El capitalismo y
su
democracia sin opciones
17 de agosto de 2018
Por Homar Garcés (Rebelión)
Para el sistema capitalista es sumamente esencial -además del
control y la explotación de la diversidad de recursos presentes en la
naturaleza- la existencia de la especie humana. Sin esta última, lógicamente,
no sería nada posible la producción y la reproducción de los medios , los dividendos y las mercancías que
contribuyen a darle un perfil definido a tal sistema. Necesita, por tanto, que
la existencia humana esté regulada por una sociedad burocráticamente
organizada. Una sociedad que responda de manera apropiada a sus vitales
intereses y no le dé cabida alguna a cualquier tipo de cuestionamiento,
inconformidad y/o rebeldía que haga pensar a muchos que éste pueda
trascenderse.
Sin el soporte de esta sociedad ajustada a su lógica, el
capitalismo sucumbiría irremediablemente. En este caso, las personas (asumidas
como fuerza de trabajo) cumplen un doble propósito, enormemente beneficioso
para la clase capitalista: como generadoras de plusvalía y como consumidoras.
Gracias a la cultura de masas -fomentada en una gran parte por la industria
ideológica a su servicio- el capitalismo dispone de un amplio contingente de
compradores, logrando en muchos de ellos una compulsión consumista de la cual
pocos adquieren conciencia.
Frente a ello,
la pretensión de cambiar radicalmente el tipo de sociedad predominante a nivel
mundial, sin plantearse con seriedad lo mismo respecto al sistema económico,
resulta un enorme contrasentido. Ambos elementos se hallan consustanciados y no deberían
aislarse uno en relación con el otro. Esto implica comprender, de una manera
amplia, los rasgos y los mecanismos que legitiman y mantienen vigente al
capitalismo. No bastará, por consiguiente, intentar alguna reforma, en uno u
otro sentido, si éstos son desconocidos y se dejan intactos. Tampoco bastará
con enunciar y legalizar los reclamos de justicia e igualdad sociales
enarbolados por los sectores populares en sus luchas diarias.“El nuevo proyecto conservador -explica Pablo González Casanova en su libro ‘De la sociología del poder a la sociología de
La Comuna de París de 1871, los Soviets surgidos con
La democracia (entendida ahora como una construcción colectiva desde
abajo) es, en términos definitivos y definitorios, el autogobierno, razón por
la cual los sectores populares están llamados a abrir paso a un modelo
civilizatorio de nuevo tipo, donde las relaciones sociales y sus paradigmas
sean algo absolutamente diferente a las imperantes. La autonomía, el
autogobierno, el reconocimiento de la diferencia, la interculturalidad y las
prácticas intercomunitarias tendrían que ser, entre otros, los rasgos
distintivos de este nuevo modelo civilizatorio. Este, asimismo, tendrá que asentarse
en un proceso permanente de reapropiación de los símbolos y los diversos
tópicos que dieron origen a las luchas populares a través de la historia.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245395
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