a la “Organización Única
del Trasvasamiento Generacional”, al tiempo que se desempeñaba como secretario
legislativo en el Concejo Deliberante de la ciudad de Córdoba, el difunto ex
Gobernador desmiente esas versiones en el libro “¡Viva la sangre!”, de Ceferino
Reato: “Mi organización no tuvo ninguna vinculación con el ‘Navarrazo´. Por el
contrario estábamos vinculados al gobernador Obregón Cano, aún con nuestra
disputa con la
Tendencia Revolucionaria , que ocupaba la mayoría de los
espacios de su gobierno”.
Sin embargo, en el marco del cuarto
Juicio de Lesa Humanidad que se llevó a cabo en Córdoba, el Fiscal federal
Carlos Gonella recordó una vez la declaración de una testigo, Patricia
Trigueros, compañera de tres de las víctimas: en los años 73 y 74 podía verse
al difunto líder peronista con un brazalete de una organización estudiantil de
ultraderecha realizando actividades en la Universidad. Fuente:
cba24n ver
La misma testigo confirmó hace poco la
pertenencia del “Gallego” a los comandos civiles: “Los comandos civiles eran
agrupaciones que apoyaban el golpe del Navarrazo (…) En el Estado de Sitio, la
calles estaban controladas por un lado por la policía, y por otro lado, por los
comandos civiles (…) Desconozco si andaban armados o no. Pertenecían a la
derecha peronista”. Fuente: cba24n ver
Por otra parte el abogado de Derechos
Humanos, Claudio Orosz, recordaba: “A la primera manifestación que fui en mi
vida, fue el 11 de septiembre de 1973, para repudiar el golpe de Estado en
Chile. Y José Manuel De la Sota estaba en la puerta de la Facultad de Ciencias
Exactas, con cadenas y representando a la Juventud Peronista
de López Rega. Y trataban con las cadenas de que la manifestación no se
realizara”. Fuente: cba24n ver
Durante la dictadura pasó seis meses en
prisión en los que según sus propios dichos fue torturado por el mismísimo Luciano Benjamín Menéndez. Sin embargo, años
después, ya en plena democracia, De La Sota se mostró reacio a juzgar a los
responsables del terrorismo de Estado, y hablando de la necesidad de “un baño
de reconciliación”, además dijo: “Las madres (por las Madres de Plaza de Mayo)
deberían haber cuidado mejor a sus hijos”. También, respecto a las críticas por
su rol dentro del peronismo en aquellas épocas, afirmó: “Si ser de derecha es
no haber sido nunca guerrillero, yo fui de derecha”.
Pasada la dictadura comenzó su larga y
perseverante carrera para llegar al poder. Primero perdiendo como candidato a
Intendente contra Ramón Mestre, en 1983, y luego derrotado dos veces más como
candidato a Gobernador en 1987 y 1991, por Eduardo Angeloz y por Ramón Mestre
respectivamente, para finalmente desembarcar en la Casa de las Tejas como
Gobernador electo en el año 1999, en el marco de una profunda crisis política,
económica y social.
De La Sota al gobierno, Tolerancia Cero
al poder
Con la llegada a la gobernación, además
de la millonaria deuda con el Banco Interamericano de Desarrollo, la emisión de
los bonos de cancelación de deuda Lecor, la eliminación de la doble Cámara de
Legisladores a cambio de una mecánica Unicameral y los primeros asomos de la
voluntad represiva que caracterizarían a toda su gestión, vendría el diseño de
una política de “seguridad” basada en la mano dura y la Tolerancia Cero
que dará como resultado una profundización de las fracturas sociales ya
existentes en la provincia.
Aprovechando la “Bloombergmanía ”
reinante en el momento, en 2004 De La Sota firmaría acuerdos de asesoramiento
que propiciaron la entrada del Manhattan Institute en la diagramación de las
políticas represivas, con la Fundación Axel Bloomberg
como intermediaria. El acuerdo implicaba una apertura al instituto
estadounidense con un trasfondo de venta de tecnologías y servicios, así como
de “limpieza” de terreno para las políticas desarrollistas que vendrían, y era
promocionado de esta manera por Gerardo Ingaramo, asesor de Bloomberg y uno de
los cerebros de la operación: “Para Estados Unidos el tema de la seguridad en
Latinoamérica, y por ende en la Argentina, es una preocupación seria (…) Hay
que generar un prisma virtuoso y dinámico que premie las zonas más seguras,
para que allí vayan a parar los inversores. El gobernador De la Sota ha
advertido esta situación, y por ello es que vamos a trabajar juntos”.
