Construir la
alternativa
10 de septiembre de 2018
Por Guillermo Almeyra (Rebelión)
Argentina, uno de los países hasta hace poco
supuestamente “emergentes”, está al borde de un enorme desastre. El gobierno le
apuesta a la exportación de materias primas (minería, fracking petrolero,
desarrollo sojero aunque ese monocultivo envenene la gente y las aguas y
empobrezca los suelos). Lógicamente, queda sometido a la política del capital
financiero mundial, expresada por el FMI, el Banco Mundial, Davos, la OMC y
como siervo de Washington. El país retorna a su situación semicolonial anterior
a 1945. Frente a esta política, que es la continuación –muy agravada y más
brutal- de la del kirchnerismo, la protesta social es muy vasta y crece
continuamente profundizándose incluso con la inmensa movilización de las
mujeres por la despenalización del aborto que planteó la autoorganización del
movimiento y su independencia política y puso en cuestión al patriarcalismo y
al Estado.
Pero está aún en un nivel primitivo de
conciencia y organización pues los “recuerdos amables” a la madre de Macri
coreados por decenas de miles de personas en estadios, teatros, bares y en el
metro, como el “¡que se vayan todos!” expresan odio y hartazgo pero también
impotencia. Para ser eficaz, la protesta tiene que vencer la resistencia de las
direcciones sindicales de la CGT y sectores similares que temen más a los
trabajadores que al gobierno capitalista y a los patrones y, además, la traba
de la dirección política del peronismo, que es conservadora y defensora del
capitalismo desde siempre y que quiere canalizar las protestas y frenarlas
hasta las elecciones parlamentarias de 2019, en las que espera ganar para
aplicar después políticas no muy diferentes de las de Macri.
Éste recurre cada vez más a sus aliados y
socios de la burocracia sindical para impedir o retrasar las huelgas generales
de protesta y, contra el kirchnerismo utiliza, como la burguesía brasileña con
Lula, a jueces ultraderechistas que buscan procesar y encarcelar a toda costa a
Cristina Fernández y a dirigentes kirchneristas por su enriquecimiento ilícito
utilizando el poder gubernamental. El resultado a nivel popular es, por un
lado, el desprestigio total de la burocracia sindical vendida pero, en el caso
de la ex presidente, la creación de un aura de víctima de una persecución
(infame y muy real), y de mártir y progresista (que no corresponde para nada a
una mujer que consideraba que el aborto es un delito y debe ser castigado como
tal y que sólo votó por su despenalización cuando supo que su voto era
minoritario, nombró gobernadores del Opus Dei y fomentó la gran minería).
Los sindicatos son una escuela de organización
de los trabajadores y, en parte, de democracia porque unen contra el capital
gente de muy diferente pensamiento. Pero son burgueses porque discuten una
venta de la mercancía fuerza de trabajo a mejor precio y en mejores
condiciones, no la eliminación de la explotación capitalista. Los obreros
obligan a veces incluso a los dirigentes sindicales más corruptos a ceder para
no ser desbordados por su base pero el carácter de organismos de negociación
con el capital -no de ruptura con éste- los empuja a depender de los gobiernos
integrarse en el Estado, del cual son organismos de apaciguamiento y mediación
social. Además, excluyen a los desocupados, los jubilados y las mujeres. No
puede haber liberación social si simultáneamente no se lucha por la democracia
sindical echando a la burocracia y no se imprime al sindicato una orientación
anticapitalista que eduque a los afiliados.
La crisis se está agravando velozmente para
todos, sobre todo para las clases medias trabajadoras (maestros, profesores,
científicos, pequeños comerciantes, PYMES) que ven con temor su empobrecimiento
y su proletarización y tienen tipos de consumo superiores a los de los
trabajadores menos instruidos. Los despidos y recortes estatales afectarán
además a centenares de miles de personas.
Hay una sola manera de frenar ese proceso.
Frente a los aparatos sindicales, establecer contacto directamente entre los
centros de trabajo y formar comités o consejos de fábrica o empresas que
aseguren la dirección de las luchas y las unan en una red regional mediante
pactos de unidad y autodefensa. Frente a la situación del país, elaborar planes
y propuestas en asambleas y hacer inventarios de los recursos disponibles para
empezar a aplicar directamente esos planes con la colaboración activa de los
científicos en movilización, profesores y estudiantes universitarios,
sindicatos combativos y otros trabajadores.
Son necesarios Cuadernos de Reinvindicaciones
sector por sector de la economía (nuclear, energía, transporte ferroviario o
fluvial, educación, vivienda, salud, industria de bienes de consumo),
reorganizándola según las necesidades populares y reconvirtiendo las
producciones superfluas o de bienes de lujo. Es necesario difundir los
programas de Huerta Grande y La Falda o el programa de los Economistas de
Izquierda (EDI), establecer el monopolio estatal del comercio exterior y un
control de las divisas, la escala móvil de salarios y jubilaciones, romper de
inmediato con el FMI, no pagar la deuda pública y hacerle una auditoría,
imponer un impuesto a las grandes fortunas.
Hay que reforzar la economía campesina, la producción
de alimentos y la reorganización de los territorios priorizando la producción
de alimentos para el abastecimiento interno y la agricultura la vida urbana por
sobre los intereses de los mineros y desarrollar rápidamente la utilización de
la energía renovable eólica, solar, geotérmica, de las mareas.
Lo que más urgentemente se necesita son ideas,
organización y lucha y un proyecto de futuro anticapitalista. Es necesario
apoyar cada lucha obrera pero no basta con ello y es absurdo, en medio del
derrumbe, contentarse con la esperanza de ganar más diputados y senadores en
2019. No se puede esperar la parálisis del país porque su reconstrucción
costaría más.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246303
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