El entonces Ministro de Seguridad
Alessandri describía el proyecto de una manera que hoy, tras dos décadas de
delasotismo, con narcoescándalo, robos de armas, un acuartelamiento policial y
corrupción en todos los niveles, parece cómica: “Queremos mostrar al país y al
mundo que la provincia que gobierna es diferente al resto del país, donde las
mafias civiles y policiales jaquean al poder político y erosionan la relación
con una ciudadanía en estado incertidumbre”.
A pesar de la numerosas críticas desde
distintos sectores, el convenio se formalizó utilizando como marco legal el
cuestionado Código de Faltas, ley Provincial heredada de la gestión de Angeloz
que sería modificada varias veces y llevada al límite en su ejecución,
garantizando la impunidad estatal en la práctica, y la conformación de un
estado policial que sería continuado y fortalecido por sus próximas gestiones y
por su alternancia cordobesista, el “Gringo” Schiaretti.
Fuente: Pagina12 ver
Tu Código me falta
Sancionado en 1994 y posteriormente
objeto de varias reformas que promediando 2007 ya reflejaban la política de
mano dura y Tolerancia Cero, el Código de Faltas fue la herramienta legal que
el Estado proporcionó a la fuerza policial para ejecutar su plan represivo a
gran escala, violando derechos consagrados por la Constitución Nacional ,
tanto respecto a los de defensa y de acceso a la Justicia como a los de
circular, de trabajar y de expresarse libremente, entre otros.
Dicha ley codificaba contravenciones
que tenían como principal característica que las detenciones y las condenas
eran llevadas a cabo por la
misma Policía de la Provincia, sin que haya intervención del
Poder Judicial. Una de las más controversiales -y que más detenciones causaba-
era la que tipificaba la figura del merodeo, y que castigaba con arresto a
quien se encontrase en “actitud sospechosa” cerca de edificios o vehículos,
siendo el personal policial quien definía qué o quién resultaba “sospechoso”.
El resultado fueron verdaderas cacerías callejeras dirigidas principalmente a
jóvenes pertenecientes a los sectores populares, y una fuerte delimitación
geográfica con una virtual prohibición de acceso a espacios céntricos,
acentuando divisiones sociales preexistentes, o como decía Ingaramo en 2004,
“un prisma virtuoso y dinámico que premie las zonas más seguras”.
Este tipo de políticas
urbanístico-represivas se complementaron con la inauguración de los “Barrios
Ciudades”, verdaderos guetos ubicados en la periferia cordobesa en donde junto
a los deshechos fueron relocalizadas cientos de familias, abandonadas a su
suerte.
Finalmente, fruto de la lucha
organizada colectivamente, el Código de Faltas fue cambiado en 2016 por el
Código de Convivencia, durante gestión schiarettista, con modificaciones
importantes respecto a algunos puntos, pero sin resolver otros y, sobre todo,
sin que en la práctica se le haya restado poder real al accionar policial que,
por el contrario, parece incrementar cada vez más su violencia y su impunidad.
Todas tus muertes
Sin duda uno de los hitos del
delasotismo en materia represiva fue el establecimiento de los fusilamientos
policiales como hecho sistemático de las calles cordobesas; una verdadera
política de Estado. De los datos provenientes de los informes de Correpi se
desprende que entre 1999 y 2017 hubo en Córdoba 321 casos de gatillo fácil.
Con un aporte invaluable de los medios
hegemónicos, que siempre dieron por cierta la versión policial y justificaron
los asesinatos, las balas criminalizan automáticamente a lxs jóvenes fusilados
impunemente. El relato de un “enfrentamiento” nunca falta en los titulares de
La Voz, o en las voces de Mario Pereyra, Gustavo
Tobi o Aldo “Lagarto” Guizzardi, por mencionar sólo a algunos de la larga lista
de cómplices, casi siempre beneficiarios de jugosas pautas oficiales.
Sólo los casos en los que a raíz de la
torpeza de los hechos, la fuerza de la evidencia, la presencia de testigos, la
lucha de familiares y organizaciones y la cobertura de los medios alternativos
fue imposible el encubrimiento estatal y mediático, o como se suele decir, les
soltaron la mano, se logró alguna condena judicial.
Un caso emblemático durante la temprana
gestión delasotista fue el de David Moreno, el niño de 13 años hijo de Rosa y
Eduardo que en pleno estallido de 2001 se encontraba en las cercanías del grupo
de vecinxs que esperaban bolsones en el supermercado Minisol de barrio Villa 9
de julio. De La Sota fue quien envió a las fuerzas de seguridad a reprimir, con
el resultado del niño fusilado con postas de plomo policiales disparadas por el
agente Hugo Cánovas Badra, recientemente condenado por el hecho, a diferencia
del ex gobernador, que resultó eximido de culpas. Su familia al día de hoy
sigue exigiendo justicia y espera aún que Cánovas Badra, ya condenado, cumpla
la prisión preventiva.
Los casos se cuentan por decenas, y los
figurones de -lamentablemente- cada vez más pibxs encabezan año a año la Marcha Nacional
contra el Gatillo Fácil y la Marcha de la Gorra, reclamando justicia y la
abolición del estado policial.
A dónde van lxs desaparecidxs
De La Sota murió probablemente
guardando para sí la verdad sobre los casos de desapariciones durante su
gestión, en los que el Estado estuvo implicado en distintos niveles políticos y
policiales.
Dos casos emblemáticos son los de Facundo Rivera Alegre y Yamila Cuello. En el caso de
Facundo , blanco de operaciones
mediáticas hegemónicas que con versiones inverosímiles y contradictorias
intentaron denodadamente vincularlo con el narcotráfico, el estado delasotista
quiso cerrar la historia con un dudoso juicio en el que no quedó resuelta ni la
complicidad policial, ni qué se hizo con Facundo .
Por otra parte, la desaparición de
Yamila estuvo atravesada por la misoginia de una sociedad pero sobre todo por
un Estado indiferente ante la violencia machista, que se expresó de manera
inmediata en la inacción de la policía y el manoseo de la justicia ante un caso
que cuenta con todas las características de un secuestro en el marco de la
trata de personas. Su ausencia es una directa interpelación al Estado que le
dio la espalda, responsable de que no haya un indicio de lo que pudo haber sido
de ella.
El Gobierno Nacional publicó en 2015 un
informe cuestionable desde lo metodológico pero que sin embargo reconoce la
existencia de alrededor de 3.231 mujeres y 2.081 varones desaparecidxs entre
1990 y 2013. El Gobierno de Córdoba fue unos de los pocos que se negó a aportar
los datos necesarios para la elaboración del informe, demostrando su postura
cómplice ante esta brutal violación de los Derechos Humanos.
Fuerzas especiales
Una política que caracterizó el perfil
del delasotismo en materia represiva fue la creación de fuerzas especiales
dentro de la Policía de la
Provincia. Con grandes partidas presupuestarias que
posibilitaron equipamiento y armamento, fueron apareciendo con distintos
nombres y especificidades.
La primera de ellas fue el Comando de
Acción Preventiva (CAP), enmarcada en la primera época de puesta en acción del
Código de Faltas. Esta división se encargó de hostigar a miles de jóvenes de
los barrios cordobeses, realizando cantidades récord de detenciones arbitrarias.
Más adelante, en 2013, vería la luz con
un nombre sin tanto eufemismo el DOT, Departamento de Ocupación Territorial. Su
creación habla del recrudecimiento de la violenta presencia policial en las
periferias de la ciudad y de la persecución hacia lxs vecinxs, jóvenes
principalmente, que vivían en esas zonas. De la mano del DOT presenciamos la
razzias en los barrios, los allanamientos simultáneos sin las órdenes
correspondientes, y las tristes imágenes de las masivas detenciones en
corralitos callejeros.
Más recientemente tuvieron su debut,
por un lado, la Fuerza Policial Antinarcóticos , que con sus
vistosos atuendos con pasamontañas y sus pesadas armas se dedica explícitamente
a la persecución del narcomenudeo y de consumidorxs; y por el otro, la reciente División
de Inteligencia Antiterrorista. Esta última tiene como función el seguimiento
de militantes en sus redes sociales y “en el terreno”, y hasta incorporó
profesionales de la psiquiatría a los fines de “elaborar perfiles”, bajo el
difuso y reciclado concepto de “antiterrorismo”.
Represión sin fin
No alcanza esta semblanza desde una
mirada antirrepresiva para profundizar en todos los aspectos de 20 largos años
de delasotismo, sin embargo no se pueden dejar de mencionar otros “logros”,
como la desastrosa situación de las cárceles, y la del Complejo Esperanza ,
espacios en los que la dignidad humana quedó reducida a la nada, y en los que
los jóvenes sufren a diario las más penosas torturas.
No se puede hablar de cárceles sin
recordar el fatídico día de la “resolución” del motín de la cárcel de San
Martín: la lluvia de balas ordenada por el exgobernador segó la vida del
guardia Andrés Abregú y los internos Cristian Alberto Rogido, Víctor Alejandro
Bazán, Daniel Roberto Álvarez y Walter Ramón Romero.
Tampoco pueden quedar afuera las
nefastas leyes de Trata y de Narcotráfico que, junto al Código de Faltas y
luego al Código de Convivencia, enmarcaron políticas de estado cómplices de la
trata de personas y del narcotráfico a gran escala. Respecto a este último punto
no puede dejar de mencionarse el famoso narcoescándalo, que dejó al descubierto
gran parte de la trama que une al narcotráfico con los más altos niveles
políticos, y a su principal figura, el propio De La Sota, y a la institución
policial.
Tampoco es posible olvidar las jornadas
del 3 y 4 de diciembre de 2013, la ola de saqueos y la contrapartida de
linchamientos y golpizas desatadas a partir del acuartelamiento de la Policía
de la Provincia, mientras De La Sota se encontraba de viaje en Panamá. Tal vez
fue este uno de los pocos hechos que erosionó al menos en parte la imagen del
difunto ex gobernador, a pesar de la protección del andamiaje mediático que
supo construir a su favor.
Tampoco sería posible dejar de lado el
rol de los medios hegemónicos en la construcción del estado policial. Cada uno
de las medidas y aspectos de las políticas en general -y las represivas en
particular- llevadas a cabo por De La Sota a lo largo de su gestión, ya sea
como gobernador o como líder de peso durante las gestiones schiarettistas,
tuvieron una enorme e indisimulada promoción en el periodismo de los medios
hegemónicos cordobeses. No por nada parte de la consigna de la última Marcha de la
Gorra expresaba: “El estado nos mata, sus medios lo bancan”.
El Show de la mañana, el programa
matutino del “Lagarto” Guizzardi, es tal vez el ejemplo más emblemático al
respecto, tanto en lo que respecta a la millonaria pauta que le fue (y le sigue
siendo) destinada, como en lo poco disimulado en su manera de publicitar al
poder oficial.
Prohibido olvidar
Allá en los 70, en las cercanías del
Navarrazo, comenzaba a forjarse la identidad política del hombre que décadas
después asolaría a una Córdoba golpeada por sucesivas oleadas represivas,
crisis económicas, sociales y culturales, en dictadura y en democracia. De La
Sota ocupa y ocupará un lugar central a la hora de historizar la represión.
Las lecturas post mortem pueden
encontrarse con las trabas de una moral que incita a confundir un supuestamente
necesario “respeto por los muertos” con el silencio o la purificación. Esto
puede nublar memorias frágiles, pero la realidad documentada contradice
cualquier intento de tibieza en el análisis de estos 20 trágicos años. Este
breve e inacabado recorrido intenta poner algo de eso en su lugar.
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Fuente:
http://www.anred.org/?p=103904
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